Álvaro Cepeda Neri / Conjeturas
Es ya una avalancha, por Internet y otros medios de comunicación que, tal vez millones de ciudadanos si van a las urnas lo harán para anular su voto... para votar, aunque parezca paradójico, contra candidatos y partidos que han desacreditado el ejercicio de la política, al no cumplir ni con sus ofertas electorales ni con las plataformas de sus programas.
Hay completa desilusión por el Estado de Partidos y los ciudadanos que no están haciendo campaña por anular el sufragio, con o sin peso en la opinión pública, argumentan que los que ostentan cargos de representación y que ahora aspiran a otro por medio de estas elecciones, han engañado a la población y deben ser objeto de repudio.
No hay duda de que las últimas dos elecciones presidenciales y, también, desde 1988 (cuando Salinas) y 1994 (con Zedillo), dejaron muy serias dudas sobre si los partidos estaban cumpliendo con sus obligaciones y sus deberes. Los últimos 24 años, cuatro sexenios, han dejado que los representantes hagan lo que quieren en sus cargos.
Y si bien la democracia indirecta y representativa no es de mandatarios, para que cumplan con lo que mandan los ciudadanos, tampoco en una democracia así es posible que los que llegaron al poder público con el voto se dediquen a cobrar sus millonarios sueldos, gocen de las prebendas del cargo y no se ocupen de los intereses nacionales.
Empero, tenemos dos instituciones que han participado en el fracaso de los partidos y sus candidatos: el IFE organizando las elecciones, y el Trife para dirimir los conflictos electorales. Ambas cayeron en manos de ciudadanos-consejeros y magistrados, encabezados por Leonardo Valdés y María del Carmen Alanís Figueroa, que no han podido estar a la altura de su tarea constitucional.
El y ella han publicado escritos que otros les hacen y revisan, pero ni así son textos que muestren que el IFE y el TRIFE podrán cumplir con sus obligaciones. Las dos instituciones contribuyeron al desprestigio del sufragio y por eso los ciudadanos se resisten a votar y de ir a las urnas han decidido anularlo.
Trife e IFE convocan a votar, sabiendo que los electores mexicanos están hartos de ese ejercicio que no conduce a un ejercicio político responsable, que haga de los electos para los cargos, legisladores y administradores, individuos capaces de cumplir con la Constitución Política y sus leyes reglamentarias, para hacer posibles sus ofertas electorales.
Valdés y Alanís, asustados de que el abstencionismo y la acción de anular el voto, dé como resultado que un 80 por ciento proteste y apenas un 20 por ciento vaya a sufragar, salen a decir que es necesario, como obligación y derecho, votar.
Pero todo apunta a que esta elección desenmascare a los partidos, a los candidatos... al IFE y al Trife, contra los que hay un profundo malestar, desprecio, hartazgo y que su responsabilidad abre las puertas para cualquier golpismo, con o sin uniforme, si unos cuantos votan, la inmensa mayoría se abstiene y otra de sus partes anula su voto.
*** IMPORTANTE *** Revoluciones es un proyecto de información alternativa sin fines de lucro, para mantenernos en línea requerimos de tu apoyo. Puedes ayudarnos haciendo un deposito bancario, por mínimo que sea, hazlo en el banco HSBC, al número de cuenta 6271254999 a nombre de Samuel R. García o en transferencia electrónica abonando al número Clabe: 021180062712549990. Gracias.
Es ya una avalancha, por Internet y otros medios de comunicación que, tal vez millones de ciudadanos si van a las urnas lo harán para anular su voto... para votar, aunque parezca paradójico, contra candidatos y partidos que han desacreditado el ejercicio de la política, al no cumplir ni con sus ofertas electorales ni con las plataformas de sus programas.
Hay completa desilusión por el Estado de Partidos y los ciudadanos que no están haciendo campaña por anular el sufragio, con o sin peso en la opinión pública, argumentan que los que ostentan cargos de representación y que ahora aspiran a otro por medio de estas elecciones, han engañado a la población y deben ser objeto de repudio.
No hay duda de que las últimas dos elecciones presidenciales y, también, desde 1988 (cuando Salinas) y 1994 (con Zedillo), dejaron muy serias dudas sobre si los partidos estaban cumpliendo con sus obligaciones y sus deberes. Los últimos 24 años, cuatro sexenios, han dejado que los representantes hagan lo que quieren en sus cargos.
Y si bien la democracia indirecta y representativa no es de mandatarios, para que cumplan con lo que mandan los ciudadanos, tampoco en una democracia así es posible que los que llegaron al poder público con el voto se dediquen a cobrar sus millonarios sueldos, gocen de las prebendas del cargo y no se ocupen de los intereses nacionales.
Empero, tenemos dos instituciones que han participado en el fracaso de los partidos y sus candidatos: el IFE organizando las elecciones, y el Trife para dirimir los conflictos electorales. Ambas cayeron en manos de ciudadanos-consejeros y magistrados, encabezados por Leonardo Valdés y María del Carmen Alanís Figueroa, que no han podido estar a la altura de su tarea constitucional.
El y ella han publicado escritos que otros les hacen y revisan, pero ni así son textos que muestren que el IFE y el TRIFE podrán cumplir con sus obligaciones. Las dos instituciones contribuyeron al desprestigio del sufragio y por eso los ciudadanos se resisten a votar y de ir a las urnas han decidido anularlo.
Trife e IFE convocan a votar, sabiendo que los electores mexicanos están hartos de ese ejercicio que no conduce a un ejercicio político responsable, que haga de los electos para los cargos, legisladores y administradores, individuos capaces de cumplir con la Constitución Política y sus leyes reglamentarias, para hacer posibles sus ofertas electorales.
Valdés y Alanís, asustados de que el abstencionismo y la acción de anular el voto, dé como resultado que un 80 por ciento proteste y apenas un 20 por ciento vaya a sufragar, salen a decir que es necesario, como obligación y derecho, votar.
Pero todo apunta a que esta elección desenmascare a los partidos, a los candidatos... al IFE y al Trife, contra los que hay un profundo malestar, desprecio, hartazgo y que su responsabilidad abre las puertas para cualquier golpismo, con o sin uniforme, si unos cuantos votan, la inmensa mayoría se abstiene y otra de sus partes anula su voto.
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