Pascual es el mensaje

John Saxe Fernández

Las senadoras Yeidckol Polevnsky (PRD) y Rosario Green (PRI), integrantes de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, comentaron hace poco el nombramiento de Carlos Pascual como embajador de Estados Unidos en México: la primera aconsejó a Barack Obama valorar el esfuerzo del país por reconstruir su relación con Cuba. Mandar a alguien de origen cubano, dijo, “es controvertido… Ya han tenido otros diplomáticos, nacidos en la isla, que les han generado conflictos con otros países”. Ojalá, remató, "no venga con una visión de querer influir en el gobierno de México en cuanto a la relación con Cuba". Green, por su parte, espera que esa designación no signifique que "el mensajero es el mensaje", porque se trata de un experto en "estados fallidos" (La Jornada, 28/3/09, p. 4).

Ni para México, Brasil, Cuba, Argentina o Venezuela esas observaciones son "pueriles": ante la debacle político-militar estadunidense en Irak, la dupla Bush/Cheney trató de derivar lecciones para agilizar, institucionalizar y ampliar a otras regiones esa genocida, pero redituable petroguerra y ocupación usando la rúbrica de la "estabilización y reconstrucción".

El Departamento de Defensa (DdD) bajo Rumsfeld encargó el diseño conceptual y operativo para esa tarea al Defense Science Board (DSB). En 2004 circuló un documento titulado Transition to and from hostilities y en agosto Bush designó a Pascual para que encabezara una unidad en el Departamento de Estado que fungiría bajo el inocuo título de "Oficina del coordinador para la reconstrucción y estabilización".

El concepto del DSB se apoyó en la praxis imperial británica y en nociones de Thomas P.M. Barnett del Colegio de Guerra Naval, quien había propuesto que el DdD debía dividirse en dos fuerzas con misiones diferentes: una "fuerza Leviatán", centrada en el uso de poder aéreo y naval capaz de pulverizar cualquier opositor a los apetitos y objetivos imperial-monopólicos ("libre" comercio, petróleo, gas, minerales, etcétera) y una "fuerza de administración del sistema" basada en el ejército y los marines, encargada de ganar la batalla decisiva para “estabilizar y reconstruir naciones” después del desate de las hostilidades y la ocupación que las dejaría aterrorizadas y destrozadas.

En Terror e imperio (Debate, 2006, pp 257-270) analicé el documento del DSB, el papel de Pascual y el endoso del ahora vicepresidente Biden al planteo imperial/militar. También revisé la administración colonial y el uso del terror de Estado en Irak y en México, por ejemplo, contra el movimiento zapatista.

Dos son las consecuencias del accionar de la oficina de Pascual: a) una ampliación sin precedentes de las funciones y operaciones castrenses hacia virtualmente toda la administración del gobierno federal de Estados Unidos; y b) el establecimiento de un programa de nation building en el país "objetivo", que captaría dentro de la estructura y presupuesto del gobierno estadunidense las funciones propias a un Estado soberano como Irak "o cualquier otro". Me refiero a tareas de defensa, relaciones exteriores y economía.

Irak muestra que la meta no fue ni la "reconstrucción" o la "estabilización", sino el contratismo corrupto, el saqueo de la economía y el control de su reserva petrolera. En 2005 Bill Van Auken (www.archivum.info) informó que según documentos del DdD y del Consejo de Inteligencia Nacional, encabezado hoy por Dennis Blair, existía un listado de 25 países maduros e importantes y que la oficina de Pascual tenía "la responsabilidad de diseñar los planes detallados para su invasión y ocupación".

Las identidades de los países que figuran en la lista se mantuvieron en secreto, pero se supo que se concentran en regiones claves, productoras de petróleo en Medio Oriente, la cuenca del Cáucaso y África occidental. No se sabía si países latinoamericanos productores, como México o Venezuela, estaban incluidos.

El nuevo embajador despeja esa duda e ilustra continuismos entre Bush y Obama: Tony Garza vino por la reforma en Pemex. Pascual por el resto.

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