El nazismo en los canales 22 y 34 de televisión

Conjeturas / Álvaro Cepeda Neri

Las televisoras de, Azcárraga (dueño absoluto de los canales 2, 4, 5, 7 y 9); de los Salinas Pliego, quien en complicidad con Raúl y Carlos Salinas de Gortari, compró TV-Azteca y se apropió del 40; el 34 de Peña Nieto, caja de resonancia de su campaña mediática; y, el canal 22 de Calderón, como lo hace cada presidente en turno, son lo que Karl Raymund Popper, en extraordinario ensayo, bautizó como “la mala maestra” (y eso que no supo de la tenebrosa Elba Esther Gordillo, madrastra de los maestros sometido por el SNTE).

Y es que se dedican, con rarísimas excepciones en su programación, a idiotizar e incluso a “educar” en los peores ejemplos de los llamados autoritarismos, antítesis de las democracias, usando el término correcto: las autocracias.

Una de esas autocracias fue el nazismo (con su compañero de viaje: el fascismo, con el loco Mussolini) y que llevó a la humanidad a una de sus mayores barbaries: el exterminio de judíos y otros seres humanos que fueron considerados lo contrario de la raza aria.

A lo largo de la historia han irrumpido una serie de guerras que tienen su punto de partida en la del Peloponeso (narrada por Tucídides) y, además, invasiones que no terminan, como las de Irak (a las que vino a invitar Sarkozy a Calderón) o las que tienen lugar en el Medio Oriente.

Pero, la devastación nazi a Rusia, Inglaterra, Francia, España y otros países que resistieron heroicamente la embestida de Hitler y su pandilla, fue una guerra que partió en dos esas historias: el antes y el después de esa cruzada macabra, donde murieron más de 6 millones de niños, mujeres y hombres.

El nazismo fue la máxima irracionalidad de la más sangrienta y mortal barbarie. La explotación de ese fenómeno, a partir del Juicio de Nuremberg (consultar el libro de Eugene Davidson: Nuremberg, Juicio histórico; y de Ernest Nolte: Fascismo de Mussolini a Hitler) se ha llevado a extremos de propaganda a favor de esa maldad. A tal grado, por ejemplo que al menos los canales de televisión de Peña Nieto y Calderón, y no de vez en cuando, sino constantemente transmiten documentales, siempre los mismos, que enaltecen esa desgracia.

Por enésima vez lo hicieron el pasado martes 17 de marzo. El de Peña Nieto exhibiendo el botín de pinturas que se robó el nazismo. El de Calderón, repitiendo el Juicio de Nuremberg. Y no es que no deban transmitirse esos programas. Lo que pasa es que es más de lo mismo. No son documentales nuevos, siquiera.

Se trata de difundir como propaganda, lo que hasta hace no mucho fue, pero para desacreditar, la programación contra el comunismo (otra barbarie sangrienta). El nazismo que difunden los canales 22 y 34, en repetidas ocasiones y en los horarios con más audiencia (sin contar la adicción a las telenovelas de los Salinas Pliego y los Azcárraga) ante la pantalla casera. La derecha con su neoliberalismo económico tiene en el nazismo un espejo y no sólo para mirarse, sino para imitar, para lo cual necesita adoctrinar al menos a los televidentes.

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