Redes de seguridad
Carlos Fernández-Vega
Suponer que la crisis económico-financiera que vive el planeta se superará sin alterar el estado de cosas ni corregir las causas que la originaron es sentarse a esperar el estallido de una nueva crisis, de proporciones aún mayores de las hasta ahora registradas; que el voraz aparato especulativo armado por las cada día menos reguladas instituciones bancarias y bursátiles quede incólume, junto con los gobiernos que no sólo lo consienten, sino lo estimulan, sólo garantiza que en un futuro no muy lejano la siguiente sacudida sea de proporciones inimaginables. Con tal de no alterar el modelo, a lo largo de las últimas tres décadas muchos han sido los "paliativos" aplicados por gobiernos y organismos internacionales con el fin de "superar la crisis" (la que esté en turno), aunque en los hechos el único "logro" ha sido incrementar geométricamente la virulencia de la sucesiva.
El sistema financiero-bursátil –fundamentalmente el estadunidense, con sus ramificaciones a lo largo y ancho del planeta– no puede quedar inalterado tras el estallido de la crisis, porque en unos cuantos años más de nueva cuenta explotarán "burbujas", "activos basura", "derivados chatarra" y demás gracias producto de la voracidad de los barones del dinero. En este sentido, el ex secretario general de la Cepal, José Luis Machinea (La crisis financiera internacional: su naturaleza y los desafíos de política económica) aporta un dato aterrador: “nunca hubo un sistema financiero más complejo y más interconectado que el desarrollado en la etapa de la globalización financiera. Una manifestación de ello es que a mediados de 2008 la dimensión del mercado de derivados alcanzaba los 500 billones de dólares, o sea, nueve veces el producto mundial. Además, nada puede igualar la opacidad que caracterizó al sistema financiero en los últimos años. Cada vez fue más difícil entender los distintos ‘vehículos’ y derivados; el vocabulario utilizado se hizo cada vez más enigmático y se convirtió en una jerga de especialistas. Ello contribuyó a que la transparencia de las operaciones fuera cada vez menor”.
En el citado estudio el autor subraya que "la crisis comenzó en 2007 y se profundizó en 2008" (un elemento fundamental para aquellos que todavía dicen, como el inquilino de Los Pinos y el doctor "catarrito" entenderán, que la sacudida "llegó sin avisar", pues "nadie se dio cuenta") y entre los factores causantes hace hincapié en “la inestabilidad propia del sistema financiero, que se agudizó en los últimos años a causa de las políticas de desregulación excesiva; el instrumento adecuado para corregir la exuberancia del sistema y sus efectos en el mercado de activos no es la tasa de interés, sino las regulaciones financieras. En el futuro, los cambios en la regulación financiera deberán enfrentar a grupos de presión que en poco tiempo tenderán a querer hacer ‘olvidar’ los efectos de la crisis o a poner la responsabilidad en otros actores”.
Los gobiernos de los países desarrollados destinan miles de millones de dólares al "salvamento" del sistema financieras que reventó a la economía internacional; los de naciones más modestas canalizan crecientes reservas internacionales y piden créditos "especiales" para alimentar a los insaciables especuladores y "rescatar" a los voraces empresarios que apostaron mal en el mercado de derivados, pero los sectores productivos cada día se hunden más y junto a ellos los empleos.
Así, el ex secretario de la Cepal subraya la necesidad de contar con "redes de seguridad" en los ámbitos global y regional, "de manera que los países en desarrollo tengan más posibilidades de implementar políticas contracíclicas. Ello requiere una restructuración del Fondo Monetario Internacional, desde su gobernabilidad, con mayor presencia de los países en desarrollo en el directorio, hasta la flexibilización del acceso al crédito, especialmente en contextos como el actual", toda vez que la carencia de financiamiento es, y será, uno de los grandes impedimentos de estabilización.
Sobre los requerimientos crediticios de 2009 y 2010, explica Machinea, "la ausencia de financiamiento internacional puede condenar a América Latina a un ajuste desproporcionado. Suponiendo cierta normalización del crédito privado, se requiere con urgencia un financiamiento neto de al menos 70 mil millones de dólares anuales (en términos brutos alrededor de 90 mil millones) provenientes de los organismos crediticios o de los países desarrollados. La falta de financiamiento internacional adicional afectará las reservas internacionales, el tipo de cambio real y el nivel de actividad económica. Es decir, dicha falta podrá ser compensada, parcialmente y por un tiempo limitado, con una disminución de reservas, pero si no alcanzan vendrán devaluación y disminución de la actividad económica", lo que ya se observa. El incremento del costo del crédito, o su virtual "desaparición" en ciertas circunstancias, dificulta las políticas fiscales contracíclicas. La situación es bastante heterogénea. México y Brasil, por ejemplo, tienen posibilidad de endeudarse, pero a tasas bastante más elevadas que las de los últimos años.
Para complicar la situación se prevé una fuerte caída de la inversión extranjera directa. En la hipótesis menos pesimista, la IED neta sería equivalente a 1.6 por ciento del PIB regional, lo que se traduce en una necesidad de financiamiento externo de 91 mil a 138 mil millones de dólares, 68 por ciento de los cuales se concentran en México y Brasil.
Las rebanadas del pastel
Mientras el impuesto presidente de la BMV, el osito Téllez, toma hoy posesión de su nuevo cargo, y los ilusos zacapoaxtlas todavía creen que le ganaron la partida a los extranjeros, la lectoría comenta sobre la banca de desarrollo: “hay un montón de créditos no pagados en la panza de Bancomext, que a su vez heredó de Banrural (Bandidal); estos sinvergüenzas no apresuran los cobros porque se benefician de eso, de no cobrar. La mayoría de los créditos de Banrural (en liquidación) tienen garantía hipotecaria. ¿Por qué no ejecutan esas hipotecas vencidísimas? El departamento legal de Banrural y el de Bancomext tienen en su mano la forma de recoger muchos cientos de millones de pesos, sin mayor problema, solamente ejerciendo la recuperación de las garantías dejadas por los acreditados. Claro que en muchos casos se vería que la tal garantía era sin ningún valor, pero en muchos casos la garantía sí es verdadera” (Carlos B. Ortiz, ortiz.cb@excava.com).
Carlos Fernández-Vega
Suponer que la crisis económico-financiera que vive el planeta se superará sin alterar el estado de cosas ni corregir las causas que la originaron es sentarse a esperar el estallido de una nueva crisis, de proporciones aún mayores de las hasta ahora registradas; que el voraz aparato especulativo armado por las cada día menos reguladas instituciones bancarias y bursátiles quede incólume, junto con los gobiernos que no sólo lo consienten, sino lo estimulan, sólo garantiza que en un futuro no muy lejano la siguiente sacudida sea de proporciones inimaginables. Con tal de no alterar el modelo, a lo largo de las últimas tres décadas muchos han sido los "paliativos" aplicados por gobiernos y organismos internacionales con el fin de "superar la crisis" (la que esté en turno), aunque en los hechos el único "logro" ha sido incrementar geométricamente la virulencia de la sucesiva.
El sistema financiero-bursátil –fundamentalmente el estadunidense, con sus ramificaciones a lo largo y ancho del planeta– no puede quedar inalterado tras el estallido de la crisis, porque en unos cuantos años más de nueva cuenta explotarán "burbujas", "activos basura", "derivados chatarra" y demás gracias producto de la voracidad de los barones del dinero. En este sentido, el ex secretario general de la Cepal, José Luis Machinea (La crisis financiera internacional: su naturaleza y los desafíos de política económica) aporta un dato aterrador: “nunca hubo un sistema financiero más complejo y más interconectado que el desarrollado en la etapa de la globalización financiera. Una manifestación de ello es que a mediados de 2008 la dimensión del mercado de derivados alcanzaba los 500 billones de dólares, o sea, nueve veces el producto mundial. Además, nada puede igualar la opacidad que caracterizó al sistema financiero en los últimos años. Cada vez fue más difícil entender los distintos ‘vehículos’ y derivados; el vocabulario utilizado se hizo cada vez más enigmático y se convirtió en una jerga de especialistas. Ello contribuyó a que la transparencia de las operaciones fuera cada vez menor”.
En el citado estudio el autor subraya que "la crisis comenzó en 2007 y se profundizó en 2008" (un elemento fundamental para aquellos que todavía dicen, como el inquilino de Los Pinos y el doctor "catarrito" entenderán, que la sacudida "llegó sin avisar", pues "nadie se dio cuenta") y entre los factores causantes hace hincapié en “la inestabilidad propia del sistema financiero, que se agudizó en los últimos años a causa de las políticas de desregulación excesiva; el instrumento adecuado para corregir la exuberancia del sistema y sus efectos en el mercado de activos no es la tasa de interés, sino las regulaciones financieras. En el futuro, los cambios en la regulación financiera deberán enfrentar a grupos de presión que en poco tiempo tenderán a querer hacer ‘olvidar’ los efectos de la crisis o a poner la responsabilidad en otros actores”.
Los gobiernos de los países desarrollados destinan miles de millones de dólares al "salvamento" del sistema financieras que reventó a la economía internacional; los de naciones más modestas canalizan crecientes reservas internacionales y piden créditos "especiales" para alimentar a los insaciables especuladores y "rescatar" a los voraces empresarios que apostaron mal en el mercado de derivados, pero los sectores productivos cada día se hunden más y junto a ellos los empleos.
Así, el ex secretario de la Cepal subraya la necesidad de contar con "redes de seguridad" en los ámbitos global y regional, "de manera que los países en desarrollo tengan más posibilidades de implementar políticas contracíclicas. Ello requiere una restructuración del Fondo Monetario Internacional, desde su gobernabilidad, con mayor presencia de los países en desarrollo en el directorio, hasta la flexibilización del acceso al crédito, especialmente en contextos como el actual", toda vez que la carencia de financiamiento es, y será, uno de los grandes impedimentos de estabilización.
Sobre los requerimientos crediticios de 2009 y 2010, explica Machinea, "la ausencia de financiamiento internacional puede condenar a América Latina a un ajuste desproporcionado. Suponiendo cierta normalización del crédito privado, se requiere con urgencia un financiamiento neto de al menos 70 mil millones de dólares anuales (en términos brutos alrededor de 90 mil millones) provenientes de los organismos crediticios o de los países desarrollados. La falta de financiamiento internacional adicional afectará las reservas internacionales, el tipo de cambio real y el nivel de actividad económica. Es decir, dicha falta podrá ser compensada, parcialmente y por un tiempo limitado, con una disminución de reservas, pero si no alcanzan vendrán devaluación y disminución de la actividad económica", lo que ya se observa. El incremento del costo del crédito, o su virtual "desaparición" en ciertas circunstancias, dificulta las políticas fiscales contracíclicas. La situación es bastante heterogénea. México y Brasil, por ejemplo, tienen posibilidad de endeudarse, pero a tasas bastante más elevadas que las de los últimos años.
Para complicar la situación se prevé una fuerte caída de la inversión extranjera directa. En la hipótesis menos pesimista, la IED neta sería equivalente a 1.6 por ciento del PIB regional, lo que se traduce en una necesidad de financiamiento externo de 91 mil a 138 mil millones de dólares, 68 por ciento de los cuales se concentran en México y Brasil.
Las rebanadas del pastel
Mientras el impuesto presidente de la BMV, el osito Téllez, toma hoy posesión de su nuevo cargo, y los ilusos zacapoaxtlas todavía creen que le ganaron la partida a los extranjeros, la lectoría comenta sobre la banca de desarrollo: “hay un montón de créditos no pagados en la panza de Bancomext, que a su vez heredó de Banrural (Bandidal); estos sinvergüenzas no apresuran los cobros porque se benefician de eso, de no cobrar. La mayoría de los créditos de Banrural (en liquidación) tienen garantía hipotecaria. ¿Por qué no ejecutan esas hipotecas vencidísimas? El departamento legal de Banrural y el de Bancomext tienen en su mano la forma de recoger muchos cientos de millones de pesos, sin mayor problema, solamente ejerciendo la recuperación de las garantías dejadas por los acreditados. Claro que en muchos casos se vería que la tal garantía era sin ningún valor, pero en muchos casos la garantía sí es verdadera” (Carlos B. Ortiz, ortiz.cb@excava.com).
Comentarios