Dolia Estévez
Sería exagerado afirmar que en el caótico año de 1994, los militares mexicanos estuvieron a punto de deponer a Carlos Salinas, pero no decir que, de acuerdo con documentos de la Agencia de Inteligencia Militar (DIA),hubo un profundo descontento subrepticio por el manejo de Chiapas y el combate al narcotráfico, a grado tal que el Pentágono informó, con cierto alivio, que la aceptación de la Sedena de una solución negociada al conflicto armado “indicaba” que el presidente “todavía” tenía el control de las fuerzas armadas.
Desclasificados bajo la Ley para la Libertad de Información de EU, los análisis secretos de la DIA están severamente tachonados, lo que dificulta dilucidar un panorama completo de cómo el Pentágono, a través de sus espías, informantes y satélites interceptores, interpretó los extraordinarios acontecimientos de 1994 cuyo estruendo retumbó en las mismas salas del poder en Washington. Aun así, las partes legibles denotan que pese a su estricta disciplina institucional, los militares no están exentos del potencial de insubordinación, cuando se sienten provocados por la autoridad civil como ha de ser el caso ahora con las facturas sobre violación de los derechos humanos que les pretenden cobrar vía la Iniciativa Mérida.
“(Tachón) oficiales militares están infelices con el manejo del gobierno del EZLN en el estado de Chiapas. (Tachón) el gobierno ha fracaso en responder a indicios tempranos de posible revuelta en Chiapas. También sostienen que mientras ellos sabían sobre la posible revuelta y reportaron esto a altos funcionarios del gobierno en la ciudad de México, el gobierno los está culpando por el problema zapatista”, reportó la DIA en un análisis secreto titulado “Reacción militar al manejo del gobierno al movimiento zapatista”. Las partes no censuradas no revelan los nombres de los individuos a quienes la Sedena advirtió sobre la rebelión, pero uno de ellos fue José Córdoba Montoya, el alter ego de Salinas, a cargo de la seguridad nacional y, por ende, antesala de los militares.
“El ejército cree que el rompimiento de hostilidades en Chiapas es inminente y que se expandirá en guerra civil. Los militares creen que el PRD está resignado a no ganar las elecciones (agosto de 1994) y que va a responder con violencia (siguen varios párrafos tachonados). La frustración (tachón, que se deduce decía “del ejército”) con la inacción de Salinas contra los rebeldes y narcotraficantes (cinco líneas tachonadas)”, añade otro escrito confidencial de agosto de 1994.
“El anuncio público de que el ejército respalda plenamente un arreglo político indica que los civiles todavía tienen el control del ejército”, dice la DIA en un tercer escrito de febrero de 1994.
De tomar estos episodios como referencia, no cabe más que suponer que la inconformidad interna de los militares contra Felipe Calderón debe ser amplia y profunda. ¿Qué estará informando la DIA en sus reportes clasificados?
PRESTIGIO ENLODADO
La conflictiva relación de los militares con Salinas data de la insólita ejecución de 7 policías antinarcóticos por soldados, el 7 noviembre de 1991, en Veracruz. En una nota diplomática secreta, cinco días después, el embajador John Negroponte informa a Washington que abordó el “incidente” con el procurador Ignacio Morales Lechuga y Córdoba Montoya. “Resalté la importancia de llegar al fondo del incidente tan pronto como sea posible, especialmente en vista de que existe la sospecha de una posible complicidad de los militares estatales con el narcotráfico. Córdoba coincide”, escribió en una nota tachada casi completamente.
Pero, en nota posterior, Negroponte estalla contra la DEA por haber herido las “sensibilidades” de los militares con declaraciones a Los Angeles Times en las que “enlodan su prestigio” culpándolos de la muerte de los policías. Negroponte dice que el titular de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, le dijo que, por motivos históricos y políticos, “a la institución militar, como a la Presidencia, se debe tener cuidado en no criticar públicamente”. Si el gran maestro del espionaje y la disuasión de prominentes priístas conociera el severo escrutinio mediático y de la sociedad civil del que son objeto los militares, hoy seguramente se volvería a morir.
Sería exagerado afirmar que en el caótico año de 1994, los militares mexicanos estuvieron a punto de deponer a Carlos Salinas, pero no decir que, de acuerdo con documentos de la Agencia de Inteligencia Militar (DIA),hubo un profundo descontento subrepticio por el manejo de Chiapas y el combate al narcotráfico, a grado tal que el Pentágono informó, con cierto alivio, que la aceptación de la Sedena de una solución negociada al conflicto armado “indicaba” que el presidente “todavía” tenía el control de las fuerzas armadas.
Desclasificados bajo la Ley para la Libertad de Información de EU, los análisis secretos de la DIA están severamente tachonados, lo que dificulta dilucidar un panorama completo de cómo el Pentágono, a través de sus espías, informantes y satélites interceptores, interpretó los extraordinarios acontecimientos de 1994 cuyo estruendo retumbó en las mismas salas del poder en Washington. Aun así, las partes legibles denotan que pese a su estricta disciplina institucional, los militares no están exentos del potencial de insubordinación, cuando se sienten provocados por la autoridad civil como ha de ser el caso ahora con las facturas sobre violación de los derechos humanos que les pretenden cobrar vía la Iniciativa Mérida.
“(Tachón) oficiales militares están infelices con el manejo del gobierno del EZLN en el estado de Chiapas. (Tachón) el gobierno ha fracaso en responder a indicios tempranos de posible revuelta en Chiapas. También sostienen que mientras ellos sabían sobre la posible revuelta y reportaron esto a altos funcionarios del gobierno en la ciudad de México, el gobierno los está culpando por el problema zapatista”, reportó la DIA en un análisis secreto titulado “Reacción militar al manejo del gobierno al movimiento zapatista”. Las partes no censuradas no revelan los nombres de los individuos a quienes la Sedena advirtió sobre la rebelión, pero uno de ellos fue José Córdoba Montoya, el alter ego de Salinas, a cargo de la seguridad nacional y, por ende, antesala de los militares.
“El ejército cree que el rompimiento de hostilidades en Chiapas es inminente y que se expandirá en guerra civil. Los militares creen que el PRD está resignado a no ganar las elecciones (agosto de 1994) y que va a responder con violencia (siguen varios párrafos tachonados). La frustración (tachón, que se deduce decía “del ejército”) con la inacción de Salinas contra los rebeldes y narcotraficantes (cinco líneas tachonadas)”, añade otro escrito confidencial de agosto de 1994.
“El anuncio público de que el ejército respalda plenamente un arreglo político indica que los civiles todavía tienen el control del ejército”, dice la DIA en un tercer escrito de febrero de 1994.
De tomar estos episodios como referencia, no cabe más que suponer que la inconformidad interna de los militares contra Felipe Calderón debe ser amplia y profunda. ¿Qué estará informando la DIA en sus reportes clasificados?
PRESTIGIO ENLODADO
La conflictiva relación de los militares con Salinas data de la insólita ejecución de 7 policías antinarcóticos por soldados, el 7 noviembre de 1991, en Veracruz. En una nota diplomática secreta, cinco días después, el embajador John Negroponte informa a Washington que abordó el “incidente” con el procurador Ignacio Morales Lechuga y Córdoba Montoya. “Resalté la importancia de llegar al fondo del incidente tan pronto como sea posible, especialmente en vista de que existe la sospecha de una posible complicidad de los militares estatales con el narcotráfico. Córdoba coincide”, escribió en una nota tachada casi completamente.
Pero, en nota posterior, Negroponte estalla contra la DEA por haber herido las “sensibilidades” de los militares con declaraciones a Los Angeles Times en las que “enlodan su prestigio” culpándolos de la muerte de los policías. Negroponte dice que el titular de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, le dijo que, por motivos históricos y políticos, “a la institución militar, como a la Presidencia, se debe tener cuidado en no criticar públicamente”. Si el gran maestro del espionaje y la disuasión de prominentes priístas conociera el severo escrutinio mediático y de la sociedad civil del que son objeto los militares, hoy seguramente se volvería a morir.
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