Álvaro Cepeda Neri
Ha corrido como pólvora encendida, dentro y fuera del país, la información sobre la absolución judicial del Quinto Tribunal Colegiado (por jueces de notoria parcialidad: Rosa Guadalupe Malvina, María Martínez y Manuel Bárcenas) dictada a favor del genocida Luis Echeverría Álvarez, el servil (y traidor) del Pinochet mexicano Gustavo Díaz Ordaz.
Echeverría, ya en el trono de la monarquía sexenal repitió la matanza de 1968, en 1971 y tras siete años de estar acusado (lo único que obtuvo la sociedad mexicana es que durante ese tiempo sufrió las investigaciones y fue recluido en su casa como cárcel) fue judicialmente absuelto.
Sin embargo, ante el tribunal social este expresidente del montón (nunca olvidaremos su mirada de nazi, en la comisura de sus labios la blanquesina saliva y sus poses autocráticas) es y será un genocida mientras sobreviva con la malignidad que le ensangrentó las manos.
En nuestro sistema los hombres del poder en los cargos con mayor responsabilidad, resulta que son... ¡irresponsables! y según los jueces de las dos instancias, Echeverría no “tuvo ninguna responsabilidad”. No hemos podido llevar a juicio político a los funcionarios como gobernadores, presidentes de la República (y sus cómplices en los abusos del poder y el enriquecimiento al hacer de los dineros públicos un botín); o presidentes municipales.
Y en la impunidad a los políticos, está la mayor acumulación del malestar social que un día puede estallar violentamente. Echeverría fue directamente responsable en 1968 siendo secretario de Gobernación; y en 1971, ya nombrado heredero como premio a su servilismo sanguinario.
Fue genocida dos veces y aún así fue absuelto. Empero, los sobrevivientes de ese baño de sangre, usando militares y policías, y quienes vivieron esa tragedia, declararon culpable de genocidio a Echeverría.
En la reseña a un genocidio (del libro: Siete casas en Francia, aparecida en el periódico El País: 28/III/09), Alberto Manguel escribió: “Cada genocidio es diferente; al mismo tiempo, cada acto de injusticia trae a la memoria los que le han precedido y anuncia los que están por venir”.
El tribunal social sigue acumulando, tras los 100 de la Revolución y los 200 de la Independencia, agravios contra quienes se han turnado en los poderes y unos a otros se absuelven.
Que los priístas: López Portillo (vedette populista); De la Madrid (mediocre y responsable del homicidio del periodista Manuel Buendía y con quien se inició el narcotráfico); Salinas (depredador de las privatizaciones y de ellas hizo un botín para más corrupción) y Zedillo (que ya no era priísta, sino más bien panista y sustituto de Colosio, mandado matar desde los pasillos del poder, y responsable del robo del Fobaproa) encubran a Echeverría, parece parte de esa complicidad.
Pero que los panistas Fox y Calderón con sus jueces (ya sabemos que el Poder Judicial Federal está a sus pies), hayan absuelto al genocida, es mucho peor. Con todo, ese pobre diablo de LEA es un criminal que abusó del poder en 1968 y 1971.
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Ha corrido como pólvora encendida, dentro y fuera del país, la información sobre la absolución judicial del Quinto Tribunal Colegiado (por jueces de notoria parcialidad: Rosa Guadalupe Malvina, María Martínez y Manuel Bárcenas) dictada a favor del genocida Luis Echeverría Álvarez, el servil (y traidor) del Pinochet mexicano Gustavo Díaz Ordaz.
Echeverría, ya en el trono de la monarquía sexenal repitió la matanza de 1968, en 1971 y tras siete años de estar acusado (lo único que obtuvo la sociedad mexicana es que durante ese tiempo sufrió las investigaciones y fue recluido en su casa como cárcel) fue judicialmente absuelto.
Sin embargo, ante el tribunal social este expresidente del montón (nunca olvidaremos su mirada de nazi, en la comisura de sus labios la blanquesina saliva y sus poses autocráticas) es y será un genocida mientras sobreviva con la malignidad que le ensangrentó las manos.
En nuestro sistema los hombres del poder en los cargos con mayor responsabilidad, resulta que son... ¡irresponsables! y según los jueces de las dos instancias, Echeverría no “tuvo ninguna responsabilidad”. No hemos podido llevar a juicio político a los funcionarios como gobernadores, presidentes de la República (y sus cómplices en los abusos del poder y el enriquecimiento al hacer de los dineros públicos un botín); o presidentes municipales.
Y en la impunidad a los políticos, está la mayor acumulación del malestar social que un día puede estallar violentamente. Echeverría fue directamente responsable en 1968 siendo secretario de Gobernación; y en 1971, ya nombrado heredero como premio a su servilismo sanguinario.
Fue genocida dos veces y aún así fue absuelto. Empero, los sobrevivientes de ese baño de sangre, usando militares y policías, y quienes vivieron esa tragedia, declararon culpable de genocidio a Echeverría.
En la reseña a un genocidio (del libro: Siete casas en Francia, aparecida en el periódico El País: 28/III/09), Alberto Manguel escribió: “Cada genocidio es diferente; al mismo tiempo, cada acto de injusticia trae a la memoria los que le han precedido y anuncia los que están por venir”.
El tribunal social sigue acumulando, tras los 100 de la Revolución y los 200 de la Independencia, agravios contra quienes se han turnado en los poderes y unos a otros se absuelven.
Que los priístas: López Portillo (vedette populista); De la Madrid (mediocre y responsable del homicidio del periodista Manuel Buendía y con quien se inició el narcotráfico); Salinas (depredador de las privatizaciones y de ellas hizo un botín para más corrupción) y Zedillo (que ya no era priísta, sino más bien panista y sustituto de Colosio, mandado matar desde los pasillos del poder, y responsable del robo del Fobaproa) encubran a Echeverría, parece parte de esa complicidad.
Pero que los panistas Fox y Calderón con sus jueces (ya sabemos que el Poder Judicial Federal está a sus pies), hayan absuelto al genocida, es mucho peor. Con todo, ese pobre diablo de LEA es un criminal que abusó del poder en 1968 y 1971.
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