David Faitelson
La victima se llama Eriksson y la solución podría llamarse Javier Aguirre, pero la enfermedad es mucho más grave
La solución más fácil fue enseñarle la puerta al técnico, pero hoy más que nunca el fútbol mexicano requiere una medida de fondo y no sólo de forma.
La decisión estaba tomada desde anoche en San Pedro Sula. Sven-Göran Eriksson ha dejado de ser el entrenador de México y en este momento se trabaja para darle el control de la selección nacional a Javier Aguirre. Los dos meses de receso --la selección juega hasta el 6 de junio en San Salvador-- le dan el margen apropiado para alistar un plan emergente.
Y Aguirre ya acepto. Lo hizo después de una llamada del presidente Felipe Calderón, una llamada en la que tuvo todo el crédito Justino Compean.
"Me llamó el presidente. No puedo darle la espalda a México ahora que me necesita", le habría dicho Aguirre a sus amistades.
Y usted se podría preguntar qué demonios hace el presidente de la republica metido en un tema de fútbol. La respuesta es sencilla: con la situación que envuelve al país, con una guerra en las calles frente a los grupos de narcotraficantes, una severa crisis económica que ha llegado por la frontera norte y la proximidad de las elecciones donde el partido en el poder ha perdido imagen, el futbol es un catalizador social al que ningún gobernante puede ignorar. Un país abatido por la situación social, económica y política puede ser, de alguna manera, rescatado por un fenómeno llamado futbol.
Aguirre es el bienamado del futbol mexicano. El mejor entrenador en la historia de este futbol y el hombre que rescató la nave cuando esta naufragaba en la eliminatoria del 2001 antes del Mundial de Corea-Japón.
Los primeros culpables ya pagaron: Decio De María ni siquiera hizo el viaje a San Pedro Sula y hay quienes aseguran que su cabeza será entregada para salvar la de Justino Compean. Néstor De La Torre toma cada día más fuerza pero nadie debe olvidar que el fracaso de Eriksson también es un fracaso de Jorge Vergara.
Las divisiones, los grupos que ambicionan el poder y la lucha de de intereses son pan de cada día en el futbol mexicano.
Ahora bien: Si México cree que el único cambio que necesita es la banca del equipo nacional cometerá otro grave error. Maquillar la situación poniendo a Aguirre o al Chepo De La Torre no solucionará nada de fondo. El cambio estructural que necesita México es de otro tamaño, de otro contexto, de otra ambición.
En fin. La decisión esta tomada. La victima se llama Sven-Göran Eriksson y la solución podría llamarse Javier Aguirre o quizá José Manuel De la Torre. Pero la enfermedad que agobia al futbol mexicano es mucho más grave, crónica y peligrosa.
David Faitelson es uno de los reporteros deportivos más reconocidos en México y ha colaborado con medios como TV Azteca, diarios como Excelsior y El Heraldo, y estaciones de radio como Acir, y Radio Red. David es reportero y comentarista de ESPN.
La victima se llama Eriksson y la solución podría llamarse Javier Aguirre, pero la enfermedad es mucho más grave
La solución más fácil fue enseñarle la puerta al técnico, pero hoy más que nunca el fútbol mexicano requiere una medida de fondo y no sólo de forma.
La decisión estaba tomada desde anoche en San Pedro Sula. Sven-Göran Eriksson ha dejado de ser el entrenador de México y en este momento se trabaja para darle el control de la selección nacional a Javier Aguirre. Los dos meses de receso --la selección juega hasta el 6 de junio en San Salvador-- le dan el margen apropiado para alistar un plan emergente.
Y Aguirre ya acepto. Lo hizo después de una llamada del presidente Felipe Calderón, una llamada en la que tuvo todo el crédito Justino Compean.
"Me llamó el presidente. No puedo darle la espalda a México ahora que me necesita", le habría dicho Aguirre a sus amistades.
Y usted se podría preguntar qué demonios hace el presidente de la republica metido en un tema de fútbol. La respuesta es sencilla: con la situación que envuelve al país, con una guerra en las calles frente a los grupos de narcotraficantes, una severa crisis económica que ha llegado por la frontera norte y la proximidad de las elecciones donde el partido en el poder ha perdido imagen, el futbol es un catalizador social al que ningún gobernante puede ignorar. Un país abatido por la situación social, económica y política puede ser, de alguna manera, rescatado por un fenómeno llamado futbol.
Aguirre es el bienamado del futbol mexicano. El mejor entrenador en la historia de este futbol y el hombre que rescató la nave cuando esta naufragaba en la eliminatoria del 2001 antes del Mundial de Corea-Japón.
Los primeros culpables ya pagaron: Decio De María ni siquiera hizo el viaje a San Pedro Sula y hay quienes aseguran que su cabeza será entregada para salvar la de Justino Compean. Néstor De La Torre toma cada día más fuerza pero nadie debe olvidar que el fracaso de Eriksson también es un fracaso de Jorge Vergara.
Las divisiones, los grupos que ambicionan el poder y la lucha de de intereses son pan de cada día en el futbol mexicano.
Ahora bien: Si México cree que el único cambio que necesita es la banca del equipo nacional cometerá otro grave error. Maquillar la situación poniendo a Aguirre o al Chepo De La Torre no solucionará nada de fondo. El cambio estructural que necesita México es de otro tamaño, de otro contexto, de otra ambición.
En fin. La decisión esta tomada. La victima se llama Sven-Göran Eriksson y la solución podría llamarse Javier Aguirre o quizá José Manuel De la Torre. Pero la enfermedad que agobia al futbol mexicano es mucho más grave, crónica y peligrosa.
David Faitelson es uno de los reporteros deportivos más reconocidos en México y ha colaborado con medios como TV Azteca, diarios como Excelsior y El Heraldo, y estaciones de radio como Acir, y Radio Red. David es reportero y comentarista de ESPN.
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