Miguel Ángel Granados Chapa / Plaza Pública
De la mano del Partido Verde, el PAN echó al PRI de Los Pinos hace nueve años. Con su apoyo, el PRI ha retornado al dominio del Poder Legislativo. En alianza con él ha ganado 50 distritos que se añaden a los 134 que el tricolor obtuvo por cuenta propia. Con las bancas de representación proporcional que alcancen, sumarán los votos necesarios para formar la mayoría relativa. Triste democracia electoral la que depende de un partido voluble (aliado de quien se deja o de quien lo requiere) y que funda su crecimiento en el engaño a la sociedad y en la infracción a la ley.
Con esa unión o a partir de la fuerza propia, que en algunos casos (señaladamente Nuevo León y el estado de México) es acrecentada por el apoyo de Televisa, que antes que la mayoría ciudadana escogió de nuevo al PRI como su partido favorito (rompiendo sin aviso el vínculo con el PAN que le valió renovados privilegios mediáticos y licencias para casas de juego), el PRI se dispone a cogobernar con el PAN. Lo ha hecho desde mucho tiempo atrás, y lo hizo en la legislatura que dentro de dos meses concluirá sus actividades. Pero ahora lo hará desde una posición de fuerza que no conocía desde antes de 1997, cuando perdió el control de la Cámara.
Hace tres años, la caída vertical del PRI (arrastradas sus candidaturas legislativas por la presidencial) no pudo ser paliada por su alianza con el Verde. Pero hoy ha resultado fructífera. Pactaron candidatos comunes en 62 distritos y triunfaron en 50 de ellos: un excelente resultado. El entendimiento se extendió a 11 entidades: Chiapas, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, México, Morelos, Puebla, Tlaxcala, Zacatecas y el Distrito Federal.
En este último espacio ni siquiera aliado al Verde ha podido el PRI recuperar la condición que tenía previamente a 1997. Desde ese año, cuando se puso a disposición del voto ciudadano la Jefatura de Gobierno de la ciudad, se pronunció la caída del voto priista que ya venía a la baja en las elecciones federales. Recuérdese que en la elección de 1988 las senadurías del DF quedaron en manos de Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, postulados como Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia, por el Frente Democrático Nacional. (Ambos políticos, priistas en sus comienzos, estarán de nuevo juntos, ahora en la Cámara de Diputados, pues fueron colocados en sitios idóneos en la planilla del Partido del Trabajo para la representación proporcional, a pedido de Andrés Manuel López Obrador).
El desastre priista en el DF cubre todos los ámbitos. Con una sola excepción, ningún candidato de ese partido a cargos en el Congreso federal, al gobierno capitalino, a la Asamblea Legislativa o jefaturas delegaciones ha podido triunfar. No ha de faltar quien vea a los candidatos priistas con la conmiseración con que eran vistos los aspirantes sostenidos por partidos de oposición en los años de la suprema dominación priista. Eran nacidos para perder. La excepción fue en 2003 Cuauhtémoc Martínez Lazcano, que se convirtió en héroe priista al ganar la jefatura delegacional de Milpa Alta, el único cargo de elección popular al que ha tenido acceso el PRI en 12 años. Paradójicamente, ese héroe se convirtió, a los ojos del partido beneficiado con su singular victoria, en un desertor, pues en 2007 se sumó al PRD.
En la elección de anteayer de nuevo Milpa Alta calificó como un territorio priista. A diferencia de lo que ocurre en el resto del DF en esa delegación rural el PRI desplazó al PAN como segunda fuerza y libró con el PRD una cerrada batalla por la victoria. Ayer por la mañana, según el programa de resultados electorales preliminares del Instituto capitalino de la materia, los separaban apenas unas decenas de votos: 9775 contra 9704, equivalentes a sólo 34 décimas de punto.
Esa situación contrasta con la muy tenue presencia priista en el resto de las delegaciones, especialmente aquellas en que se polariza la contienda entre el PAN y el PRD. El caso típico en la elección de anteayer fue Cuajimalpa, en donde la votación por el tricolor apenas supera el 11 por ciento. Aparte de Milpa Alta, la delegación donde hay más voto priista es Cuauhtémoc y no llega al 20 por ciento.
Medidos por los cartabones del poder establecidos por el priismo, los candidatos de ese partido a la Jefatura de Gobierno del DF eran poderosos. Alfredo del Mazo y Jesús Silva Herzog habían sido, aquél, gobernador del estado de México, y ambos miembros del gabinete presidencial. Beatriz Paredes, a su turno, mostraba una amplia experiencia de gobierno, en el orden federal y en su natal Tlaxcala. Y sin embargo, fueron barridos respectivamente por Cárdenas, López Obrador y Marcelo Ebrard y, en los dos últimos casos, fueron votados en menor medida que los candidatos panistas.
Pueden intentarse muchas explicaciones a la paradoja de que el PRI que obtiene triunfos locales relevantes en los años recientes y anteayer recuperó el dominio sobre la Cámara de Diputados tenga en el DF tan exigua fuerza que sólo alcanza diputados locales por la vía de representación proporcional. Una causa es que acaso el PRI continúa ganando pero ya no con esa sigla. No es casual que los tres jefes de Gobierno elegidos en la capital hayan pertenecido a aquella organización y hayan podido establecer o acomodarse a rasgos de la cultura priista practicados por el Partido de la Revolución Democrática.
Ya exploraremos otras razones de esta paradoja. Pero lo cierto es que tiene plena vigencia al día de hoy.
Cajón de Sastre
Muy rápidamente se produjo la primera consecuencia de la colosal derrota panista del domingo, cuyos ribetes no se han definido a plenitud todavía pero nadie ignora que fue descomunal. El presidente Calderón citó a Los Pinos a Germán Martínez ayer por la mañana, y a la reunión se agregó después Josefina Vázquez Mota. Por la tarde, en vez de la reunión de Comité Nacional a que había convocado, Martínez leyó ante los medios una declaración en que anuncia que dimite a su cargo, como responsable que admite ser del desastre electoral. No se irá de inmediato sino cuando el Consejo Nacional -al que convocará a reunirse en un plazo no mayor de 30 días- designe a su sucesor, o sucesora, que podría ser la futura diputada Vázquez Mota, por eso presente en la casa presidencial y por eso aludida por el dimitente al decir que sobran mujeres y hombres que puedan reemplazarlo.
De la mano del Partido Verde, el PAN echó al PRI de Los Pinos hace nueve años. Con su apoyo, el PRI ha retornado al dominio del Poder Legislativo. En alianza con él ha ganado 50 distritos que se añaden a los 134 que el tricolor obtuvo por cuenta propia. Con las bancas de representación proporcional que alcancen, sumarán los votos necesarios para formar la mayoría relativa. Triste democracia electoral la que depende de un partido voluble (aliado de quien se deja o de quien lo requiere) y que funda su crecimiento en el engaño a la sociedad y en la infracción a la ley.
Con esa unión o a partir de la fuerza propia, que en algunos casos (señaladamente Nuevo León y el estado de México) es acrecentada por el apoyo de Televisa, que antes que la mayoría ciudadana escogió de nuevo al PRI como su partido favorito (rompiendo sin aviso el vínculo con el PAN que le valió renovados privilegios mediáticos y licencias para casas de juego), el PRI se dispone a cogobernar con el PAN. Lo ha hecho desde mucho tiempo atrás, y lo hizo en la legislatura que dentro de dos meses concluirá sus actividades. Pero ahora lo hará desde una posición de fuerza que no conocía desde antes de 1997, cuando perdió el control de la Cámara.
Hace tres años, la caída vertical del PRI (arrastradas sus candidaturas legislativas por la presidencial) no pudo ser paliada por su alianza con el Verde. Pero hoy ha resultado fructífera. Pactaron candidatos comunes en 62 distritos y triunfaron en 50 de ellos: un excelente resultado. El entendimiento se extendió a 11 entidades: Chiapas, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, México, Morelos, Puebla, Tlaxcala, Zacatecas y el Distrito Federal.
En este último espacio ni siquiera aliado al Verde ha podido el PRI recuperar la condición que tenía previamente a 1997. Desde ese año, cuando se puso a disposición del voto ciudadano la Jefatura de Gobierno de la ciudad, se pronunció la caída del voto priista que ya venía a la baja en las elecciones federales. Recuérdese que en la elección de 1988 las senadurías del DF quedaron en manos de Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, postulados como Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia, por el Frente Democrático Nacional. (Ambos políticos, priistas en sus comienzos, estarán de nuevo juntos, ahora en la Cámara de Diputados, pues fueron colocados en sitios idóneos en la planilla del Partido del Trabajo para la representación proporcional, a pedido de Andrés Manuel López Obrador).
El desastre priista en el DF cubre todos los ámbitos. Con una sola excepción, ningún candidato de ese partido a cargos en el Congreso federal, al gobierno capitalino, a la Asamblea Legislativa o jefaturas delegaciones ha podido triunfar. No ha de faltar quien vea a los candidatos priistas con la conmiseración con que eran vistos los aspirantes sostenidos por partidos de oposición en los años de la suprema dominación priista. Eran nacidos para perder. La excepción fue en 2003 Cuauhtémoc Martínez Lazcano, que se convirtió en héroe priista al ganar la jefatura delegacional de Milpa Alta, el único cargo de elección popular al que ha tenido acceso el PRI en 12 años. Paradójicamente, ese héroe se convirtió, a los ojos del partido beneficiado con su singular victoria, en un desertor, pues en 2007 se sumó al PRD.
En la elección de anteayer de nuevo Milpa Alta calificó como un territorio priista. A diferencia de lo que ocurre en el resto del DF en esa delegación rural el PRI desplazó al PAN como segunda fuerza y libró con el PRD una cerrada batalla por la victoria. Ayer por la mañana, según el programa de resultados electorales preliminares del Instituto capitalino de la materia, los separaban apenas unas decenas de votos: 9775 contra 9704, equivalentes a sólo 34 décimas de punto.
Esa situación contrasta con la muy tenue presencia priista en el resto de las delegaciones, especialmente aquellas en que se polariza la contienda entre el PAN y el PRD. El caso típico en la elección de anteayer fue Cuajimalpa, en donde la votación por el tricolor apenas supera el 11 por ciento. Aparte de Milpa Alta, la delegación donde hay más voto priista es Cuauhtémoc y no llega al 20 por ciento.
Medidos por los cartabones del poder establecidos por el priismo, los candidatos de ese partido a la Jefatura de Gobierno del DF eran poderosos. Alfredo del Mazo y Jesús Silva Herzog habían sido, aquél, gobernador del estado de México, y ambos miembros del gabinete presidencial. Beatriz Paredes, a su turno, mostraba una amplia experiencia de gobierno, en el orden federal y en su natal Tlaxcala. Y sin embargo, fueron barridos respectivamente por Cárdenas, López Obrador y Marcelo Ebrard y, en los dos últimos casos, fueron votados en menor medida que los candidatos panistas.
Pueden intentarse muchas explicaciones a la paradoja de que el PRI que obtiene triunfos locales relevantes en los años recientes y anteayer recuperó el dominio sobre la Cámara de Diputados tenga en el DF tan exigua fuerza que sólo alcanza diputados locales por la vía de representación proporcional. Una causa es que acaso el PRI continúa ganando pero ya no con esa sigla. No es casual que los tres jefes de Gobierno elegidos en la capital hayan pertenecido a aquella organización y hayan podido establecer o acomodarse a rasgos de la cultura priista practicados por el Partido de la Revolución Democrática.
Ya exploraremos otras razones de esta paradoja. Pero lo cierto es que tiene plena vigencia al día de hoy.
Cajón de Sastre
Muy rápidamente se produjo la primera consecuencia de la colosal derrota panista del domingo, cuyos ribetes no se han definido a plenitud todavía pero nadie ignora que fue descomunal. El presidente Calderón citó a Los Pinos a Germán Martínez ayer por la mañana, y a la reunión se agregó después Josefina Vázquez Mota. Por la tarde, en vez de la reunión de Comité Nacional a que había convocado, Martínez leyó ante los medios una declaración en que anuncia que dimite a su cargo, como responsable que admite ser del desastre electoral. No se irá de inmediato sino cuando el Consejo Nacional -al que convocará a reunirse en un plazo no mayor de 30 días- designe a su sucesor, o sucesora, que podría ser la futura diputada Vázquez Mota, por eso presente en la casa presidencial y por eso aludida por el dimitente al decir que sobran mujeres y hombres que puedan reemplazarlo.
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