Miguel Ángel Granados Chapa / Plaza Pública
No parece que Roberto Madrazo pueda suscitar la reflexión que plantea en su reciente libro, ni la movilización que se debería desprender de la misma
Hoy hace 40 años que murió Carlos A. Madrazo, en un accidente aéreo que no pocas personas han tenido como un atentado. El político tabasqueño viajaba a Monterrey en compañía de su esposa, Graciela Pintado, de modo que de un solo golpe mortal quedaron en la orfandad sus hijos Carlos, Sergio, Javier, Roberto y Raúl. Aunque el primogénito dio algunos pasos en la política y la administración, quien recorrió un trayecto más largo en esos caminos fue Roberto, nacido en 1952, que por lo tanto tenía 17 años aquel 4 de junio de 1969.
Valido de su minoría de edad, a lo largo de una carrera que lo hizo gobernador de Tabasco (como lo fue su padre), presidente del PRI (como también lo fue su progenitor) y candidato a la Presidencia de la República, Roberto Madrazo Pintado rehuyó asociar su vida con la de su padre. No le interesó nunca el legado político que le fue deparado, ni detenerse en la conjetura de que el accidente de hace 40 años fue provocado. Sólo un año después de su apabullante derrota en la elección de 2006, en su libro La traición, consideró que se trató de un crimen de Estado, pero evitó responsabilizar a nadie de haberlo cometido y ni siquiera esbozó el intento de demandar una averiguación penal o de emprender una investigación por cuenta propia.
Además de la suspicacia que en general rodea la muerte violenta de un dirigente político (como la de Manuel J. Clouthier, de quien el propio Vicente Fox dijo que lo habían matado, no obstante que su familia admitió como cierto el hecho de que pereció en un accidente de carretera), alimentó en el círculo de los allegados a Madrazo Becerra la hipótesis del atentado su conocimiento de la circunstancia política en que actuaba el dirigente tabasqueño.
Nombrado por el presidente Gustavo Díaz Ordaz líder nacional del PRI, Madrazo Becerra no tardó en discrepar del autoritarismo presidencial y fue echado de su partido sin siquiera cumplir un año al frente. Se fue al cabo de 11 meses en que en la renovación de algunos de los mil 119 ayuntamientos que tuvieron elecciones en 1965 pretendió aplicar sus tesis democratizadoras, frenadas por intereses caciquiles a los que Díaz Ordaz prefirió atender. Pero Madrazo Becerra no se retiró de la vida pública en noviembre de ese año. Al siguiente emprendió un esfuerzo por crear una nueva organización, el Partido de la Patria Nueva según lo denominó Francisco J. Paoli, militante de ese intento después de haberlo sido del frustrado propósito de generar en México un partido demócrata cristiano. Madrazo Becerra dictó innumerables conferencias, sobre todo en ambientes juveniles, universitarios, pues en esa porción de la sociedad se percibía con claridad el hartazgo que ya entonces provocaba el partido dominante sujeto al control presidencial. Aunque su activismo mostró oscilaciones, como si lo asaltaran dudas de la viabilidad o conveniencia del nuevo partido, Madrazo Becerra era tenido como un enemigo del Estado. Así lo veían, particularmente, Díaz Ordaz mismo y su secretario de Gobernación, quienes urdieron maniobras para involucrarlo en la movilización estudiantil de 1968, pretendiendo hacer creer que la dirigía y la financiaba, ignorantes como fueron de la verdadera naturaleza de ese movimiento. Por eso el que Madrazo perdiera la vida meses después de liquidada la protesta de 1968 dio pábulo a la creencia de que no murió de modo accidental sino en un atentado. No hubo nunca pruebas de que así hubiera sido, sino, como dijo Roberto su cuarto hijo, sólo indicios. Cómo podíamos tener pruebas, preguntó, si en ese sistema político tan cerrado no pasaba ni el aire. De haberse intentado entonces una indagación ministerial, habría tenido nulos resultados, pues en octubre siguiente fue ungido candidato presidencial Luis Echeverría, cuya enemistad con Madrazo era ampliamente conocida (y temida) por los madracistas que quedaron en la orfandad política.
Dos años después de presentar La traición (que resultó de una larga entrevista hecha al ex candidato presidencial por el catedrático chileno residente en México Manuel S. Garrido), Madrazo Pintado difunde otra obra, ahora suscrita por él, sin mediaciones. Se titula El despojo y fue escrita por dos razones: la derrota que el autor padeció en 06, y una segunda, "propiciada por la anterior pero de más largo alcance: un reencuentro con la vida, la visión política y los empeños democráticos de Carlos Alberto Madrazo". Explica que desde la posición de candidato perdidoso -el segundo priista en sufrir ese resultado, más grave en su caso que en el de Francisco Labastida, porque su escasa votación lo dejó en el tercer lugar de las preferencias- "más libre y menos traumática, y desde luego desinteresada, le abrí paso primero a las emociones, luego a la reflexión y a las interrogantes, después a la mirada larga y profunda".
Dos ideas eje configuran el libro de Madrazo: concebir "la de México como una larga crisis, hecha de simulación y engaño en todos los niveles de gobierno, desde todos los partidos y todas las ideologías; y ya en ese contexto, la que sostiene que México muere porque "el sistema" vive". Son dos propuestas que serían fecundas si pudieran suscitar un debate y una movilización política. No parece, sin embargo, que Madrazo esté en situación de generar uno ni otra. El libro carece de la solidez de los análisis sistemáticos sobre México que producen estudiosos profesionales de esos temas, y difícilmente encontrará eco político en el partido al que dañó.
Cajón de Sastre
Ante la revocación del acuerdo de los cancilleres de la OEA por el que Cuba fue expulsada de ese organismo, cabe recordar que dicha sanción se fundó en un criterio sinuoso e ilegal, intervencionista e ideológico. La mayoría de los gobiernos representados en enero de 1962 en Punta del Este, Uruguay, proclamaron a instancias de Washington que "la adhesión de cualquier miembro de la Organización de Estados Americanos al marxismo-leninismo es incompatible con el sistema interamericano y el alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista quebranta la unidad y solidaridad del hemisferio". Siendo que Cuba se había declarado marxista leninista, quedó afectada por esa incompatibilidad, misma que "excluye a Cuba del Sistema interamericano". Se abstuvieron de votar esa declaración Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México.
No parece que Roberto Madrazo pueda suscitar la reflexión que plantea en su reciente libro, ni la movilización que se debería desprender de la misma
Hoy hace 40 años que murió Carlos A. Madrazo, en un accidente aéreo que no pocas personas han tenido como un atentado. El político tabasqueño viajaba a Monterrey en compañía de su esposa, Graciela Pintado, de modo que de un solo golpe mortal quedaron en la orfandad sus hijos Carlos, Sergio, Javier, Roberto y Raúl. Aunque el primogénito dio algunos pasos en la política y la administración, quien recorrió un trayecto más largo en esos caminos fue Roberto, nacido en 1952, que por lo tanto tenía 17 años aquel 4 de junio de 1969.
Valido de su minoría de edad, a lo largo de una carrera que lo hizo gobernador de Tabasco (como lo fue su padre), presidente del PRI (como también lo fue su progenitor) y candidato a la Presidencia de la República, Roberto Madrazo Pintado rehuyó asociar su vida con la de su padre. No le interesó nunca el legado político que le fue deparado, ni detenerse en la conjetura de que el accidente de hace 40 años fue provocado. Sólo un año después de su apabullante derrota en la elección de 2006, en su libro La traición, consideró que se trató de un crimen de Estado, pero evitó responsabilizar a nadie de haberlo cometido y ni siquiera esbozó el intento de demandar una averiguación penal o de emprender una investigación por cuenta propia.
Además de la suspicacia que en general rodea la muerte violenta de un dirigente político (como la de Manuel J. Clouthier, de quien el propio Vicente Fox dijo que lo habían matado, no obstante que su familia admitió como cierto el hecho de que pereció en un accidente de carretera), alimentó en el círculo de los allegados a Madrazo Becerra la hipótesis del atentado su conocimiento de la circunstancia política en que actuaba el dirigente tabasqueño.
Nombrado por el presidente Gustavo Díaz Ordaz líder nacional del PRI, Madrazo Becerra no tardó en discrepar del autoritarismo presidencial y fue echado de su partido sin siquiera cumplir un año al frente. Se fue al cabo de 11 meses en que en la renovación de algunos de los mil 119 ayuntamientos que tuvieron elecciones en 1965 pretendió aplicar sus tesis democratizadoras, frenadas por intereses caciquiles a los que Díaz Ordaz prefirió atender. Pero Madrazo Becerra no se retiró de la vida pública en noviembre de ese año. Al siguiente emprendió un esfuerzo por crear una nueva organización, el Partido de la Patria Nueva según lo denominó Francisco J. Paoli, militante de ese intento después de haberlo sido del frustrado propósito de generar en México un partido demócrata cristiano. Madrazo Becerra dictó innumerables conferencias, sobre todo en ambientes juveniles, universitarios, pues en esa porción de la sociedad se percibía con claridad el hartazgo que ya entonces provocaba el partido dominante sujeto al control presidencial. Aunque su activismo mostró oscilaciones, como si lo asaltaran dudas de la viabilidad o conveniencia del nuevo partido, Madrazo Becerra era tenido como un enemigo del Estado. Así lo veían, particularmente, Díaz Ordaz mismo y su secretario de Gobernación, quienes urdieron maniobras para involucrarlo en la movilización estudiantil de 1968, pretendiendo hacer creer que la dirigía y la financiaba, ignorantes como fueron de la verdadera naturaleza de ese movimiento. Por eso el que Madrazo perdiera la vida meses después de liquidada la protesta de 1968 dio pábulo a la creencia de que no murió de modo accidental sino en un atentado. No hubo nunca pruebas de que así hubiera sido, sino, como dijo Roberto su cuarto hijo, sólo indicios. Cómo podíamos tener pruebas, preguntó, si en ese sistema político tan cerrado no pasaba ni el aire. De haberse intentado entonces una indagación ministerial, habría tenido nulos resultados, pues en octubre siguiente fue ungido candidato presidencial Luis Echeverría, cuya enemistad con Madrazo era ampliamente conocida (y temida) por los madracistas que quedaron en la orfandad política.
Dos años después de presentar La traición (que resultó de una larga entrevista hecha al ex candidato presidencial por el catedrático chileno residente en México Manuel S. Garrido), Madrazo Pintado difunde otra obra, ahora suscrita por él, sin mediaciones. Se titula El despojo y fue escrita por dos razones: la derrota que el autor padeció en 06, y una segunda, "propiciada por la anterior pero de más largo alcance: un reencuentro con la vida, la visión política y los empeños democráticos de Carlos Alberto Madrazo". Explica que desde la posición de candidato perdidoso -el segundo priista en sufrir ese resultado, más grave en su caso que en el de Francisco Labastida, porque su escasa votación lo dejó en el tercer lugar de las preferencias- "más libre y menos traumática, y desde luego desinteresada, le abrí paso primero a las emociones, luego a la reflexión y a las interrogantes, después a la mirada larga y profunda".
Dos ideas eje configuran el libro de Madrazo: concebir "la de México como una larga crisis, hecha de simulación y engaño en todos los niveles de gobierno, desde todos los partidos y todas las ideologías; y ya en ese contexto, la que sostiene que México muere porque "el sistema" vive". Son dos propuestas que serían fecundas si pudieran suscitar un debate y una movilización política. No parece, sin embargo, que Madrazo esté en situación de generar uno ni otra. El libro carece de la solidez de los análisis sistemáticos sobre México que producen estudiosos profesionales de esos temas, y difícilmente encontrará eco político en el partido al que dañó.
Cajón de Sastre
Ante la revocación del acuerdo de los cancilleres de la OEA por el que Cuba fue expulsada de ese organismo, cabe recordar que dicha sanción se fundó en un criterio sinuoso e ilegal, intervencionista e ideológico. La mayoría de los gobiernos representados en enero de 1962 en Punta del Este, Uruguay, proclamaron a instancias de Washington que "la adhesión de cualquier miembro de la Organización de Estados Americanos al marxismo-leninismo es incompatible con el sistema interamericano y el alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista quebranta la unidad y solidaridad del hemisferio". Siendo que Cuba se había declarado marxista leninista, quedó afectada por esa incompatibilidad, misma que "excluye a Cuba del Sistema interamericano". Se abstuvieron de votar esa declaración Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México.
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