JOSé GIL OLMOS
En las últimas semanas hemos sido testigos de la campaña electoral basada en el narcotráfico que tanto el gobierno de Felipe Calderón como su partido, el PAN, han desplegado para ganar las elecciones del próximo 5 de julio.
En la batalla electoral, esta estrategia, como cualquier otra, es válida, pero en la guerra contra las drogas nada se gana, por el contrario, se pierde, pues además de alterar los ánimos de la sociedad, saldrán a relucir las profundas fracturas y debilidades de varias instituciones que no sólo han sido derrotadas, sino infiltradas por el poder del narcotráfico, entre ellas todos los partidos, sin excepción alguna.
Tomadas como un oráculo, las últimas encuestas de El Universal y GEA-ISA muestran que el PAN ha remontado varios puntos en las preferencias ciudadanas, mientras que el PRI ha bajado casi en un porcentaje proporcional. Esto, después de la campaña de acusaciones del dirigente nacional panista, Germán Martínez, en contra de los priistas, a quienes acusa de tener vínculos con el narcotráfico.
Felices, los panistas creen que la estrategia de denuestos les ha funcionado y ya empezaron otra fase, en la cual, utilizando un juego de palabras que han publicado en inserciones en la mayoría de los periódicos y revistas, la gente tiene que encontrar 13 palabras que se relacionan con el PRI: corrupción, narcotráfico, impunidad, pobreza, transa, complicidad, etcétera.
El problema de estas dos campañas es que Germán Martínez piensa que el ciudadano no se dará cuenta que el PAN comparte los mismos defectos del PRI, en tanto gobierno.
En lo que llevan gobernando el país, los panistas no han mejorado los niveles de pobreza: aún persiste una cifra de más de 50 millones de mexicanos pobres y otros 20 en condiciones de marginalidad, producto del modelo económico neoliberal que Vicente Fox y Felipe Calderón mantienen, como lo hicieron antes los presidentes del PRI, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. La pregunta entonces es ¿Cuál es la diferencia entre PAN y PRI?
En cuanto a la impunidad, ni se diga. La decisión de los gobiernos foxista y calderonista de no castigar a Luis Echeverría Álvarez por la matanza de Tletelolco; los casos de represión política en Atenco y Oaxaca, donde es clara la responsabilidad de los gobernadores Enrique Peña Nieto y Ulises Ruiz; la libertad que se les ha dejado para operar a los líderes sindicales corruptos como Elba Esther Gordillo; las negativas a investigar la riqueza inexplicable de los hijos de Martha Sahagún, tienen una marca indeleble en la imagen de los gobiernos panistas en sólo ocho años en Los Pinos. La pregunta vuelve a ser la misma ¿En que se diferencian panistas y priistas?
El narcotráfico es el asunto más delicado y aquí tampoco salen limpios el PAN ni sus miembros más distinguidos. Desde 1989, cuando Ernesto Rufo Appel fue electo como el primer gobernador panista, el cartel de los hermanos Arellano Félix se asentó en el estado, principalmente en Tijuana, convirtiéndola en su sede. De entonces a la fecha, esta entidad es uno de los principales centros de operación del narcotráfico y esto no se puede explicar sin la anuncia o connivencia de los distintos gobiernos panistas.
Otro caso es el de Sergio Estrada Cajigal, en Morelos, donde instaló su sede el famoso narcotraficante Juan José Esparragoza Moreno El Azul, cuya hija precisamente estuvo relacionada con el gobernador panista. Otro caso más es el del exembajador de México en Canadá, Emilio Goicochea, de quien el gobierno de Calderón hizo mutis a las fotos y el reportaje que se publicaron en la revista Proceso sobre su vinculación con los Arellano. ¿Cuál es la diferencia entonces entre PRI y PAN?
Los casos de complicidad con actos ilegales en los gobiernos panistas son también escandalosos. La fuga de Joaquín El Chapo Guzmán el 21 de enero del 2001 de la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, es una de ellas, pues días antes el subsecretario de Seguridad Pública, Jorge Tello Peón, había realizado una inspección al penal. Hoy este funcionario es el nuevo secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, designado directamente por Calderón, y el expediente de la fuga del Chapo es considerado como de seguridad nacional.
La lista de irregularidades, corrupciones y de impunidad del PAN como gobierno es larga desde que llegó a Los Pinos en el 2000. Los gobernadores y ediles azules adolecen, en su mayoría, de las mismas fallas y defectos que los priistas, pues comparten la misma cultura de poder.
Es probable que la estrategia electoral de Calderón y Germán Martínez funcione en lo inmediato y obtengan más votos de los que esperaban, pero difícilmente lograrán la mayoría que desean para la integración de la Cámara de Diputados, porque el PRI difícilmente dejará de responder a las acusaciones, como lo hizo en el 2000 y 2006.
El PAN no tiene su casa tan limpia y ni con una campaña mediática podría regresar a su imagen antigua de un partido limpio de corruptelas, ajeno a las alianzas obscuras. Las encuestas aún no han reflejado esa parte de la vida política de los panistas, pero sólo hace falta que le pregunten a la ciudadanía lo que piensa de los gobiernos de Fox, Calderón, y de personajes, como Diego Fernández de Cevallos, Estrada Cajigal, entre otros tantos, para tener una dimensión más clara si hay diferencias entre el PRI y el PAN.
En las últimas semanas hemos sido testigos de la campaña electoral basada en el narcotráfico que tanto el gobierno de Felipe Calderón como su partido, el PAN, han desplegado para ganar las elecciones del próximo 5 de julio.
En la batalla electoral, esta estrategia, como cualquier otra, es válida, pero en la guerra contra las drogas nada se gana, por el contrario, se pierde, pues además de alterar los ánimos de la sociedad, saldrán a relucir las profundas fracturas y debilidades de varias instituciones que no sólo han sido derrotadas, sino infiltradas por el poder del narcotráfico, entre ellas todos los partidos, sin excepción alguna.
Tomadas como un oráculo, las últimas encuestas de El Universal y GEA-ISA muestran que el PAN ha remontado varios puntos en las preferencias ciudadanas, mientras que el PRI ha bajado casi en un porcentaje proporcional. Esto, después de la campaña de acusaciones del dirigente nacional panista, Germán Martínez, en contra de los priistas, a quienes acusa de tener vínculos con el narcotráfico.
Felices, los panistas creen que la estrategia de denuestos les ha funcionado y ya empezaron otra fase, en la cual, utilizando un juego de palabras que han publicado en inserciones en la mayoría de los periódicos y revistas, la gente tiene que encontrar 13 palabras que se relacionan con el PRI: corrupción, narcotráfico, impunidad, pobreza, transa, complicidad, etcétera.
El problema de estas dos campañas es que Germán Martínez piensa que el ciudadano no se dará cuenta que el PAN comparte los mismos defectos del PRI, en tanto gobierno.
En lo que llevan gobernando el país, los panistas no han mejorado los niveles de pobreza: aún persiste una cifra de más de 50 millones de mexicanos pobres y otros 20 en condiciones de marginalidad, producto del modelo económico neoliberal que Vicente Fox y Felipe Calderón mantienen, como lo hicieron antes los presidentes del PRI, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. La pregunta entonces es ¿Cuál es la diferencia entre PAN y PRI?
En cuanto a la impunidad, ni se diga. La decisión de los gobiernos foxista y calderonista de no castigar a Luis Echeverría Álvarez por la matanza de Tletelolco; los casos de represión política en Atenco y Oaxaca, donde es clara la responsabilidad de los gobernadores Enrique Peña Nieto y Ulises Ruiz; la libertad que se les ha dejado para operar a los líderes sindicales corruptos como Elba Esther Gordillo; las negativas a investigar la riqueza inexplicable de los hijos de Martha Sahagún, tienen una marca indeleble en la imagen de los gobiernos panistas en sólo ocho años en Los Pinos. La pregunta vuelve a ser la misma ¿En que se diferencian panistas y priistas?
El narcotráfico es el asunto más delicado y aquí tampoco salen limpios el PAN ni sus miembros más distinguidos. Desde 1989, cuando Ernesto Rufo Appel fue electo como el primer gobernador panista, el cartel de los hermanos Arellano Félix se asentó en el estado, principalmente en Tijuana, convirtiéndola en su sede. De entonces a la fecha, esta entidad es uno de los principales centros de operación del narcotráfico y esto no se puede explicar sin la anuncia o connivencia de los distintos gobiernos panistas.
Otro caso es el de Sergio Estrada Cajigal, en Morelos, donde instaló su sede el famoso narcotraficante Juan José Esparragoza Moreno El Azul, cuya hija precisamente estuvo relacionada con el gobernador panista. Otro caso más es el del exembajador de México en Canadá, Emilio Goicochea, de quien el gobierno de Calderón hizo mutis a las fotos y el reportaje que se publicaron en la revista Proceso sobre su vinculación con los Arellano. ¿Cuál es la diferencia entonces entre PRI y PAN?
Los casos de complicidad con actos ilegales en los gobiernos panistas son también escandalosos. La fuga de Joaquín El Chapo Guzmán el 21 de enero del 2001 de la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, es una de ellas, pues días antes el subsecretario de Seguridad Pública, Jorge Tello Peón, había realizado una inspección al penal. Hoy este funcionario es el nuevo secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, designado directamente por Calderón, y el expediente de la fuga del Chapo es considerado como de seguridad nacional.
La lista de irregularidades, corrupciones y de impunidad del PAN como gobierno es larga desde que llegó a Los Pinos en el 2000. Los gobernadores y ediles azules adolecen, en su mayoría, de las mismas fallas y defectos que los priistas, pues comparten la misma cultura de poder.
Es probable que la estrategia electoral de Calderón y Germán Martínez funcione en lo inmediato y obtengan más votos de los que esperaban, pero difícilmente lograrán la mayoría que desean para la integración de la Cámara de Diputados, porque el PRI difícilmente dejará de responder a las acusaciones, como lo hizo en el 2000 y 2006.
El PAN no tiene su casa tan limpia y ni con una campaña mediática podría regresar a su imagen antigua de un partido limpio de corruptelas, ajeno a las alianzas obscuras. Las encuestas aún no han reflejado esa parte de la vida política de los panistas, pero sólo hace falta que le pregunten a la ciudadanía lo que piensa de los gobiernos de Fox, Calderón, y de personajes, como Diego Fernández de Cevallos, Estrada Cajigal, entre otros tantos, para tener una dimensión más clara si hay diferencias entre el PRI y el PAN.
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