Gabriel Salazar T.
Friedrich Katz nació en Viena Austria en el año de 1927. Llegó a México junto con su familia en 1940 huyendo de la guerra en Europa. Es historiador y antropólogo profesor de historia de la Universidad de Chicago desde 1971 con un interés especial por la historia de México y América Latina.
La producción historiográfica de Katz se sitúa en el contexto de los cambios acontecidos a finales del S. XIX en México –el porfiriato-, y el proceso revolucionario a partir de 1910. Es un verdadero especialista en este último tema de la historia de la Revolución Mexicana que duró de 1910 a 1920. Analiza la manera en como se fue dando la lucha armada entre los diferentes grupos, además, son muy aleccionadores sus estudios de la situación agraria de ese periodo.
El presente capítulo está estructurado con cuatro apartados, cada cuenta con varios subapartados. El primero es: “La primera administración de Díaz, 1876-1880”; el segundo: “El interregno de González, 1880-1884”; el tercero: “El régimen de Díaz, 1884-1990”, y el cuarto y último: “La crisis del Porfiriato, 1900-1910”.
En el primer apartado el autor desarrolla la forma en que Porfirio Díaz (1830-1915) llegó al poder después de rebelarse contra el presidente Sebastián Lerdo de Tejada (1823-1889) en el llamado Plan de Tuxtepec (1876), que contemplaba la destitución del presidente y a favor de la elección de Díaz para el poder, además, sostenía el principio de la no reelección pero también a nivel municipal para ganarse a la clase media y al campesinado. Una vez que el plan fructificó y que Díaz quitó del camino al Ministro de la Suprema Corte de Justicia José María Iglesias por fin logró llegar al poder en 1877, ahora la tarea era organizar y centralizar el poder para poder modernizar a México.
El historiador comenta que el régimen de Díaz tuvo un carácter militar, además, intentó recuperar y reforzar la coalición existente entre las clases media y alta. A las clases altas les aplicó su política de “divide y vencerás” mientras que a la clase media la compensó con cargos públicos. También destituyó de sus cargos a caciques locales leales a sus predecesores, pero a muchos hacendados la pérdida de poder político se compensó con la estrategia del presidente de vender tierras públicas con lo cual se enriquecieron. En esta primera etapa de gobierno de Díaz no se utilizó la represión abierta. No decretó ejecuciones o encarcelamiento a los enemigos del régimen, permitió la formación de grupos políticos así como la celebración de elecciones, la prensa tuvo amplio margen de libertad de expresión.
En la cuestión diplomática, Kats señala que México no entabló en este primer momento de gobierno de Díaz relaciones con los países que en el pasado inmediato intentaron invadir al país, principalmente Francia. Pero con EU la situación también fue complicada, ya que el presidente Grant se negó a reconocer el gobierno de Díaz a menos que este resolviera a favor de su país algunos puntos conflictivos entre los dos países como el problema del bandidaje en la frontera en que ambas naciones se culpaban por este fenómeno. Este problema amenazaba a México en su soberanía. Finalmente, la crisis se disipó gracias a la cordialidad excesiva de Díaz para con los inversores norteamericanos con las concesiones en sectores como el ferrocarril que extendió sus redes a lo largo y ancho del territorio o las minas del norte. Así que en 1878 el nuevo presidente norteamericano Hayes por fin reconoció al gobierno de Díaz. También en esta etapa el dictador logró entablar relaciones con Europa, principalmente con Francia.
En pocas palabra, en la política interna, el autor dice que la elaboración de la estrategia de la política porfiriana fue por un lado utilizar la represión y por el otro la concesión, y con los extranjeros concesiones de todo tipo en términos extremadamente ventajosos.
En el segundo apartado del capítulo, El interregno de González, 1880-1884, el historiador comenta que Díaz nombró a Manuel González (1833-1893) como su predecesor porque era un hombre con una fama de corrupto, y así tendría el camino fácil para el retorno al poder en 1884. González continuó con la política de Díaz enfocada en tres postulados: concesiones excesivas a los extranjeros, especialmente a los EU, nuevo acercamiento con Europa y mantener el orden interno a cualquier precio. Su administración ha pasado a la historia como una de las más corruptas, y gran parte de su mala fama se debió a la crisis económica de 1884 y al esfuerzo de Díaz por desacreditarlo.
Ya en el tercer apartado, Kats entra más al detalle en la forma de gobernar de Díaz a partir de su regreso al poder en 1884-1900. En lo que se refiere al aspecto económico, el autor refiere que entre 1884-1900 México experimentó un rápido crecimiento económico. La inversión de capital extranjero –casi 1,200 millones de dólares- ayudó a elevar el producto nacional bruto a una tasa anual del ocho por ciento. El desarrollo económico fue más destacado en los sectores orientados hacia la exportación. La minería fue el sector que registró un crecimiento más rápido. En la agricultura los cultivos comerciales aumentaron a pasos agigantados como el henequén, el caucho, el guayule, el café y la cochiniya.
El desarrollo económico fue rápido hasta el final del siglo para la industria ligera orientada al consumo interno y prosperaron las industrias textiles. Sin embargo, después de 1900 el desarrollo industrial decayó notablemente. El gobierno de Díaz también incrementó el gasto en el rubro educativo, no obstante, este sector registró resultados muy pobres. El sector agrícola tuvo serios conflictos ya que hubo una revolución tecnológica pero muy localizada. Esta revolución se produjo en plantaciones de productos de gran demanda como el henequén (sisal) y el azúcar, las haciendas productoras de trigo y maíz todavía utilizaban técnicas anticuadas y tradicionales.
El autor señala que con excepción de la agricultura los sectores más importantes de la economía estaban en manos extranjeras. Hasta el final de su gobierno, Díaz no hizo ningún intento por estimular el control nacional sobre algún sector económico, ni siquiera una posible participación en él.
Más adelante, Kats refiere que otro de los desequilibrios del porfirismo fue la progresiva desigualdad regional en el país. El norte destacó por un auge industrial que tenía una economía diversificada que exportaba una gran cantidad de minerales. Fue en las vastas regiones del centro donde, en términos generales, la economía experimentó los menores cambios, esta fue en las grandes fincas productoras de maíz y trigo. El sureste empezó asumir características de la América Central y el Caribe. Se caracterizaba por una escasa diversificación agrícola y aún menos industrial, dedicándose a la exportación de uno o dos productos.
En resumen, México era un país que dependía en un grado sin precedentes de las inversiones extranjeras. Esta dependencia mostraba dos aspectos diferentes pero complementarios: por una parte, la manifestación más evidente era el dominio a la propiedad extranjera de importantes sectores, no agricultores, de la economía mexicana, como los bancos la minería, la industria y los transportes. Por otra parte, México se convirtió en el clásico ejemplo de país subdesarrollado productor de materias primas que depende de los mercados del norte industrializado.
En lo que toca a la política, el historiador menciona que Díaz controló al Congreso, la prensa estaba amordazada y controlada. Así mismo, la dictadura de Díaz estuvo ligada a dos hechos fuertemente ligados: la dedicación a lograr la estabilidad interna (la pax porfiriana) y a el surgimiento de un Estado fuerte y eficaz. Díaz, aparte de atraer inversiones extranjeras, con el fin de aumentar la renta pública, trató de delinear y modernizar la administración financiera del país, para lograrlo tuvo como verdadero artífice de su actualización a uno de los mejores financieros del país: José Yves Limantour, a quien Díaz nombró ministro de hacienda en mayo de 1893, quien por primera vez en la historia de México logró equilibrar el presupuesto. Él lideraba al grupo de los científicos, que ahora entendemos como tecnócratas.
Por otra parte, el dictador no continuó con la política anticlerical de su antecesor Lerdo, y aunque la Iglesia Católica no recobró el poder que tuvo anterior a la Reforma de 1857, sí logró acumular nuevamente riquezas, publicaciones de revistas y los colegios religiosos se multiplicaron por todo el país.
En lo que se refiere a los grupos rebeldes en algunas zonas del territorio, Díaz se dedicó a tratar de controlar la violencia principalmente en el norte, en donde se persiguió a las culturas originarias como los Yaquis en Sonora y los tarahumaras en Chihuahua. Lo que realmente pretendía el gobierno de Díaz era despojar a estos grupos de sus tierras para incorporarlas al progreso y en beneficio del capital extranjero. La expropiación de tierras en todo el territorio se debió al surgimiento de nuevos mercados para los productos agrícolas mexicanos, situación que llevó a los hacendados a esforzarse por aumentar sus territorios para elevar el rendimiento. También la especulación fue un fuerte incentivo para la expropiación de tierras.
Otro más de los aspectos que refiere el autor es aquel que tiene que ver con la condición del campesinado en las haciendas. Él comenta que a finales del S. XIX había habido dos tipos de aparcería en la hacienda: “los medieros al rajar, y los medieros al quinto”, los primeros tenían sus propios animales y asperos de labranza, y recibían el 50 por ciento de la cosecha; los medieros de quinto utilizaban los asperos y animales de la hacienda y a cambio debían abonar el 50 por ciento de sus cosechas más una quinta parte del resto de la cosecha como pago por el uso de los instrumentos y los animales, de modo que se quedaban como mucho con el 40 por ciento de lo producido. Pero a principios del siglo casi todos se habían vuelto medieros al quinto. En los estados del sur los trabajadores comenzaron a ligarse a las haciendas en condiciones de peonaje parecidas a la esclavitud, principalmente en las plantaciones de henequén en Yucatán, el Valle Nacional en Oaxaca en la producción de tabaco y en las plantaciones de café en Chiapas. Los campesinos no podían abandonar las fincas hasta haber pagado todas sus deudas, y el hacendado se encargaba de que esto no pasara, cometiendo fraude, el aumento de los precios en la tienda de reya, y obligando al los campesinos a aceptar préstamos que no necesitaba.
En el cuarto y último apartado, “La crisis del porfiriato, 1900-1910, Friedrich Kats hace un análisis de las razones de la caída del régimen dictatorial de Porfirio Díaz en 1911. Fueron muchas las causas por las que en la primera década del siglo empezó el principio del fin para la dictadura profirista como: 1) la progresiva incapacidad del régimen para mantener el consenso entre las clases alta y media; 2) se desarrollaron movimientos de oposición a nivel regional; 3) se registraron huelgas que afectaron a miles de trabajadores; 4) la insatisfacción de los EU con respecto a Díaz iba en aumento; 5) una depresión económica sin precedentes; 6) cambios políticos a nivel regional y nacional; 7) la creciente y cada vez visible represión gubernamental; 8) la lucha por la sucesión del presiente que envejecía; 9) un resurgimiento del nacionalismo y la aparición de México como escenario de la rivalidad europeo-norteamericana. Todos estos factores contribuyeron a terminar con la pax porfiriana.
En fin, todas las contradicciones internas del gobierno de Díaz se juntaron con la crisis económica de 1907. Todas estas contradicciones llevarían a México a la revolución. Un factor muy importante que contribuyó a la debacle del régimen, sin lugar a dudas, fue el movimiento obrero. De ahí que los movimientos sociales de los obreros en México no tuvieron lugar durante la caída de la economía sino en el auge inmediatamente precedente. Fueron tres los más importantes: la huelga de la fábrica textil de Río Blanco, Veracruz, en junio de 1906; la huelga minera de Cananea, Sonora, enero de 1907, y el movimiento de obreros ferroviarios en Chihuahua en 1908.
La represión de estos movimientos obreros tarjo como consecuencia que miles de estos trabajadores simpatizaran con el primero y más radical movimiento de oposición a escala nacional surgido durante el porfiriato: El Partido Liberal Mexicano (PLM), fundado por intelectuales de la provincia a principios de siglo liderados por los hermanos Enrique y Ricardo Flores Magón. Más tarde, grupos disidentes de la clase media y alta apoyaron al distinguido militar Bernardo Reyes a través del Partido Democrático. Cuando éste representó una verdadera amenaza al régimen Díaz se deshizo de él enviándolo a Europa. Finalmente, un miembro de una familia de hacendados acaudalados del estado de Coahuila Francisco I. Madero publicó un libro La sucesión presidencial en 1908 e impulsado por el Partido Antirreleccionista, Díaz tenía los días contados. Así, el descontento hacia el régimen por varios sectores dio inicio la Revolución de 1910 que acabó con la dictadura porfirista en 1911.
Del capítulo y sus apartados podemos decir que la búsqueda de la modernización se logró pero con un alto precio, es decir, coptación y represión en la política interior: “la pax porfiriana” , el orden a costa de lo que fuera para poder atraer la inversión. Para la política exterior fue la de concesiones a los inversionistas extranjeros, muy ventajosas, sobre todo en sectores clave dentro de la economía: comunicaciones, sistema financiero y minas, principalmente.
La decadencia se debió por muchos factores antes mencionados en el quedó claro el desgaste del régimen en la primera década del S. XX. En pocas palabras: Díaz dejó de garantizar el bien común que lo legitimó tantos años. La división entre las cúpulas y la confrontación entre clases marcó, junto con otros factores como la crisis económica de 1907 y la demanda de justicia social, sobre todo el problema agrario, el fin del porfiriato.
La conclusión es que nos encontramos frente a un capítulo muy aleccionador de un historiador muy consagrado que deja en claro los dos objetivos de estudio de la unidad: “La búsqueda de la nación moderna: el porfiriato, y las contradicciones de la modernización porfiriana: los orígenes de la revolución.
Bibliografía
Friedrich Katz, “La restauración de la República y el porfiriato”, en AAVV, Historia de México, Barcelona: Crítica, 2001, pp. 96-146.
*** IMPORTANTE *** Revoluciones es un proyecto de información alternativa sin fines de lucro, para mantenernos en línea requerimos de tu apoyo. Puedes ayudarnos haciendo un deposito bancario, por mínimo que sea, hazlo en el banco HSBC, al número de cuenta 6271254999 a nombre de Samuel R. García o en transferencia electrónica abonando al número Clabe: 021180062712549990. Gracias.
Friedrich Katz nació en Viena Austria en el año de 1927. Llegó a México junto con su familia en 1940 huyendo de la guerra en Europa. Es historiador y antropólogo profesor de historia de la Universidad de Chicago desde 1971 con un interés especial por la historia de México y América Latina.
La producción historiográfica de Katz se sitúa en el contexto de los cambios acontecidos a finales del S. XIX en México –el porfiriato-, y el proceso revolucionario a partir de 1910. Es un verdadero especialista en este último tema de la historia de la Revolución Mexicana que duró de 1910 a 1920. Analiza la manera en como se fue dando la lucha armada entre los diferentes grupos, además, son muy aleccionadores sus estudios de la situación agraria de ese periodo.
El presente capítulo está estructurado con cuatro apartados, cada cuenta con varios subapartados. El primero es: “La primera administración de Díaz, 1876-1880”; el segundo: “El interregno de González, 1880-1884”; el tercero: “El régimen de Díaz, 1884-1990”, y el cuarto y último: “La crisis del Porfiriato, 1900-1910”.
En el primer apartado el autor desarrolla la forma en que Porfirio Díaz (1830-1915) llegó al poder después de rebelarse contra el presidente Sebastián Lerdo de Tejada (1823-1889) en el llamado Plan de Tuxtepec (1876), que contemplaba la destitución del presidente y a favor de la elección de Díaz para el poder, además, sostenía el principio de la no reelección pero también a nivel municipal para ganarse a la clase media y al campesinado. Una vez que el plan fructificó y que Díaz quitó del camino al Ministro de la Suprema Corte de Justicia José María Iglesias por fin logró llegar al poder en 1877, ahora la tarea era organizar y centralizar el poder para poder modernizar a México.
El historiador comenta que el régimen de Díaz tuvo un carácter militar, además, intentó recuperar y reforzar la coalición existente entre las clases media y alta. A las clases altas les aplicó su política de “divide y vencerás” mientras que a la clase media la compensó con cargos públicos. También destituyó de sus cargos a caciques locales leales a sus predecesores, pero a muchos hacendados la pérdida de poder político se compensó con la estrategia del presidente de vender tierras públicas con lo cual se enriquecieron. En esta primera etapa de gobierno de Díaz no se utilizó la represión abierta. No decretó ejecuciones o encarcelamiento a los enemigos del régimen, permitió la formación de grupos políticos así como la celebración de elecciones, la prensa tuvo amplio margen de libertad de expresión.
En la cuestión diplomática, Kats señala que México no entabló en este primer momento de gobierno de Díaz relaciones con los países que en el pasado inmediato intentaron invadir al país, principalmente Francia. Pero con EU la situación también fue complicada, ya que el presidente Grant se negó a reconocer el gobierno de Díaz a menos que este resolviera a favor de su país algunos puntos conflictivos entre los dos países como el problema del bandidaje en la frontera en que ambas naciones se culpaban por este fenómeno. Este problema amenazaba a México en su soberanía. Finalmente, la crisis se disipó gracias a la cordialidad excesiva de Díaz para con los inversores norteamericanos con las concesiones en sectores como el ferrocarril que extendió sus redes a lo largo y ancho del territorio o las minas del norte. Así que en 1878 el nuevo presidente norteamericano Hayes por fin reconoció al gobierno de Díaz. También en esta etapa el dictador logró entablar relaciones con Europa, principalmente con Francia.
En pocas palabra, en la política interna, el autor dice que la elaboración de la estrategia de la política porfiriana fue por un lado utilizar la represión y por el otro la concesión, y con los extranjeros concesiones de todo tipo en términos extremadamente ventajosos.
En el segundo apartado del capítulo, El interregno de González, 1880-1884, el historiador comenta que Díaz nombró a Manuel González (1833-1893) como su predecesor porque era un hombre con una fama de corrupto, y así tendría el camino fácil para el retorno al poder en 1884. González continuó con la política de Díaz enfocada en tres postulados: concesiones excesivas a los extranjeros, especialmente a los EU, nuevo acercamiento con Europa y mantener el orden interno a cualquier precio. Su administración ha pasado a la historia como una de las más corruptas, y gran parte de su mala fama se debió a la crisis económica de 1884 y al esfuerzo de Díaz por desacreditarlo.
Ya en el tercer apartado, Kats entra más al detalle en la forma de gobernar de Díaz a partir de su regreso al poder en 1884-1900. En lo que se refiere al aspecto económico, el autor refiere que entre 1884-1900 México experimentó un rápido crecimiento económico. La inversión de capital extranjero –casi 1,200 millones de dólares- ayudó a elevar el producto nacional bruto a una tasa anual del ocho por ciento. El desarrollo económico fue más destacado en los sectores orientados hacia la exportación. La minería fue el sector que registró un crecimiento más rápido. En la agricultura los cultivos comerciales aumentaron a pasos agigantados como el henequén, el caucho, el guayule, el café y la cochiniya.
El desarrollo económico fue rápido hasta el final del siglo para la industria ligera orientada al consumo interno y prosperaron las industrias textiles. Sin embargo, después de 1900 el desarrollo industrial decayó notablemente. El gobierno de Díaz también incrementó el gasto en el rubro educativo, no obstante, este sector registró resultados muy pobres. El sector agrícola tuvo serios conflictos ya que hubo una revolución tecnológica pero muy localizada. Esta revolución se produjo en plantaciones de productos de gran demanda como el henequén (sisal) y el azúcar, las haciendas productoras de trigo y maíz todavía utilizaban técnicas anticuadas y tradicionales.
El autor señala que con excepción de la agricultura los sectores más importantes de la economía estaban en manos extranjeras. Hasta el final de su gobierno, Díaz no hizo ningún intento por estimular el control nacional sobre algún sector económico, ni siquiera una posible participación en él.
Más adelante, Kats refiere que otro de los desequilibrios del porfirismo fue la progresiva desigualdad regional en el país. El norte destacó por un auge industrial que tenía una economía diversificada que exportaba una gran cantidad de minerales. Fue en las vastas regiones del centro donde, en términos generales, la economía experimentó los menores cambios, esta fue en las grandes fincas productoras de maíz y trigo. El sureste empezó asumir características de la América Central y el Caribe. Se caracterizaba por una escasa diversificación agrícola y aún menos industrial, dedicándose a la exportación de uno o dos productos.
En resumen, México era un país que dependía en un grado sin precedentes de las inversiones extranjeras. Esta dependencia mostraba dos aspectos diferentes pero complementarios: por una parte, la manifestación más evidente era el dominio a la propiedad extranjera de importantes sectores, no agricultores, de la economía mexicana, como los bancos la minería, la industria y los transportes. Por otra parte, México se convirtió en el clásico ejemplo de país subdesarrollado productor de materias primas que depende de los mercados del norte industrializado.
En lo que toca a la política, el historiador menciona que Díaz controló al Congreso, la prensa estaba amordazada y controlada. Así mismo, la dictadura de Díaz estuvo ligada a dos hechos fuertemente ligados: la dedicación a lograr la estabilidad interna (la pax porfiriana) y a el surgimiento de un Estado fuerte y eficaz. Díaz, aparte de atraer inversiones extranjeras, con el fin de aumentar la renta pública, trató de delinear y modernizar la administración financiera del país, para lograrlo tuvo como verdadero artífice de su actualización a uno de los mejores financieros del país: José Yves Limantour, a quien Díaz nombró ministro de hacienda en mayo de 1893, quien por primera vez en la historia de México logró equilibrar el presupuesto. Él lideraba al grupo de los científicos, que ahora entendemos como tecnócratas.
Por otra parte, el dictador no continuó con la política anticlerical de su antecesor Lerdo, y aunque la Iglesia Católica no recobró el poder que tuvo anterior a la Reforma de 1857, sí logró acumular nuevamente riquezas, publicaciones de revistas y los colegios religiosos se multiplicaron por todo el país.
En lo que se refiere a los grupos rebeldes en algunas zonas del territorio, Díaz se dedicó a tratar de controlar la violencia principalmente en el norte, en donde se persiguió a las culturas originarias como los Yaquis en Sonora y los tarahumaras en Chihuahua. Lo que realmente pretendía el gobierno de Díaz era despojar a estos grupos de sus tierras para incorporarlas al progreso y en beneficio del capital extranjero. La expropiación de tierras en todo el territorio se debió al surgimiento de nuevos mercados para los productos agrícolas mexicanos, situación que llevó a los hacendados a esforzarse por aumentar sus territorios para elevar el rendimiento. También la especulación fue un fuerte incentivo para la expropiación de tierras.
Otro más de los aspectos que refiere el autor es aquel que tiene que ver con la condición del campesinado en las haciendas. Él comenta que a finales del S. XIX había habido dos tipos de aparcería en la hacienda: “los medieros al rajar, y los medieros al quinto”, los primeros tenían sus propios animales y asperos de labranza, y recibían el 50 por ciento de la cosecha; los medieros de quinto utilizaban los asperos y animales de la hacienda y a cambio debían abonar el 50 por ciento de sus cosechas más una quinta parte del resto de la cosecha como pago por el uso de los instrumentos y los animales, de modo que se quedaban como mucho con el 40 por ciento de lo producido. Pero a principios del siglo casi todos se habían vuelto medieros al quinto. En los estados del sur los trabajadores comenzaron a ligarse a las haciendas en condiciones de peonaje parecidas a la esclavitud, principalmente en las plantaciones de henequén en Yucatán, el Valle Nacional en Oaxaca en la producción de tabaco y en las plantaciones de café en Chiapas. Los campesinos no podían abandonar las fincas hasta haber pagado todas sus deudas, y el hacendado se encargaba de que esto no pasara, cometiendo fraude, el aumento de los precios en la tienda de reya, y obligando al los campesinos a aceptar préstamos que no necesitaba.
En el cuarto y último apartado, “La crisis del porfiriato, 1900-1910, Friedrich Kats hace un análisis de las razones de la caída del régimen dictatorial de Porfirio Díaz en 1911. Fueron muchas las causas por las que en la primera década del siglo empezó el principio del fin para la dictadura profirista como: 1) la progresiva incapacidad del régimen para mantener el consenso entre las clases alta y media; 2) se desarrollaron movimientos de oposición a nivel regional; 3) se registraron huelgas que afectaron a miles de trabajadores; 4) la insatisfacción de los EU con respecto a Díaz iba en aumento; 5) una depresión económica sin precedentes; 6) cambios políticos a nivel regional y nacional; 7) la creciente y cada vez visible represión gubernamental; 8) la lucha por la sucesión del presiente que envejecía; 9) un resurgimiento del nacionalismo y la aparición de México como escenario de la rivalidad europeo-norteamericana. Todos estos factores contribuyeron a terminar con la pax porfiriana.
En fin, todas las contradicciones internas del gobierno de Díaz se juntaron con la crisis económica de 1907. Todas estas contradicciones llevarían a México a la revolución. Un factor muy importante que contribuyó a la debacle del régimen, sin lugar a dudas, fue el movimiento obrero. De ahí que los movimientos sociales de los obreros en México no tuvieron lugar durante la caída de la economía sino en el auge inmediatamente precedente. Fueron tres los más importantes: la huelga de la fábrica textil de Río Blanco, Veracruz, en junio de 1906; la huelga minera de Cananea, Sonora, enero de 1907, y el movimiento de obreros ferroviarios en Chihuahua en 1908.
La represión de estos movimientos obreros tarjo como consecuencia que miles de estos trabajadores simpatizaran con el primero y más radical movimiento de oposición a escala nacional surgido durante el porfiriato: El Partido Liberal Mexicano (PLM), fundado por intelectuales de la provincia a principios de siglo liderados por los hermanos Enrique y Ricardo Flores Magón. Más tarde, grupos disidentes de la clase media y alta apoyaron al distinguido militar Bernardo Reyes a través del Partido Democrático. Cuando éste representó una verdadera amenaza al régimen Díaz se deshizo de él enviándolo a Europa. Finalmente, un miembro de una familia de hacendados acaudalados del estado de Coahuila Francisco I. Madero publicó un libro La sucesión presidencial en 1908 e impulsado por el Partido Antirreleccionista, Díaz tenía los días contados. Así, el descontento hacia el régimen por varios sectores dio inicio la Revolución de 1910 que acabó con la dictadura porfirista en 1911.
Del capítulo y sus apartados podemos decir que la búsqueda de la modernización se logró pero con un alto precio, es decir, coptación y represión en la política interior: “la pax porfiriana” , el orden a costa de lo que fuera para poder atraer la inversión. Para la política exterior fue la de concesiones a los inversionistas extranjeros, muy ventajosas, sobre todo en sectores clave dentro de la economía: comunicaciones, sistema financiero y minas, principalmente.
La decadencia se debió por muchos factores antes mencionados en el quedó claro el desgaste del régimen en la primera década del S. XX. En pocas palabras: Díaz dejó de garantizar el bien común que lo legitimó tantos años. La división entre las cúpulas y la confrontación entre clases marcó, junto con otros factores como la crisis económica de 1907 y la demanda de justicia social, sobre todo el problema agrario, el fin del porfiriato.
La conclusión es que nos encontramos frente a un capítulo muy aleccionador de un historiador muy consagrado que deja en claro los dos objetivos de estudio de la unidad: “La búsqueda de la nación moderna: el porfiriato, y las contradicciones de la modernización porfiriana: los orígenes de la revolución.
Bibliografía
Friedrich Katz, “La restauración de la República y el porfiriato”, en AAVV, Historia de México, Barcelona: Crítica, 2001, pp. 96-146.
*** IMPORTANTE *** Revoluciones es un proyecto de información alternativa sin fines de lucro, para mantenernos en línea requerimos de tu apoyo. Puedes ayudarnos haciendo un deposito bancario, por mínimo que sea, hazlo en el banco HSBC, al número de cuenta 6271254999 a nombre de Samuel R. García o en transferencia electrónica abonando al número Clabe: 021180062712549990. Gracias.
Comentarios