ÁLVARO DELGADO
El voto, por cuya vigencia efectiva se inició en México una revolución social hace exactamente un siglo y por cuya adulteración puede generarse un movimiento análogo, tiene un significado claro y radical: Apoyar o sancionar a quienes cumplen o traicionan sus compromisos con la sociedad.
Así, el voto es un puente --ciertamente efímero, pero contundente-- entre los ciudadanos y quienes los gobiernan y representan, que ratifica o retira la confianza de aquéllos conforme a los comportamientos de quienes deben estar sometidos a un escrutinio permanente y a una evaluación periódica.
De esto se trata la elección del 5 de julio. Y esto es lo que soslayan --deliberadamente o por ignorancia-- quienes llaman a anular el voto.
La convocatoria a abolir el sufragio, que por supuesto no debe ser de suyo anatematizada --aunque se trata de un fenómeno multifactorial que incluye maniobras desde los ámbitos del poder para escabullirse a la sanción popular--, parte de un aserto que es también conclusión: Todos los políticos y los partidos son iguales.
Y eso es falso: No todos son iguales, porque los hay peores.
No es sarcasmo: Convertir a todos los políticos y sus estructuras partidarias en siameses es muy popular --y a eso obedece este fenómeno del movimiento "anulista" y del "voto blanco"--, pero es al menos una imprecisión inaceptable.
Es como imponer el mismo nivel de responsabilidad del desastre económico de México al alcalde de Erongarícuaro, Michoacán, y a Felipe Calderón. El munícipe nada tiene que ver con las instrucciones que el otro individuo imparte en la conducción de la política económica del país.
¿Quién prometió generar un millón de empleos cada año y quién ofreció disminuir la pobreza de 15 millones de mexicanos y acabar con la pobreza extrema de 10? ¿Fue ese alcalde, algún gobernador, de cualquier partido político, o fue Calderón?
Y antes: ¿Quién ofreció crecer a tasas de 7% del Producto Interno Bruto y cambiar el modelo económico? Fue Vicente Fox con el respaldo del Partido Acción Nacional (PAN).
¿No ha sido el PAN, con Fox y Calderón, los continuadores de la misma política económica de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo? Ellos mismos se ufanan del mismo modelo.
¿El PRD, el PT, Convergencia y los otros partidos políticos harían exactamente lo mismo desde el Poder Ejecutivo? Quizás, pero sólo hasta que lo hagan podemos decir, en lógica elemental y con respeto a la inteligencia de las personas, que entonces sí son todos iguales.
Pongo estos ejemplos del Ejecutivo porque otra de las insuficiencias de la campaña para anular el voto es que concentra el repudio en la representación popular, particularmente la Cámara de Diputados, como si --otra vez-- el desastre que hay en el país es de su completa responsabilidad y, así, encubrir la ineptitud del gobierno federal.
A nivel de los partidos políticos hay, en efecto, abundantes pruebas de cómo éstos y sus cúpulas actúan con la lógica de facción, pero también es innegable que hay temas que los diferencian y que son los que deben concitar una reflexión previa a la decisión de votar o no votar, o votar con un tache para todos.
Por ejemplo, qué partido y políticos apoyan, auténticamente, la educación gratuita, laica y obligatoria y qué partidos conspiran, en los hechos, contra ella. Qué partidos y candidatos usan el presupuesto para instrumentar programas sociales o cuáles sólo los activan en época electoral.
Más aún: Qué partido político en el gobierno ha hecho que, por ejemplo, en una ciudad de un millón 200 mil habitantes, León, Guanajuato, haya sólo una preparatoria pública. Y qué partido político en el gobierno ha creado una preparatoria pública para cada una de las delegaciones en el Distrito Federal.
¿Es un llamado a votar por tal o cuál partido que ha hecho tales obras en el ejercicio de gobierno? No, sencillamente es discernir y no acogerse a la generalización que desinforma y deforma.
Qué partidos, candidatos y gobiernos defienden los derechos reproductivos de las mujeres y cuáles los conculcan. Qué partidos, candidatos y gobiernos respaldan a los emprendedores y quiénes, también en los hechos, matan la iniciativa particular.
Decir, al respecto, que todos son iguales es tanto como invocar que se ataque con todo el poder del Estado a los vendedores callejeros de artículos chinos sin considerar que éstos ingresan gracias a la magnífica corrupción en las aduanas, cuya responsabilidad tiene nombre y apellidos.
Decir que todos son iguales es convalidar, es claudicar ante el proyecto de facción vigente y ver como fatalidad la desesperanza, que paraliza y mata.
Yo voy a votar por quienes, pese a todo, defienden las causas en las que creo...
El voto, por cuya vigencia efectiva se inició en México una revolución social hace exactamente un siglo y por cuya adulteración puede generarse un movimiento análogo, tiene un significado claro y radical: Apoyar o sancionar a quienes cumplen o traicionan sus compromisos con la sociedad.
Así, el voto es un puente --ciertamente efímero, pero contundente-- entre los ciudadanos y quienes los gobiernan y representan, que ratifica o retira la confianza de aquéllos conforme a los comportamientos de quienes deben estar sometidos a un escrutinio permanente y a una evaluación periódica.
De esto se trata la elección del 5 de julio. Y esto es lo que soslayan --deliberadamente o por ignorancia-- quienes llaman a anular el voto.
La convocatoria a abolir el sufragio, que por supuesto no debe ser de suyo anatematizada --aunque se trata de un fenómeno multifactorial que incluye maniobras desde los ámbitos del poder para escabullirse a la sanción popular--, parte de un aserto que es también conclusión: Todos los políticos y los partidos son iguales.
Y eso es falso: No todos son iguales, porque los hay peores.
No es sarcasmo: Convertir a todos los políticos y sus estructuras partidarias en siameses es muy popular --y a eso obedece este fenómeno del movimiento "anulista" y del "voto blanco"--, pero es al menos una imprecisión inaceptable.
Es como imponer el mismo nivel de responsabilidad del desastre económico de México al alcalde de Erongarícuaro, Michoacán, y a Felipe Calderón. El munícipe nada tiene que ver con las instrucciones que el otro individuo imparte en la conducción de la política económica del país.
¿Quién prometió generar un millón de empleos cada año y quién ofreció disminuir la pobreza de 15 millones de mexicanos y acabar con la pobreza extrema de 10? ¿Fue ese alcalde, algún gobernador, de cualquier partido político, o fue Calderón?
Y antes: ¿Quién ofreció crecer a tasas de 7% del Producto Interno Bruto y cambiar el modelo económico? Fue Vicente Fox con el respaldo del Partido Acción Nacional (PAN).
¿No ha sido el PAN, con Fox y Calderón, los continuadores de la misma política económica de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo? Ellos mismos se ufanan del mismo modelo.
¿El PRD, el PT, Convergencia y los otros partidos políticos harían exactamente lo mismo desde el Poder Ejecutivo? Quizás, pero sólo hasta que lo hagan podemos decir, en lógica elemental y con respeto a la inteligencia de las personas, que entonces sí son todos iguales.
Pongo estos ejemplos del Ejecutivo porque otra de las insuficiencias de la campaña para anular el voto es que concentra el repudio en la representación popular, particularmente la Cámara de Diputados, como si --otra vez-- el desastre que hay en el país es de su completa responsabilidad y, así, encubrir la ineptitud del gobierno federal.
A nivel de los partidos políticos hay, en efecto, abundantes pruebas de cómo éstos y sus cúpulas actúan con la lógica de facción, pero también es innegable que hay temas que los diferencian y que son los que deben concitar una reflexión previa a la decisión de votar o no votar, o votar con un tache para todos.
Por ejemplo, qué partido y políticos apoyan, auténticamente, la educación gratuita, laica y obligatoria y qué partidos conspiran, en los hechos, contra ella. Qué partidos y candidatos usan el presupuesto para instrumentar programas sociales o cuáles sólo los activan en época electoral.
Más aún: Qué partido político en el gobierno ha hecho que, por ejemplo, en una ciudad de un millón 200 mil habitantes, León, Guanajuato, haya sólo una preparatoria pública. Y qué partido político en el gobierno ha creado una preparatoria pública para cada una de las delegaciones en el Distrito Federal.
¿Es un llamado a votar por tal o cuál partido que ha hecho tales obras en el ejercicio de gobierno? No, sencillamente es discernir y no acogerse a la generalización que desinforma y deforma.
Qué partidos, candidatos y gobiernos defienden los derechos reproductivos de las mujeres y cuáles los conculcan. Qué partidos, candidatos y gobiernos respaldan a los emprendedores y quiénes, también en los hechos, matan la iniciativa particular.
Decir, al respecto, que todos son iguales es tanto como invocar que se ataque con todo el poder del Estado a los vendedores callejeros de artículos chinos sin considerar que éstos ingresan gracias a la magnífica corrupción en las aduanas, cuya responsabilidad tiene nombre y apellidos.
Decir que todos son iguales es convalidar, es claudicar ante el proyecto de facción vigente y ver como fatalidad la desesperanza, que paraliza y mata.
Yo voy a votar por quienes, pese a todo, defienden las causas en las que creo...
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