Adán Salgado Andrade
Desde la sitiada Ciudad de México. En un artículo anterior, escribí acerca de la muy conveniente “descomposición” del Estado mexicano (Ver en Internet: “La muy oportuna ‘descomposición’ del Estado mexicano, pretexto para militarizar y recrudecer la represión gubernamental”), en donde analizo qué tan convenientes son las situaciones de shock para los gobiernos, gracias a las cuales se puede justificar, por ejemplo, la virtual militarización que en este momento estamos experimentando en este país, so pretexto del “combate al narcotráfico”, o la infame aplicación de nuevos impuestos porque, se nos dice, así “saldremos de la crisis” o permitir que compañías extranjeras le entren a la explotación petrolera (sobre todo de los llamados pozos ultraprofundos) porque, justifican los mal administradores panistas, no “contamos” con la tecnología necesaria y nos ¡vamos a quedar sin petróleo!... y así podría seguir. Pero todo eso ahora, ante la “emergencia sanitaria” que de repente surgió, muy convenientemente también, ha quedado opacado, pasa a segundo término, y ahora, reza la amarillista propaganda oficial, lo más importante es “¡tú salud y la de tu familia!”. Así que no importan más los despidos injustificados, los cierres ilegales de minas (la de Cananea, por ejemplo), el sistema corrupto de “justicia” que tenemos, la severa, endémica crisis económica que nos azota, el fraudulento gobierno que nos han impuesto... no, nada de esas “minucias” son ya tan importantes en estos momentos de “¡pánico pandémico!”.
Así que las “situaciones extremas”, independientemente de los peligros reales o creados que entrañen, son muy convenientemente empleadas por los gobiernos para implantar impopulares medidas que, como dije, sería difícil de lograr. En Estados Unidos, por ejemplo, luego del sospechoso derribo de las torres gemelas, George Bush pudo imponer, en nombre de la “seguridad nacional”, draconianas medidas que atentaron contra la individualidad, los derechos humanos y las libertades elementales de cuanto estadounidense fuera considerado “terrorista”. En la actual situación de pánico que se ha creado en esta muy contaminada, conglomerada, hacinada, desigual y caótica ciudad de México, se ha dado lugar a una paranoia colectiva que impacta en la psiquis individual, a grado tal que basta salir a la calle, por ejemplo, o ir de compras, como yo hice por estos días, para comprobarlo. Una de estas tardes de “emergencia”, me encontraba en un muy popular y estadounidense supermercado (cuyas actividades comerciales, muy convenientemente, a pesar de la emergencia epidemiológica, siguen muy como si nada, pues los negocios son negocios sin importar las emergencias de cualquier tipo que se presenten), el que, por cierto, estaba lleno, a pesar de que se le ha “aconsejado” a la gente “permanecer en sus hogares”. De repente, al llegar a la zona de los productos de limpieza, debí reprimir, con bastantes trabajos, un estornudo provocado por el polvo que emiten las bolsas de detergente. No quise dar lugar, con tan involuntaria y natural acción biológica, a que los predispuestos, sugestionados, atemorizados clientes (especialmente aquéllos que se consideraban inmunes a los microscópicos virus portando intimidantes tapabocas de distintos modelos y materiales, dando lugar también con ello a una insólita, nunca antes vista nueva división social tapabucal), o se lanzaran contra mí y me sacaran del lugar, airados por mi irresponsabilidad biológica o huyeran despavoridos ante tan repentino, cercano peligro biológico (esto también alimentado, claro, por nuestra muy habituada cultura hollywoodense, que todo tiende a magnificarlo y convertirlo en una muy grave catástrofe, así del tipo de “Soy leyenda”, esa reciente película en donde el protagonista principal, Willie Smith, sobrevive a un aterrador virus que convierte a quienes infecta en peligrosos mutantes hidrofóbicos).
Si ya de por sí hemos llegado a una época en que se ha alentado – muy convenientemente para el sistema – un creciente individualismo social, que ha llevado a una consecuente deshumanización, ahora, en estos pandémicos momentos, con “medidas preventivas” como la expresa prohibición de saludarse, no digamos ya de beso, sino de mano, o no “aglomerarse” y mejor “permanecer en el hogar”, se agrava el citado individualismo, acompañándolo, además, de una suspicacia y de un alarmismo que verá a todo aquél que aparezca como infectado, o que al menos lo aparente ser, como a alguien peligrosísimo.
Sin embargo, detrás de esta “emergencia sanitaria”, hay hechos incuestionables, como veremos.
Grandes Ganancias
Y las evidencias que desde el principio se sobredimensionó esta epidemia llamada, ahora corrige el nombre la OMS (Organización Mundial de la Salud), “influenza humana A de origen porcino”, denotada como H1N1, ya están surgiendo, pues ahora se asevera que ni es tan peligrosa, ni tan mortal y que muchas personas que se contagian de ella, apenas presentan algunos leves síntomas, más parecidos a los de una gripe común. Puedo citar el caso de el hijo de unos amigos, quien contrajo la enfermedad días antes de que se declarara la “emergencia sanitaria”, como evidencia de que el mal no es mortal y puede curarse sin acudir a los costosos tratamientos del Tamiflu. Marcos es su nombre, tiene diez años, y cuando se enfermó, efectivamente los síntomas más agudos que padeció fueron una fiebre que le duró toda una noche y un fuerte dolor de cabeza. Sin embargo, bastó con medicamentos para bajarle la fiebre, algún antigripal, alimentación saludable, como jugos, frutas, sopas, reposo (no fue un día a la escuela) y a los dos días ya estaba Marcos como si nada. Su familia, al parecer, no se contagió del mal. Sólo su mamá mostró muy leves síntomas, más parecidos a una gripe, como ligero cansancio, pero nada más. Y ya después, cuando comenzó a cundir el pánico, nos hemos percatado de que lo que Marcos padeció fue la influenza.
Y aún la referida influenza aviar, la denotada como H5N1, a pesar de que se le considera como sumamente peligrosa, ha provocado desde el año 2004 a la fecha, alrededor de 250 muertes, la última de la cuales tuvo lugar en China, en enero, con la que suman dos este año. Sin embargo, tomando como referencia la fatalidad que provocó la llamada influenza española, que entre 1918 y 1920 provocó alrededor de 20 millones de muertes (sólo hay que tener en cuenta que el brote se dio luego de la primera guerra mundial, época durante la cual las condiciones sanitarias eran malas y quedaron peor tras la batalla, casi no había medicamentos, los hospitales eran más insalubres... en fin, eran otras condiciones históricas), se han exagerado, en mi opinión, los efectos que provoca la influenza en la actualidad, lo que ha beneficiado bastante a la industria farmacéutica, en especial a la empresa multinacional Roche (originalmente Suiza), comercializadora del medicamento Tamiflu, cuyo componente activo es el Oseltamivir, considerado como el “más eficaz tratamiento contra la influenza creado hasta ahora”. En Estados Unidos, un tratamiento de 30 pastillas cuesta alrededor de 180 dólares. Aquí en México, el gobierno tuvo la gran ocurrencia de comprarle a esa empresa 400,000 tratamientos, que le fueron vendidos de ganga a sólo 350 pesos cada uno, o sea, Roche se ganó casi 140 millones de pesos gracias a la emergencia epidemiológica. En las farmacias, ese medicamento se vende en alrededor de 500 pesos (quizá aún más, aprovechándose del compulsivo pánico consumidor). Y como se está bombardeando mediáticamente que sólo esa medicina es la única cura posible, pues podemos imaginar que el negocio para Roche y para sus accionistas será excelente (sus acciones subieron 30% en estos pandémicos días). Y si en todo el mundo se están armando con millones de tratamientos de Tamiflu, “por si las dudas”, pues Roche podrá jactarse de que aún, en medio de la severa crisis económica que estamos padeciendo (la cual sigue, no se va a curar con el Tamiflu, por desgracia), los negocios no están nada mal.
Y sólo para ilustrar más la influencia mundial de Roche, agregaré que uno de sus principales accionistas es nada menos que el ex secretario del Pentágono, el señor Donald Rumsfeld, quien era director de Gilead, la empresa que originalmente inventó el retroviral Tamiflu, que hasta el año 2003, era desconocida e incluso reportó fuertes pérdidas, que casi la llevaron a la quiebra. Curiosamente en ese año comenzaron a difundirse a nivel mundial los peligros que representaría una pandemia de influenza, sobre todo la aviar, y gracias a la labor cabildera de Rumsfeld para que el gobierno de Bush adquiriera cientos de miles de dosis del medicamento, las acciones de Gilead comenzaron a subir, se cuadruplicaron, y fue cuando la adquirió Roche, en vista del gran negocio que representaba contar con una patente única para combatir a la peligrosísima influenza aviar. Luego de que Roche compró Gilead, Rumsfeld conservó buen parte de sus acciones, las que de inmediato subieron mucho más, gracias a que nuevamente, en el año 2006, cuando Rumsfeld aún era secretario del Pentágono, la influencia mediática de las grandes cadenas televisivas, continuó aterrorizando a todo el mundo sobre los apocalípticos peligros que representaría una potencial pandemia aviar y alrededor de 60 países compraron millones de órdenes del Tamiflu, que le reportaron ventas a la empresa por más de mil millones de dólares. El mismo gobierno estadounidense continuó armándose de millones de dosis gracias a la persistente labor de “intermediación” del muy acomedido Rumsfeld, que en ese año se ganó casi seis millones de dólares extras, gracias a que sus acciones en Roche también incrementaron su valor. Y sin embargo, a pesar del Tamiflu, en EU mueren al año alrededor de 40,000 personas, ¿será que no les alcanzó para adquirir ese caro medicamento o que no es tan efectivo? Y en ese sentido, hay varios reportes de investigadores que señalan que no en todos los casos el tratamiento es tan eficaz. Quizá el virus al que pretendieron combatir ya haya mutado y el Tamiflu “sólo le haga cosquillas”.
Por tanto, en vista de esos lucrativos hechos, convendría preguntarse, ¿son reales los peligros potenciales de la influenza en todas sus variantes o se han exagerado y más bien han servido para que un puñado de empresas obtengan una gran ventaja económica de tanto terrorismo mediático?
Sea como sea, independientemente de los peligros reales que la influenza represente, hay que decir que el sistema toma ventaja hasta de las catástrofes, las que al final se traducen en dinero... y mucho.
En esta sitiada ciudad, la “emergencia sanitaria” realmente está siendo un muy buen negocio, por ejemplo, no sólo para Roche, sino para los fabricantes de tapabocas, de los desinfectantes, de los jabones líquidos, de los hospitales privados... sí, y es algo que continuará por varias semanas, hasta que oficialmente se diga que ya terminó la emergencia sanitaria y entonces, pues habrá que hallar otro nuevo distractor, con tal de mantener a la gente espantada y que ello signifique un buen negocio para algunos (quizá otra epidemia). Esta forma de dominación por medio del terror ha dado muy buenos resultados en EU, país en donde desde hace años a la gente se le ha inducido un compulsivo consumismo (además de controlarla) debido más al pánico y no a hechos reales. Por ejemplo, en los años cincuentas, por el peligro inminente que representaría una guerra termonuclear entre la URSS y EU, a la gente casi se le obligó a que construyera sótanos, con tal de que tuvieran algo de “protección” si la guerra se iniciaba (absurdo, pues de nada hubieran servido los sótanos). Actualmente muchas personas se han construido las llamadas “habitaciones del pánico”, también por si enfrentaran algún peligro mayor, por si tuvieran que permanecer muchas semanas encerrados. Los más pudientes las equipan con toda clase de lujos, como cavas llenas de finos vinos, aire acondicionado, jacuzzi...
Y luego de los sospechosos derribos de las torres gemelas, se generó una histeria colectiva por supuestos ataques de ántrax que llegaban en cartas anónimas. Fue tal la paranoia, que la gente, con sólo ver talco regado (pues se les dijo que era similar el ántrax al talco), marcaba el número de las emergencias, el 911, atiborrando a la policía con cientos de falsas alarmas. Quizá por ello fue que a las pocas semanas, muy repentinamente, cesó tan “peligrosísima amenaza”.
Seguramente aquí sucederá lo mismo ya que superemos la “emergencia sanitaria”, lo cual, al parecer, ocurrirá oficialmente el 5 de mayo, ya que los días festivos hayan transcurrido y todo regrese a la normalidad. Sin embargo, el daño en el tejido y la cohesión social que se ha provocado con este exagerado manejo mediático de la crisis, ye estará hecho. La gente será mucho más desconfiada que antes y el individualismo-aislacionismo característico de las sociedades urbanas será más agudo.
Nuevos virus
Como dije, esta cepa de la influenza no es tan severa como la aviar (la que, como refiero arriba, tampoco ha provocado tantos muertos), con lo cual no quiero decir ni lejanamente que, en efecto, existan virus, o estén en formación, potencialmente muy peligrosos. El caso concreto es el virus VIH, que provoca el SIDA (que Ometeotl nos libre cuando surja alguno con sus mortales características que pueda transmitirse realmente a través del aire y que nos entrara por la nariz). Una gran cantidad de virus mutan en su composición genética debido en muchas ocasiones a la acción del hombre. Por ejemplo, el hecho de que varios de ellos hayan saltado de los animales al hombre, es debido a la interacción cada vez más cercana que hemos establecido con éstos. Los trabajadores que laboran en las granjas en donde son criados miles de cerdos, de pollos, de vacas y otros, se ha hallado que están muy expuestos a enfermedades que de repente pueden entrar en su organismo, adaptarse y ocasionarles enfermedades. Por otro lado, el tipo de alimentos que se les dan a esos animales, tales como el maíz transgénico, y que acompañan con fuertes dosis de antibióticos, con tal de que esos animales crezcan “sanos, fuertes y libres de enfermedades”, inducen también cambios genéticos en los microorganismos que habitan en sus cuerpos y que los vuelven más resistentes cuando llegan a representar potenciales enfermedades. Más adelante retomaré este punto de la cría masiva de animales y los peligros que ello atrae.
En cuanto a los virus nuevos o potenciales a los que me refería arriba, hay evidencias de que existen un buen número de ellos entre la fauna animal aún salvaje, como la existente en las selvas amazónicas o africanas, los cuales, como dije, pueden saltar hacia los humanos.
Un equipo de investigadores encabezados por Nathan Wolfe, biólogo de la Universidad de California, se encuentra justamente en África, en Camerún, buscando virus con esas características. El problema en ese país es que la gente local, la gran mayoría sumamente pobre, con tal de sobrevivir, caza animales, tales como primates o aves, vendiendo unas piezas y alimentándose de otras. Wolfe supone que el virus del SIDA tuvo su origen en una circunstancia similar, allá por la década de 1930, cuando algún cazador de la época capturó un chimpancé, cuya sangre, infectada por un virus de inmunodeficiencia existente en el primate, se debe de haber mezclado con una herida del hombre. Luego, el virus invasor, se adaptó muy bien en el organismo de dicho cazador, desarrollando todos sus letales efectos y poco a poco fue pasando de humano en humano, hasta que en 1980 fue evidente que se había propagado ya en cientos de miles de personas y desde entonces ha cobrado millones de víctimas.
Wolfe ha descubierto variaciones de un virus conocido como HTLV. La variante HTLV-1 se cree que tiene relación con la leucemia que dispara la producción de células T. Este virus ha infectado a unos 20 millones de personas en todo el mundo. La variante HTLV-2, es una fuente potencial de desórdenes neurológicos.
Así, debido a las propiedades mutágenas y de gran adaptación que tienen los virus, sería muy posible para varios de ellos que se encuentran hasta ahora solamente en animales, que siguieran el mismo camino del virus VIH y que incluso produjeran enfermedades más letales. Además, el problema adicional es que aunque se lograran hacer vacunas para combatirlos, dichos virus tienden a seguir mutando cada cierto tiempo. Es por eso que hasta ahora no ha podido desarrollarse una vacuna contra el virus VIH, por su gran facilidad para mutar a otras formas.
El problema es que, como señalé antes, el hombre mismo ha propiciado tales mutaciones. En el caso de la influenza porcina, por ejemplo, como ya mencioné, es muy probable que el tipo de alimentación que se les da actualmente a los cerdos, como el maíz transgénico, haya llevado a una mutación del virus porcino que durante muchos siglos, digamos, permaneció sólo como una enfermedad de esos animales. Pero el hecho de que el maíz transgénico es adicionado con agentes tóxicos para darle, según sus productores (la compañía estadounidense Monsanto), “resistencia” a las plagas, y además evitar que tan “productivo” maíz no pueda ser sembrado nuevamente y tenga que ser comprado – se le adiciona un tóxico que inhibe el crecimiento de las semillas de las plantas cosechadas, si tales semillas no son compradas –, muy probablemente haya contribuido a la mutación del citado virus. Justamente es en EU en donde se comenzaron a dar los primeros casos de mutación del virus porcino que le dieron la posibilidad de saltar hacia los humanos, país en donde ya son varios los años que a los millones de animales producidos “en serie” por las agroindustrias, como si fueran llantas, se les alimenta con productos transgénicos de los cuales se desconocen los efectos que a futuro provocarán por su ingesta (y tomemos en cuenta que esos animales son comidos ya también por millones de humanos, así que la cadena de funestas consecuencias continuará).
Y es también en dicho país, que esa manera de manejar industrialmente la cría de animales de todo tipo, desde aves, hasta ganado vacuno, ha provocado que surjan males como el de las “vacas locas”, que se debe a que esos animales, desde hace tiempo, se alimentaron de los restos “enriquecidos” de vacas muertas, con tal de que, justificaban los ganaderos, se “aprovechara” todo. Eso dio lugar a una mutación en las proteínas del cerebro de las vacas – un prion, que es una proteína mutada, totalmente distinta a las normales –, que desde entonces se presenta de cuando en cuando y ha afectado incluso a humanos, quienes han muerto al ingerir la carne infectada, la cual ni cocida es segura. (en Inglaterra han muerto casi 100 personas desde 1995). Esa enfermedad, aunque no se debe a un virus, da cuenta de los cambios que la absurda acción del hombre puede inducir entre los animales y, consecuentemente, entre los organismos o virus que los habiten.
El equipo de Wolfe ha descubierto también otras variaciones del virus HTLV, las HTLV-3 y la HTLV-4, cuyos potenciales peligros aún se desconocen. Declara Wolfe que aún quedan decenas de virus por descubrir y que quizá varios de ellos impliquen potenciales, verdaderamente mortales males, tales como el virus VIH, del que se cree que se ha metido en el hombre unas diez veces a lo largo de la historia común entre ese ente (no es un ser vivo) y la humanidad.
Y entonces sí, cuando nos comencemos a caer muertos de repente por las calles o nos convirtamos en fieros mutantes, como consecuencia de esos mutados virus, seré el primero en adquirir un costoso equipo anticontagios (máscara hermética antigas, tanque de oxígeno a las espalda, traje sellado de asbesto con refrigeración, por aquello del calentamiento global... ¡nada de inútiles tapabocas!)... o tener lista una cápsula de cianuro, cuando a pesar de todas mis precauciones, el virus me invada y prefiera mejor una digna muerte.
Las superbacterias
El otro peligro real, que ya está entre nosotros, lo constituyen las llamadas superbacterias, microorganismos que también, gracias a la muy oportuna acción del hombre, están convirtiéndose en genuinos supervillanos, resistentes a cuanto antibiótico o medio para deshacerse de ellos se les aplique. Estos que siguen, son sólo un par de ejemplos de tales superbacterias, que llegaron no sólo para quedarse, sino para hacerse más y más resistentes con el tiempo.
La muy costosa guerra de Irak no sólo lo fue en los miles de millones de dólares que tanta sofisticación militar requirió, la cual resultó absurda e innecesariamente superior a la fuerza real bélica de aquel pobre país, el que sucumbió sin demasiadas batallas ante el poderío armamentista de la así llamada “coalición” (EU-Inglaterra) invasora. También le generó al Pentágono una perdida guerra contra bacterias que, debido a las improvisadas instalaciones hospitalarias de campo, se tornaron sumamente resistentes y peligrosas a cuanto arsenal de antibióticos se posee en la actualidad. El Pentágono, con tal de que se contara con instalaciones hospitalarias de apoyo (CSH’s, Combat support hospitals) cercanas a los escenarios de guerra, improvisó hasta en tiendas de campaña gigantes, supuestas clínicas para atender de emergencia a los soldados heridos, no sólo que se les dieran allí los primeros auxilios, sino que se les practicaran, incluso, cirugías y operaciones mayores, luego de lo cual se les administraban múltiples antibióticos de amplio espectro que acabarían, se pensaba, con cualquier bacteria u hongo que pudiera infectar la herida.
Sin embargo, no contaron las autoridades militares estadounidenses, que tanto “eficientismo hospitalario” llevaría a crear una superbacteria. En especial una bacteria, la llamada Acinetobacter baumannii, se tornó muy resistente, no sólo a los antibióticos, sino a su capacidad de propagación, pues puede permanecer, ahora se sabe, en la piel de una persona sana, sin ser detectada, y que ésta sirva como medio de contagio hacia una persona que esté herida o esté convaleciendo de una operación en un hospital. Los cócteles de antibióticos no hicieron más que volverla aún más resistente. Pero además es un organismo que ha “aprendido” a tomar de otras bacterias u hongos sus específicas resistencias a los medicamentos, de tal manera que en uno de los más recientes estudios genéticos que se le practicaron, se halló que contaba con 52 genes que le permiten combatir antibióticos, radiación o cualquier otra forma de medio que trate de acabar con su letal acción. En forma natural, la acinetobacter se halla en la tierra, en teléfonos celulares, en pollos congelados, en plantas de tratamiento de aguas negras, en utensilios de formica... por todo el mundo, pero la cepa baumannii resulta que sólo se encuentra en los hospitales, constituyendo un potencial peligro para los enfermos que allí llegan a “curarse”, a los que invade a través de heridas. Es tan resistente y adaptable a los instrumentos médicos, que logra sobrevivir semanas en estetoscopios, en las braceras para medir la presión, en los colchones... ¡y hasta en los teclados de las computadoras! Incluso resisten muchos de los desinfectantes empleados para limpiar el instrumental y las instalaciones hospitalarias. Y de algo le ha servido a esa bacteria ser tan resistente, pues además de que no la matan los antibióticos, científicos israelitas han tenido la peregrina idea de modificarla genéticamente para ser empleada en los derrames petroleros, debido a su capacidad de degradación de muchas sustancias, tales como el petróleo, cosa que me parece muy cuestionable y abominable, pues si esa modificación puede ser absorbida por las cepas baumannii, ¡ni imaginar deseo que sucedería en cuanto a la mayor letalidad que adquirirían y que podrían incrementar su resistencia todavía más a la ya poseída!
Así que no se detectó que en esos hospitales de campaña existía la bacteria y varios soldados heridos que supuestamente iban allí para ser curados de sus heridas, a quienes, como se acostumbra, luego de las operaciones se les aplicaron fuertes dosis de cócteles de varios antibióticos de amplio umbral de acción, murieron semanas después como consecuencia de la letal acción de las infecciones que la bacteria, resistente a la totalidad de tales medicamentos, provocó en sus organismos muy lenta y silenciosamente, sin ser detectada, pues nadie hubiera sospechado que una bacteria tan aparentemente frágil, que anteriormente se combatía con cualquier antibiótico, pudiera causar esas repentinas y mortales infecciones.
Otra superbacteria que también está incrementando su peligrosidad es la conocida como MRSA (methicillin-resistant Staphylococcus aureus), considerada por varias autoridades sanitarias estadounidenses e investigadores como el “nuevo SIDA” de EU, que tan solo en el año 2005 mató a 18650 personas, mucho más que las fallecidas por el aparentemente más temible SIDA. Resulta que en un reciente estudio llevado a cabo por la investigadora estadounidense Tara Smith, profesora asistente de la Universidad de Iowa, se halló que en granjas porcinas de EU, además de otras establecidas en Canadá y Noruega (curiosamente los grupos de cabilderos de la industria porcina de EU se habían opuesto hasta ese momento a que el estudio se efectuara en granjas estadounidenses, mismos que contribuyeron también con dinero para la campaña electoral de Barack Obama), existe dicha bacteria, en particular la cepa ST398 y está tan difundida, que afecta por igual a los animales y a las personas que trabajan allí. La investigadora señala que una de las causas por las que esa bacteria ha adquirido su resistencia se debe a que en la dieta diaria con que se alimenta a los cerdos, se adicionan antibióticos con tal de “mantenerlos libres de infecciones” y por esa muy errónea costumbre, no sólo tal bacteria se ha vuelto más resistente a dichos antibióticos, sino que se está generando también resistencia en otros microorganismos los cuales, con el tiempo, también serán igualmente difíciles de combatir cuando provoquen infecciones. En una de esas granjas se halló que un 70% de los cerdos estaban infectados, en tanto que un 64% de las personas laborando allí, también lo estaban, y que tanto cerdos, como el personal infectados, portan a la resistente bacteria en las fosas nasales, constituyendo esa situación un potencial foco de infección. Pero lo peor fue que se descubrió que un 10% de la carne de cerdo importada de Canadá, así como la estadounidense, estaban infectadas por dicha bacteria y que al parecer eso ya tenía algún tiempo, lo que significa que millones de personas pueden portar incluso la bacteria, la que, en condiciones adecuadas, podrá dar marcha a sus infecciosos efectos. De hecho, son frecuentes en EU las infecciones provocadas en la piel por el MRAS, las que se manifiestan por iniciales manchas rojizas, que luego se convierten en úlceras cutáneas, y que pueden evolucionar muy rápidamente hasta convertirse en purulentas llagas muy difíciles de tratar, pero que si no se atienden, pueden incluso provocar la muerte. Y aunque es ya un problema de salud público, inexplicablemente se ha tendido a ocultar. (puede verse en Youtube un video en el que un comentarista de TV entrevista a una doctora, la que coloca al MRAS en EU como “el nuevo SIDA”. El link de dicho video es el siguiente: http://www.youtube.com/watch?v=E7EikdbfAvA&feature=related).
La conclusión del estudio de la investigadora Smith, señala que no sólo esa bacteria se transmite de persona a persona ya, sino que también lo hace a través de los alimentos, en este caso, de la carne de los cerdos infectados.
Aquí en México, en los estados de Sonora y de Veracruz operan dos plantas productoras de cerdos de la compañía estadounidense Smithfield Foods, consideradas ambas como las principales productoras de ganado porcino en el país. Particularmente la planta que opera en Veracruz, en Perote, bautizada como “Granjas Carroll de México”, está en estos momentos de emergencia sanitaria en medio del escándalo, pues se cree que el primer caso reportado de un enfermo aparentemente infectado por la influenza porcina, en la cercana comunidad rural de La Gloria, se originó debido a las actividades de dicha empresa. Sin embargo, a la luz de los hechos reales citados arriba, considero que no se trata de infecciones debidas a la influenza, pues aparentemente en ese estado no hay brotes, sino, más grave aún, que debe de tratarse de males provocados por la ya citada bacteria MRSA, quizá la cepa ST398, hallada en las granjas de EU y de Canadá, lo cual estaría provocando infecciones bastante agresivas, que actúan oportunista y colateralmente a otras enfermedades, justamente como una gripe común o la citada influenza, pues en los debilitados sistemas inmunológicos de los enfermos afectados por dichos males, la bacteria MRSA encuentra un excelente campo para desarrollar su letal acción, mucho más rápido que en personas que sólo estuvieran contagiadas de esa bacteria, provocándoles mortales, incurables neumonías. Recientemente fue entrevistado un funcionario de esa empresa, alegando a su favor que no se habían hallado virus de influenza allí. Pero lo que más bien se debe de analizar en los cerdos y los trabajadores que allí laboran es si están contaminados con MRAS, pues se ha comprobado que individuos aparentemente saludables pueden acarrear dicha bacteria en sus fosas nasales por periodos que van desde semanas hasta años, sin mostrar ningún síntoma, pero pueden contagiar a personas más sensibles, sobre todo que tengan su sistema inmune debilitado o que estén padeciendo un mal respiratorio y entonces, sí, como dije, los efectos pueden ser mortales.
Por tanto, el peligro de ingerir carne de cerdo no es el que transmita influenza, sino que si está infectada con el MRAS, puede infectar, a su vez, a los que la coman, pero eso es algo que no ha aclarado la OMS y se ha desentendido del problema, diciendo que la carne de cerdo es segura, “pero que se cocine bien” (suponen que así se mata a la bacteria), con lo cual oculta ese potencial foco de infección. Y por eso le cambió, de súbito, el nombre a la influenza porcina, pues provocó el enojo de los grandes productores mundiales de cerdos, quienes cabildearon y presionaron a tal organización para que se suprimiera el nombre de “influenza porcina”, pues, alegaron, el daño a sus negocios es ya “enorme”.
Pero igualmente grave es que el MRAS no sólo está presente en las granjas porcícolas, sino que también invade a los hospitales, al igual que el Acinetobacter baumannii. En un estudio también reciente, se halló que el 58% de los trabajadores del sector salud portan en sus manos a la resistente bacteria, lo cual provoca infecciones casi incurables en los enfermos a los que se les practica, por ejemplo, una inserción de cánula para aplicarles suero o sangre, ya que el MRAS de inmediato se introduce por la herida al organismo del enfermo, provocándole en muchos casos la muerte. Se calcula que en todo el mundo, las muertes debidas a infecciones por MRAS ocupan el tercer lugar de todas las defunciones. Y eso sucede tanto en los hospitales de los países desarrollados, los que supuestamente estarían a la vanguardia en técnicas de higiene, como en el resto de los países, los subdesarrollados, en donde los casos de infecciones aumentan todavía más en relación a aquéllos.
Y así como las dos superbacterias anteriores se fortalecen día a día, varias más se están apertrechando. Podría decirse que, en cierta forma, la humanidad está perdiendo la batalla contra ellas, pues aún y cuando se sigan produciendo más y más medicamentos para combatir a bacterias y virus, éstos siempre hallarán la forma de volverse inmunes hacia ellos. Por otro lado, es un hecho que también se trata de mecanismos naturales de eliminación de una especie, el hombre, que ha resultado ser una de las más destructivas y dañinas que han vivido sobre la faz de este deteriorado planeta.
Hospitales peligrosos
Por tanto, muertes debidas a males respiratorios y a muchos otros, son cotidianas en esta ciudad, en todo el país y en todo el mundo, claro. Sólo que ahora, aquí, en la sitiada, apestada ciudad de México, debido a la “emergencia sanitaria”, se deben de reportar, sobre todo, las defunciones provocadas por enfermedades respiratorias. Y habría que analizar en cuántas de tales muertes haya participado directamente el MRAS o alguna otra superbacteria desconocida hasta ahora, que haya estado presente en las instalaciones hospitalarias, más que la influenza, la que quizá, en efecto, haya debilitado el sistema inmune del enfermo, pero que ello haya propiciado la intromisión del MRAS, pues en fases avanzadas de infección provoca una incontrolable neumonía, que es lo que se ha reportado en las muertes como causa de éstas.
Se han dado a conocer alrededor de 180 muertes “sospechosas” hasta el martes, debidas a males respiratorios, pero sólo se han confirmado 15 casos cuyo origen se debió al virus de la influenza inicialmente llamada porcina (espero no continuar dañando los intereses de los puerqueros al seguirme refiriendo con ese nombre a la enfermedad).
Por otra parte, no se han proporcionado, hasta ahora, los perfiles socio-económicos tanto de los fallecidos que padecían efectivamente influenza, como el de los otros, porque si seguramente se hace, se vería que aquellos que fallecieron por esas enfermedades respiratorias, aún sin saber si fueron infectados o no por el virus, pertenecían varios de ellos a sectores poblacionales de escasos recursos, que no cuentan con medios económicos suficientes ni siquiera para combatir a una simple gripe, la que quizá evolucionó en sus consecuencias hasta volverse mortal.
Lo cual me remite a recordar cuántos millones de personas en el mundo mueren al año por enfermedades curables, tales como diarreas infecciosas, las mencionadas gripes u otros males que pudieron haberse curado con la simple ingesta de medicamentos tales como cloranfenicol o similares, pero que por carecer de medios suficientes ni siquiera para alimentarse, ya no digamos bien, sino todos los días, mucho menos podrán adquirir un medicamento para curarse, por barato y accesible que éste sea.
Cabe señalar que las gripes que nos afectan aquí en México (que son también un tipo de influenza) por sí mismas no matan, sino que al ir debilitando al sistema inmune, si no son tratadas a tiempo, dan lugar a que bacterias oportunistas vayan incrementando los males en el enfermo. Una gripe mal atendida, por tanto, puede provocar la muerte, pues los efectos de los patógenos oportunistas van progresando, pasando a bronquitis, neumonía, bronconeumonía... y así, hasta matar al agripado. Y los factores para que ello ocurra son, sobre todo, de orden económico, independientemente de la edad. Conozco gente de más de 90 años, pero que está muy bien nutrida y dispone de recursos materiales suficientes para llevar una vida relativamente sana y que en casos así, de una gripa, de inmediato recibe la atención y la alimentación adecuadas. Pero en los casos de la gente que fallece, en la mayoría se trata de aquéllas personas pertenecientes a los estratos bajos, de cualquier edad, que ni comen bien y ni tienen dinero ni siquiera para adquirir medicamentos de los llamados genéricos (los del doctor Simi y otros por el estilo).
Así debió de haber sucedido con los casos de personas que, refieren las autoridades mexicanas, llegaron a los hospitales en avanzados estados de gravedad por males respiratorios (neumonías o bronconeumonías) y a las pocas horas murieron.
Y eso, que lleguen así, tan enfermos y que sólo por ello se les atienda en los hospitales o clínicas, es algo muy cotidiano en este país en donde los servicios de salud, en especial los públicos, son tan malos (ver mi artículo en Internet: “Los deficientes servicios públicos mexicanos de salud: el caso del ISSSTE”), que casi casi la gente debe llegar muriéndose para que se le atienda, sobre todo al tratarse de medicina especializada, pues cuando no es así, que no sea urgente su caso, se le otorga al enfermo, digamos de un mal cardiaco o digestivo, una cita para tres o cuatro meses después.
Claro que en medio del amarillismo mediático, esos casos se inflaron (al principio, muy irresponsablemente, casi se hizo creer que todas las muertes se habían debido a la influenza porcina), se conocieron de primera mano, con tal de reforzar la idea en la gente de que, efectivamente, estamos enfrentando un “virus muy peligroso”, y hay que aceptar todas las medidas “sanitarias”, la peor de ellas, que en nombre del “combate a la enfermedad”, se dé autorización, incluso policíaca, para que se irrumpa sin orden legal en los hogares en donde se “tenga sospecha” de que hay “peligrosos enfermos” de influenza (¿influenzados sería el sustantivo?).
Y quién no asegura que esa supuesta medida temporalmente aprobada, se quede después para siempre (como sucedió con la tenencia automovilística en 1968, la que fue aprobada en ese entonces para hacerse de un dinero extra para combatir al “extremismo social”, según arguyó el represor gobierno de entonces), trascienda de su original aplicación, y se le emplee no sólo durante “emergencias biológicas” (que serán ya cotidianas, al paso que vamos, con los virus y bacterias cada vez más resistentes), sino para también arrestar “sospechosos” durante “emergencias sociales”, sí, como que la gente proteste por la represión, la pobreza, el desempleo, la corrupción... y otros males, estos gubernamentales, que también seguirán endémicos, a la par de los biológicos.
Tomemos en cuenta, además, que la pésima calidad del aire en esta contaminada ciudad, con partículas suspendidas, gases tóxicos, químicos dispersos, polvo... también contribuye al incremento de las enfermedades respiratorias, debido a que tales contaminantes debilitan nuestro sistema inmune.
Y si a todo lo anterior agregamos que buena parte de los mexicanos están desnutridos, porque o no comen lo suficiente, la mayoría, o lo hacen mal, ya desde antes teníamos una “emergencia sanitaria”.
En conclusión, podría decir que desde el inicio de la “emergencia sanitaria” se falsearon los datos, se aterrorizó a la población y el único tema importante, que supera a lo que hasta antes de la epidemia hubiera sido trascendente es “no contagiarse con tan terrible, mortal enfermedad”.
No importa la crisis económica, ni la militarización del país, ni la explotación de compañías estadounidenses de nuestro petróleo, ni playas compradas por inmobiliarias extranjeras, ni minas cerradas, ni los miles de desempleados por la quiebra económica, ni la prepotencia policíaca, ni ilegales cambios en las leyes laborales, ni el corrupto sistema “legal” que tenemos, ni la sobreexplotación y contaminación de nuestros recursos... no nada de eso importa más que “¡estar encerrados en la casa, usar el tapabocas todo el tiempo y no saludar a nadie!”. Sí, mejor y muy efectiva forma de control social, no pudo hallar el gobierno.
Desde la sitiada Ciudad de México. En un artículo anterior, escribí acerca de la muy conveniente “descomposición” del Estado mexicano (Ver en Internet: “La muy oportuna ‘descomposición’ del Estado mexicano, pretexto para militarizar y recrudecer la represión gubernamental”), en donde analizo qué tan convenientes son las situaciones de shock para los gobiernos, gracias a las cuales se puede justificar, por ejemplo, la virtual militarización que en este momento estamos experimentando en este país, so pretexto del “combate al narcotráfico”, o la infame aplicación de nuevos impuestos porque, se nos dice, así “saldremos de la crisis” o permitir que compañías extranjeras le entren a la explotación petrolera (sobre todo de los llamados pozos ultraprofundos) porque, justifican los mal administradores panistas, no “contamos” con la tecnología necesaria y nos ¡vamos a quedar sin petróleo!... y así podría seguir. Pero todo eso ahora, ante la “emergencia sanitaria” que de repente surgió, muy convenientemente también, ha quedado opacado, pasa a segundo término, y ahora, reza la amarillista propaganda oficial, lo más importante es “¡tú salud y la de tu familia!”. Así que no importan más los despidos injustificados, los cierres ilegales de minas (la de Cananea, por ejemplo), el sistema corrupto de “justicia” que tenemos, la severa, endémica crisis económica que nos azota, el fraudulento gobierno que nos han impuesto... no, nada de esas “minucias” son ya tan importantes en estos momentos de “¡pánico pandémico!”.
Así que las “situaciones extremas”, independientemente de los peligros reales o creados que entrañen, son muy convenientemente empleadas por los gobiernos para implantar impopulares medidas que, como dije, sería difícil de lograr. En Estados Unidos, por ejemplo, luego del sospechoso derribo de las torres gemelas, George Bush pudo imponer, en nombre de la “seguridad nacional”, draconianas medidas que atentaron contra la individualidad, los derechos humanos y las libertades elementales de cuanto estadounidense fuera considerado “terrorista”. En la actual situación de pánico que se ha creado en esta muy contaminada, conglomerada, hacinada, desigual y caótica ciudad de México, se ha dado lugar a una paranoia colectiva que impacta en la psiquis individual, a grado tal que basta salir a la calle, por ejemplo, o ir de compras, como yo hice por estos días, para comprobarlo. Una de estas tardes de “emergencia”, me encontraba en un muy popular y estadounidense supermercado (cuyas actividades comerciales, muy convenientemente, a pesar de la emergencia epidemiológica, siguen muy como si nada, pues los negocios son negocios sin importar las emergencias de cualquier tipo que se presenten), el que, por cierto, estaba lleno, a pesar de que se le ha “aconsejado” a la gente “permanecer en sus hogares”. De repente, al llegar a la zona de los productos de limpieza, debí reprimir, con bastantes trabajos, un estornudo provocado por el polvo que emiten las bolsas de detergente. No quise dar lugar, con tan involuntaria y natural acción biológica, a que los predispuestos, sugestionados, atemorizados clientes (especialmente aquéllos que se consideraban inmunes a los microscópicos virus portando intimidantes tapabocas de distintos modelos y materiales, dando lugar también con ello a una insólita, nunca antes vista nueva división social tapabucal), o se lanzaran contra mí y me sacaran del lugar, airados por mi irresponsabilidad biológica o huyeran despavoridos ante tan repentino, cercano peligro biológico (esto también alimentado, claro, por nuestra muy habituada cultura hollywoodense, que todo tiende a magnificarlo y convertirlo en una muy grave catástrofe, así del tipo de “Soy leyenda”, esa reciente película en donde el protagonista principal, Willie Smith, sobrevive a un aterrador virus que convierte a quienes infecta en peligrosos mutantes hidrofóbicos).
Si ya de por sí hemos llegado a una época en que se ha alentado – muy convenientemente para el sistema – un creciente individualismo social, que ha llevado a una consecuente deshumanización, ahora, en estos pandémicos momentos, con “medidas preventivas” como la expresa prohibición de saludarse, no digamos ya de beso, sino de mano, o no “aglomerarse” y mejor “permanecer en el hogar”, se agrava el citado individualismo, acompañándolo, además, de una suspicacia y de un alarmismo que verá a todo aquél que aparezca como infectado, o que al menos lo aparente ser, como a alguien peligrosísimo.
Sin embargo, detrás de esta “emergencia sanitaria”, hay hechos incuestionables, como veremos.
Grandes Ganancias
Y las evidencias que desde el principio se sobredimensionó esta epidemia llamada, ahora corrige el nombre la OMS (Organización Mundial de la Salud), “influenza humana A de origen porcino”, denotada como H1N1, ya están surgiendo, pues ahora se asevera que ni es tan peligrosa, ni tan mortal y que muchas personas que se contagian de ella, apenas presentan algunos leves síntomas, más parecidos a los de una gripe común. Puedo citar el caso de el hijo de unos amigos, quien contrajo la enfermedad días antes de que se declarara la “emergencia sanitaria”, como evidencia de que el mal no es mortal y puede curarse sin acudir a los costosos tratamientos del Tamiflu. Marcos es su nombre, tiene diez años, y cuando se enfermó, efectivamente los síntomas más agudos que padeció fueron una fiebre que le duró toda una noche y un fuerte dolor de cabeza. Sin embargo, bastó con medicamentos para bajarle la fiebre, algún antigripal, alimentación saludable, como jugos, frutas, sopas, reposo (no fue un día a la escuela) y a los dos días ya estaba Marcos como si nada. Su familia, al parecer, no se contagió del mal. Sólo su mamá mostró muy leves síntomas, más parecidos a una gripe, como ligero cansancio, pero nada más. Y ya después, cuando comenzó a cundir el pánico, nos hemos percatado de que lo que Marcos padeció fue la influenza.
Y aún la referida influenza aviar, la denotada como H5N1, a pesar de que se le considera como sumamente peligrosa, ha provocado desde el año 2004 a la fecha, alrededor de 250 muertes, la última de la cuales tuvo lugar en China, en enero, con la que suman dos este año. Sin embargo, tomando como referencia la fatalidad que provocó la llamada influenza española, que entre 1918 y 1920 provocó alrededor de 20 millones de muertes (sólo hay que tener en cuenta que el brote se dio luego de la primera guerra mundial, época durante la cual las condiciones sanitarias eran malas y quedaron peor tras la batalla, casi no había medicamentos, los hospitales eran más insalubres... en fin, eran otras condiciones históricas), se han exagerado, en mi opinión, los efectos que provoca la influenza en la actualidad, lo que ha beneficiado bastante a la industria farmacéutica, en especial a la empresa multinacional Roche (originalmente Suiza), comercializadora del medicamento Tamiflu, cuyo componente activo es el Oseltamivir, considerado como el “más eficaz tratamiento contra la influenza creado hasta ahora”. En Estados Unidos, un tratamiento de 30 pastillas cuesta alrededor de 180 dólares. Aquí en México, el gobierno tuvo la gran ocurrencia de comprarle a esa empresa 400,000 tratamientos, que le fueron vendidos de ganga a sólo 350 pesos cada uno, o sea, Roche se ganó casi 140 millones de pesos gracias a la emergencia epidemiológica. En las farmacias, ese medicamento se vende en alrededor de 500 pesos (quizá aún más, aprovechándose del compulsivo pánico consumidor). Y como se está bombardeando mediáticamente que sólo esa medicina es la única cura posible, pues podemos imaginar que el negocio para Roche y para sus accionistas será excelente (sus acciones subieron 30% en estos pandémicos días). Y si en todo el mundo se están armando con millones de tratamientos de Tamiflu, “por si las dudas”, pues Roche podrá jactarse de que aún, en medio de la severa crisis económica que estamos padeciendo (la cual sigue, no se va a curar con el Tamiflu, por desgracia), los negocios no están nada mal.
Y sólo para ilustrar más la influencia mundial de Roche, agregaré que uno de sus principales accionistas es nada menos que el ex secretario del Pentágono, el señor Donald Rumsfeld, quien era director de Gilead, la empresa que originalmente inventó el retroviral Tamiflu, que hasta el año 2003, era desconocida e incluso reportó fuertes pérdidas, que casi la llevaron a la quiebra. Curiosamente en ese año comenzaron a difundirse a nivel mundial los peligros que representaría una pandemia de influenza, sobre todo la aviar, y gracias a la labor cabildera de Rumsfeld para que el gobierno de Bush adquiriera cientos de miles de dosis del medicamento, las acciones de Gilead comenzaron a subir, se cuadruplicaron, y fue cuando la adquirió Roche, en vista del gran negocio que representaba contar con una patente única para combatir a la peligrosísima influenza aviar. Luego de que Roche compró Gilead, Rumsfeld conservó buen parte de sus acciones, las que de inmediato subieron mucho más, gracias a que nuevamente, en el año 2006, cuando Rumsfeld aún era secretario del Pentágono, la influencia mediática de las grandes cadenas televisivas, continuó aterrorizando a todo el mundo sobre los apocalípticos peligros que representaría una potencial pandemia aviar y alrededor de 60 países compraron millones de órdenes del Tamiflu, que le reportaron ventas a la empresa por más de mil millones de dólares. El mismo gobierno estadounidense continuó armándose de millones de dosis gracias a la persistente labor de “intermediación” del muy acomedido Rumsfeld, que en ese año se ganó casi seis millones de dólares extras, gracias a que sus acciones en Roche también incrementaron su valor. Y sin embargo, a pesar del Tamiflu, en EU mueren al año alrededor de 40,000 personas, ¿será que no les alcanzó para adquirir ese caro medicamento o que no es tan efectivo? Y en ese sentido, hay varios reportes de investigadores que señalan que no en todos los casos el tratamiento es tan eficaz. Quizá el virus al que pretendieron combatir ya haya mutado y el Tamiflu “sólo le haga cosquillas”.
Por tanto, en vista de esos lucrativos hechos, convendría preguntarse, ¿son reales los peligros potenciales de la influenza en todas sus variantes o se han exagerado y más bien han servido para que un puñado de empresas obtengan una gran ventaja económica de tanto terrorismo mediático?
Sea como sea, independientemente de los peligros reales que la influenza represente, hay que decir que el sistema toma ventaja hasta de las catástrofes, las que al final se traducen en dinero... y mucho.
En esta sitiada ciudad, la “emergencia sanitaria” realmente está siendo un muy buen negocio, por ejemplo, no sólo para Roche, sino para los fabricantes de tapabocas, de los desinfectantes, de los jabones líquidos, de los hospitales privados... sí, y es algo que continuará por varias semanas, hasta que oficialmente se diga que ya terminó la emergencia sanitaria y entonces, pues habrá que hallar otro nuevo distractor, con tal de mantener a la gente espantada y que ello signifique un buen negocio para algunos (quizá otra epidemia). Esta forma de dominación por medio del terror ha dado muy buenos resultados en EU, país en donde desde hace años a la gente se le ha inducido un compulsivo consumismo (además de controlarla) debido más al pánico y no a hechos reales. Por ejemplo, en los años cincuentas, por el peligro inminente que representaría una guerra termonuclear entre la URSS y EU, a la gente casi se le obligó a que construyera sótanos, con tal de que tuvieran algo de “protección” si la guerra se iniciaba (absurdo, pues de nada hubieran servido los sótanos). Actualmente muchas personas se han construido las llamadas “habitaciones del pánico”, también por si enfrentaran algún peligro mayor, por si tuvieran que permanecer muchas semanas encerrados. Los más pudientes las equipan con toda clase de lujos, como cavas llenas de finos vinos, aire acondicionado, jacuzzi...
Y luego de los sospechosos derribos de las torres gemelas, se generó una histeria colectiva por supuestos ataques de ántrax que llegaban en cartas anónimas. Fue tal la paranoia, que la gente, con sólo ver talco regado (pues se les dijo que era similar el ántrax al talco), marcaba el número de las emergencias, el 911, atiborrando a la policía con cientos de falsas alarmas. Quizá por ello fue que a las pocas semanas, muy repentinamente, cesó tan “peligrosísima amenaza”.
Seguramente aquí sucederá lo mismo ya que superemos la “emergencia sanitaria”, lo cual, al parecer, ocurrirá oficialmente el 5 de mayo, ya que los días festivos hayan transcurrido y todo regrese a la normalidad. Sin embargo, el daño en el tejido y la cohesión social que se ha provocado con este exagerado manejo mediático de la crisis, ye estará hecho. La gente será mucho más desconfiada que antes y el individualismo-aislacionismo característico de las sociedades urbanas será más agudo.
Nuevos virus
Como dije, esta cepa de la influenza no es tan severa como la aviar (la que, como refiero arriba, tampoco ha provocado tantos muertos), con lo cual no quiero decir ni lejanamente que, en efecto, existan virus, o estén en formación, potencialmente muy peligrosos. El caso concreto es el virus VIH, que provoca el SIDA (que Ometeotl nos libre cuando surja alguno con sus mortales características que pueda transmitirse realmente a través del aire y que nos entrara por la nariz). Una gran cantidad de virus mutan en su composición genética debido en muchas ocasiones a la acción del hombre. Por ejemplo, el hecho de que varios de ellos hayan saltado de los animales al hombre, es debido a la interacción cada vez más cercana que hemos establecido con éstos. Los trabajadores que laboran en las granjas en donde son criados miles de cerdos, de pollos, de vacas y otros, se ha hallado que están muy expuestos a enfermedades que de repente pueden entrar en su organismo, adaptarse y ocasionarles enfermedades. Por otro lado, el tipo de alimentos que se les dan a esos animales, tales como el maíz transgénico, y que acompañan con fuertes dosis de antibióticos, con tal de que esos animales crezcan “sanos, fuertes y libres de enfermedades”, inducen también cambios genéticos en los microorganismos que habitan en sus cuerpos y que los vuelven más resistentes cuando llegan a representar potenciales enfermedades. Más adelante retomaré este punto de la cría masiva de animales y los peligros que ello atrae.
En cuanto a los virus nuevos o potenciales a los que me refería arriba, hay evidencias de que existen un buen número de ellos entre la fauna animal aún salvaje, como la existente en las selvas amazónicas o africanas, los cuales, como dije, pueden saltar hacia los humanos.
Un equipo de investigadores encabezados por Nathan Wolfe, biólogo de la Universidad de California, se encuentra justamente en África, en Camerún, buscando virus con esas características. El problema en ese país es que la gente local, la gran mayoría sumamente pobre, con tal de sobrevivir, caza animales, tales como primates o aves, vendiendo unas piezas y alimentándose de otras. Wolfe supone que el virus del SIDA tuvo su origen en una circunstancia similar, allá por la década de 1930, cuando algún cazador de la época capturó un chimpancé, cuya sangre, infectada por un virus de inmunodeficiencia existente en el primate, se debe de haber mezclado con una herida del hombre. Luego, el virus invasor, se adaptó muy bien en el organismo de dicho cazador, desarrollando todos sus letales efectos y poco a poco fue pasando de humano en humano, hasta que en 1980 fue evidente que se había propagado ya en cientos de miles de personas y desde entonces ha cobrado millones de víctimas.
Wolfe ha descubierto variaciones de un virus conocido como HTLV. La variante HTLV-1 se cree que tiene relación con la leucemia que dispara la producción de células T. Este virus ha infectado a unos 20 millones de personas en todo el mundo. La variante HTLV-2, es una fuente potencial de desórdenes neurológicos.
Así, debido a las propiedades mutágenas y de gran adaptación que tienen los virus, sería muy posible para varios de ellos que se encuentran hasta ahora solamente en animales, que siguieran el mismo camino del virus VIH y que incluso produjeran enfermedades más letales. Además, el problema adicional es que aunque se lograran hacer vacunas para combatirlos, dichos virus tienden a seguir mutando cada cierto tiempo. Es por eso que hasta ahora no ha podido desarrollarse una vacuna contra el virus VIH, por su gran facilidad para mutar a otras formas.
El problema es que, como señalé antes, el hombre mismo ha propiciado tales mutaciones. En el caso de la influenza porcina, por ejemplo, como ya mencioné, es muy probable que el tipo de alimentación que se les da actualmente a los cerdos, como el maíz transgénico, haya llevado a una mutación del virus porcino que durante muchos siglos, digamos, permaneció sólo como una enfermedad de esos animales. Pero el hecho de que el maíz transgénico es adicionado con agentes tóxicos para darle, según sus productores (la compañía estadounidense Monsanto), “resistencia” a las plagas, y además evitar que tan “productivo” maíz no pueda ser sembrado nuevamente y tenga que ser comprado – se le adiciona un tóxico que inhibe el crecimiento de las semillas de las plantas cosechadas, si tales semillas no son compradas –, muy probablemente haya contribuido a la mutación del citado virus. Justamente es en EU en donde se comenzaron a dar los primeros casos de mutación del virus porcino que le dieron la posibilidad de saltar hacia los humanos, país en donde ya son varios los años que a los millones de animales producidos “en serie” por las agroindustrias, como si fueran llantas, se les alimenta con productos transgénicos de los cuales se desconocen los efectos que a futuro provocarán por su ingesta (y tomemos en cuenta que esos animales son comidos ya también por millones de humanos, así que la cadena de funestas consecuencias continuará).
Y es también en dicho país, que esa manera de manejar industrialmente la cría de animales de todo tipo, desde aves, hasta ganado vacuno, ha provocado que surjan males como el de las “vacas locas”, que se debe a que esos animales, desde hace tiempo, se alimentaron de los restos “enriquecidos” de vacas muertas, con tal de que, justificaban los ganaderos, se “aprovechara” todo. Eso dio lugar a una mutación en las proteínas del cerebro de las vacas – un prion, que es una proteína mutada, totalmente distinta a las normales –, que desde entonces se presenta de cuando en cuando y ha afectado incluso a humanos, quienes han muerto al ingerir la carne infectada, la cual ni cocida es segura. (en Inglaterra han muerto casi 100 personas desde 1995). Esa enfermedad, aunque no se debe a un virus, da cuenta de los cambios que la absurda acción del hombre puede inducir entre los animales y, consecuentemente, entre los organismos o virus que los habiten.
El equipo de Wolfe ha descubierto también otras variaciones del virus HTLV, las HTLV-3 y la HTLV-4, cuyos potenciales peligros aún se desconocen. Declara Wolfe que aún quedan decenas de virus por descubrir y que quizá varios de ellos impliquen potenciales, verdaderamente mortales males, tales como el virus VIH, del que se cree que se ha metido en el hombre unas diez veces a lo largo de la historia común entre ese ente (no es un ser vivo) y la humanidad.
Y entonces sí, cuando nos comencemos a caer muertos de repente por las calles o nos convirtamos en fieros mutantes, como consecuencia de esos mutados virus, seré el primero en adquirir un costoso equipo anticontagios (máscara hermética antigas, tanque de oxígeno a las espalda, traje sellado de asbesto con refrigeración, por aquello del calentamiento global... ¡nada de inútiles tapabocas!)... o tener lista una cápsula de cianuro, cuando a pesar de todas mis precauciones, el virus me invada y prefiera mejor una digna muerte.
Las superbacterias
El otro peligro real, que ya está entre nosotros, lo constituyen las llamadas superbacterias, microorganismos que también, gracias a la muy oportuna acción del hombre, están convirtiéndose en genuinos supervillanos, resistentes a cuanto antibiótico o medio para deshacerse de ellos se les aplique. Estos que siguen, son sólo un par de ejemplos de tales superbacterias, que llegaron no sólo para quedarse, sino para hacerse más y más resistentes con el tiempo.
La muy costosa guerra de Irak no sólo lo fue en los miles de millones de dólares que tanta sofisticación militar requirió, la cual resultó absurda e innecesariamente superior a la fuerza real bélica de aquel pobre país, el que sucumbió sin demasiadas batallas ante el poderío armamentista de la así llamada “coalición” (EU-Inglaterra) invasora. También le generó al Pentágono una perdida guerra contra bacterias que, debido a las improvisadas instalaciones hospitalarias de campo, se tornaron sumamente resistentes y peligrosas a cuanto arsenal de antibióticos se posee en la actualidad. El Pentágono, con tal de que se contara con instalaciones hospitalarias de apoyo (CSH’s, Combat support hospitals) cercanas a los escenarios de guerra, improvisó hasta en tiendas de campaña gigantes, supuestas clínicas para atender de emergencia a los soldados heridos, no sólo que se les dieran allí los primeros auxilios, sino que se les practicaran, incluso, cirugías y operaciones mayores, luego de lo cual se les administraban múltiples antibióticos de amplio espectro que acabarían, se pensaba, con cualquier bacteria u hongo que pudiera infectar la herida.
Sin embargo, no contaron las autoridades militares estadounidenses, que tanto “eficientismo hospitalario” llevaría a crear una superbacteria. En especial una bacteria, la llamada Acinetobacter baumannii, se tornó muy resistente, no sólo a los antibióticos, sino a su capacidad de propagación, pues puede permanecer, ahora se sabe, en la piel de una persona sana, sin ser detectada, y que ésta sirva como medio de contagio hacia una persona que esté herida o esté convaleciendo de una operación en un hospital. Los cócteles de antibióticos no hicieron más que volverla aún más resistente. Pero además es un organismo que ha “aprendido” a tomar de otras bacterias u hongos sus específicas resistencias a los medicamentos, de tal manera que en uno de los más recientes estudios genéticos que se le practicaron, se halló que contaba con 52 genes que le permiten combatir antibióticos, radiación o cualquier otra forma de medio que trate de acabar con su letal acción. En forma natural, la acinetobacter se halla en la tierra, en teléfonos celulares, en pollos congelados, en plantas de tratamiento de aguas negras, en utensilios de formica... por todo el mundo, pero la cepa baumannii resulta que sólo se encuentra en los hospitales, constituyendo un potencial peligro para los enfermos que allí llegan a “curarse”, a los que invade a través de heridas. Es tan resistente y adaptable a los instrumentos médicos, que logra sobrevivir semanas en estetoscopios, en las braceras para medir la presión, en los colchones... ¡y hasta en los teclados de las computadoras! Incluso resisten muchos de los desinfectantes empleados para limpiar el instrumental y las instalaciones hospitalarias. Y de algo le ha servido a esa bacteria ser tan resistente, pues además de que no la matan los antibióticos, científicos israelitas han tenido la peregrina idea de modificarla genéticamente para ser empleada en los derrames petroleros, debido a su capacidad de degradación de muchas sustancias, tales como el petróleo, cosa que me parece muy cuestionable y abominable, pues si esa modificación puede ser absorbida por las cepas baumannii, ¡ni imaginar deseo que sucedería en cuanto a la mayor letalidad que adquirirían y que podrían incrementar su resistencia todavía más a la ya poseída!
Así que no se detectó que en esos hospitales de campaña existía la bacteria y varios soldados heridos que supuestamente iban allí para ser curados de sus heridas, a quienes, como se acostumbra, luego de las operaciones se les aplicaron fuertes dosis de cócteles de varios antibióticos de amplio umbral de acción, murieron semanas después como consecuencia de la letal acción de las infecciones que la bacteria, resistente a la totalidad de tales medicamentos, provocó en sus organismos muy lenta y silenciosamente, sin ser detectada, pues nadie hubiera sospechado que una bacteria tan aparentemente frágil, que anteriormente se combatía con cualquier antibiótico, pudiera causar esas repentinas y mortales infecciones.
Otra superbacteria que también está incrementando su peligrosidad es la conocida como MRSA (methicillin-resistant Staphylococcus aureus), considerada por varias autoridades sanitarias estadounidenses e investigadores como el “nuevo SIDA” de EU, que tan solo en el año 2005 mató a 18650 personas, mucho más que las fallecidas por el aparentemente más temible SIDA. Resulta que en un reciente estudio llevado a cabo por la investigadora estadounidense Tara Smith, profesora asistente de la Universidad de Iowa, se halló que en granjas porcinas de EU, además de otras establecidas en Canadá y Noruega (curiosamente los grupos de cabilderos de la industria porcina de EU se habían opuesto hasta ese momento a que el estudio se efectuara en granjas estadounidenses, mismos que contribuyeron también con dinero para la campaña electoral de Barack Obama), existe dicha bacteria, en particular la cepa ST398 y está tan difundida, que afecta por igual a los animales y a las personas que trabajan allí. La investigadora señala que una de las causas por las que esa bacteria ha adquirido su resistencia se debe a que en la dieta diaria con que se alimenta a los cerdos, se adicionan antibióticos con tal de “mantenerlos libres de infecciones” y por esa muy errónea costumbre, no sólo tal bacteria se ha vuelto más resistente a dichos antibióticos, sino que se está generando también resistencia en otros microorganismos los cuales, con el tiempo, también serán igualmente difíciles de combatir cuando provoquen infecciones. En una de esas granjas se halló que un 70% de los cerdos estaban infectados, en tanto que un 64% de las personas laborando allí, también lo estaban, y que tanto cerdos, como el personal infectados, portan a la resistente bacteria en las fosas nasales, constituyendo esa situación un potencial foco de infección. Pero lo peor fue que se descubrió que un 10% de la carne de cerdo importada de Canadá, así como la estadounidense, estaban infectadas por dicha bacteria y que al parecer eso ya tenía algún tiempo, lo que significa que millones de personas pueden portar incluso la bacteria, la que, en condiciones adecuadas, podrá dar marcha a sus infecciosos efectos. De hecho, son frecuentes en EU las infecciones provocadas en la piel por el MRAS, las que se manifiestan por iniciales manchas rojizas, que luego se convierten en úlceras cutáneas, y que pueden evolucionar muy rápidamente hasta convertirse en purulentas llagas muy difíciles de tratar, pero que si no se atienden, pueden incluso provocar la muerte. Y aunque es ya un problema de salud público, inexplicablemente se ha tendido a ocultar. (puede verse en Youtube un video en el que un comentarista de TV entrevista a una doctora, la que coloca al MRAS en EU como “el nuevo SIDA”. El link de dicho video es el siguiente: http://www.youtube.com/watch?v=E7EikdbfAvA&feature=related).
La conclusión del estudio de la investigadora Smith, señala que no sólo esa bacteria se transmite de persona a persona ya, sino que también lo hace a través de los alimentos, en este caso, de la carne de los cerdos infectados.
Aquí en México, en los estados de Sonora y de Veracruz operan dos plantas productoras de cerdos de la compañía estadounidense Smithfield Foods, consideradas ambas como las principales productoras de ganado porcino en el país. Particularmente la planta que opera en Veracruz, en Perote, bautizada como “Granjas Carroll de México”, está en estos momentos de emergencia sanitaria en medio del escándalo, pues se cree que el primer caso reportado de un enfermo aparentemente infectado por la influenza porcina, en la cercana comunidad rural de La Gloria, se originó debido a las actividades de dicha empresa. Sin embargo, a la luz de los hechos reales citados arriba, considero que no se trata de infecciones debidas a la influenza, pues aparentemente en ese estado no hay brotes, sino, más grave aún, que debe de tratarse de males provocados por la ya citada bacteria MRSA, quizá la cepa ST398, hallada en las granjas de EU y de Canadá, lo cual estaría provocando infecciones bastante agresivas, que actúan oportunista y colateralmente a otras enfermedades, justamente como una gripe común o la citada influenza, pues en los debilitados sistemas inmunológicos de los enfermos afectados por dichos males, la bacteria MRSA encuentra un excelente campo para desarrollar su letal acción, mucho más rápido que en personas que sólo estuvieran contagiadas de esa bacteria, provocándoles mortales, incurables neumonías. Recientemente fue entrevistado un funcionario de esa empresa, alegando a su favor que no se habían hallado virus de influenza allí. Pero lo que más bien se debe de analizar en los cerdos y los trabajadores que allí laboran es si están contaminados con MRAS, pues se ha comprobado que individuos aparentemente saludables pueden acarrear dicha bacteria en sus fosas nasales por periodos que van desde semanas hasta años, sin mostrar ningún síntoma, pero pueden contagiar a personas más sensibles, sobre todo que tengan su sistema inmune debilitado o que estén padeciendo un mal respiratorio y entonces, sí, como dije, los efectos pueden ser mortales.
Por tanto, el peligro de ingerir carne de cerdo no es el que transmita influenza, sino que si está infectada con el MRAS, puede infectar, a su vez, a los que la coman, pero eso es algo que no ha aclarado la OMS y se ha desentendido del problema, diciendo que la carne de cerdo es segura, “pero que se cocine bien” (suponen que así se mata a la bacteria), con lo cual oculta ese potencial foco de infección. Y por eso le cambió, de súbito, el nombre a la influenza porcina, pues provocó el enojo de los grandes productores mundiales de cerdos, quienes cabildearon y presionaron a tal organización para que se suprimiera el nombre de “influenza porcina”, pues, alegaron, el daño a sus negocios es ya “enorme”.
Pero igualmente grave es que el MRAS no sólo está presente en las granjas porcícolas, sino que también invade a los hospitales, al igual que el Acinetobacter baumannii. En un estudio también reciente, se halló que el 58% de los trabajadores del sector salud portan en sus manos a la resistente bacteria, lo cual provoca infecciones casi incurables en los enfermos a los que se les practica, por ejemplo, una inserción de cánula para aplicarles suero o sangre, ya que el MRAS de inmediato se introduce por la herida al organismo del enfermo, provocándole en muchos casos la muerte. Se calcula que en todo el mundo, las muertes debidas a infecciones por MRAS ocupan el tercer lugar de todas las defunciones. Y eso sucede tanto en los hospitales de los países desarrollados, los que supuestamente estarían a la vanguardia en técnicas de higiene, como en el resto de los países, los subdesarrollados, en donde los casos de infecciones aumentan todavía más en relación a aquéllos.
Y así como las dos superbacterias anteriores se fortalecen día a día, varias más se están apertrechando. Podría decirse que, en cierta forma, la humanidad está perdiendo la batalla contra ellas, pues aún y cuando se sigan produciendo más y más medicamentos para combatir a bacterias y virus, éstos siempre hallarán la forma de volverse inmunes hacia ellos. Por otro lado, es un hecho que también se trata de mecanismos naturales de eliminación de una especie, el hombre, que ha resultado ser una de las más destructivas y dañinas que han vivido sobre la faz de este deteriorado planeta.
Hospitales peligrosos
Por tanto, muertes debidas a males respiratorios y a muchos otros, son cotidianas en esta ciudad, en todo el país y en todo el mundo, claro. Sólo que ahora, aquí, en la sitiada, apestada ciudad de México, debido a la “emergencia sanitaria”, se deben de reportar, sobre todo, las defunciones provocadas por enfermedades respiratorias. Y habría que analizar en cuántas de tales muertes haya participado directamente el MRAS o alguna otra superbacteria desconocida hasta ahora, que haya estado presente en las instalaciones hospitalarias, más que la influenza, la que quizá, en efecto, haya debilitado el sistema inmune del enfermo, pero que ello haya propiciado la intromisión del MRAS, pues en fases avanzadas de infección provoca una incontrolable neumonía, que es lo que se ha reportado en las muertes como causa de éstas.
Se han dado a conocer alrededor de 180 muertes “sospechosas” hasta el martes, debidas a males respiratorios, pero sólo se han confirmado 15 casos cuyo origen se debió al virus de la influenza inicialmente llamada porcina (espero no continuar dañando los intereses de los puerqueros al seguirme refiriendo con ese nombre a la enfermedad).
Por otra parte, no se han proporcionado, hasta ahora, los perfiles socio-económicos tanto de los fallecidos que padecían efectivamente influenza, como el de los otros, porque si seguramente se hace, se vería que aquellos que fallecieron por esas enfermedades respiratorias, aún sin saber si fueron infectados o no por el virus, pertenecían varios de ellos a sectores poblacionales de escasos recursos, que no cuentan con medios económicos suficientes ni siquiera para combatir a una simple gripe, la que quizá evolucionó en sus consecuencias hasta volverse mortal.
Lo cual me remite a recordar cuántos millones de personas en el mundo mueren al año por enfermedades curables, tales como diarreas infecciosas, las mencionadas gripes u otros males que pudieron haberse curado con la simple ingesta de medicamentos tales como cloranfenicol o similares, pero que por carecer de medios suficientes ni siquiera para alimentarse, ya no digamos bien, sino todos los días, mucho menos podrán adquirir un medicamento para curarse, por barato y accesible que éste sea.
Cabe señalar que las gripes que nos afectan aquí en México (que son también un tipo de influenza) por sí mismas no matan, sino que al ir debilitando al sistema inmune, si no son tratadas a tiempo, dan lugar a que bacterias oportunistas vayan incrementando los males en el enfermo. Una gripe mal atendida, por tanto, puede provocar la muerte, pues los efectos de los patógenos oportunistas van progresando, pasando a bronquitis, neumonía, bronconeumonía... y así, hasta matar al agripado. Y los factores para que ello ocurra son, sobre todo, de orden económico, independientemente de la edad. Conozco gente de más de 90 años, pero que está muy bien nutrida y dispone de recursos materiales suficientes para llevar una vida relativamente sana y que en casos así, de una gripa, de inmediato recibe la atención y la alimentación adecuadas. Pero en los casos de la gente que fallece, en la mayoría se trata de aquéllas personas pertenecientes a los estratos bajos, de cualquier edad, que ni comen bien y ni tienen dinero ni siquiera para adquirir medicamentos de los llamados genéricos (los del doctor Simi y otros por el estilo).
Así debió de haber sucedido con los casos de personas que, refieren las autoridades mexicanas, llegaron a los hospitales en avanzados estados de gravedad por males respiratorios (neumonías o bronconeumonías) y a las pocas horas murieron.
Y eso, que lleguen así, tan enfermos y que sólo por ello se les atienda en los hospitales o clínicas, es algo muy cotidiano en este país en donde los servicios de salud, en especial los públicos, son tan malos (ver mi artículo en Internet: “Los deficientes servicios públicos mexicanos de salud: el caso del ISSSTE”), que casi casi la gente debe llegar muriéndose para que se le atienda, sobre todo al tratarse de medicina especializada, pues cuando no es así, que no sea urgente su caso, se le otorga al enfermo, digamos de un mal cardiaco o digestivo, una cita para tres o cuatro meses después.
Claro que en medio del amarillismo mediático, esos casos se inflaron (al principio, muy irresponsablemente, casi se hizo creer que todas las muertes se habían debido a la influenza porcina), se conocieron de primera mano, con tal de reforzar la idea en la gente de que, efectivamente, estamos enfrentando un “virus muy peligroso”, y hay que aceptar todas las medidas “sanitarias”, la peor de ellas, que en nombre del “combate a la enfermedad”, se dé autorización, incluso policíaca, para que se irrumpa sin orden legal en los hogares en donde se “tenga sospecha” de que hay “peligrosos enfermos” de influenza (¿influenzados sería el sustantivo?).
Y quién no asegura que esa supuesta medida temporalmente aprobada, se quede después para siempre (como sucedió con la tenencia automovilística en 1968, la que fue aprobada en ese entonces para hacerse de un dinero extra para combatir al “extremismo social”, según arguyó el represor gobierno de entonces), trascienda de su original aplicación, y se le emplee no sólo durante “emergencias biológicas” (que serán ya cotidianas, al paso que vamos, con los virus y bacterias cada vez más resistentes), sino para también arrestar “sospechosos” durante “emergencias sociales”, sí, como que la gente proteste por la represión, la pobreza, el desempleo, la corrupción... y otros males, estos gubernamentales, que también seguirán endémicos, a la par de los biológicos.
Tomemos en cuenta, además, que la pésima calidad del aire en esta contaminada ciudad, con partículas suspendidas, gases tóxicos, químicos dispersos, polvo... también contribuye al incremento de las enfermedades respiratorias, debido a que tales contaminantes debilitan nuestro sistema inmune.
Y si a todo lo anterior agregamos que buena parte de los mexicanos están desnutridos, porque o no comen lo suficiente, la mayoría, o lo hacen mal, ya desde antes teníamos una “emergencia sanitaria”.
En conclusión, podría decir que desde el inicio de la “emergencia sanitaria” se falsearon los datos, se aterrorizó a la población y el único tema importante, que supera a lo que hasta antes de la epidemia hubiera sido trascendente es “no contagiarse con tan terrible, mortal enfermedad”.
No importa la crisis económica, ni la militarización del país, ni la explotación de compañías estadounidenses de nuestro petróleo, ni playas compradas por inmobiliarias extranjeras, ni minas cerradas, ni los miles de desempleados por la quiebra económica, ni la prepotencia policíaca, ni ilegales cambios en las leyes laborales, ni el corrupto sistema “legal” que tenemos, ni la sobreexplotación y contaminación de nuestros recursos... no nada de eso importa más que “¡estar encerrados en la casa, usar el tapabocas todo el tiempo y no saludar a nadie!”. Sí, mejor y muy efectiva forma de control social, no pudo hallar el gobierno.
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