El México que viene (II)

Ricardo Rocha / Detrás de la Noticia

En la economía este será el peor año de las dos décadas recientes. No hay un solo pronóstico confiable que sea siquiera moderadamente optimista. Salvo las palabras huecas del Presidente y su gabinete que se empeñan, sin argumento alguno, en decir que como ya tocamos fondo no nos queda sino mejorar en automático.

No es verdad. Porque cada vez los pronósticos oficiales han tenido que ser peores. No por voluntad propia, sino porque cada día les es más difícil negar la realidad. Así, las calificaciones del país se han venido derrumbando escandalosamente. Y ahora resulta que, en unos cuantos meses, el decrecimiento estimado ha venido de menos tres a un muy probable augurio de dos dígitos para llegar a menos 10 u 11.

Así que cómo vamos a creerle al señor Carstens cuando nos habla de una recuperación de más dos al alza en 2010. Otro factor es que la economía en Estados Unidos —a la que estamos atados en 85%— ya no se está manejando como antes. Allá mister Obama cambió las reglas del juego y ha metido más Estado y menos mercado, y ha dicho que prefiere una recuperación lenta pero muy sólida a un nuevo boom especulativo y efímero. Él mismo advirtió desde su mensaje de llegada a la Presidencia que en estos tiempos ya no era posible seguir basando el desarrollo en detrimento de los que menos tienen.

Pero mientras allá y en buena parte del mundo se dan pasos para adelante hacia una economía real y menos ficticia, como la que provocó la crisis global, aquí seguimos atados a un modelo económico neoliberal a ultranza que ha generado más de 50 millones de pobres y dejado sin empleo a un millón más cada año. En paralelo, el deterioro del poder adquisitivo, la caída del peso, la baja en las inversiones y la parálisis en buena parte de nuestra planta productiva han generado el desastre de hoy.

Es verdad que una parte de la crisis nos viene de fuera; pero es indiscutible que nosotros hemos contribuido a agravarla, porque para empezar no forma parte de las prioridades de un gobierno que dedica todo un día a analizar los resultados de su partido y ha sido incapaz de una convocatoria de media mañana para analizar las vías de salida.

Dicen los priístas que ellos sí saben cómo hacerlo, y presentarán un plan anticrisis. A ver si no se trata de ungüentos, cuando lo que aquí se requiere es cirugía mayor: una gran revisión de un modelo económico que nos agobia y que ha sido un verdadero fracaso.

Es urgente que todos entiendan que para llegar a 2012, hay que librar 2010 y 2011.

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