Los deficientes servicios públicos mexicanos de salud: El caso del ISSSTE

Adán Salgado Andrade

En la actual época tan mercantilizada, crítica y recesiva que estamos viviendo, el capitalismo salvaje condiciona hasta el acceso a la salud, la cual, se supone, es un derecho inalienable de todo ser humano. No, quien esté enfermo, pero que no pueda pagar doctores, medicamentos o tratamientos hospitalarios, estará condenado a sufrir o a morir a causa de sus males.

Por ello, para evitar que la gente de limitados recursos económicos (la mayoría de la población mundial) muera por carecer de atención médica, se institucionalizó hace años (especialmente desde los años en que se estableció la llamada “economía mixta”) que en casi todos los países, el gobierno proporcionara servicios de salud públicos para sus ciudadanos, especialmente para los trabajadores y para aquéllas personas de los estratos más bajos. Sin embargo, desde que el neoliberalismo se desató hace casi treinta años, la calidad de tales servicios no sólo ha mermado, sino que muchos han desaparecido para dar paso a todo un sistema privado de salud, que ha hecho de la atención médica un muy lucrativo negocio, dirigido principalmente a lo sectores más pudientes. Esta situación, por ejemplo, tiene lugar en Estados Unidos, país que supuestamente cuenta con dos programas federales de salud, el Medicare (atención a adultos mayores de 65 años) y el Medicaid (atención a la gente más pobre del país). Sin embargo, los servicios proporcionados son tan deficientes, que la mayoría de la gente se ve obligada a pagar un seguro privado para tener acceso a atención médica que, de otro modo, no obtendría bajo esos programas. Y ese es un excelente negocio para las aseguradoras, las que ofrecen “paquetes” de seguros médicos, cuyo costo depende de lo que el cliente desee en cuanto a servicios médicos (aquí en México ya también están de moda los costosos seguros médicos, para suplir lo que los servicios públicos no pueden ofrecer). En la cinta “Phsyco”, el documentalista Michael Moore revisa el pésimo servicio médico que priva en la mayor parte de EU, en el cual ofrece ejemplos de que mucha gente enferma, aún a pesar de contar con seguros médicos, no es atendida adecuadamente e, incluso, ha llegado a morir. Yo conozco el caso de una buena amiga de ese país, la que padece neurofibromatosis tipo II, un raro mal (una de cada cien mil personas lo tiene) caracterizado por la aparición de tumores cerebrales. En su caso, han sido tan invasivos, que hasta el ojo izquierdo ya perdió. Como esa enfermedad debe de estarse revisando constantemente, ella adquirió un seguro médico para tal fin, pues los servicios públicos de salud no contemplan la atención de ese degenerativo mal. Sin embargo, cuando hace pocos días trató de hacerlo válido para que le hicieran los estudios correspondientes y, si era necesario, intervenirla quirúrgicamente, la mayoría de los hospitales a donde acudió, le negaron la atención, pretextando que su seguro era “insuficiente” para tales estudios y el tratamiento que mi amiga demandaba. Después de mucho peregrinar e innecesarios sufrimientos y molestias, finalmente en un nosocomio le hicieron válido su seguro – “Se compadecieron de mí”, me contó. Pero me ha dicho, muy desconsolada, que su mal avanzó en esos meses que no se le atendió y que ya irán saliendo más complicaciones. Y, como dije, ¡eso sucede en un país supuestamente desarrollado como EU!

Así pues, en la actual época de salvajismo capitalista-materialista, la salud es un excelente negocio, sobre todo cuando se trata de atender a los grupos poblacionales de mayores recursos. Pero es que además es inevitable que la mayor parte de la gente enferma trate de curarse. Podrá no comprarse auto nuevo, ropa cara o casa, pero si la enfermedad que se padece es curable, entonces acudirá la persona afectada ya sea a servicios médicos públicos o privados para tratarla. Sin embargo, como de por sí el acceso a tales servicios médicos, sobre todo en el caso de especialidades, es costoso, la existencia de los servicios médicos públicos supondrá que quien tenga acceso y derecho a ellos, aunque no tenga dinero para pagarlos, pueda teóricamente curarse. Y como ya señalé arriba, por esta situación de profunda crisis económica que está afectando a varios sectores productivos y a millones de personas, ha aumentado la demanda de la medicina pública, pues sectores económicos pertenecientes, por ejemplo, a la muy mermada clase media, que antes podían acudir a instancias privadas para atenderse, ahora recurren, en México, a las instituciones que proveen, por obligación estatal, tales servicios. Esas instancias son el IMSS (Instituto mexicano del Seguro Social), que atiende a todos los trabajadores empleados por el sector privado, y el ISSSTE (Instituto de seguridad social al servicio de los trabajadores del Estado), dedicado a atender a los trabajadores del estado, es decir, a la burocracia. La gente que no tiene acceso a ninguno de los dos anteriores, debe de recurrir a un muy cuestionable y aún más deficiente (mucho más que el prestado por aquellas instancias) servicio público de salud, para el cual, mucha veces, las clínicas que lo prestan, ni siquiera cuentan con materiales tan elementales como jeringas y mucho menos medicinas (En alguna ocasión, acudí, debido a una emergencia médica, al hospital municipal del municipio de Tenancino, Estado de México. Tras la consulta, se me recetó un medicamento que tuve que comprar, claro, pues se carece prácticamente de medicinas en lugares así. Dicho medicamento debía ser inyectado, sin embargo, no fue posible que la enfermera me lo administrara tampoco, pues ¡no tenían jeringas allí!, así que de nueva cuenta acudí a la farmacia, en donde, de plano, pagué al dependiente para que me aplicara la inyección y no perdiera más tiempo regresando al “hospital”).

En este artículo me referiré al ISSSTE, institución que, supuestamente, tuvo toda una reforma, sobre todo en el sistema de pensiones (se aplicaron también los cambios que se hicieron en el IMSS, como el sistema de cuentas individuales, igual que las famosas AFORES, que operan en aquél. Ver mi artículo en Internet: El convenenciero capitalismo salvaje), para optimizar los supuestos “bajos recursos” con que cuenta, lo que, en resumen, redundó en un alza de las cuotas que se descuentan a los trabajadores del gobierno y un aumento de los años laborables (treinta años como mínimo o 65 años de edad) para tener derecho a la jubilación. Y esos cambios se justificaron, se dijo, tanto para “asegurar” las pensiones futuras de dichos trabajadores, como para “mejorar” el servicio médico. Pero, como veremos, es algo totalmente falso. Y las deficiencias que expondré son igualmente aplicables al IMSS, institución que presta también muy precarios “servicios de salud” a sus afiliados (sólo hay que ver el trato que les da a las personas de la tercera edad, las que son humilladas y vejadas, tal y como cualquier jubilado de edad avanzada de esa institución que acuda a sus “servicios médicos” puede testimoniar).

Para comenzar, el presupuesto otorgado para la totalidad de las funciones que el ISSSTE debe de proporcionar es bastante limitado. El presupuesto gubernamental federal para este año es de alrededor de 2 billones 744,000 millones de pesos. Pero para aquella institución se asignarán solamente 88,358 millones de pesos para su gasto programable, lo que significaría que apenas se destinará el 3.22% de los recursos de la federación (Fuente: página electrónica del ISSSTE). En contraste, el presupuesto para la Secretaría de la Defensa Nacional, con muchas más limitadas funciones (principalmente para hostigar a regiones campesinas “rebeldes”, como las zapatistas, o el supuesto “combate al narcotráfico”), es de 34900 millones de pesos, 1.27% del presupuesto federal, lo cual, puede verse, resulta desproporcionado. Ahora bien, si además desglosamos lo que el ISSSTE destinará a los muy demandados servicios de salud (no considero el rubro denominado “otros servicios de salud”, que son los destinados a investigación, capacitación, mantenimiento y otros rubros indirectos), resulta que entre los servicios para la llamada “atención médica preventiva” (lo que se canaliza a las clínicas) y los de la “atención médica curativa” (lo que se contempla en hospitales), los recursos ascienden a alrededor de 16813 millones de pesos, es decir, 19.02% en relación al gasto programable de la institución, pero apenas un muy insignificante 0.0061% del presupuesto federal (Sumando este presupuesto de salud del ISSSTE al del IMSS, de 7500 millones de pesos, 0.0027%, y al del llamado Seguro Popular, de 49,000 millones de pesos, 1.78%, obtenemos un raquítico 1.7888% de presupuesto federal. La ONU recomienda para este rubro por lo menos un 6%, no del presupuesto gubernamental, sino del PIB. Para el año pasado, que el PIB de México fue de alrededor de 900,000 millones de dólares, el presupuesto en salud de este año sería de apenas 0.0051% de aquél, es decir, ni el uno por ciento se dedica en este país para la salud).

Pero el análisis resulta aún peor si consideramos que de los casi 15,297 millones de pesos destinados a la infraestructura hospitalaria del ISSSTE, 13126 millones se van en pagar sueldos, o sea, un 85%, y para medicamentos y otros suministros, apenas se destinan poco más de 738 millones, es decir, 4.82%. Y estos datos numéricos evidencian la precariedad de los recursos destinados a la salud por dicha institución (se consignan un total de 11543 millones de pesos para gastos de medicamentos y suministros del total del gasto programado, o sea, apenas un 13%).

Ello provoca que sean constantes las quejas de los derechohabientes, los que han crecido un 12 por ciento en los últimos cinco años, por la pésima atención, la falta de medicinas, insuficientes médicos especialistas, falta de camas, de salas de operación, de malos tratos y negligencia por parte de enfermeras o personal administrativo... y muchas otras situaciones que desmienten al gobierno panista de que el servicio “ha mejorado”. Tan malos son los servicios, que los funcionarios de dicho gobierno que perciben altísimos salarios, ni de broma acuden a curarse en esa institución, y hasta se les asigna un presupuesto especial para que se atiendan a todo lujo en clínicas y hospitales particulares, incluso en el extranjero, como señaló hace poco Andrés Manuel López Obrador, en un discurso dado el 17 de febrero, en el cual informó que “la cobertura de servicios médicos privados para esos funcionarios que ganan un sueldo de 600 mil pesos mensuales, costará este año 45 mil millones de pesos” (este dinero equivaldría a 1.6% del presupuesto de la federación, mucho más alto que los gastos de salud que destina el ISSTE, 0.0061%, como señalo arriba, así que ¡vaya si se dan sus privilegios los mal administradores panistas!).

De acuerdo con el testimonio de una ex empleada que laboró en el “Hospital Regional Zaragoza”, dentro del área administrativa (a quien llamaré Leticia), justamente el que casi todo se vaya en pagar salarios, es una de las causas de la deficiencia en los servicios médicos que presta el ISSSTE. “Sí, mira, allí trabajan unos 17,000 empleados y más o menos hay entre 9 y 10mil que ya tienen su base. Y casi todos los que entran allí, tratan de conseguirla lo más rápido posible, pues ya cuando la tienes, tu salario puede duplicarse o triplicarse, según tengas años de antigüedad”. A los empleados eventuales, como ella, se les denomina “suplentes”, y sus salarios rondan los 4800 pesos mensuales, no tan bajos, como puede verse, si se toma en cuenta que en este país, alrededor del 60% de los trabajadores perciben entre uno y dos salarios mínimos, es decir, entre 1600 y 3200 pesos mensuales. “No, y hay gente que tiene unos sueldazos, como el director del hospital, que gana ¡170,000 pesos quincenales!, y casi ni lo ves en el hospital. Y los jefes de área, ésos ganan 70,000 pesos al mes, y tampoco creas que hacen mucho... así que imagínate todo lo que se va nada más en puros sueldos”, comenta Leticia. Dice que del total de empleados, poco más de la mitad, unos 9000, son enfermeras, un 15% doctores, y el resto, un 35%, se reparten entre administrativos, afanadores, encargados de la cocina, camilleros, los encargados de las ambulancias y el resto de trabajadores que se requieren en ese hospital. “Los más jóvenes que contratan son los camilleros o los de las ambulancias, pues sus edades oscilan entre 19 y 25 años”, aclara Leticia.

“Lo que yo veía es que, por parte de las enfermeras que, como te dije, son las empleadas que más hay, la mitad más o menos de todos los trabajadores, sobre todo las que tienen base, muchas son muy hurañas y deshumanizadas para tratar a los pacientes, sí, como que ya hacen todo mecánicamente, sin muchas ganas”. Cuenta Leticia que varias de ellas, con tal de aumentar sus ingresos – considerados insuficientes para una buena cantidad –, incluso doblan turnos, pues el sueldo extra que perciben por el tiempo adicional a su jornada es muy atractivo. “Así que, imagínate, ya después de varias horas, pues nada más lo que quieren es terminar su jornada e irse rápido”.

Es entendible la actitud de las enfermeras o de los empleados en general, pues a fin de cuentas se trata de una burocracia que al ser mantenida, en cierto modo, satisfecha por el gobierno (mediano sueldo, buenas prestaciones, poca exigencia en su labor...), resulta en un factor social que implicará cierta estabilidad política para aquél. “Sí, ya cuando tienen su base, ¡olvídate!, constantemente están pidiendo permisos, que vacaciones, que préstamos, que faltas por una u otra causa... y casi siempre se las justifican. Además, su sueldo, como te dije, se puede duplicar o triplicar. Si yo hubiera tenido mi base, en lugar de 2400 pesos quincenales, me hubieran pagado seis mil pesos, más del doble, sí, pero tuve que dejar el trabajo por problemas de horario”. En cambio, los empleados suplentes no gozan de ninguna prestación, ni aguinaldo, nada, y cada quince días firman contrato, con tal de no hacer antigüedad, comenta Leticia. “Y ya cuando tienen la base, les descuentan 90 o 100 pesos quincenales a todos, y con eso les van haciendo un fondo de ahorro, que el sindicato incrementa con aportaciones. Y en junio de cada año les dan como $7500 extras”. Vaya, pues de acuerdo con esto, los trabajadores ahorrarían unos $1200 pesos en seis meses, y si reciben $7500, resulta que el sindicato les habría aportado $6300 pesos. Si, como dice Leticia, unos 10,000 son de base, estamos hablando que se deben de erogar unos 63 millones de pesos extras tan sólo en salarios. O sea, menos recursos para la atención médica.

También platica Leticia que es muy diferente la actitud de las enfermeras cuando llegan a sufrir digamos que un accidente. “¡Uy, si vieras que cuando se pinchan accidentalmente con una aguja, el escándalo que hacen, más si están en un área infecciosa cuando les pasa eso!”. Llegan a obtener, según el testimonio de nuestra entrevistada, hasta 250,000 pesos, dependiendo de su antigüedad y de la “peligrosidad” del accidente. “Pero algunas hasta parece que a propósito lo hacen, pues aunque les den la indemnización y licencia para no trabajar, de todos modos muchas siguen trabajando, pero ya les dieron un dinero extra”. Y cuando ellas son las que incurren en algún caso de negligencia, pues minimizan su actuar. “Pues si tienen muchos reportes, las mandan a ‘descansar’, dos, tres meses, y ya luego regresan, como si nada”, agrega Leticia. Y eso mismo pasa, continúa, si la negligencia la comete un médico, por ejemplo. “También los suspenden tres, cuatro meses, si por su culpa un paciente se puso más malo. El peor caso del que me enteré fue el de un doctor que se le pasó la mano de aplicarle morfina a un enfermo que se murió por eso. Tuvo que pagarle de su bolsillo una indemnización a su esposa y le quitaron su licencia médica, para que no ejerciera, pero no, no se le levantó un acta judicial, ni nada”. También comenta que desde que se suprimió lo de que los empleados que se jubilaban podían “heredarles” sus plazas a sus familiares (punto positivo, considero), se acabó en algo con que gente inepta ocupara cargos importantes. “¡Por ejemplo, había una jefa de área que había heredado su puesto, pero, en serio, no sabía nada esa señora!”, exclama enfática Leticia.

También tiene que ver para que los servicios sean limitados o malos el que de ciertas áreas existan pocos empleados, como es el caso de los radiólogos, que son quienes se encargan de que a los pacientes se les saquen radiografías. “Hay muy pocos y hasta los suplentes sólo trabajan tres días, pues por la exposición a las radiaciones, nada más trabajan tres días, por las consecuencias que les provocan, que se pueden descalcificar u otras cosas. Pero ellos son los que más ganan, cinco mil pesos a la quincena, por los peligros a que se exponen”. Y señala Leticia que los radiólogos de base, astutamente, dejan a los suplentes a que hagan el trabajo de meterse con los pacientes a las máquinas, para que les saquen las placas. “Sí, como ya saben qué pasa, pues de tontos se meten ellos”, comenta sonriente.

Y también platica Leticia sobre la poca ética profesional de algunos doctores que venden sustancias necesarias para determinados exámenes, pero que por ser costosas, el ISSSTE se desentiende de proporcionarlas. “Sí, por ejemplo, la gente que se debe de revisar la vista, necesita a veces de una sustancia que les ocasiona ceguera temporal, pero como no hay, porque es muy cara, deben de comprarla (¡esto es inconcebible y vergonzoso, reflexiono!), y entonces hay oftalmólogos que se las ofrecen más barata. O también les ofrecen lentes o armazones. Y también hay odontólogos que les ofrecen puentes o prótesis a sus pacientes que allí, por ser caras, tampoco se les proporcionan. Pero tampoco les hacen nada si los descubren, como te digo, nada más los suspenden uno o dos meses y los regresan a sus puestos”. Dice Leticia que eso lo hacen porque a veces hay pocos doctores de tal o cual especialidad, escasean, así que aunque cometan faltas al ofrecer en venta ciertas cosas, de todos modos esa intricada burocracia médica los conserva. Pero además, hay un cierto cinismo en tales acciones, considero, pues sólo suplen aquello de lo que en los hospitales de esa institución se carece. Así que si “por debajo del agua” dichos doctores-comerciantes pueden proporcionar lo que haga falta a cambio de dinero, pues simplemente estarán “llenando” los vacíos que un raquítico presupuesto ocasiona. “Además también casi todos los doctores tienen otro trabajo, así que a veces ni se presentan a la consulta, por lo que a veces se deben de reprogramar a esos pacientes”. Y sucede que muchos que requieren de una cita con un especialista deben de esperar dos o tres meses para que se las otorguen. “Pues a veces algunos enfermos hasta se mueren antes de la consulta”, comenta Leticia, con gesto de resignación. Y esa actitud por parte de la institución sería una muestra de la deshumanización a la que se ha llegado en sus hospitales y clínicas.

Y tal y como menciono arriba, otro grave problema es la falta de medicamentos. “Sí, eso nunca falta, que no te den medicina porque se acaba pronto, sobre todo la que es muy cara”. Allí la más costosa y que se solicita mucho, es la medicina para controlar el SIDA, la que es para el cáncer y la empelada en la broncoaspiración. “Aunque se supone que deben de tener un resguardo de esos medicamentos, sobre todo para dárselos a los enfermos que estén más graves, a veces ni el resguardo hay”. Así que, me pregunto, de qué sirve un servicio médico que carezca de las medicinas necesarias o de otras cosas que resultan indispensables para proporcionarlo adecuadamente.

“Los pacientes que más fallecen son mujeres de más de 35 años, que llegan con cáncer de mama muy avanzado o con cáncer cérvico-uterino. Y también llegan muchos niños con leucemia. Casi todas las salas están ocupadas por gente mayor y una cuantas son para jóvenes o niños. Pero muy seguido no se puede ingresar a un paciente por falta de camas”, continúa la plática. Eso me hace pensar en que el incremento en los casos de cáncer en mujeres o en niños, quizá sea la consecuencia de la mala calidad de vida que tenemos en esta ciudad, tan contaminada y estresante, y para empeorar las cosas, ello se complica aún más debido a los pésimos servicios de salud públicos, incapaces de remediar tan alta incidencia.

Y también comenta que en muchas de las urgencias médicas, a los enfermos se les admite porque llegan varios de ellos graves, y que sólo así se les ingresa, pues generalmente, para que ello sea posible, debe de tratarse de casos efectivamente graves. Pero, razono, entonces de qué sirve el servicio de urgencias, si sólo se admite a gente con un mal muy avanzado, como si sólo se tratara de que llegaran allí a morirse. “Pero fíjate que a veces los rechazan. Una vez, por ejemplo, llegó un hombre balaceado, sólo lo atendieron para pararle la hemorragia, pero lo rechazaron, a pesar de que era derechohabiente, porque dijeron que era un caso judicial, pues había agresión con arma de fuego y eso no era competencia del hospital (esto es extraño, pues justamente también hay personal en el hospital del ministerio público para esos casos, señala Leticia), así que se lo tuvo que llevar la ambulancia a otro lado... imagínate, a lo mejor se les murió en el camino, pues estaba grave el hombre. También una vez vi a un hombre que llegó violado, y sí lo admitieron, porque estaba grave... o niños con leucemia, ya muy avanzada. Pero es difícil que te admitan en urgencias... casi tienes que llegar muriéndote”.

Y dice que los días de quincena eran los más pesados para su departamento, pues la nómina era para los 17000 empleados, quienes debían de firmar en dos registros. “Y era cuando menos atendían a la gente, pues se iban a cobrar sus cheques, sí”. Así que si a uno se le ocurre enfermarse, pues que no sea en día de quincena hospitalaria, pienso.

“A veces se hacían encuestas entre los empleados, para comprobar el estado de los servicios, pero, imagínate, estaba manipulada desde origen, pues era obligatorio que todos los trabajadores la hicieran, y todos, en su prisa por acabar, contestaban que todo estaba bien, que desempeñaban bien su trabajo y que no había problemas. Y en esas encuestas amañadas se basa el gobierno para decir que tanto los servicios de salud, como sus empleados, están muy bien y todo está perfecto”. Como dije antes, el mantener digamos que “contenta” a la burocracia, implicará para el gobierno que un importante sector de la sociedad esté pasivo y estable políticamente. Y si para ello debe de canalizar la mayor parte de los recursos en sostener a esa burocracia médica, lo seguirá haciendo, con tal de evitar protestas e inestabilidad en ese sector, aunque la que se desestabilice sea la salud de la gente que depende de tales servicios.

“Y cuando debíamos de cotejar un expediente, era pesadísimo, pues debías de revisar cada hoja de ese expediente y había unos que tenían hasta tres mil hojas... y ahí nos tenían, revisando una por una y poniéndoles sellos”. “¿Y eso para qué se hacía?”, pregunto. “Pues porque a veces el director o jefe de un área lo solicitaba para revisar que no tuvieran esos empleados muchas faltas administrativas o incapacidades o cosas por el estilo, por si ameritaban sanciones”.

En fin, que entre salarios, papeleo burocrático, negligencia e insuficientes recursos, la salud de los derechohabientes es la que menos cuenta.

Ante todo ese sombrío panorama de la situación de los pésimos servicios de salud pública, como los del ISSSTE, reflexiono que no queda más que encomendarse a todos los dioses mexicas, con tal de que no nos enfermemos o si nos enfermamos, podamos curarnos con sólo comprar una barata medicina en la farmacia de genéricos intercambiables más cercana a nuestros domicilios.

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