Teodoro Rentería Arróyave
Si no ocurre en estos días una reversa profunda en la falta de cumplimiento de sus compromisos de campaña electoral en materia de derechos humanos, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, va enfrentar serios problemas que darían al traste con su primordial objetivo de mejorar la imagen de su nación en el mundo, que dejó en el estercolero de la ignominia su antecesor, George W. Bush.
A ello se aúna el profundo debate sobre las acusaciones mutuas sobre torturas ante la Agencia Central de Inteligencia, CIA, y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, el cual ha rebasado a la clase política puesto que ha permeado a los medios y a la sociedad estadounidense toda, con el ingrediente de que también es tema polémico en el mundo.
Como se sabe, la cadena de televisión australiana SBS difundió algunas fotografías que forman parte de las 2 mil instantáneas sobre abusos en las cárceles de Irak y Afganistán que la Administración Obama pretende evitar que salgan a la luz, no obstante su promesa de respetar las libertades de prensa y expresión. Según ha informado la cadena, las fotos fueron adquiridas en 2006, al rebote del escándalo de las torturas de Abu Graib, pero en su momento no fueron aireadas.
Pelosi, que en 2006 se convirtió en la primera mujer en presidir la Cámara Baja, esquivó durante semanas las interrogantes sobre qué sabía sobre la asfixia simulada y otros métodos de tortura, y cuándo lo supo. Todo comenzó cuando la CIA indicó recientemente en un informe que en 2002, Pelosi, entonces la demócrata de mayor rango del Comité de Inteligencia de la Cámara baja, fue informada sobre esa práctica.
La Administración Obama anunció el pasado miércoles que recurriría a la decisión de un tribunal de permitir la desclasificación de las 2 mil fotos, tal como había solicitado la Asociación Americana por las Libertades Civiles, ACLU, por sus siglas en inglés. La Casa Blanca alega que la publicación de las instantáneas podrían desencadenar una nueva ola de antiamericanismo en el mundo musulmán que pusiera en peligro la vida de los soldados estadounidenses allí destacados.
La Pelosi rompió su silencio de forma contundente al acusar en una rueda de prensa a la CIA de haberle mentido a ella y a otros líderes del Congreso sobre los métodos para ablandar a los sospechosos de terrorismo e insistió en que, en contra de lo que dice la CIA, ella no fue informada sobre la asfixia simulada en una reunión a puerta cerrada el 4 de septiembre de 2002 y que la CIA "engañó al Congreso de Estados Unidos".
A todo esto se unen otros dos compromisos de los cuales ya también reculó el presiente Obama: el cierre inmediato de la criminal cárcel de Guantánamo, territorio cubano ocupado ilegalmente por Estados Unidos y la reapertura de los tribunales militares para juzgar a los “acusados de terrorismo” por Bush, y detenidos en esas cárceles clandestinas.
Hemos respetado, casi textual, los cables de estas terribles y desmoralizantes noticias, por eso insistimos: si no ocurre en estos días una reversa profunda en la falta de cumplimiento de sus compromisos de campaña en materia de derechos humanos, el presidente de Estados Unidos Barack Obama va enfrentar serios problemas que darían al traste con su primordial objetivo de mejorar la imagen de su nación en el mundo, que dejó en el estercolero de la ignominia su antecesor, George W. Bush. Entre Obama y la Pelosi se juega, por hoy, el futuro de la potencia mundial.
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Si no ocurre en estos días una reversa profunda en la falta de cumplimiento de sus compromisos de campaña electoral en materia de derechos humanos, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, va enfrentar serios problemas que darían al traste con su primordial objetivo de mejorar la imagen de su nación en el mundo, que dejó en el estercolero de la ignominia su antecesor, George W. Bush.
A ello se aúna el profundo debate sobre las acusaciones mutuas sobre torturas ante la Agencia Central de Inteligencia, CIA, y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, el cual ha rebasado a la clase política puesto que ha permeado a los medios y a la sociedad estadounidense toda, con el ingrediente de que también es tema polémico en el mundo.
Como se sabe, la cadena de televisión australiana SBS difundió algunas fotografías que forman parte de las 2 mil instantáneas sobre abusos en las cárceles de Irak y Afganistán que la Administración Obama pretende evitar que salgan a la luz, no obstante su promesa de respetar las libertades de prensa y expresión. Según ha informado la cadena, las fotos fueron adquiridas en 2006, al rebote del escándalo de las torturas de Abu Graib, pero en su momento no fueron aireadas.
Pelosi, que en 2006 se convirtió en la primera mujer en presidir la Cámara Baja, esquivó durante semanas las interrogantes sobre qué sabía sobre la asfixia simulada y otros métodos de tortura, y cuándo lo supo. Todo comenzó cuando la CIA indicó recientemente en un informe que en 2002, Pelosi, entonces la demócrata de mayor rango del Comité de Inteligencia de la Cámara baja, fue informada sobre esa práctica.
La Administración Obama anunció el pasado miércoles que recurriría a la decisión de un tribunal de permitir la desclasificación de las 2 mil fotos, tal como había solicitado la Asociación Americana por las Libertades Civiles, ACLU, por sus siglas en inglés. La Casa Blanca alega que la publicación de las instantáneas podrían desencadenar una nueva ola de antiamericanismo en el mundo musulmán que pusiera en peligro la vida de los soldados estadounidenses allí destacados.
La Pelosi rompió su silencio de forma contundente al acusar en una rueda de prensa a la CIA de haberle mentido a ella y a otros líderes del Congreso sobre los métodos para ablandar a los sospechosos de terrorismo e insistió en que, en contra de lo que dice la CIA, ella no fue informada sobre la asfixia simulada en una reunión a puerta cerrada el 4 de septiembre de 2002 y que la CIA "engañó al Congreso de Estados Unidos".
A todo esto se unen otros dos compromisos de los cuales ya también reculó el presiente Obama: el cierre inmediato de la criminal cárcel de Guantánamo, territorio cubano ocupado ilegalmente por Estados Unidos y la reapertura de los tribunales militares para juzgar a los “acusados de terrorismo” por Bush, y detenidos en esas cárceles clandestinas.
Hemos respetado, casi textual, los cables de estas terribles y desmoralizantes noticias, por eso insistimos: si no ocurre en estos días una reversa profunda en la falta de cumplimiento de sus compromisos de campaña en materia de derechos humanos, el presidente de Estados Unidos Barack Obama va enfrentar serios problemas que darían al traste con su primordial objetivo de mejorar la imagen de su nación en el mundo, que dejó en el estercolero de la ignominia su antecesor, George W. Bush. Entre Obama y la Pelosi se juega, por hoy, el futuro de la potencia mundial.
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