Pulso crítico / J. Enrique Olivera Arce
Dentro del escenario maniqueo que se nos quiere imponer como preámbulo a la elección del 5 de julio próximo, he escuchado de labios de priístas una frase lapidaria que hoy hace suya la Sra. Beatriz Paredes, Presidenta nacional del PRI: “El PAN no sabe gobernar”. Extraña afirmación que considero totalmente fuera de lugar y al margen del contexto histórico de México.
Más allá de hechos probados que demuestran fehacientemente que los últimos 4 presidentes de la república emanados de las filas del PRI no supieron gobernar, adoptando el modelo neoliberal de desarrollo que condujera al más que evidente desmantelamiento del Estado y empobrecimiento de la Nación, hoy, a más de cinco lustros de distancia, es ya del dominio público que en los casi nueve años de gobierno panista el PRI ha cogobernado, compartiendo con la derecha la toma de aquellas decisiones que hoy tienen al país al borde del desastre anunciado.
¿O es que existe duda al respecto?
A unas cuantas semanas de los comicios del 5 de julio un alto porcentaje de la población así lo percibe; juzgándose por igual no sólo al PRI y al PAN, sino a la partidocracia que en conjunto constituye la clase gobernante. Tan es así que entre la ciudadanía cobra fuerza la idea de no sufragar o de nulificar el voto, antes que legitimar un estado de cosas en el que la voluntad de cambio no se da. La clase política no puede ni debe hablar y mucho menos afirmar, que un partido político en específico sabe o no sabe gobernar a un país que hoy día se contempla sin rumbo, sin liderazgo, sin destino cierto y sin esperanza, sin morderse la lengua.
De ahí que la estrategia priísta en su afán de contrarrestar el efecto de un garlito que les pusiera Felipe Calderón y su equipo de expertos extranjeros en “guerra sucia electoral”, resulta ser harto simplista. No conforme con haber caído en la trampa, el PRI, - los partidos emergentes parecen no contar en el polarizado combate -, se revuelve con generalidades, con palos de ciego circunscritos a un ámbito electoral que pasa por intereses personales y de grupo de la clase política, evadiendo una estrategia de propuestas concretas que apunten a dar respuesta puntual a lo que hoy día, frente a la crisis sistémica global, ocupa y preocupa a la mayoría de una población a la que ni se le ve ni se le escucha.
Si el partido tricolor supiera gobernar, frente a las crisis concurrentes tendría las respuestas a flor de labio y tiempo ah, como oposición responsable, hubiera renunciado al maridaje con el PAN; dejando de prestarse al juego de la derecha que, entre sus logros más destacados, tiene en su haber la militarización del país, el derrumbe de la economía y el retroceso democrático. No es así. La coincidencia en intereses estratégicos con la derecha, hacen del PRI un simple colaborador y compañero de camino del panismo en el poder. Ambos partidos se tapan con la misma sábana y los artífices de la estrategia del terror lo saben y de ello se valen para arrinconar al priísmo.
Dejar hacer, dejar pasar, es la consigna priísta. Manos libres al gobierno de Calderón Hinojosa, lo mismo para concluir la tarea histórica de desmantelamiento del Estado, la venta de garaje ofertando al capital extranjero lo poco que queda del patrimonio nacional, que para poner la soberanía en manos del mejor postor ante la incapacidad manifiesta del (des) gobierno para brindar seguridad y bienestar a los mexicanos. Las campañas políticas de los candidatos priístas en curso, no indican la existencia de la más mínima voluntad de corregir el rumbo. Para el PAN su estrategia electoral es congruente con su naturaleza y con sus objetivos: mantener el poder a cualquier costo para profundizar el proceso de derechización fascistoide del Estado mexicano. ¿Cuáles son los objetivos de mediano y largo plazo del PRI? Esta pregunta se queda sin respuesta. En la coyuntura sólo habla de un triunfo pírrico de sus candidatos.
El PRI va a ganar en las elecciones en puerta. Casi es un hecho pero, ¿conoce la ciudadanía de sus intenciones de mediano y largo plazo en lo que a rumbo y destino del país concierne? ¿O la elección es únicamente un paso previo en la búsqueda de la recuperación de Los Pinos; la recuperación del poder por el poder mismo, para después compartirlo con el PAN? No hay respuesta, como tampoco se dio el cambio democrático al interior de este partido, en respuesta a una militancia dolida y confundida tras la derrota de Roberto Madrazo.
Para conocer más textos de Enrique pueden ingresar a: http://pulsocritico.com ó también a http://pulsocritico.wordpress.com
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Dentro del escenario maniqueo que se nos quiere imponer como preámbulo a la elección del 5 de julio próximo, he escuchado de labios de priístas una frase lapidaria que hoy hace suya la Sra. Beatriz Paredes, Presidenta nacional del PRI: “El PAN no sabe gobernar”. Extraña afirmación que considero totalmente fuera de lugar y al margen del contexto histórico de México.
Más allá de hechos probados que demuestran fehacientemente que los últimos 4 presidentes de la república emanados de las filas del PRI no supieron gobernar, adoptando el modelo neoliberal de desarrollo que condujera al más que evidente desmantelamiento del Estado y empobrecimiento de la Nación, hoy, a más de cinco lustros de distancia, es ya del dominio público que en los casi nueve años de gobierno panista el PRI ha cogobernado, compartiendo con la derecha la toma de aquellas decisiones que hoy tienen al país al borde del desastre anunciado.
¿O es que existe duda al respecto?
A unas cuantas semanas de los comicios del 5 de julio un alto porcentaje de la población así lo percibe; juzgándose por igual no sólo al PRI y al PAN, sino a la partidocracia que en conjunto constituye la clase gobernante. Tan es así que entre la ciudadanía cobra fuerza la idea de no sufragar o de nulificar el voto, antes que legitimar un estado de cosas en el que la voluntad de cambio no se da. La clase política no puede ni debe hablar y mucho menos afirmar, que un partido político en específico sabe o no sabe gobernar a un país que hoy día se contempla sin rumbo, sin liderazgo, sin destino cierto y sin esperanza, sin morderse la lengua.
De ahí que la estrategia priísta en su afán de contrarrestar el efecto de un garlito que les pusiera Felipe Calderón y su equipo de expertos extranjeros en “guerra sucia electoral”, resulta ser harto simplista. No conforme con haber caído en la trampa, el PRI, - los partidos emergentes parecen no contar en el polarizado combate -, se revuelve con generalidades, con palos de ciego circunscritos a un ámbito electoral que pasa por intereses personales y de grupo de la clase política, evadiendo una estrategia de propuestas concretas que apunten a dar respuesta puntual a lo que hoy día, frente a la crisis sistémica global, ocupa y preocupa a la mayoría de una población a la que ni se le ve ni se le escucha.
Si el partido tricolor supiera gobernar, frente a las crisis concurrentes tendría las respuestas a flor de labio y tiempo ah, como oposición responsable, hubiera renunciado al maridaje con el PAN; dejando de prestarse al juego de la derecha que, entre sus logros más destacados, tiene en su haber la militarización del país, el derrumbe de la economía y el retroceso democrático. No es así. La coincidencia en intereses estratégicos con la derecha, hacen del PRI un simple colaborador y compañero de camino del panismo en el poder. Ambos partidos se tapan con la misma sábana y los artífices de la estrategia del terror lo saben y de ello se valen para arrinconar al priísmo.
Dejar hacer, dejar pasar, es la consigna priísta. Manos libres al gobierno de Calderón Hinojosa, lo mismo para concluir la tarea histórica de desmantelamiento del Estado, la venta de garaje ofertando al capital extranjero lo poco que queda del patrimonio nacional, que para poner la soberanía en manos del mejor postor ante la incapacidad manifiesta del (des) gobierno para brindar seguridad y bienestar a los mexicanos. Las campañas políticas de los candidatos priístas en curso, no indican la existencia de la más mínima voluntad de corregir el rumbo. Para el PAN su estrategia electoral es congruente con su naturaleza y con sus objetivos: mantener el poder a cualquier costo para profundizar el proceso de derechización fascistoide del Estado mexicano. ¿Cuáles son los objetivos de mediano y largo plazo del PRI? Esta pregunta se queda sin respuesta. En la coyuntura sólo habla de un triunfo pírrico de sus candidatos.
El PRI va a ganar en las elecciones en puerta. Casi es un hecho pero, ¿conoce la ciudadanía de sus intenciones de mediano y largo plazo en lo que a rumbo y destino del país concierne? ¿O la elección es únicamente un paso previo en la búsqueda de la recuperación de Los Pinos; la recuperación del poder por el poder mismo, para después compartirlo con el PAN? No hay respuesta, como tampoco se dio el cambio democrático al interior de este partido, en respuesta a una militancia dolida y confundida tras la derrota de Roberto Madrazo.
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