Enrique Cisneros Luján
Da coraje ver a Felipe Calderón dando consejos sobre cómo enfrentar la pandemia de moda: la influenza. Juega el mismo papel de los españoles que hace 500 años, en el tiempo de la barbarie conocida como colonización, aconsejaban a los nativos sobre lo que deberían de hacer para no contraer la epidemia de la “cocoloztli”, cuyo nombre original español era viruela. Los españoles la trajeron y se ufanaban de salvadores de los indios dándoles consejos.
La influenza es un virus que tiene su origen en la explotación y la pobreza, virus resultado de transformaciones genéticas cuyo único objetivo es aumentar la ganancia de los grandes capitalistas.
Calderón acaba de endeudar a todos los mexicanos con más de 47 mil millones de dólares (más de un billón de pesos en lo que va de su sexenio) y casi nada de ese dinero se ha dedicado a salud, ni educación, ni vivienda. Por el contrario, ese neoliberal sigue obstinado en seguir privatizando la salud, lo que significa, que el que tenga dinero se cure y el que no… que se rasque.
La influenza y otras grandes plagas que aterrorizarán al pueblo mexicano (y mundial), nacen de un sistema donde la salud de los trabajadores no es prioritaria, donde se endeuda a todo el país para rescatar banqueros, empresarios y para que con el pretexto de la “seguridad” y la lucha contra el narcotráfico, varios vivales, empezando por los altos jerarcas militares, se hagan millonarios.
Mientras esto sucede en México, otros países con menos recursos naturales como Cuba, están libres de estas plagas, o como en el caso del SIDA sus índices de contaminación son mucho más bajos.
Calderón y sus jilgueros engañaron al pueblo al no prevenirlo, por el contrario, gastaron millones de pesos en publicidad, tratando de convencerlo de las bondades del sistema de salud neoliberal bautizado como “Seguro Popular” y ¡zas!... toda su fantasía se les vino abajo cuando el gobierno de Canadá les dijo: ¡señores, su país está a punto de una epidemia!
El sistema de salud calderonista no tuvo la capacidad de detectar lo que era un secreto a voces: que con tanta pobreza se creó un campo de cultivo para virus nuevos que ni siquiera provienen de los seres humanos, sino que son virus que la supuesta ciencia (ciencia mercantilista de alteraciones genéticas), ha propiciado en la cría de cerdos.
Y todo esto sucede cuando el gobierno calderonista acaba de legalizar la contaminación de las más de 30 variedades del ancestral maíz mexicano con maíz transgénico, de ese que se usa para alimentar puercos en Estados Unidos y que aquí, por la pobreza, muchos mexicanos se lo comen.
Cuando se le reclamó al Secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas Jiménez, sobre los riesgos que traería para la salud del pueblo mexicano permitir la siembra y consumo de maíz transgénico contestó: no está demostrado que su consumo traiga algún mal o genere enfermedades. O sea que hay que esperar a que surja algún virus, que en México sería epidemia (pues el maíz es el alimento básico popular), para empezar a averiguar si genera enfermedades.
La verdad es que el único objetivo de esos neoliberales al autorizar la contaminación irreversible del pueblo mexicano con maíz transgénico, es arruinar a tres millones de campesinos nacionales para que se hagan ricos los grandes consorcios internacionales, productores de transgénicos, donde ellos participan como socios.
Y todavía así se quieren mostrar como salvadores del pueblo, tal cual habla en estos días Calderón y sus corifeos.
Por más que les demos vuelta no hay otra alternativa para enderezar el rumbo: “o se van o los sacamos”, pues de lo contrario, pronto en México se repetirán las pilas de cuerpos humanos quemadas en grandes hogueras como en la conquista por el mal del cocoliztli, o como aconteció con los guerrilleros zapatistas durante la revolución en que miles de campesinos fueron quemados junto a todas sus pertenencias, cuando la influenza española azotó a las zonas pobres campesinas.
Hay que hacer algo ¡ya!, no esperemos a que “el destino nos alcance”.
Da coraje ver a Felipe Calderón dando consejos sobre cómo enfrentar la pandemia de moda: la influenza. Juega el mismo papel de los españoles que hace 500 años, en el tiempo de la barbarie conocida como colonización, aconsejaban a los nativos sobre lo que deberían de hacer para no contraer la epidemia de la “cocoloztli”, cuyo nombre original español era viruela. Los españoles la trajeron y se ufanaban de salvadores de los indios dándoles consejos.
La influenza es un virus que tiene su origen en la explotación y la pobreza, virus resultado de transformaciones genéticas cuyo único objetivo es aumentar la ganancia de los grandes capitalistas.
Calderón acaba de endeudar a todos los mexicanos con más de 47 mil millones de dólares (más de un billón de pesos en lo que va de su sexenio) y casi nada de ese dinero se ha dedicado a salud, ni educación, ni vivienda. Por el contrario, ese neoliberal sigue obstinado en seguir privatizando la salud, lo que significa, que el que tenga dinero se cure y el que no… que se rasque.
La influenza y otras grandes plagas que aterrorizarán al pueblo mexicano (y mundial), nacen de un sistema donde la salud de los trabajadores no es prioritaria, donde se endeuda a todo el país para rescatar banqueros, empresarios y para que con el pretexto de la “seguridad” y la lucha contra el narcotráfico, varios vivales, empezando por los altos jerarcas militares, se hagan millonarios.
Mientras esto sucede en México, otros países con menos recursos naturales como Cuba, están libres de estas plagas, o como en el caso del SIDA sus índices de contaminación son mucho más bajos.
Calderón y sus jilgueros engañaron al pueblo al no prevenirlo, por el contrario, gastaron millones de pesos en publicidad, tratando de convencerlo de las bondades del sistema de salud neoliberal bautizado como “Seguro Popular” y ¡zas!... toda su fantasía se les vino abajo cuando el gobierno de Canadá les dijo: ¡señores, su país está a punto de una epidemia!
El sistema de salud calderonista no tuvo la capacidad de detectar lo que era un secreto a voces: que con tanta pobreza se creó un campo de cultivo para virus nuevos que ni siquiera provienen de los seres humanos, sino que son virus que la supuesta ciencia (ciencia mercantilista de alteraciones genéticas), ha propiciado en la cría de cerdos.
Y todo esto sucede cuando el gobierno calderonista acaba de legalizar la contaminación de las más de 30 variedades del ancestral maíz mexicano con maíz transgénico, de ese que se usa para alimentar puercos en Estados Unidos y que aquí, por la pobreza, muchos mexicanos se lo comen.
Cuando se le reclamó al Secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas Jiménez, sobre los riesgos que traería para la salud del pueblo mexicano permitir la siembra y consumo de maíz transgénico contestó: no está demostrado que su consumo traiga algún mal o genere enfermedades. O sea que hay que esperar a que surja algún virus, que en México sería epidemia (pues el maíz es el alimento básico popular), para empezar a averiguar si genera enfermedades.
La verdad es que el único objetivo de esos neoliberales al autorizar la contaminación irreversible del pueblo mexicano con maíz transgénico, es arruinar a tres millones de campesinos nacionales para que se hagan ricos los grandes consorcios internacionales, productores de transgénicos, donde ellos participan como socios.
Y todavía así se quieren mostrar como salvadores del pueblo, tal cual habla en estos días Calderón y sus corifeos.
Por más que les demos vuelta no hay otra alternativa para enderezar el rumbo: “o se van o los sacamos”, pues de lo contrario, pronto en México se repetirán las pilas de cuerpos humanos quemadas en grandes hogueras como en la conquista por el mal del cocoliztli, o como aconteció con los guerrilleros zapatistas durante la revolución en que miles de campesinos fueron quemados junto a todas sus pertenencias, cuando la influenza española azotó a las zonas pobres campesinas.
Hay que hacer algo ¡ya!, no esperemos a que “el destino nos alcance”.
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