Prólogo político / Álvaro Cepeda Neri
Llegaron a mi correo sendas réplicas (conforme, pues, a uno de los derechos humanos creados, no por el derecho natural, sino por el derecho positivo escrito); así como aclaraciones respecto a mi columna sobre una más de las muchas religiones que, en el mundo, y en nombre de los dioses o de un Dios (éste es un tema propio del “teatro de las disputas sin término”) buscan preparar, individual y colectivamente a la humanidad, para su salvación en el “más allá” también llamado el Nuevo Reino, el Paraíso, el Cielo, etcétera.
Aclaraciones y réplicas amables, con la finalidad de corregir lo que escribí (Quod scripsi scripsi”) y darme más información sobre datos obtenidos del Diccionario de las religiones, coordinado por Paul Popupard (editorial Herder.-1987).
Dicen (o mejor dicho, me dicen, pues son cuatro aguerridos testigos, y lo de aguerridos en un elogio por su perseverancia en divulgar sus creencias, la lectura de la Biblia) que no son, como afirmé, cuatro millones de fieles, sino que rebasan los siete millones. Sí creen en el Diablo. Que sí cumplen con el imperio de la ley... mientras sus contenidos no se metan con su religión, por lo que es falso que no participen en “actos de idolatría” a La Bandera (con lo cual, entonces, desobedecen el cumplimiento sobre lo dispuesto en la Ley sobre el Himno y la Bandera).
Y sostienen que Jesucristo es hijo de Dios (¿de cuál de todos los dioses, que desde cuando menos los griegos, son varios y cada secta o religión, incluso a modo particular en las invocaciones de tirios y troyanos, postulan uno diferente).
Desprendidos de los adventistas, Charles Russell y el ya fallecido Joseph Rutherford, junto con Nathan Knorr (éste, me dicen, también ya “polvo eres y polvo serás”) dieron el año de 1914 y después de 1925, como el retorno de Cristo. Aseguran que en un momento dado Dios destruirá a los gobiernos actuales.
Aseguran también que los Testigos son los auténticos cristianos. Solamente que cada iglesia, de las muchísimas que existen: evangélicas, protestantes, etc., y la católica presumen de ser los legítimos cristianos. Ni modo de consultar, como me lo proponen, a los testigos que andan de casa en casa predicando su verdad, ya que por lo general no tienen más información que lo que les enseñan y aprenden al pie de la letra. Están encasillados en poseer la verdad absoluta.
Lo que me escriben es respetable. Pero, en una discusión, con todo y que sea religiosa, donde solamente caben aseveraciones fundadas en el “yo creo”, debe, de todas maneras de aceptarse sus réplicas, como las que sin la menor ofensa me hicieron llegar Marcial Fernández, Silvia del Pozo y Josué Cheuquiante, como también don Rubén Pérez Cano.
Han salido en defensa de su religión, dejando muy mal parado a don Diablo. Me aseguran que Jesucristo fue entronizado como Rey de los Cielos en 1914. Como sea, atendí los correos, donde esos cuatro testigos cristianos me comparten sus discrepancias. Son su verdad, y mucho muy respetable, pero no están al margen de la información ni la discusión.
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Llegaron a mi correo sendas réplicas (conforme, pues, a uno de los derechos humanos creados, no por el derecho natural, sino por el derecho positivo escrito); así como aclaraciones respecto a mi columna sobre una más de las muchas religiones que, en el mundo, y en nombre de los dioses o de un Dios (éste es un tema propio del “teatro de las disputas sin término”) buscan preparar, individual y colectivamente a la humanidad, para su salvación en el “más allá” también llamado el Nuevo Reino, el Paraíso, el Cielo, etcétera.
Aclaraciones y réplicas amables, con la finalidad de corregir lo que escribí (Quod scripsi scripsi”) y darme más información sobre datos obtenidos del Diccionario de las religiones, coordinado por Paul Popupard (editorial Herder.-1987).
Dicen (o mejor dicho, me dicen, pues son cuatro aguerridos testigos, y lo de aguerridos en un elogio por su perseverancia en divulgar sus creencias, la lectura de la Biblia) que no son, como afirmé, cuatro millones de fieles, sino que rebasan los siete millones. Sí creen en el Diablo. Que sí cumplen con el imperio de la ley... mientras sus contenidos no se metan con su religión, por lo que es falso que no participen en “actos de idolatría” a La Bandera (con lo cual, entonces, desobedecen el cumplimiento sobre lo dispuesto en la Ley sobre el Himno y la Bandera).
Y sostienen que Jesucristo es hijo de Dios (¿de cuál de todos los dioses, que desde cuando menos los griegos, son varios y cada secta o religión, incluso a modo particular en las invocaciones de tirios y troyanos, postulan uno diferente).
Desprendidos de los adventistas, Charles Russell y el ya fallecido Joseph Rutherford, junto con Nathan Knorr (éste, me dicen, también ya “polvo eres y polvo serás”) dieron el año de 1914 y después de 1925, como el retorno de Cristo. Aseguran que en un momento dado Dios destruirá a los gobiernos actuales.
Aseguran también que los Testigos son los auténticos cristianos. Solamente que cada iglesia, de las muchísimas que existen: evangélicas, protestantes, etc., y la católica presumen de ser los legítimos cristianos. Ni modo de consultar, como me lo proponen, a los testigos que andan de casa en casa predicando su verdad, ya que por lo general no tienen más información que lo que les enseñan y aprenden al pie de la letra. Están encasillados en poseer la verdad absoluta.
Lo que me escriben es respetable. Pero, en una discusión, con todo y que sea religiosa, donde solamente caben aseveraciones fundadas en el “yo creo”, debe, de todas maneras de aceptarse sus réplicas, como las que sin la menor ofensa me hicieron llegar Marcial Fernández, Silvia del Pozo y Josué Cheuquiante, como también don Rubén Pérez Cano.
Han salido en defensa de su religión, dejando muy mal parado a don Diablo. Me aseguran que Jesucristo fue entronizado como Rey de los Cielos en 1914. Como sea, atendí los correos, donde esos cuatro testigos cristianos me comparten sus discrepancias. Son su verdad, y mucho muy respetable, pero no están al margen de la información ni la discusión.
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