Ricardo Rocha / Detrás de la Noticia
A este país le urgen las buenas noticias. Porque empieza a ser insoportable el bombardeo infame de sucesos vergonzosos sobre abusos, corrupción, crímenes colectivos, negligencia, soberbia, autoritarismo y tantos otros males cotidianos.
Por ello reconforta y reconcilia el que nuestra Universidad Nacional Autónoma de México sea distinguida con el prestigiosísimo Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2009. Un reconocimiento que prestigia todavía más a nuestra UNAM, nos alienta a todos los mexicanos y cuestiona severamente al aparato de gobierno.
Por partes: lo que se está premiando es una suma de esfuerzos de siglos que se ha venido incrementando brillantemente en las décadas y años recientes. Por sólo mencionar algunos datos: baste decir que suman millones de egresados desde su fundación hace casi 500 años; que con sus 300 mil estudiantes y 30 mil profesores genera la mitad de toda la investigación científica y humanística del país; que son invaluables sus aportes cotidianos en servicios como el Sismológico Nacional, el Observatorio Astronómico y el monitoreo al Popocatépetl; que es decisiva en la cultura del país con sus cientos de museos, bibliotecas, teatros, salas de concierto y miles de eventos anuales; que sin la UNAM no se explican la posibilidad del ascenso social ni el país en su conjunto.
Es por todos estos logros que ahora, entre 11 mil, está considerada entre las 100 mejores del mundo y la más destacada en el ámbito iberoamericano. Un mérito en el que han trabajado ejemplarmente sus recientes rectores, Juan Ramón de la Fuente y José Narro Robles, quien por cierto la ha consolidado como la gran plataforma de intercambio de ideas y ejercicio de la crítica. Todavía resuenan las palabras expresadas por el rector Narro en el Congreso con señalamientos estremecedores: nuestra crisis más severa es de valores; la educación en México no tiene la importancia que debe. Y el dedo en la llaga totémica causante de nuestros grandes males: México requiere un modelo distinto en lo económico, en lo social, en lo político y en la convivencia colectiva para fortalecer nuestros valores laicos.
Es por esta vinculación con todos los mexicanos que tanto nos alienta este premio. Y nos llena de legítimo orgullo.
A los que no sé si enorgullezca es a los señores del gobierno. Que al igual que el anterior está cada vez más lejos de nuestra UNAM. Y no sólo por la amenazante reducción presupuestaria. Sino por las diferencias diametrales que suelen plantear los Pumas y no sólo en el futbol.
A este país le urgen las buenas noticias. Porque empieza a ser insoportable el bombardeo infame de sucesos vergonzosos sobre abusos, corrupción, crímenes colectivos, negligencia, soberbia, autoritarismo y tantos otros males cotidianos.
Por ello reconforta y reconcilia el que nuestra Universidad Nacional Autónoma de México sea distinguida con el prestigiosísimo Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2009. Un reconocimiento que prestigia todavía más a nuestra UNAM, nos alienta a todos los mexicanos y cuestiona severamente al aparato de gobierno.
Por partes: lo que se está premiando es una suma de esfuerzos de siglos que se ha venido incrementando brillantemente en las décadas y años recientes. Por sólo mencionar algunos datos: baste decir que suman millones de egresados desde su fundación hace casi 500 años; que con sus 300 mil estudiantes y 30 mil profesores genera la mitad de toda la investigación científica y humanística del país; que son invaluables sus aportes cotidianos en servicios como el Sismológico Nacional, el Observatorio Astronómico y el monitoreo al Popocatépetl; que es decisiva en la cultura del país con sus cientos de museos, bibliotecas, teatros, salas de concierto y miles de eventos anuales; que sin la UNAM no se explican la posibilidad del ascenso social ni el país en su conjunto.
Es por todos estos logros que ahora, entre 11 mil, está considerada entre las 100 mejores del mundo y la más destacada en el ámbito iberoamericano. Un mérito en el que han trabajado ejemplarmente sus recientes rectores, Juan Ramón de la Fuente y José Narro Robles, quien por cierto la ha consolidado como la gran plataforma de intercambio de ideas y ejercicio de la crítica. Todavía resuenan las palabras expresadas por el rector Narro en el Congreso con señalamientos estremecedores: nuestra crisis más severa es de valores; la educación en México no tiene la importancia que debe. Y el dedo en la llaga totémica causante de nuestros grandes males: México requiere un modelo distinto en lo económico, en lo social, en lo político y en la convivencia colectiva para fortalecer nuestros valores laicos.
Es por esta vinculación con todos los mexicanos que tanto nos alienta este premio. Y nos llena de legítimo orgullo.
A los que no sé si enorgullezca es a los señores del gobierno. Que al igual que el anterior está cada vez más lejos de nuestra UNAM. Y no sólo por la amenazante reducción presupuestaria. Sino por las diferencias diametrales que suelen plantear los Pumas y no sólo en el futbol.
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