Boletín UNAM-DGCS-343
Ciudad Universitaria
* La antirrábica que se produjo desde 1888, hoy se importa en su totalidad, informó Ana María Carrillo, de la Facultad de Medicina de la UNAM
* Andrés Ríos Molina, del IIH, expuso que el reciente brote de influenza permitió ver que la distancia entre los saberes científico y popular sigue siendo grande
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México pierde capacidad para detectar enfermedades, porque en las políticas neoliberales no se contempla la aplicación de recursos para ese objetivo; los programas de salud se transfirieron a los estados, pero no se destinaron fondos para ese rubro.
También, el país dejó de ser productor de vacunas, algo que le daba autonomía y seguridad; la antirrábica, que se fabricaba desde 1888, hoy se importa en su totalidad, informó Ana María Carrillo, integrante del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
Lo mismo ha ocurrido con el resto de inoculaciones en las que la nación fue autosuficiente hasta la década de los 80. “Si hay una pandemia, como es lo más probable que suceda, dependeremos de los siete países que sí las crean”.
Al participar en la mesa Epidemias y pandemias en la historia: el caso de la influenza, organizada por el Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), recordó la existencia de contagios por influenza como el registrado en 1918, que provocó entre 40 y 50 millones de decesos. Se piensa que empezó en Kansas, en un centro de entrenamiento de soldados estadounidenses, pero el hecho no fue difundido.
España sí lo dio a conocer y a raíz de eso, se convirtió en la “gripe española”; por ello, consideró que las epidemias no deben tener “apellido” porque esa clasificación favorece la discriminación y difunde ideas falsas sobre su origen.
Andrés Ríos Molina, investigador posdoctoral del IIH, expuso que el reciente brote de influenza permitió ver que pese a los avances científicos y la alfabetización, la distancia entre los saberes científico y popular sigue siendo grande, y la cultura moldea y canaliza los miedos colectivos, propios de cada contagio.
En medio de la tensión sanitaria, añadió, nadie se atrevió a cuestionar el uso excesivo del cubrebocas, ni el desuso de la corbata. Esto evidenció la vigencia de un tema de interés para los historiadores de la medicina: la relación entre los saberes científico y popular, frente a la enfermedad.
El especialista opinó que las instancias del gobierno mexicano que se encargaron de liderar la campaña, no consideraron la posibilidad de que la prevención extrema se convirtiera en pánico.
No se pensó en los riesgos de dar “rienda suelta”; el resultado fue el colapso en el sector turístico, aunque en los estados con mayor afluencia de visitantes, como Yucatán, Quintana Roo, Baja California Sur y Guerrero, no hubo un solo deceso, precisó Ríos.
El límite entre previsión y pánico se desdibujó por completo. Se podría pensar que entre más medidas, mejor; los hechos señalan que cuando son demasiadas producen consecuencias nocivas, aseveró.
Lilia Óliver Sánchez, directora de la División de Estudios Históricos y Humanos del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, indicó que las enfermedades deben entenderse como fenómenos complejos. Más allá de un sustrato biológico, son construcciones sociales, con connotaciones políticas, culturales y económicas.
En la historia de las epidemias y las pandemias hay continuidades y rupturas, pero la más lastimosa es la que pone al desnudo la relación entre pobreza y enfermedad, finalizó Oliver Sánchez.
Claudia Agostoni, también integrante del IIH, señaló que el virus de la influenza, mutante por naturaleza, ha suscitado a lo largo del siglo XX y XXI momentos de temor. En 1918 emergió en Kansas, se propagó con rapidez alrededor del mundo y provocó millones de muertes.
Las epidemias no son catástrofes distantes, sino realidades trágicas en países pobres y desarrollados, aclaró la universitaria.
América Molina del Villar, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, concluyó1 que el estigma, la discriminación y la búsqueda de un culpable son actitudes surgidas desde las catastróficas pestes europeas de los siglos XII y XIV.
Ciudad Universitaria
* La antirrábica que se produjo desde 1888, hoy se importa en su totalidad, informó Ana María Carrillo, de la Facultad de Medicina de la UNAM
* Andrés Ríos Molina, del IIH, expuso que el reciente brote de influenza permitió ver que la distancia entre los saberes científico y popular sigue siendo grande
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México pierde capacidad para detectar enfermedades, porque en las políticas neoliberales no se contempla la aplicación de recursos para ese objetivo; los programas de salud se transfirieron a los estados, pero no se destinaron fondos para ese rubro.
También, el país dejó de ser productor de vacunas, algo que le daba autonomía y seguridad; la antirrábica, que se fabricaba desde 1888, hoy se importa en su totalidad, informó Ana María Carrillo, integrante del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
Lo mismo ha ocurrido con el resto de inoculaciones en las que la nación fue autosuficiente hasta la década de los 80. “Si hay una pandemia, como es lo más probable que suceda, dependeremos de los siete países que sí las crean”.
Al participar en la mesa Epidemias y pandemias en la historia: el caso de la influenza, organizada por el Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), recordó la existencia de contagios por influenza como el registrado en 1918, que provocó entre 40 y 50 millones de decesos. Se piensa que empezó en Kansas, en un centro de entrenamiento de soldados estadounidenses, pero el hecho no fue difundido.
España sí lo dio a conocer y a raíz de eso, se convirtió en la “gripe española”; por ello, consideró que las epidemias no deben tener “apellido” porque esa clasificación favorece la discriminación y difunde ideas falsas sobre su origen.
Andrés Ríos Molina, investigador posdoctoral del IIH, expuso que el reciente brote de influenza permitió ver que pese a los avances científicos y la alfabetización, la distancia entre los saberes científico y popular sigue siendo grande, y la cultura moldea y canaliza los miedos colectivos, propios de cada contagio.
En medio de la tensión sanitaria, añadió, nadie se atrevió a cuestionar el uso excesivo del cubrebocas, ni el desuso de la corbata. Esto evidenció la vigencia de un tema de interés para los historiadores de la medicina: la relación entre los saberes científico y popular, frente a la enfermedad.
El especialista opinó que las instancias del gobierno mexicano que se encargaron de liderar la campaña, no consideraron la posibilidad de que la prevención extrema se convirtiera en pánico.
No se pensó en los riesgos de dar “rienda suelta”; el resultado fue el colapso en el sector turístico, aunque en los estados con mayor afluencia de visitantes, como Yucatán, Quintana Roo, Baja California Sur y Guerrero, no hubo un solo deceso, precisó Ríos.
El límite entre previsión y pánico se desdibujó por completo. Se podría pensar que entre más medidas, mejor; los hechos señalan que cuando son demasiadas producen consecuencias nocivas, aseveró.
Lilia Óliver Sánchez, directora de la División de Estudios Históricos y Humanos del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, indicó que las enfermedades deben entenderse como fenómenos complejos. Más allá de un sustrato biológico, son construcciones sociales, con connotaciones políticas, culturales y económicas.
En la historia de las epidemias y las pandemias hay continuidades y rupturas, pero la más lastimosa es la que pone al desnudo la relación entre pobreza y enfermedad, finalizó Oliver Sánchez.
Claudia Agostoni, también integrante del IIH, señaló que el virus de la influenza, mutante por naturaleza, ha suscitado a lo largo del siglo XX y XXI momentos de temor. En 1918 emergió en Kansas, se propagó con rapidez alrededor del mundo y provocó millones de muertes.
Las epidemias no son catástrofes distantes, sino realidades trágicas en países pobres y desarrollados, aclaró la universitaria.
América Molina del Villar, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, concluyó1 que el estigma, la discriminación y la búsqueda de un culpable son actitudes surgidas desde las catastróficas pestes europeas de los siglos XII y XIV.
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