Ciudad Perdida / Miguel Ángel Velázquez
Magistrados electorales sin salidas de emergencia
Los alcances del triunfo que impuso la gente en Iztapalapa aún no se pueden medir en toda su amplitud, pero la lección está a la vista de todos. Perdió el PRD, sí, pero por la vía de los hechos declaró al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación incompetente, falaz, maniobrero e injusto. Por tanto, sus miembros deben renunciar.
Es muy grave lo que pasó en ese organismo. Su fallo –que en una decisión a todas luces tramposa dejó fuera de la contienda a Clara Brugada, quien debió ser respaldada por la población– fue revocado con el voto, con los votos que ellos, los magistrados del tribunal, anularon para tratar de ganarse favores de la alianza de Nueva Izquierda y el Partido Acción Nacional, es decir, con Felipe Calderón, que confiaba en el triunfo mediante la descalificación.
Para los miembros del tribunal no puede haber mañana. El precedente que deja esta elección advierte que los juicios de este organismo no son confiables, y lo peor, no protegen la voluntad popular, más bien parecen obedecer a intereses donde el voto no importa. Por eso deben renunciar.
Por lo que hace a la dirigencia del PRD, también impuesta por el tribunal, se hace patente la falla del fallo del organismo judicial. La caída perredista es, no obstante el apoyo de televisoras y comentaristas hacia Jesús Ortega, estruendosa. Los afanes de todos ellos por apuntalar a una dirigencia sin el respaldo de su militancia no podían desembocar más que en una catástrofe como la que hoy recibe la traición que hizo triunfar el mismo tribunal. Por eso los magistrados deben renunciar.
Ya no hay salida de emergencia. Desde la fuerza de los hechos se tiene que encarar la derrota del tribunal y su criatura –el PRD chuchista–, y el triunfo, que no milagro, de López Obrador. Así es la realidad, se diga lo que se diga. Las pruebas están allí, quien no quiera entenderlo se hará acreedor a la sentencia de Santayana: "quien no recuerde el pasado está condenado a repetirlo".
En fin, la elección de ayer fue una bocanada de aire fresco para quienes militan en el movimiento que encabeza López Obrador. Ahora tienen por cierto que es posible que desde las bases se derroten las malas decisiones de los jueces electorales, y eso se convierte en un sí se puede que dibuja nuevos horizontes para esa izquierda.
Iztapalapa abre, si es que se la sigue considerando como el laboratorio de la justicia electoral del país, una oportunidad que debe aprovecharse. La derrota del PRD anexado al poder y de espaldas a su militancia tiene como respuesta el resultado de los comicios. El triunfo del PT es la otra historia.
Una historia que deberá analizarse a la luz de la decisión de la gente y la convocatoria de López Obrador. Si se quiere entender algo más en este episodio y se pretende confundir al elector con argumentos sacados de la angustia del perdedor, la historia de la derrota volverá a repetirse, así que más vale no dejarse marear. La línea ya está marcada y no hace falta más que seguirla sin titubeos ni desviaciones. ¡Que así sea!
De pasadita
Dice uno de los fieles a Nueva Izquierda, con mucho de cinismo, que en esto de las elecciones no se trata de ganar en las urnas, sino de ganarse a los magistrados de los tribunales. ¡Qué fácil!, ¿no?
Magistrados electorales sin salidas de emergencia
Los alcances del triunfo que impuso la gente en Iztapalapa aún no se pueden medir en toda su amplitud, pero la lección está a la vista de todos. Perdió el PRD, sí, pero por la vía de los hechos declaró al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación incompetente, falaz, maniobrero e injusto. Por tanto, sus miembros deben renunciar.
Es muy grave lo que pasó en ese organismo. Su fallo –que en una decisión a todas luces tramposa dejó fuera de la contienda a Clara Brugada, quien debió ser respaldada por la población– fue revocado con el voto, con los votos que ellos, los magistrados del tribunal, anularon para tratar de ganarse favores de la alianza de Nueva Izquierda y el Partido Acción Nacional, es decir, con Felipe Calderón, que confiaba en el triunfo mediante la descalificación.
Para los miembros del tribunal no puede haber mañana. El precedente que deja esta elección advierte que los juicios de este organismo no son confiables, y lo peor, no protegen la voluntad popular, más bien parecen obedecer a intereses donde el voto no importa. Por eso deben renunciar.
Por lo que hace a la dirigencia del PRD, también impuesta por el tribunal, se hace patente la falla del fallo del organismo judicial. La caída perredista es, no obstante el apoyo de televisoras y comentaristas hacia Jesús Ortega, estruendosa. Los afanes de todos ellos por apuntalar a una dirigencia sin el respaldo de su militancia no podían desembocar más que en una catástrofe como la que hoy recibe la traición que hizo triunfar el mismo tribunal. Por eso los magistrados deben renunciar.
Ya no hay salida de emergencia. Desde la fuerza de los hechos se tiene que encarar la derrota del tribunal y su criatura –el PRD chuchista–, y el triunfo, que no milagro, de López Obrador. Así es la realidad, se diga lo que se diga. Las pruebas están allí, quien no quiera entenderlo se hará acreedor a la sentencia de Santayana: "quien no recuerde el pasado está condenado a repetirlo".
En fin, la elección de ayer fue una bocanada de aire fresco para quienes militan en el movimiento que encabeza López Obrador. Ahora tienen por cierto que es posible que desde las bases se derroten las malas decisiones de los jueces electorales, y eso se convierte en un sí se puede que dibuja nuevos horizontes para esa izquierda.
Iztapalapa abre, si es que se la sigue considerando como el laboratorio de la justicia electoral del país, una oportunidad que debe aprovecharse. La derrota del PRD anexado al poder y de espaldas a su militancia tiene como respuesta el resultado de los comicios. El triunfo del PT es la otra historia.
Una historia que deberá analizarse a la luz de la decisión de la gente y la convocatoria de López Obrador. Si se quiere entender algo más en este episodio y se pretende confundir al elector con argumentos sacados de la angustia del perdedor, la historia de la derrota volverá a repetirse, así que más vale no dejarse marear. La línea ya está marcada y no hace falta más que seguirla sin titubeos ni desviaciones. ¡Que así sea!
De pasadita
Dice uno de los fieles a Nueva Izquierda, con mucho de cinismo, que en esto de las elecciones no se trata de ganar en las urnas, sino de ganarse a los magistrados de los tribunales. ¡Qué fácil!, ¿no?
Comentarios