Manuel Aguilar Mora
Una derrota aplastante del gobierno
La victoria del PRI el 5 de julio era esperada como algo casi inevitable pero al llegar ha sorprendido por la enorme magnitud que tomó, literalmente aplastando al PAN, arrebatándole bastiones que parecían inexpugnables como algunas gubernaturas de estados (San Luís Potosí y Querétaro) y de municipios (Guadalajara, Zapopan, los del populoso “cordón azul” del Estado de México entre los más importantes) y disminuyendo drásticamente sus diputados (en cerca de 70 y quedándose con sólo 143 la menor cantidad desde 1997), convirtiéndose en la segunda fuerza muy alejada de la mayoritaria integrada por los 237 diputados de la bancada priista que, con su aliado el Partido Verde (PVM), logra alzarse con la mayoría absoluta de las 500 curules de la Cámara de diputados. Sobrepasándolo por casi diez puntos (más del 36% de la votación total contra el 27.6% del PAN) el PRI arrincona al panismo en una situación de gran debilidad. La derrota de su partido pone al presidente Felipe Calderón en la posición más incómoda posible a la mitad de su mandato.
En los próximos tres años Calderón será el rehén del PRI, partido con el cual cogobierna, y junto a los otros resultados generales de las elecciones intermedias, es ya el presidente de México más cercado por circunstancias desfavorables a su administración: gravísima crisis económica (a un millón podrá llegar el número de desempleados a finales del presente año), una violenta campaña del ejército contra el narcotráfico impugnada por la gran mayoría de la ciudadanía, un partido perdedor y dividido y una extrema derecha desprestigiada, derrotada y a la defensiva.
Ni toda la costosísima parafernalia propagandística que inundó a la población con sus mensajes típicos de las “guerras sucias” aprendidos de sus modelos estadounidense y español, el Partido Republicano y el Partido Popular respectivamente; ni el uso político de la epidemia de influenza; ni el clima de miedo auspiciado por el ejército en las calles y la demagogia discursiva de los líderes reaccionarios panistas, impidieron esta debacle electoral. Un día después, el 6 de julio, Germán Martínez debió renunciar a la dirección del PAN asumiendo personalmente un fracaso que le pertenece igualmente e incluso en mayor proporción al mismo Calderón. La debacle de la extrema derecha clerical de su partido, su aliada privilegiada, aposentada por el presidente en posiciones clave en el gobierno, abre un periodo en que los tres años siguientes serán, en el mundo oficial, ante todo el adelanto prematuro de la preparación de la sucesión presidencial para el 2012.
Impacto de los anulistas
La consecuencia principal del 5 de julio, a saber, el PRI y el PAN como el gran triunfador y el gran perdedor respectivamente, no es la única entre los resultados sorprendentes de unas elecciones que fueron excepcionales, literalmente fuera de la regla de las tradicionales y apáticas elecciones intermedias. Como las anteriores de su tipo, éstas también se caracterizaron por una gran abstención (más del 56%), aunque no como preveían la mayoría de las encuestas que la pronosticaban muy arriba del 60%.
No obstante, la protesta ciudadana reflejada en el excepcional monto del voto nulo impactó y ha contribuido a cuestionar la legitimidad de estas elecciones. Si al factor del abstencionismo le sumamos el fenómeno del anulismo que las ha caracterizado, o sea el altísimo porcentaje del voto nulo cifrado en más del 6%, resulta que menos de un 35% del padrón electoral es la base de la escasa legitimidad que tendrá la próxima Cámara de diputados. Del 2 de julio del 2006, fecha de las elecciones presidenciales, al presente año el porcentaje de los anulistas (calificativo dado a los partidarios del voto nulo ya incorporado al idioma político) más que se duplicó, pasando del 2.6% al 6.2% y en el Distrito Federal llegando incluso a cuadriplicarse alcanzando más del 10%, es decir un porcentaje mayor al de la mitad de los partidos contendientes. Cerca de un millón y medio de votos, en su abrumadora mayoría de protesta, expresaron su oposición a los partidos gobernantes principales y su hartazgo del fraudulento y carísimo sistema electoral: cerca de mil millones de dólares se gastaron en las elecciones del 5 de julio que equivalen a un voto que cuesta tres veces más caro que el voto en Estados Unidos. Este fenómeno del crecimiento de los anulistas es una de las expresiones más claras del límite al que ha llegado el sistema. En los próximos años millones de ciudadanos, muchos de ellos trabajadores, serán los cimientos de las nuevas alternativas que hoy están ausentes en la crisis sistémica que atravesamos.
Otros perdedores y ganadores
Entre estos dos polos característicos del 5 de julio, el regreso triunfal del PRI como la fuerza mayoritaria absoluta, junto con su aliado el Partido Verde (PVM), en la Cámara de diputados (ya lo es en la de senadores), posición que había perdido en 1997, y el crecimiento de una fuerza social, todavía desorganizada pero poderosa, que se expresó en el voto nulo, hubieron otros ganadores y perdedores.
Uno de los principales perdedores de los comicios ha sido el PRD, quien en su caída libre llegó hasta el 12% del total, después de haber rasguñado el 30% en 2006. De este modo el PRD caerá de la segunda fuerza legislativa de la Cámara de diputados a una lejana tercera fuerza, posición que amenaza disputarle el PVM. Las divisiones del partido son la causa principal de este desastre, el cual se debe adjudicar principalmente a la corriente mayoritaria representada por Los chuchos, cuyos objetivos no esconden una posición abiertamente conciliadora con el gobierno de Calderón. La perdida de dos de los municipios conurbados con la Ciudad de México, Ecatepec (el más grande de la República con más de tres millones de habitantes) y Nezahualcoyotl (igualmente muy populoso) dan una idea del tamaño del desastre perredista.
López Obrador (AMLO) y su movimiento se colocaron en un punto intermedio entre los ganadores y los perdedores. Enfrentado con la dirección del PRD, el líder populista concibió la estrategia de llamar a sus partidarios a votar por el PRD donde sus candidatos respondían a su corriente (básicamente en el Distrito Federal) y a sus pequeños partidos aliados el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Convergencia (PC) en varios estados de la República. No sin protestas de sectores de sus seguidores, muchos de los cuales dejaron de serlo, AMLO con esta línea decidió pulsar sus fuerzas para los próximos años decisivos. Este barroquismo electoral no podía dejar de tener un alto precio por mantenerse unido a la tendencia declinante del propio PRD de la cual el mismo era causa y efecto.
Por eso en el Distrito Federal, dentro de su descenso generalizado, el PRD salvó lo sustancial de lo que constituye la joya de su corona: mantuvo su dominio en doce delegaciones (municipios), perdiendo sólo dos, la periférica Cuajimalpa y la fundamental Iztapalapa, esta última en uno de los casos peculiarisímos de la jornada. El PAN conservó sus dos bastiones tradicionales en la Benito Juárez y la Miguel Hidalgo (las dos delegaciones predominantemente burguesas y pequeño burguesas) y conquistó Cuajimalpa. El PRI, batido en toda la línea desde 1997, cuando perdió la jefatura de gobierno, sigue sin recuperar terreno en la capital de la República. Cómo se expresará su estrepitoso regreso nacional en esta plaza clave del mapa político del país, será una de los procesos determinantes del próximo periodo.
El mayor triunfo de AMLO lo consiguió en Iztapalapa, la delegación masivamente proletaria del Distrito Federal que, con sus tres millones de habitantes y su casi medio millón de votos, tiene más distritos uninominales que varios estados. Por eso mismo este bastión perredista constituía una pieza fundamental en la puja interna partidaria entre las dos corrientes. Con una complicada pero astuta maniobra, AMLO respondió a sus enemigos en el tribunal electoral (aliados sin rubor de Calderón) y a Los chuchos del PRD, quienes lograron que se desconociera a su candidata Clara Brugada a la jefatura delegacional, cuyo nombre sin embargo ya estaba en las boletas que no podían ser cambiadas a menos de un mes de la elección. La táctica de AMLO ideó una fórmula cuyo barroquismo parecía anunciar un fracaso completo, pero que ante el azoro general resultó otra de las victorias más sorprendentes de la jornada. Propuso, ante una asamblea multitudinaria de sus partidarios, votar por Clara Brugada a través del voto por el candidato del PT, Rafael Acosta (alias Juanito) y que éste asumiera el compromiso de que si resultaba ganador, renunciaría a favor de ella. De esta forma un votante partidario de AMLO debería entender que en la boleta el nombre de Clara Brugada con el escudo del PRD, en realidad era la candidatura de la representante de Los chuchos que se oponía a su candidata y que para lograr su triunfo debía cruzar el logo del PT. El resultado fue que Juanito resultó triunfador y hoy dice prepararse no para renunciar sino para pedir licencia a favor de Brugada.
La división del PRD es un hecho, ¿Cuándo se dará la escisión formal del mismo? AMLO ha declarado que permanecerá en el partido, dejándole a sus antagonistas la decisión de expulsarlo. Al mismo tiempo durante sus giras por todo el país en estos años ha organizado, según declara, más de 2 millones de representantes del “gobierno legítimo” en más de 2000 municipios, con entre 12 y 15 mil comités ciudadanos. (Newsweek en español, 06.07.09) ¿Qué es esto sino los inicios de un nuevo partido?
Sonora, la excepción trágica
El 5 de junio, un mes exactamente antes de las elecciones, el incendio de la guardería ABC de Hermosillo, capital de Sonora y la muerte de 48 infantes y niños, cimbró al estado y conmocionó al país. En un mes la situación política de esa entidad cambió radicalmente. Eduardo Bours, el gobernador priista se disponía a utilizar las elecciones a gobernador estatal, que coincidían con las federales, como plebiscito de su mandato y alzarse desde el 5 de julio como uno de los posibles candidatos presidenciales de su partido, el PRI. La ventaja de candidato escogido por él para sucederlo era de 10 puntos con respecto al candidato panista. En el mes que transcurrió entre la tragedia y las elecciones esa ventaja se evaporó y resultó ganador el candidato del PAN, Guillermo Padrés. Así Sonora se convirtió en el único estado de los seis que realizaron elecciones a la gubernatura en que perdió el candidato del PRI.
Una lección excepcionalmente importante para el futuro. La avalancha priista que daba por descontado apuntarse la victoria en Sonora, priista desde siempre, encontró un dique en las cuatro multitudinarias manifestaciones de repudio sin precedente que cimbraron a Hermosillo durante ese mes y expandieron el repudio a todo el país a la política del IMSS y de todo el sector salud de los gobiernos federal y estatales de subrogación de guarderías a empresarios privados. Una protesta nacional nuevamente se alzó contra la política de las privatizaciones de los servicios públicos fundamentales de la salud. La altanería y el cinismo desplegados tanto por el gobernador sonorense como por las autoridades federales (el procurador general, el director del IMSS, entre otros), durante el mes que precedió a las elecciones fue un factor decisivo que pesó en el sentir nacional y que se expresó en el repudió a Calderón y su partido y en la derrota más significativa del PRI en la jornada que fue la de Sonora, en donde un voto de castigo eliminó toda esperanza de Bours de ser el candidato presidencial de su partido.
El sarcasmo de la historia
Hace nueve años los guías de la opinión pública progresista, los expertos politólogos e incluso muchos que se consideraban gente de izquierda, apostaron al “voto útil” contra el PRI para realizar la “transición democrática”. El triunfo de Fox les llenó la boca de elogios y de ilusiones sobre el tránsito de México, hubo incluso quienes hablaron de una “revolución democrática”. Mas modestos, la mayoría se conformó con la llegada, por fin, de una “democracia sin adjetivos”, como lo puso Enrique Krauze en una frase que se hizo famosa. Así el PAN, la derecha, con su acompañante esencial, la extrema derecha, llegó a Los Pinos avalada con el manto de una victoria electoral democrática apabullante, que incluía el voto de muchos progresistas. Con Calderón esa extrema derecha se aposentó en el centro del gobierno y el 5 de julio cosechó lo que había sembrado. En nueve años de panismo más que solucionar los gravísmos problemas del país, se han profundizado y multiplicado. Al desastre del gobierno rapaz y desvergonzado de Fox se ha añadido la mano dura y la insensibilidad política manifiesta de un presidente recluido en Los Pinos que durante los tres años transcurridos de su gobierno no ha podido realizar un solo mitín abierto en la ciudad de México, escenario en esos mismo años de varios miles de manifestaciones y actos públicos multitudinarios.
Ante esta situación, los sectores capitalistas dominantes han decidido la vuelta del PRI. Pero ¿alguna vez se fue? Por supuesto que no y de hecho, el gobierno verdadero es el del llamado PRIAN, en donde el PRI siempre tuvo un papel fundamental y a partir del 5 de julio será predominante, con la perspectiva muy clara de conquistar, ahora si, ¡“democráticamente”! como partido de oposición, la presidencia de la república en el 2012. Mostrándose “renovado” para el siglo XXI, según presume su presidenta, Beatriz Paredes, en sus cumbres ya se preparan los posibles candidatos presidenciales dispuestos a relevar a los torpes panistas, siendo el gobernador mexiquense quien despunta apoyado multimillonariamente con el presupuesto de la riquísima entidad federativa más populosa, el gobernador atlacomulquense del estado de México Enrique Peña Nieto.
La incomprensión de la verdadera naturaleza del viejo sistema de dominación político mexicano, de su resistencia, de sus fuerzas y raíces profundas en un país con un proletariado sin cabeza (según la clásica definición de José Revueltas) y de una base clientelar masiva y populista, ha provocado que a la multitud de autores “transitólogos” se les haya escapado el significado de la maniobra de la “transición pactada” del 2000, en la que la nueva pintura azul que remplazó la tricolor en la mansión de Los Pinos fue confundida con una real democratización de México.
Después del 2000 el charrismo, lejos de debilitarse, tuvo una luna de miel con Fox y la continuó con Calderón (¡Elba Esther Gordillo!), la corrupción de los panistas ha sido proverbial y en su corta trayectoria ya rivalizó con la septuagenaria del PRI, el fraude colosal del 2006 no le pidió nada al de 1988 y así podríamos seguir.
El viejo sistema de dominación no ha sido desmantelado a pesar de algunas innovaciones democráticas insertadas en el añejo tinglado que sigue respondiendo, en lo esencial, a las necesidades políticas de los capitalistas nacionales y extranjeros. No hubo en todo el siglo XX una verdadera e histórica vocación democrática de la burguesía en México y no la va adquirir el capitalismo senil del siglo XXI.
Ahora vemos como, más que irónica, la historia se ha demostrado francamente sarcástica con todos aquellos partidarios del “voto útil” que hace nueve años llamaban a votar por Fox para “sacar al PRI de Los Pinos” y ahora con la versión novísima del “voto útil” que es el “voto diferenciado”, convocan a votar por el PRI para echar al PAN y “diferenciar” los votos con otros partidos para equilibrar la fuerza del primero. Insertos en el círculo vicioso de un régimen que se niega a morir. Todos ellos son incapaces de concebir y entender que la democratización real, verdadera, popular, histórica ya sólo podrá ser obra de los trabajadores y de sus aliados, los millones de sectores de oprimidos y explotados de México.
El único camino
Para las fuerzas populares y sus vanguardias de izquierda tanto democráticas como socialistas se abre un nuevo periodo. Ya desde la crisis terminal del PRD que se produjo con la abierta división posterior al 2006 era evidente que se comenzaría a plantear la cuestión de un(os) nuevo(s) instrumento(s) organizativo(s) y político(s) de la lucha por la democracia y la emancipación de los trabajadores y sus aliados. La debacle perredista del 5 de julio es consecuencia directa de esa ruptura.
La fuerza todavía importante de la figura y la pelea de AMLO contra lo que el llama “la mafia” sigue siendo fundamental. Pero a pesar de la terquedad de AMLO, prácticamente se ha cerrado un ciclo, el que comenzó en 1988 bajo la ilusión masiva, que contagió a la mayoría de la izquierda socialista de entonces, de que la dirección burguesa de Cuauhtémoc Cárdenas conduciría a la real y verdadera democratización de México. El PRD dominó y se chupó a la mayoría de los medios y los cuadros de izquierda durante el periodo que está concluyendo, los cuales por cierto, en su gran mayoría se han perdido para la lucha democrática y revolucionaria.
En esos veinte años no solamente no se ha derrotado al PRI sino que éste se apresta a regresar fortalecido y avalado con un triunfo democrático como “partido de oposición” según los criterios de los teóricos neoliberales de la “democracia sin adjetivos”. Ha fracasado ostensiblemente el reformismo nacionalista neocardenista del PRD, de Cuauhtémoc Cárdenas y de sus seguidores. Ese reformismo ideológico y político lo reivindica también AMLO aunque él lo expresa de un modo plebeyo y fajador que en ocasiones no impide, sino promueve la movilización masiva. Pero el muñequeo con las despreciadas pero finalmente respetadas instituciones, la pelea en el cuadro de las leyes burguesas, el modelo de Juárez como símbolo patrio, la reverencia a Martin Luther King y a Salvador Allende como los modelos de la lucha contemporánea, “la revolución de las conciencias” más que de las estructuras, todo ello hace del movimiento del “presidente legítimo” un movimiento populista, no clasista, no de los trabajadores, de sus familias, de sus aliados.
Su meta es lograr ser presidente de la República en el 2012. Es evidente que es conciente de la situación caótica en la que se hunde el país. En esa catástrofe inevitable está su apuesta. Considera que en los próximos tres años será posible que los grupos dominantes entiendan que él es el indicado para gobernar el país. Uno de sus más cercanos colaboradores que pidió no ser identificado, lo ha dicho inmejorablemente: “El único escenario en que lo dejarían llegar a la presidencia es si el país se encontrara en total caos. Sólo un líder tan fuerte como López Obrador ha demostrado que sería capaz de restaurar el orden en el país” (Citado en Newsweek en español, 06.07.09)
Pero el caos del sistema capitalista que se avecina, el cual en parte ya vivimos cotidianamente, no se resolverá con la mano de un “hombre fuerte”. Más bien esa solución es la preferida de los capitalistas. La solución de los trabajadores es colectiva y se forjará en las luchas próximas: manifestaciones, paros, huelgas, comités de base, consejos y congresos de trabajadores y pueblo oprimido y por fin con revoluciones socialistas. Esto es lo que nos prepara el futuro de la crisis por la que atravesamos.
Coaliciones, frentes, movimientos nuevos, inéditos y ricos en innovaciones serán los instrumentos que harán posible la solución popular de la crisis.
Por supuesto, falta mucho para avanzar por esa vía, pero se puede comenzar a plantear las cuestiones estratégicas desde hoy e intentar probar los métodos de organización unitarios en los conflictos cotidianos presentes en los sindicatos, en las escuelas, en las colonias, en el campo y en todo acto social por modesto que sea.
AMLO en una entrevista en la mencionada revista Newsweek define el principal objetivo de su movimiento como de “la transformación del país, hacer historia, la política es hacer historia. Lo que queremos es transformar a México. Sólo ha habido tres transformaciones en nuestra historia. La independencia de 1810, la Reforma de 1857 y la Revolución de 1910. Queremos la cuarta transformación de la vida pública del país”.
Ciertamente su pasado heroico será siempre lección vital para los pueblos. Y el pueblo de México tiene un pasado heroico cuya épica inspirará las nuevas gestas. Pero también es cierto que cada presente es inédito, que la historia no se repite, que a nuevas situaciones corresponden nuevas tareas, que el imperialismo capitalista hoy plantea problemas jamás confrontados por la humanidad, que se necesita hacer un gran esfuerzo para solucionarlos que requiere la colaboración colectiva de personas, clases, naciones del muerdo entero.
Hoy el pueblo de México está en una situación similar a la de los pueblos de América Latina y sus problemas son los de ellos. La vocación internacionalista será uno de los principales nuevos factores que será integrado en la visión transformadora del futuro. El impulso de independencia y rebeldía popular será en el futuro tan poderoso como lo fueron en las hazañas liberadoras y emancipadoras del siglo XIX y del siglo XX, pero la solución de los problemas actuales no será una simple repetición de las gestas pasadas sino el producto de la imaginación y la invención de las luchas del pueblo trabajador y oprimido de México en el siglo XXI.
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Una derrota aplastante del gobierno
La victoria del PRI el 5 de julio era esperada como algo casi inevitable pero al llegar ha sorprendido por la enorme magnitud que tomó, literalmente aplastando al PAN, arrebatándole bastiones que parecían inexpugnables como algunas gubernaturas de estados (San Luís Potosí y Querétaro) y de municipios (Guadalajara, Zapopan, los del populoso “cordón azul” del Estado de México entre los más importantes) y disminuyendo drásticamente sus diputados (en cerca de 70 y quedándose con sólo 143 la menor cantidad desde 1997), convirtiéndose en la segunda fuerza muy alejada de la mayoritaria integrada por los 237 diputados de la bancada priista que, con su aliado el Partido Verde (PVM), logra alzarse con la mayoría absoluta de las 500 curules de la Cámara de diputados. Sobrepasándolo por casi diez puntos (más del 36% de la votación total contra el 27.6% del PAN) el PRI arrincona al panismo en una situación de gran debilidad. La derrota de su partido pone al presidente Felipe Calderón en la posición más incómoda posible a la mitad de su mandato.
En los próximos tres años Calderón será el rehén del PRI, partido con el cual cogobierna, y junto a los otros resultados generales de las elecciones intermedias, es ya el presidente de México más cercado por circunstancias desfavorables a su administración: gravísima crisis económica (a un millón podrá llegar el número de desempleados a finales del presente año), una violenta campaña del ejército contra el narcotráfico impugnada por la gran mayoría de la ciudadanía, un partido perdedor y dividido y una extrema derecha desprestigiada, derrotada y a la defensiva.
Ni toda la costosísima parafernalia propagandística que inundó a la población con sus mensajes típicos de las “guerras sucias” aprendidos de sus modelos estadounidense y español, el Partido Republicano y el Partido Popular respectivamente; ni el uso político de la epidemia de influenza; ni el clima de miedo auspiciado por el ejército en las calles y la demagogia discursiva de los líderes reaccionarios panistas, impidieron esta debacle electoral. Un día después, el 6 de julio, Germán Martínez debió renunciar a la dirección del PAN asumiendo personalmente un fracaso que le pertenece igualmente e incluso en mayor proporción al mismo Calderón. La debacle de la extrema derecha clerical de su partido, su aliada privilegiada, aposentada por el presidente en posiciones clave en el gobierno, abre un periodo en que los tres años siguientes serán, en el mundo oficial, ante todo el adelanto prematuro de la preparación de la sucesión presidencial para el 2012.
Impacto de los anulistas
La consecuencia principal del 5 de julio, a saber, el PRI y el PAN como el gran triunfador y el gran perdedor respectivamente, no es la única entre los resultados sorprendentes de unas elecciones que fueron excepcionales, literalmente fuera de la regla de las tradicionales y apáticas elecciones intermedias. Como las anteriores de su tipo, éstas también se caracterizaron por una gran abstención (más del 56%), aunque no como preveían la mayoría de las encuestas que la pronosticaban muy arriba del 60%.
No obstante, la protesta ciudadana reflejada en el excepcional monto del voto nulo impactó y ha contribuido a cuestionar la legitimidad de estas elecciones. Si al factor del abstencionismo le sumamos el fenómeno del anulismo que las ha caracterizado, o sea el altísimo porcentaje del voto nulo cifrado en más del 6%, resulta que menos de un 35% del padrón electoral es la base de la escasa legitimidad que tendrá la próxima Cámara de diputados. Del 2 de julio del 2006, fecha de las elecciones presidenciales, al presente año el porcentaje de los anulistas (calificativo dado a los partidarios del voto nulo ya incorporado al idioma político) más que se duplicó, pasando del 2.6% al 6.2% y en el Distrito Federal llegando incluso a cuadriplicarse alcanzando más del 10%, es decir un porcentaje mayor al de la mitad de los partidos contendientes. Cerca de un millón y medio de votos, en su abrumadora mayoría de protesta, expresaron su oposición a los partidos gobernantes principales y su hartazgo del fraudulento y carísimo sistema electoral: cerca de mil millones de dólares se gastaron en las elecciones del 5 de julio que equivalen a un voto que cuesta tres veces más caro que el voto en Estados Unidos. Este fenómeno del crecimiento de los anulistas es una de las expresiones más claras del límite al que ha llegado el sistema. En los próximos años millones de ciudadanos, muchos de ellos trabajadores, serán los cimientos de las nuevas alternativas que hoy están ausentes en la crisis sistémica que atravesamos.
Otros perdedores y ganadores
Entre estos dos polos característicos del 5 de julio, el regreso triunfal del PRI como la fuerza mayoritaria absoluta, junto con su aliado el Partido Verde (PVM), en la Cámara de diputados (ya lo es en la de senadores), posición que había perdido en 1997, y el crecimiento de una fuerza social, todavía desorganizada pero poderosa, que se expresó en el voto nulo, hubieron otros ganadores y perdedores.
Uno de los principales perdedores de los comicios ha sido el PRD, quien en su caída libre llegó hasta el 12% del total, después de haber rasguñado el 30% en 2006. De este modo el PRD caerá de la segunda fuerza legislativa de la Cámara de diputados a una lejana tercera fuerza, posición que amenaza disputarle el PVM. Las divisiones del partido son la causa principal de este desastre, el cual se debe adjudicar principalmente a la corriente mayoritaria representada por Los chuchos, cuyos objetivos no esconden una posición abiertamente conciliadora con el gobierno de Calderón. La perdida de dos de los municipios conurbados con la Ciudad de México, Ecatepec (el más grande de la República con más de tres millones de habitantes) y Nezahualcoyotl (igualmente muy populoso) dan una idea del tamaño del desastre perredista.
López Obrador (AMLO) y su movimiento se colocaron en un punto intermedio entre los ganadores y los perdedores. Enfrentado con la dirección del PRD, el líder populista concibió la estrategia de llamar a sus partidarios a votar por el PRD donde sus candidatos respondían a su corriente (básicamente en el Distrito Federal) y a sus pequeños partidos aliados el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Convergencia (PC) en varios estados de la República. No sin protestas de sectores de sus seguidores, muchos de los cuales dejaron de serlo, AMLO con esta línea decidió pulsar sus fuerzas para los próximos años decisivos. Este barroquismo electoral no podía dejar de tener un alto precio por mantenerse unido a la tendencia declinante del propio PRD de la cual el mismo era causa y efecto.
Por eso en el Distrito Federal, dentro de su descenso generalizado, el PRD salvó lo sustancial de lo que constituye la joya de su corona: mantuvo su dominio en doce delegaciones (municipios), perdiendo sólo dos, la periférica Cuajimalpa y la fundamental Iztapalapa, esta última en uno de los casos peculiarisímos de la jornada. El PAN conservó sus dos bastiones tradicionales en la Benito Juárez y la Miguel Hidalgo (las dos delegaciones predominantemente burguesas y pequeño burguesas) y conquistó Cuajimalpa. El PRI, batido en toda la línea desde 1997, cuando perdió la jefatura de gobierno, sigue sin recuperar terreno en la capital de la República. Cómo se expresará su estrepitoso regreso nacional en esta plaza clave del mapa político del país, será una de los procesos determinantes del próximo periodo.
El mayor triunfo de AMLO lo consiguió en Iztapalapa, la delegación masivamente proletaria del Distrito Federal que, con sus tres millones de habitantes y su casi medio millón de votos, tiene más distritos uninominales que varios estados. Por eso mismo este bastión perredista constituía una pieza fundamental en la puja interna partidaria entre las dos corrientes. Con una complicada pero astuta maniobra, AMLO respondió a sus enemigos en el tribunal electoral (aliados sin rubor de Calderón) y a Los chuchos del PRD, quienes lograron que se desconociera a su candidata Clara Brugada a la jefatura delegacional, cuyo nombre sin embargo ya estaba en las boletas que no podían ser cambiadas a menos de un mes de la elección. La táctica de AMLO ideó una fórmula cuyo barroquismo parecía anunciar un fracaso completo, pero que ante el azoro general resultó otra de las victorias más sorprendentes de la jornada. Propuso, ante una asamblea multitudinaria de sus partidarios, votar por Clara Brugada a través del voto por el candidato del PT, Rafael Acosta (alias Juanito) y que éste asumiera el compromiso de que si resultaba ganador, renunciaría a favor de ella. De esta forma un votante partidario de AMLO debería entender que en la boleta el nombre de Clara Brugada con el escudo del PRD, en realidad era la candidatura de la representante de Los chuchos que se oponía a su candidata y que para lograr su triunfo debía cruzar el logo del PT. El resultado fue que Juanito resultó triunfador y hoy dice prepararse no para renunciar sino para pedir licencia a favor de Brugada.
La división del PRD es un hecho, ¿Cuándo se dará la escisión formal del mismo? AMLO ha declarado que permanecerá en el partido, dejándole a sus antagonistas la decisión de expulsarlo. Al mismo tiempo durante sus giras por todo el país en estos años ha organizado, según declara, más de 2 millones de representantes del “gobierno legítimo” en más de 2000 municipios, con entre 12 y 15 mil comités ciudadanos. (Newsweek en español, 06.07.09) ¿Qué es esto sino los inicios de un nuevo partido?
Sonora, la excepción trágica
El 5 de junio, un mes exactamente antes de las elecciones, el incendio de la guardería ABC de Hermosillo, capital de Sonora y la muerte de 48 infantes y niños, cimbró al estado y conmocionó al país. En un mes la situación política de esa entidad cambió radicalmente. Eduardo Bours, el gobernador priista se disponía a utilizar las elecciones a gobernador estatal, que coincidían con las federales, como plebiscito de su mandato y alzarse desde el 5 de julio como uno de los posibles candidatos presidenciales de su partido, el PRI. La ventaja de candidato escogido por él para sucederlo era de 10 puntos con respecto al candidato panista. En el mes que transcurrió entre la tragedia y las elecciones esa ventaja se evaporó y resultó ganador el candidato del PAN, Guillermo Padrés. Así Sonora se convirtió en el único estado de los seis que realizaron elecciones a la gubernatura en que perdió el candidato del PRI.
Una lección excepcionalmente importante para el futuro. La avalancha priista que daba por descontado apuntarse la victoria en Sonora, priista desde siempre, encontró un dique en las cuatro multitudinarias manifestaciones de repudio sin precedente que cimbraron a Hermosillo durante ese mes y expandieron el repudio a todo el país a la política del IMSS y de todo el sector salud de los gobiernos federal y estatales de subrogación de guarderías a empresarios privados. Una protesta nacional nuevamente se alzó contra la política de las privatizaciones de los servicios públicos fundamentales de la salud. La altanería y el cinismo desplegados tanto por el gobernador sonorense como por las autoridades federales (el procurador general, el director del IMSS, entre otros), durante el mes que precedió a las elecciones fue un factor decisivo que pesó en el sentir nacional y que se expresó en el repudió a Calderón y su partido y en la derrota más significativa del PRI en la jornada que fue la de Sonora, en donde un voto de castigo eliminó toda esperanza de Bours de ser el candidato presidencial de su partido.
El sarcasmo de la historia
Hace nueve años los guías de la opinión pública progresista, los expertos politólogos e incluso muchos que se consideraban gente de izquierda, apostaron al “voto útil” contra el PRI para realizar la “transición democrática”. El triunfo de Fox les llenó la boca de elogios y de ilusiones sobre el tránsito de México, hubo incluso quienes hablaron de una “revolución democrática”. Mas modestos, la mayoría se conformó con la llegada, por fin, de una “democracia sin adjetivos”, como lo puso Enrique Krauze en una frase que se hizo famosa. Así el PAN, la derecha, con su acompañante esencial, la extrema derecha, llegó a Los Pinos avalada con el manto de una victoria electoral democrática apabullante, que incluía el voto de muchos progresistas. Con Calderón esa extrema derecha se aposentó en el centro del gobierno y el 5 de julio cosechó lo que había sembrado. En nueve años de panismo más que solucionar los gravísmos problemas del país, se han profundizado y multiplicado. Al desastre del gobierno rapaz y desvergonzado de Fox se ha añadido la mano dura y la insensibilidad política manifiesta de un presidente recluido en Los Pinos que durante los tres años transcurridos de su gobierno no ha podido realizar un solo mitín abierto en la ciudad de México, escenario en esos mismo años de varios miles de manifestaciones y actos públicos multitudinarios.
Ante esta situación, los sectores capitalistas dominantes han decidido la vuelta del PRI. Pero ¿alguna vez se fue? Por supuesto que no y de hecho, el gobierno verdadero es el del llamado PRIAN, en donde el PRI siempre tuvo un papel fundamental y a partir del 5 de julio será predominante, con la perspectiva muy clara de conquistar, ahora si, ¡“democráticamente”! como partido de oposición, la presidencia de la república en el 2012. Mostrándose “renovado” para el siglo XXI, según presume su presidenta, Beatriz Paredes, en sus cumbres ya se preparan los posibles candidatos presidenciales dispuestos a relevar a los torpes panistas, siendo el gobernador mexiquense quien despunta apoyado multimillonariamente con el presupuesto de la riquísima entidad federativa más populosa, el gobernador atlacomulquense del estado de México Enrique Peña Nieto.
La incomprensión de la verdadera naturaleza del viejo sistema de dominación político mexicano, de su resistencia, de sus fuerzas y raíces profundas en un país con un proletariado sin cabeza (según la clásica definición de José Revueltas) y de una base clientelar masiva y populista, ha provocado que a la multitud de autores “transitólogos” se les haya escapado el significado de la maniobra de la “transición pactada” del 2000, en la que la nueva pintura azul que remplazó la tricolor en la mansión de Los Pinos fue confundida con una real democratización de México.
Después del 2000 el charrismo, lejos de debilitarse, tuvo una luna de miel con Fox y la continuó con Calderón (¡Elba Esther Gordillo!), la corrupción de los panistas ha sido proverbial y en su corta trayectoria ya rivalizó con la septuagenaria del PRI, el fraude colosal del 2006 no le pidió nada al de 1988 y así podríamos seguir.
El viejo sistema de dominación no ha sido desmantelado a pesar de algunas innovaciones democráticas insertadas en el añejo tinglado que sigue respondiendo, en lo esencial, a las necesidades políticas de los capitalistas nacionales y extranjeros. No hubo en todo el siglo XX una verdadera e histórica vocación democrática de la burguesía en México y no la va adquirir el capitalismo senil del siglo XXI.
Ahora vemos como, más que irónica, la historia se ha demostrado francamente sarcástica con todos aquellos partidarios del “voto útil” que hace nueve años llamaban a votar por Fox para “sacar al PRI de Los Pinos” y ahora con la versión novísima del “voto útil” que es el “voto diferenciado”, convocan a votar por el PRI para echar al PAN y “diferenciar” los votos con otros partidos para equilibrar la fuerza del primero. Insertos en el círculo vicioso de un régimen que se niega a morir. Todos ellos son incapaces de concebir y entender que la democratización real, verdadera, popular, histórica ya sólo podrá ser obra de los trabajadores y de sus aliados, los millones de sectores de oprimidos y explotados de México.
El único camino
Para las fuerzas populares y sus vanguardias de izquierda tanto democráticas como socialistas se abre un nuevo periodo. Ya desde la crisis terminal del PRD que se produjo con la abierta división posterior al 2006 era evidente que se comenzaría a plantear la cuestión de un(os) nuevo(s) instrumento(s) organizativo(s) y político(s) de la lucha por la democracia y la emancipación de los trabajadores y sus aliados. La debacle perredista del 5 de julio es consecuencia directa de esa ruptura.
La fuerza todavía importante de la figura y la pelea de AMLO contra lo que el llama “la mafia” sigue siendo fundamental. Pero a pesar de la terquedad de AMLO, prácticamente se ha cerrado un ciclo, el que comenzó en 1988 bajo la ilusión masiva, que contagió a la mayoría de la izquierda socialista de entonces, de que la dirección burguesa de Cuauhtémoc Cárdenas conduciría a la real y verdadera democratización de México. El PRD dominó y se chupó a la mayoría de los medios y los cuadros de izquierda durante el periodo que está concluyendo, los cuales por cierto, en su gran mayoría se han perdido para la lucha democrática y revolucionaria.
En esos veinte años no solamente no se ha derrotado al PRI sino que éste se apresta a regresar fortalecido y avalado con un triunfo democrático como “partido de oposición” según los criterios de los teóricos neoliberales de la “democracia sin adjetivos”. Ha fracasado ostensiblemente el reformismo nacionalista neocardenista del PRD, de Cuauhtémoc Cárdenas y de sus seguidores. Ese reformismo ideológico y político lo reivindica también AMLO aunque él lo expresa de un modo plebeyo y fajador que en ocasiones no impide, sino promueve la movilización masiva. Pero el muñequeo con las despreciadas pero finalmente respetadas instituciones, la pelea en el cuadro de las leyes burguesas, el modelo de Juárez como símbolo patrio, la reverencia a Martin Luther King y a Salvador Allende como los modelos de la lucha contemporánea, “la revolución de las conciencias” más que de las estructuras, todo ello hace del movimiento del “presidente legítimo” un movimiento populista, no clasista, no de los trabajadores, de sus familias, de sus aliados.
Su meta es lograr ser presidente de la República en el 2012. Es evidente que es conciente de la situación caótica en la que se hunde el país. En esa catástrofe inevitable está su apuesta. Considera que en los próximos tres años será posible que los grupos dominantes entiendan que él es el indicado para gobernar el país. Uno de sus más cercanos colaboradores que pidió no ser identificado, lo ha dicho inmejorablemente: “El único escenario en que lo dejarían llegar a la presidencia es si el país se encontrara en total caos. Sólo un líder tan fuerte como López Obrador ha demostrado que sería capaz de restaurar el orden en el país” (Citado en Newsweek en español, 06.07.09)
Pero el caos del sistema capitalista que se avecina, el cual en parte ya vivimos cotidianamente, no se resolverá con la mano de un “hombre fuerte”. Más bien esa solución es la preferida de los capitalistas. La solución de los trabajadores es colectiva y se forjará en las luchas próximas: manifestaciones, paros, huelgas, comités de base, consejos y congresos de trabajadores y pueblo oprimido y por fin con revoluciones socialistas. Esto es lo que nos prepara el futuro de la crisis por la que atravesamos.
Coaliciones, frentes, movimientos nuevos, inéditos y ricos en innovaciones serán los instrumentos que harán posible la solución popular de la crisis.
Por supuesto, falta mucho para avanzar por esa vía, pero se puede comenzar a plantear las cuestiones estratégicas desde hoy e intentar probar los métodos de organización unitarios en los conflictos cotidianos presentes en los sindicatos, en las escuelas, en las colonias, en el campo y en todo acto social por modesto que sea.
AMLO en una entrevista en la mencionada revista Newsweek define el principal objetivo de su movimiento como de “la transformación del país, hacer historia, la política es hacer historia. Lo que queremos es transformar a México. Sólo ha habido tres transformaciones en nuestra historia. La independencia de 1810, la Reforma de 1857 y la Revolución de 1910. Queremos la cuarta transformación de la vida pública del país”.
Ciertamente su pasado heroico será siempre lección vital para los pueblos. Y el pueblo de México tiene un pasado heroico cuya épica inspirará las nuevas gestas. Pero también es cierto que cada presente es inédito, que la historia no se repite, que a nuevas situaciones corresponden nuevas tareas, que el imperialismo capitalista hoy plantea problemas jamás confrontados por la humanidad, que se necesita hacer un gran esfuerzo para solucionarlos que requiere la colaboración colectiva de personas, clases, naciones del muerdo entero.
Hoy el pueblo de México está en una situación similar a la de los pueblos de América Latina y sus problemas son los de ellos. La vocación internacionalista será uno de los principales nuevos factores que será integrado en la visión transformadora del futuro. El impulso de independencia y rebeldía popular será en el futuro tan poderoso como lo fueron en las hazañas liberadoras y emancipadoras del siglo XIX y del siglo XX, pero la solución de los problemas actuales no será una simple repetición de las gestas pasadas sino el producto de la imaginación y la invención de las luchas del pueblo trabajador y oprimido de México en el siglo XXI.
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