Índice Político / Francisco Rodríguez
Oríllese a la orilla
Frase típica de los policías mexicanos
SI BARACK OBAMA compara a Felipe Calderón con el policía Elliot Ness, tal obedece a que el michoacano sólo ha hablado con el hawaiano de asuntos policíacos: drogas, armas, muertos, cárteles, rutas, corrupción. A tal ha reducido el ocupante de Los Pinos no sólo a la relación bilateral con la Casa Blanca, lo peor es que muy evidentemente también ha comprimido su gestión a los llamados temas de seguridad pública. Nada, de todo lo demás.
Por tal es que la intensificación de la militarización de la frontera de Estados Unidos y México es ya un hecho. Porque la administración de Calderón ha fracasado estrepitosamente en lo que prácticamente es lo único en lo que se ha empeñado.
Mal planeada y peor ejecutada, la llamada guerra contra el narcotráfico, ha derivado en lo que muchos especialistas califican como un "Estado fallido".
Por tal es que, aunque en el discurso se diga lo contrario, el gobierno de Barack Obama está tomando las medidas que considera pertinentes para cuidar que la violencia provocada por los cárteles mexicanos no contamine su frontera sur. Tras analizar los informes de sus órganos de inteligencia y luego del reporte de la visita de la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, a nuestro país, el mandatario de EU aseguró que la violencia en México está "fuera de control" y se le ha escapado de las manos a la administración mexicana, por lo que plantea una seria amenaza a las comunidades estadounidenses fronterizas.
Al demócrata sin duda alguna le interesa también no crearse un problema que pudiera derivarse de la escasez de drogas para sus 30 millones de adictos que, de suceder, le representaría una complicación interna de consecuencias imprevisibles. También, por supuesto, le interesa al gobierno estadounidense que los multimillonarios pagos por la droga que importa su país, sigan apuntalando su deteriorado sistema financiero, por lo que harán hasta lo imposible por frenar la exportación de capitales y asegurarse que el "lavado" de dólares producto de la venta de drogas ilícitas se realice en territorio estadounidense.
Obama esperará la evaluación del impacto de la intensificación de las tareas policiales -con 360 agentes federales más, aparatos de vigilancia de alta tecnología y perros rastreadores- antes de desplegar las tropas de la Guardia Nacional a la frontera, pues requiere saber si la estrategia implementada funcionará.
Durante un programa televisivo de la cadena CBS, admitió que su país debe reducir la demanda de droga y al mismo tiempo hacer un esfuerzo por reducir el flujo de dinero y de armas hacia el sur, pues, señaló, la crisis de la droga en Estados Unidos es una "calle de doble vía". Sin embargo, aunque las declaraciones de las autoridades estadounidenses han hecho énfasis en el peligro que les representa la violencia exportada desde México, no han delineado un plan medianamente aceptable para hacer cumplir sus compromisos en cuanto a reducir la voraz demanda de estupefacientes en más de 250 conglomerados urbanos.
Tampoco han señalado con precisión cuál sería la estrategia a seguir para asegurarse que las armerías estadounidenses dejen de vender armas de uso exclusivo de las fuerzas armadas y equipo bélico de alta tecnología, que ha fortalecido a los cárteles de la droga a niveles nunca vistos en el pasado y que ponen en riesgo no sólo las comunidades norteamericanas de la frontera, sino también la propia viabilidad de Calderón como ocupante de Los Pinos.
Reuniones de alto nivel aparte, la solución al problema policiaco que atora los demás puntos de la agenda bilateral es harto sencilla: que Calderón y Obama hagan lo que les corresponde. Que el primero no permita el paso de armas a nuestro país, con aduanas limpias y confiables. Igual allá, que tampoco sus funcionarios aduanales permitan, como ahora lo hacen, el trasiego de drogas.
Asuntos Internos, mientras tanto, pasó ayer por la báscula a "Elliot Ness".
Índice Flamígero: No hubo desdén de los coordinadores parlamentarios al visitante Barack Obama, al no acudir a la cena que Calderón le ofreció anoche. Sí lo hubo al panista que ocupa Los Pinos, quien fue el invitador guión desinvitador. De suyo, los senadores no pensaban asistir, pues nunca conocieron la agenda de trabajo Obama-Calderón, si es que en realidad la hubo.
*** IMPORTANTE *** Revoluciones es un proyecto de información alternativa sin fines de lucro, para mantenernos en línea requerimos de tu apoyo. Puedes ayudarnos haciendo un deposito bancario, por mínimo que sea, hazlo en el banco HSBC, al número de cuenta 6271254999 a nombre de Samuel R. García o en transferencia electrónica abonando al número Clabe: 021180062712549990. Gracias.
Oríllese a la orilla
Frase típica de los policías mexicanos
SI BARACK OBAMA compara a Felipe Calderón con el policía Elliot Ness, tal obedece a que el michoacano sólo ha hablado con el hawaiano de asuntos policíacos: drogas, armas, muertos, cárteles, rutas, corrupción. A tal ha reducido el ocupante de Los Pinos no sólo a la relación bilateral con la Casa Blanca, lo peor es que muy evidentemente también ha comprimido su gestión a los llamados temas de seguridad pública. Nada, de todo lo demás.
Por tal es que la intensificación de la militarización de la frontera de Estados Unidos y México es ya un hecho. Porque la administración de Calderón ha fracasado estrepitosamente en lo que prácticamente es lo único en lo que se ha empeñado.
Mal planeada y peor ejecutada, la llamada guerra contra el narcotráfico, ha derivado en lo que muchos especialistas califican como un "Estado fallido".
Por tal es que, aunque en el discurso se diga lo contrario, el gobierno de Barack Obama está tomando las medidas que considera pertinentes para cuidar que la violencia provocada por los cárteles mexicanos no contamine su frontera sur. Tras analizar los informes de sus órganos de inteligencia y luego del reporte de la visita de la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, a nuestro país, el mandatario de EU aseguró que la violencia en México está "fuera de control" y se le ha escapado de las manos a la administración mexicana, por lo que plantea una seria amenaza a las comunidades estadounidenses fronterizas.
Al demócrata sin duda alguna le interesa también no crearse un problema que pudiera derivarse de la escasez de drogas para sus 30 millones de adictos que, de suceder, le representaría una complicación interna de consecuencias imprevisibles. También, por supuesto, le interesa al gobierno estadounidense que los multimillonarios pagos por la droga que importa su país, sigan apuntalando su deteriorado sistema financiero, por lo que harán hasta lo imposible por frenar la exportación de capitales y asegurarse que el "lavado" de dólares producto de la venta de drogas ilícitas se realice en territorio estadounidense.
Obama esperará la evaluación del impacto de la intensificación de las tareas policiales -con 360 agentes federales más, aparatos de vigilancia de alta tecnología y perros rastreadores- antes de desplegar las tropas de la Guardia Nacional a la frontera, pues requiere saber si la estrategia implementada funcionará.
Durante un programa televisivo de la cadena CBS, admitió que su país debe reducir la demanda de droga y al mismo tiempo hacer un esfuerzo por reducir el flujo de dinero y de armas hacia el sur, pues, señaló, la crisis de la droga en Estados Unidos es una "calle de doble vía". Sin embargo, aunque las declaraciones de las autoridades estadounidenses han hecho énfasis en el peligro que les representa la violencia exportada desde México, no han delineado un plan medianamente aceptable para hacer cumplir sus compromisos en cuanto a reducir la voraz demanda de estupefacientes en más de 250 conglomerados urbanos.
Tampoco han señalado con precisión cuál sería la estrategia a seguir para asegurarse que las armerías estadounidenses dejen de vender armas de uso exclusivo de las fuerzas armadas y equipo bélico de alta tecnología, que ha fortalecido a los cárteles de la droga a niveles nunca vistos en el pasado y que ponen en riesgo no sólo las comunidades norteamericanas de la frontera, sino también la propia viabilidad de Calderón como ocupante de Los Pinos.
Reuniones de alto nivel aparte, la solución al problema policiaco que atora los demás puntos de la agenda bilateral es harto sencilla: que Calderón y Obama hagan lo que les corresponde. Que el primero no permita el paso de armas a nuestro país, con aduanas limpias y confiables. Igual allá, que tampoco sus funcionarios aduanales permitan, como ahora lo hacen, el trasiego de drogas.
Asuntos Internos, mientras tanto, pasó ayer por la báscula a "Elliot Ness".
Índice Flamígero: No hubo desdén de los coordinadores parlamentarios al visitante Barack Obama, al no acudir a la cena que Calderón le ofreció anoche. Sí lo hubo al panista que ocupa Los Pinos, quien fue el invitador guión desinvitador. De suyo, los senadores no pensaban asistir, pues nunca conocieron la agenda de trabajo Obama-Calderón, si es que en realidad la hubo.
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