Vicky Pelaez / EL DIARIO NY
Cuando más negra es la noche, más brillan las estrellas.
Rosa Luxemburgo
El golpe de Estado en Honduras es un baldazo de agua helada a todos los que creían que en el Siglo XXI globalizado ya no había espacio para el rugido de tanques tomando palacios y sacando a los presidentes de su cama en la madrugada como era costumbre en los años 1970 y 1980.
Sin embargo, la realidad es diferente y el espíritu de los dictadores como Bordaberry, Videla, Viola, Banzer, Fujimori y por supuesto de Augusto Pinochet, sigue vivo entre los líderes castrenses latinoamericanos, todos formados en la tristemente famosa Escuela de las Américas. Ni siquiera toman en cuenta el final de Pinochet quien para evadir la justicia, tuvo que hacerse el loco defecando en sus calzoncillos. El poder y el sonido del dinero que les han prometen los oligarcas locales cumpliendo con las instrucciones norteamericanas, les hace olvidar el castigo que inevitablemente les llega.
En esos premios pensaba el general Romeo Vásquez Velásquez al desobedecer, primero, la orden del presidente legítimo Manuel Zelaya de repartir el material electoral para celebrar una encuesta sobre la necesidad de convocar la Asamblea Constituyente para elaborar la nueva constitución, y segundo, al convertirse en el ejecutor del golpe, detener al presidente, deportarlo y sacar los tanques contra el pueblo, apoyado por la oligarquía, el congreso, poder judicial, medios de comunicación, servicios de inteligencia y por supuesto el clero católico que por medio del monseñor Santos acusó al presidente de ser “diablo vestido de sacristán”.
Lo que aterrorizó a todos estos fue la idea de la nueva constitución, clamor del pueblo desde 2005 cuando fue firmado arbitrariamente el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, y que convirtió a Honduras en el tercer país más pobre de América Latina. Las protestas de entonces fueron brutalmente reprimidas , pero el pueblo votó por Manuel Zelaya que les prometió mejorar la vida .
El bonachón Zelaya no defraudó, y contra viento y marea aumentó el sueldo mínimo y creo el Programa del Fondo para los Pobres. Se unió a Petrocaribe para tener acceso a petróleo y gas barato, firmó contratos con Cuba por medicina genérica lo que hizo abaratar, en 90 por ciento, los precios de medicina impuestos por transnacionales. Igualmente, convirtió en miembro del ALBA solidarizándose con Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Esto encolerizó al Gran Patrón y las corporaciones globalizadas que movieron su poder para detener los cambios. Aparentemente Hillary Clinton condenó el golpe y negó la participación norteamericana. Sin embargo, el prestigioso especialista estadounidense Mark. B. Rosenberg dijo ya en 1990 que en Honduras “el poder está concentrado en las fuerzas armadas y en la embajada norteamericana…Sin reconocimiento y aprobación de la embajada cualquier político encontraría muchas dificultades para llegar al poder”. Manuel Zelaya fue más tajante al declarar que “sin EE.UU. los golpistas no sobrevivirán 48 horas”.
Cuando se escribe esta columna, ha pasado 24 horas del golpe y es difícil creer que el tibio Barack Obama haga algo. Mientras tanto el mundo repudia el golpe, y el pueblo hondureño desafía el toque de queda, apagones y las balas de los gorilas, declarándose en huelga permanente y exigiendo el retorno de Zelaya.
Cuando más negra es la noche, más brillan las estrellas.
Rosa Luxemburgo
El golpe de Estado en Honduras es un baldazo de agua helada a todos los que creían que en el Siglo XXI globalizado ya no había espacio para el rugido de tanques tomando palacios y sacando a los presidentes de su cama en la madrugada como era costumbre en los años 1970 y 1980.
Sin embargo, la realidad es diferente y el espíritu de los dictadores como Bordaberry, Videla, Viola, Banzer, Fujimori y por supuesto de Augusto Pinochet, sigue vivo entre los líderes castrenses latinoamericanos, todos formados en la tristemente famosa Escuela de las Américas. Ni siquiera toman en cuenta el final de Pinochet quien para evadir la justicia, tuvo que hacerse el loco defecando en sus calzoncillos. El poder y el sonido del dinero que les han prometen los oligarcas locales cumpliendo con las instrucciones norteamericanas, les hace olvidar el castigo que inevitablemente les llega.
En esos premios pensaba el general Romeo Vásquez Velásquez al desobedecer, primero, la orden del presidente legítimo Manuel Zelaya de repartir el material electoral para celebrar una encuesta sobre la necesidad de convocar la Asamblea Constituyente para elaborar la nueva constitución, y segundo, al convertirse en el ejecutor del golpe, detener al presidente, deportarlo y sacar los tanques contra el pueblo, apoyado por la oligarquía, el congreso, poder judicial, medios de comunicación, servicios de inteligencia y por supuesto el clero católico que por medio del monseñor Santos acusó al presidente de ser “diablo vestido de sacristán”.
Lo que aterrorizó a todos estos fue la idea de la nueva constitución, clamor del pueblo desde 2005 cuando fue firmado arbitrariamente el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, y que convirtió a Honduras en el tercer país más pobre de América Latina. Las protestas de entonces fueron brutalmente reprimidas , pero el pueblo votó por Manuel Zelaya que les prometió mejorar la vida .
El bonachón Zelaya no defraudó, y contra viento y marea aumentó el sueldo mínimo y creo el Programa del Fondo para los Pobres. Se unió a Petrocaribe para tener acceso a petróleo y gas barato, firmó contratos con Cuba por medicina genérica lo que hizo abaratar, en 90 por ciento, los precios de medicina impuestos por transnacionales. Igualmente, convirtió en miembro del ALBA solidarizándose con Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Esto encolerizó al Gran Patrón y las corporaciones globalizadas que movieron su poder para detener los cambios. Aparentemente Hillary Clinton condenó el golpe y negó la participación norteamericana. Sin embargo, el prestigioso especialista estadounidense Mark. B. Rosenberg dijo ya en 1990 que en Honduras “el poder está concentrado en las fuerzas armadas y en la embajada norteamericana…Sin reconocimiento y aprobación de la embajada cualquier político encontraría muchas dificultades para llegar al poder”. Manuel Zelaya fue más tajante al declarar que “sin EE.UU. los golpistas no sobrevivirán 48 horas”.
Cuando se escribe esta columna, ha pasado 24 horas del golpe y es difícil creer que el tibio Barack Obama haga algo. Mientras tanto el mundo repudia el golpe, y el pueblo hondureño desafía el toque de queda, apagones y las balas de los gorilas, declarándose en huelga permanente y exigiendo el retorno de Zelaya.
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