Benedetti, aquel optimismo histórico

Carlos Fazio

En su paso por México, en mayo de 1984, para presentar Geografías, en la Librería Gandhi, rumbo a su natal Uruguay, de donde partió dos décadas atrás hacia el exilio, el escritor Mario Benedetti concedió esta entrevista a la revista Proceso (392), realizada por el periodista e historiador, también uruguayo, Carlos Fazio, que se reproduce a continuación debido a que el popular poeta y narrador falleció el domingo anterior en Montevideo a los 88 años.

Mario Benedetti, este uruguayo que hace ya un tiempo se afilió a lo que llama el optimismo histórico --"el optimismo que se desprende del desarrollo y el proceso de la historia"-- ve crecer despacio la victoria en su país. Confía en la juventud. En su aire fresco y su espontaneidad. Y ve cercano el camino del regreso. Su propio desexilio.

Repite fragmentos de "Ceremonias", un poema que integra el cuerpo de su último libro, Geografías. Dice:

"Es cierto que a todos nos forzaron las puertas, nos allanaron el desván y la memoria, nos quitaron los fantasmas y los papeles, nos cortaron en dos con un hacha de invierno. Pero en definitiva, no nos quitaron lo esencial. Nos castigaron pero no nos destruyeron."

En su estancia por México, donde presenta Geografías, una combinación de cuento y poesía sobre la vida, el amor, el odio, las relaciones humanas, la distancia, el exilio y la patria, el escritor habló a Proceso de la situación de su país.

--Mario, estos últimos años estuvo lejos del pampero; más bien hay caribes y mediterráneos a su paso. ¿Qué vientos del exilio parieron estas geografías de ahora? ¿Que geografías determinaron este libro del regreso, con su propio desexilio a cuestas?

--Por distintas razones he viajado mucho en estos diez años de exilio. En cada país que fui, vi compatriotas. Conversé mucho con ellos. Y de alguna manera, aparte de mis propios problemas de exiliado, me hice cargo, también, de los problemas de los exiliados. Distintos problemas. No es lo mismo estar en Cuba revolucionaria que en Suecia, España o Alemania. Desde un punto de vista humano eso me enriqueció y me preocupó. Desde el punto de vista literario, era la forma de recuperar mis personajes. Durante tantos años y tantos libros estuve limitado a los montevideanos de clase media. Eran mis personajes. De pronto, al ser yo mismo exiliado, se produjo una ruptura entre mis personajes y yo como autor. La única actitud de la dictadura que en algún sentido me benefició fue que siguió poniendo mis personajes a mi alcance, porque los desparramó por todo el mundo. Si ahora no son montevideanos de 18 y de Andes, del Paso Molino o de La Teja, son montevideanos de Sidney, de México, La Habana, Gotemburgo o Barcelona.

"De modo que estas geografías del exilio son, por un lado, un producto de ficción, por supuesto, porque son cuentos, no testimonios. Pero por otro, representan la repercusión que tuvieron en mí las conversaciones con mis compatriotas exiliados.

"En Geografías empieza a tener importancia otro elemento que no está en los anteriores libros del exilio, como La casa y el ladrillo, Cotidianas, Viento del exilio, Primavera con una esquina rota. El desexilio. La perspectiva del regreso. O el regreso como futuro verosímil."

--Aunque puede parecer obvio, ¿por qué está dedicado a Líber Seregni en general y en particular?

--Es un juego un poco irónico. Por un lado está el hecho de que a Seregni lo hayan degradado, de que lo hayan desgeneralizado. Al dedicarle a Seregni en general, estoy reivindicando esa condición de la cual lo despojaron. Por otro, también Seregni tiene una dimensión civil, o sea particular. Decimos en el Cono Sur: "está de particular". Pero hay otra doble dimensión: una es en general, como el gran líder político que ha demostrado ser, con su gran dignidad en estos diez años de prisión. Otra, en particular, más subjetiva, basada en la relación amistosa, fraternal, muy estrecha que he tenido con Seregni en los años que trabajé junto a él en el Frente Amplio. Esa relación ha dejado una huella y es el fundamento de mi adhesión y lealtad a Seregni.

--En sus Geografías, con todo y sus erosiones, sus enclaves y sus ciénagas, hay optimismo. Dice: "Una madrugada te forzaron las puertas y te allanaron el desván y la memoria, te quitaron los fantasmas y los papeles, te cortaron en dos con un hacha de invierno." El poema se llama "Ceremonias". ¿Es también su ceremonia?

El escritor pregunta ahí: "¿Recordaremos siempre no olvidar o las franjas de inquina se nos irán pudriendo?"

A la vez, le pregunto:

--¿Recordará siempre no olvidar a pesar de su optimismo?

--Sí, soy optimista. Lo era en los momentos más oscuros de la dictadura. Tenía una noción tal vez no demasiado razonada de que esa etapa tenebrosa debía terminar. Es cierto que a todos nos forzaron las puertas, nos allanaron el desván y la memoria, etcétera. Pero en definitiva, no nos quitaron lo esencial. Nos castigaron pero no nos destruyeron. Eso ha sido un poco nuestra ceremonia del exilio. Sobre todo de los artistas y los intelectuales.

"Cuando la dictadura planificó y trató de llevar a cabo la operación de genocidio cultural, nosotros, en el exilio, al saber las dificultades enormes que tenían los artistas e intelectuales en el país, tratamos de dar una respuesta vital: hacer poesía, canciones, música, pintura. Había una notable diferencia entre lo que hacían los de adentro y los de fuera. Pero ambas eran dos expresiones amputadas. Los que estaban adentro tenían el contexto pero no la libertad para expresar. Nosotros teníamos la libertad para hacerlo pero no el contexto. Cuando se pueda juntar estas dos mitades se va a dar el resultado integral de esta etapa tan dramática de la cultura uruguaya. Habrá una síntesis. Lo que hay que tener claro es que la labor de vanguardia, la que indicó el rumbo, que sirvió para preservar la cultura uruguaya, ha sido la de los que estaban adentro. Con todo y sus limitaciones, con todo y sus mordazas. Producir arte, así fuera en las entrelíneas, fue decisivo para la supervivencia de la cultura uruguaya.

"Ahora, una cosa es el asumir el natural optimismo al que lleva la etapa que se vive en Uruguay. Una cosa es estar dispuesto a la mayor amplitud en relación con la posible pacificación del país. Otra cosa sería olvidar. Aquí no cabe la amnesia. Para ser absolutamente realistas, tenemos que no olvidar. Para no repetir nuestros errores y para no olvidar nuestras heridas. Esto no es un problema de perdón cuya acepción no cabe, sino de reconstrucción. Una reconstrucción no se puede basar sobre el odio, pero tampoco sobre el perdón porque sería irreal."

–En 1973, en "Militancia", el verso que integra sus Letras de emergencia, decía: "La militancia también es una memoria de elefante." Atrás quedaron Ibero (el poeta asesinado por el Escuadrón de la Muerte), Zelmar y el Toba (los parlamentarios asesinados en Buenos Aires). Raúl Sendic y sus ocho compañeros vivieron "diez años de soledad" como rehenes de la dictadura y hoy siguen encarcelados. ¿Qué hacer con la memoria, Mario? ¿Qué hacer cuando venga la paz y la sangre del olivo de Alberti corra por el campo? ¿Habrá borrón y cuenta nueva? ¿Estarán estos nombres presentes a la hora de las conversaciones para el reencuentro?

--Hay nombres fundamentales en este pasado inmediato. Tú mencionas a Ibero Gutiérrez, a Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. También, por supuesto, a Sendic y a los ocho rehenes. Es cierto que en este momento algunos personajes de los partidos tradicionales hablan de borrón y cuenta nueva. Creo que hay que empezar una cuenta nueva, pero sin borrón. Una cuenta nueva que recoja el saldo de la anterior. Esa paz que queremos no puede ser una paz frágil, sino realmente verosímil. Una paz que no olvide la guerra, sino que sea casi como un epílogo de la guerra. No se saca al país del pozo sobre la base del odio. Hay que sacarlo sobre la base de la justicia, de la libertad. Pero hay que tener claro que si no se establecen los procedimientos de esa justicia y esa libertad, va a volver el odio. El odio no se elimina por decreto.

--Tuvo una Noción de Patria hace mucho tiempo (1962-63). Después el "golpe de gracia" de Pacheco enterró al Uruguay liberal. Vino Bordaberry y dio el "golpe de desgracia". Usted acuñó "Otra noción de patria" (La casa y el ladrillo, 1976-77). Escribió: "Esto es una derrota, hay que decirlo"; pero terminaba: "la victoria crecerá despacio como siempre han crecido las victorias". ¿Cuál es ahora su noción de patria desde la perspectiva del exilio?

--De alguna manera lo que está pasando en Uruguay confirma ese último verso de mi poema "Otra noción de patria". Porque la victoria ha ido creciendo despacio. Pero es victoria. Ahora tiene color de victoria. Una de las virtudes que tiene el movimiento popular de los últimos años, es que ha ido afirmando cada nuevo paso, con la osadía legítima que tiene que tener cada paso. Hacia adelante, afirmándose. Y la prueba está que la dictadura ha tenido que retroceder. Es la prueba más fehaciente. Nosotros padecimos cierta urgencia. Estos jóvenes de hoy han aprendido de esa urgencia que se frustró, por eso miden cada nuevo paso, lo aseguran. Y por eso la victoria está creciendo.

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