Influenza

Jorge Carrasco Araizaga / Apro

Hace menos de dos años, en agosto de 2007, México, Estados Unidos y Canadá elaboraron un plan ante los efectos desastrosos que tendría en América del Norte una pandemia provocada por la influenza o la gripe aviar.

Titulado Plan de América del Norte para la Influenza Aviar y Pandémica, el documento obliga a las partes a compartir información "de una manera abierta, oportuna y transparente" cuando ocurra un brote como el que ahora padece México.

A diferencia de la información a cuentagotas que han dado las autoridades mexicanas a la población, el gobierno de Calderón está obligado a proporcionar a sus socios comerciales los datos precisos sobre el alcance del mal para controlar una posible pandemia en la región, pero también para evitar afectaciones a la infraestructura y el movimiento de mercancías y servicios.

El temor está fundado. De acuerdo con lo señalado en el plan que forma parte de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad en América del Norte (ASPAN), firmada en marzo de 2006, un pandemia por influenza aviar o una variación de ella, tarde o temprano podría ocurrir en la región.

Una enfermedad epidémica se contagia fácilmente de persona a persona, causa enfermedad seria y puede extenderse en el país y alrededor del mundo en un periodo muy corto.

En función de lo ocurrido con el virus H5N1 de la gripe aviar, que resurgió en China en 2003, el documento advirtió que un nuevo virus de influenza podría emerger y causar "la próxima pandemia de influenza".

De acuerdo con el plan, estas pandemias han sido recurrentes durante siglos. Tan solo en el siglo pasado se registraron en tres ocasiones: en 1918, 1957 y 1968, provocando la muerte de 40 millones, dos millones y un millón de personas, respectivamente.

De seguir esa tendencia, los decesos tendrían que ser menos, aunque sí de cientos de miles de personas, millones de hospitalizaciones y cientos de millones de dólares en costos directos e indirectos para las economías de Norteamérica.

Con la economía mexicana arrastrada por la crisis estadunidense, una pandemia en estos momentos sería todavía más desastrosa.

Si la certeza de una pandemia en este siglo fue dada por los tres países como un hecho, lo que hasta ahora se presenta como un brote de una mutación del virus de la influenza, la pregunta obligada es qué hicieron en México las administraciones del PAN a partir de ese diagnóstico.

Al igual que el PRI, los gobiernos de Vicente Fox –quien firmó el plan– y el de Felipe Calderón han hecho de la atención de la salud un tema político. Han utilizado la salud pública para granjearse votos.

"Oportunidades" con Fox y "Para vivir mejor" de Calderón no han sido sino la extensión de los programas corporativos de corte social de Salinas (Solidaridad) y Zedillo (Progresa).

Tanto el PRI como el PAN han utilizado los recursos públicos de forma patrimonialista, como si fueran suyos y no del Estado para cumplir con su obligación de satisfacer las necesidades básicas de salud, alimentación y educación de la población.

Cierto que en economías desarrolladas y con infraestructura médica suficiente han surgido brotes de contagios, pero han sido controlables al margen de cualquier utilización política.

Hasta ahora, la aplicación en México de los protocolos internacionales para este tipo casos, no han evitado el temor y la incertidumbre. Menos lo hará la propaganda "Para vivir mejor".

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