Rogelio Ramírez de la O
La caída de la economía en 8.2% en el primer trimestre reveló que la transmisión de la recesión externa al mercado interno es mucho más intensa que lo que los modelos oficiales de pronóstico pueden capturar. O el gobierno no tiene los modelos correctos o actualizados o no basa sus anuncios en modelo alguno. Lo importante es que sus pronósticos carecen de confiabilidad para guiar al sector privado y de ahí que la inversión será mucho más cautelosa.
Por ejemplo, fue sorprendente el desplome de los servicios, pues se suponía que como la recesión comenzó en el exterior, los servicios no comerciables con el exterior se mantendrían activos. Pero en el primer trimestre cayeron 7.8% y en particular el comercio descendió 17.2%.
El mecanismo transmisor ha sido el empleo. Las empresas han expulsado a trabajadores a gran velocidad. Desde octubre los empleados asegurados en el IMSS han caído a una cifra anualizada de casi un millón de plazas. Otro millón debe esperarse en el sector informal.
Si relacionamos la caída de los servicios, del empleo y de las ventas, no es difícil prever que el siguiente problema se hará presente en los balances de crédito, tanto de bancos como de otras entidades financieras. De ahí que no sorprenda que una primera víctima haya sido el sector hipotecario de entidades conocidas como sofoles (sociedades financieras de objeto limitado) y sofomes (sociedades financieras de objeto múltiple), que requieren colocar emisiones de papel en el mercado para ofrecer crédito hipotecario o al consumo. Como no pueden colocar, entonces no pueden pagar vencimientos ni ofrecer crédito.
Hasta ahora el gobierno (a través de la Sociedad Hipotecaria Federal) ha apoyado a seis entidades después de que dos de ellas no pudieron pagar vencimientos y causaran pérdidas a inversionistas y de confianza en todo el sector. El discurso oficial es que el problema ya está arreglado. Pero, por el razonamiento anterior, si el problema es macroeconómico, el deterioro hipotecario continuará y obligará a mayores apoyos oficiales.
Los problemas de crédito también afectan la cartera de la banca. Los indicadores muestran un aumento de cartera vencida de crédito bancario a empresas de 79% en términos reales anualmente a marzo. Además de la restricción de crédito por la banca extranjera a corporaciones mexicanas que ya tienen problemas, ésta es la preocupación para el segundo semestre.
Por el gran tamaño de la deuda externa de las corporaciones privadas mexicanas, los altos vencimientos de casi 20 mil millones de dólares anuales y la renuencia de la banca extranjera a refinanciarlos, no es difícil prever que ante un impacto negativo en el peso, el gobierno tenga que apoyarlas con deuda externa que ya tiene contratada, en particular la línea de swaps de la Reserva Federal de 30 mil millones de dólares, que ya comenzó usando para suplir dólares a empresas endeudadas.
Todo lo anterior explica la creciente preocupación en el extranjero. Después de los descalabros que ha sufrido la banca extranjera, sus estándares de crédito han subido y el rigor de su análisis también está subiendo y ampliándose.
Muchos se cuestionan si por años han dejado de analizar factores estructurales, como la caída de la producción petrolera, la poca capacidad adquisitiva de la población, la baja creación de empleo, la corrupción y, para colmo, la falta de seguridad. Hoy pareciera que todos estos factores hasta ahora ignorados se ponen de acuerdo para cuestionar la viabilidad de toda la economía.
La caída de la economía en 8.2% en el primer trimestre reveló que la transmisión de la recesión externa al mercado interno es mucho más intensa que lo que los modelos oficiales de pronóstico pueden capturar. O el gobierno no tiene los modelos correctos o actualizados o no basa sus anuncios en modelo alguno. Lo importante es que sus pronósticos carecen de confiabilidad para guiar al sector privado y de ahí que la inversión será mucho más cautelosa.
Por ejemplo, fue sorprendente el desplome de los servicios, pues se suponía que como la recesión comenzó en el exterior, los servicios no comerciables con el exterior se mantendrían activos. Pero en el primer trimestre cayeron 7.8% y en particular el comercio descendió 17.2%.
El mecanismo transmisor ha sido el empleo. Las empresas han expulsado a trabajadores a gran velocidad. Desde octubre los empleados asegurados en el IMSS han caído a una cifra anualizada de casi un millón de plazas. Otro millón debe esperarse en el sector informal.
Si relacionamos la caída de los servicios, del empleo y de las ventas, no es difícil prever que el siguiente problema se hará presente en los balances de crédito, tanto de bancos como de otras entidades financieras. De ahí que no sorprenda que una primera víctima haya sido el sector hipotecario de entidades conocidas como sofoles (sociedades financieras de objeto limitado) y sofomes (sociedades financieras de objeto múltiple), que requieren colocar emisiones de papel en el mercado para ofrecer crédito hipotecario o al consumo. Como no pueden colocar, entonces no pueden pagar vencimientos ni ofrecer crédito.
Hasta ahora el gobierno (a través de la Sociedad Hipotecaria Federal) ha apoyado a seis entidades después de que dos de ellas no pudieron pagar vencimientos y causaran pérdidas a inversionistas y de confianza en todo el sector. El discurso oficial es que el problema ya está arreglado. Pero, por el razonamiento anterior, si el problema es macroeconómico, el deterioro hipotecario continuará y obligará a mayores apoyos oficiales.
Los problemas de crédito también afectan la cartera de la banca. Los indicadores muestran un aumento de cartera vencida de crédito bancario a empresas de 79% en términos reales anualmente a marzo. Además de la restricción de crédito por la banca extranjera a corporaciones mexicanas que ya tienen problemas, ésta es la preocupación para el segundo semestre.
Por el gran tamaño de la deuda externa de las corporaciones privadas mexicanas, los altos vencimientos de casi 20 mil millones de dólares anuales y la renuencia de la banca extranjera a refinanciarlos, no es difícil prever que ante un impacto negativo en el peso, el gobierno tenga que apoyarlas con deuda externa que ya tiene contratada, en particular la línea de swaps de la Reserva Federal de 30 mil millones de dólares, que ya comenzó usando para suplir dólares a empresas endeudadas.
Todo lo anterior explica la creciente preocupación en el extranjero. Después de los descalabros que ha sufrido la banca extranjera, sus estándares de crédito han subido y el rigor de su análisis también está subiendo y ampliándose.
Muchos se cuestionan si por años han dejado de analizar factores estructurales, como la caída de la producción petrolera, la poca capacidad adquisitiva de la población, la baja creación de empleo, la corrupción y, para colmo, la falta de seguridad. Hoy pareciera que todos estos factores hasta ahora ignorados se ponen de acuerdo para cuestionar la viabilidad de toda la economía.
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