La utilidad del voto en las legislativas

Gerardo Fernández Casanova

“Que el fraude electoral jamás se olvide”


Me parece de crucial importancia debatir en relación al significado del proceso electoral del próximo 5 de julio, en el que habrá de renovarse la totalidad de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión y que, por tradición, merece atención menor de parte del electorado expresada en un alto nivel de abstención.

La nefasta experiencia del fraude electoral del 2006, aunada al mediocre desempeño del conjunto de los partidos políticos y a la interesada mendacidad de los medios de comunicación masiva, contribuyen adicionalmente en el desánimo popular respecto de la elección. Esta circunstancia coloca a México ante el grave riesgo de la consolidación de la derecha, sea panista o priísta, como detentadora del poder político. De suceder esto, se alejará irremisiblemente la esperanza de recuperar y reconstruir al país.

Me queda claro que el desgaste de la izquierda es uno de los factores que empujan hacia la abstención, particularmente el que deriva de las pugnas internas y el rompimiento parcial del Frente Amplio Progresista, en virtud del cual la expectativa electoral de la izquierda es baja. Existe, por ello, la tentación hacia la abstención o hacia un razonamiento de voto útil. El muy reconocido politólogo Octavio Rodríguez Araujo ya puso su pica en Flandes; en sus artículos del 2 y el 9 de abril en La Jornada, subraya la inconveniencia del voto nulo o la abstención, en lo cual coincido plenamente, pero recomienda el voto útil para evitar el triunfo del PAN, lo que significa que, si el PRI representa una opción de ganar, habría que votar por él. No sin reconocer mi muy limitada preparación politológica y, desde luego, sin el menor afán de enmendar planas, lamento disentir de la propuesta de Rodríguez Araujo. Aclaro que, al igual que Octavio, me referiré únicamente a la elección de diputados federales.

Hay que recordar que en la conformación de la cámara de diputados cuenta la votación total, independientemente del número de distritos de mayoría relativa que un partido determinado haya logrado ganar, al final el número de diputados será complementado con la asignación de las diputaciones plurinominales, de manera que la composición se acerque a los porcentajes de la votación para cada partido. De esta manera el legislador estableció que la cámara refleje, de la mejor manera posible, la pluralidad y la proporcionalidad de la voluntad ciudadana. Lo cual es un valor superior. Anoto aquí, al margen, que no es otra la razón de la existencia de los llamados plurinominales que, por lo general, ha sido severamente criticada y, probablemente, no comprendida.

Hecha la anterior aclaración, puedo afirmar que no es procedente la aplicación del principio del voto útil para el caso de diputados, sino que se deberá perseguir el objetivo de sumar el mayor número de votos posible a favor de los partidos que, de alguna manera, participan en la defensa de la soberanía nacional y de la economía popular. Desde luego que lo ideal es que logren ganar diputaciones de mayoría, pero lo verdaderamente importante es que cuenten con una amplia proporción del conjunto camaral. Para el caso de diputados, la izquierda puede insistir en sus errores de división, finalmente los votos de cada una de las alternativas se reflejarán en sus porcentajes de representación en la cámara y, ahí, podrán actuar como bloque de izquierda. Otorgar el voto útil al PRI sería, entonces, reducir la presencia de la izquierda. Suponiendo un universo de 30 millones de votos, se tendrá un diputado por cada 60 mil; no es descabellado aspirar a que, en sus tres presentaciones (PRD, PT y Convergencia) puedan sumar arriba de 10 millones de votos, tomando en cuenta que AMLO recibió 15 millones de votos en el 2006; alcanzar tal cifra llevaría a contar con 166 diputados, lo que no es un número despreciable, sean de mayoría relativa o de representación proporcional.

Es diferente el caso de la elección para integrar el poder ejecutivo (presidente, gobernador o alcalde) el cual recae en una sola persona y no se puede aplicar la proporcionalidad, en cuyo caso es importante la procuración del voto útil. Por cierto, en el 2000 yo voté por el PRI para la presidencia, en términos de voto útil; era preferible malo conocido que pésimo por conocer. Con el mismo criterio, antes siempre voté contra el PRI, incluso cuando fui electo diputado federal por ese partido en 1985.

Tiene razón Rodríguez Araujo al anotar que la votación lograda en el 2006 obedeció al arrastre de Andrés Manuel López Obrador, pero que ahora no es candidato. No obstante, AMLO está en campaña y convocando a votar por la izquierda y contra el PAN y el PRI, incluso, en algunos casos, está dando el respaldo diferenciado conforme a la identificación del candidato con el movimiento nacional. Habrá que responder con entusiasmo a la convocatoria y contar con una mayor presencia progresista en el congreso.

Para concluir, insisto en la importancia de votar y promover la participación, rechazando cualquier forma de abstención o anulación del voto. Igualmente, niego la prudencia del voto útil y propongo el voto por cualquiera de los candidatos que postulen los partidos del Frente Amplio Progresista y, si es el caso, por los que apoye Andrés Manuel.

Es cuanto, distinguidos lectoras y lectores.

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