Waldo Munizaga
waldomunizaga@hotmail.com
Quizás no muchos regalos se pueden permitir la audacia de esperar y encerrar tan nobles y necesarias esperanzas como el que precisamente, lleno de cordialidad, ofreciera el presidente Chávez a su par de los Estados Unidos, Barack Obama. Un regalo que seguramente de ser leído y considerado como corresponde permitiría un enorme respiro para toda la Humanidad.
Este obsequio nada menos que representa el reflejo exacto del por qué somos y del por qué estamos dónde estamos, una ventana abierta que reseña el lapidario papel que ha venido manteniendo esta primera potencia del mundo en contra no solo de nuestras naciones latinoamericanas. “Las Venas Abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano, es la crónica de un pasado que necesita conocerse y recordarse sí realmente es sincero y posible el propósito de corregir antiguas prepotencias.
Aunque algunos no se atrevan ha reconocerlo, o les perjudique hacerlo, el liderazgo emergente que ha venido alcanzando la América Latina, soberana y erguida, gracias a la claridad demostrada por la mayoría de sus presidentes, vislumbra las inmensas probabilidades de que puede permitir a las demás naciones del planeta encontrar una nueva arquitectura para las relaciones económicas y de política exterior.
El considerado gesto del presidente Obama de ir al encuentro y saludar risueñamente a quien ha venido impulsando los procesos que hoy en día ostentan nuestras naciones, realmente estaría completo y permitiría mayores expectativas, sí con la misma vehemencia y cordialidad como lo expresó, este recién inaugurado presidente leyera y reflexionara a partir de ese importante legado de nuestra historia. Solo así podríamos estar diciendo, con gran optimismo por lo demás, que hemos entrado en una nueva etapa de relaciones con Estados Unidos. Relaciones que deberían partir del obligado reconocimiento, por parte de esa potencia, que nunca hemos sido y nunca seremos su “patio trasero”, y que el bloqueo a Cuba debe concluir en lo inmediato.
Indiscutiblemente esta nueva Cumbre de las Américas más por razones emotivas que políticas será recordada como un gran éxito. El nuevo y lozano rostro que hoy en día lleno de orgullo y dignidad presenta nuestra América Latina, es un hecho trascendental que obliga a recordar las palabras de Artigas mientras esperamos el supuesto cambio de relaciones con Estados Unidos, “no hay que esperar nada que no sea de nosotros mismos”.
Hoy más que nunca no se puede dejar de reconocer que el presidente Chávez ha buscado con demostraciones sinceras la más conveniente manera de mejorar las relaciones con los Estados Unidos, y que estas hasta el presente han resultado tan escabrosas precisamente por la irresponsable y arrogante intromisión e injerencia con que ese país ha signado su política hacia Venezuela.
Ahora queda de parte de esa nación hacer que todos esos mea culpa expresados en Trinidad y Tobago se cumplan, y que el futuro y el tipo de relaciones que tendremos en el mañana sea precisamente la última y verdadera palabra de sus intenciones.
Lo que tampoco se puede dejar pasar y negar es el evidenciado encanto diplomático de Obama, pero lamentablemente se tiene sabido que las serpientes muy bien lo saben utilizar a la hora de estrangular sus víctimas.
*** IMPORTANTE *** Revoluciones es un proyecto de información alternativa sin fines de lucro, para mantenernos en línea requerimos de tu apoyo. Puedes ayudarnos haciendo un deposito bancario, por mínimo que sea, hazlo en el banco HSBC, al número de cuenta 6271254999 a nombre de Samuel R. García o en transferencia electrónica abonando al número Clabe: 021180062712549990. Gracias.
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Quizás no muchos regalos se pueden permitir la audacia de esperar y encerrar tan nobles y necesarias esperanzas como el que precisamente, lleno de cordialidad, ofreciera el presidente Chávez a su par de los Estados Unidos, Barack Obama. Un regalo que seguramente de ser leído y considerado como corresponde permitiría un enorme respiro para toda la Humanidad.
Este obsequio nada menos que representa el reflejo exacto del por qué somos y del por qué estamos dónde estamos, una ventana abierta que reseña el lapidario papel que ha venido manteniendo esta primera potencia del mundo en contra no solo de nuestras naciones latinoamericanas. “Las Venas Abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano, es la crónica de un pasado que necesita conocerse y recordarse sí realmente es sincero y posible el propósito de corregir antiguas prepotencias.
Aunque algunos no se atrevan ha reconocerlo, o les perjudique hacerlo, el liderazgo emergente que ha venido alcanzando la América Latina, soberana y erguida, gracias a la claridad demostrada por la mayoría de sus presidentes, vislumbra las inmensas probabilidades de que puede permitir a las demás naciones del planeta encontrar una nueva arquitectura para las relaciones económicas y de política exterior.
El considerado gesto del presidente Obama de ir al encuentro y saludar risueñamente a quien ha venido impulsando los procesos que hoy en día ostentan nuestras naciones, realmente estaría completo y permitiría mayores expectativas, sí con la misma vehemencia y cordialidad como lo expresó, este recién inaugurado presidente leyera y reflexionara a partir de ese importante legado de nuestra historia. Solo así podríamos estar diciendo, con gran optimismo por lo demás, que hemos entrado en una nueva etapa de relaciones con Estados Unidos. Relaciones que deberían partir del obligado reconocimiento, por parte de esa potencia, que nunca hemos sido y nunca seremos su “patio trasero”, y que el bloqueo a Cuba debe concluir en lo inmediato.
Indiscutiblemente esta nueva Cumbre de las Américas más por razones emotivas que políticas será recordada como un gran éxito. El nuevo y lozano rostro que hoy en día lleno de orgullo y dignidad presenta nuestra América Latina, es un hecho trascendental que obliga a recordar las palabras de Artigas mientras esperamos el supuesto cambio de relaciones con Estados Unidos, “no hay que esperar nada que no sea de nosotros mismos”.
Hoy más que nunca no se puede dejar de reconocer que el presidente Chávez ha buscado con demostraciones sinceras la más conveniente manera de mejorar las relaciones con los Estados Unidos, y que estas hasta el presente han resultado tan escabrosas precisamente por la irresponsable y arrogante intromisión e injerencia con que ese país ha signado su política hacia Venezuela.
Ahora queda de parte de esa nación hacer que todos esos mea culpa expresados en Trinidad y Tobago se cumplan, y que el futuro y el tipo de relaciones que tendremos en el mañana sea precisamente la última y verdadera palabra de sus intenciones.
Lo que tampoco se puede dejar pasar y negar es el evidenciado encanto diplomático de Obama, pero lamentablemente se tiene sabido que las serpientes muy bien lo saben utilizar a la hora de estrangular sus víctimas.
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