Paul Krugman / Clarín
Cuál es la peor perspectiva para la economía mundial?" preguntó mi interlocutor. Recién un día después se me ocurrió la respuesta correcta. "Estados Unidos podría volverse Irlanda".
Lo malo es que el gobierno irlandés vaticina que este año el PBI va a caer más de un 10%, con lo que cruzaría la línea que se usa para diferenciar una recesión de una depresión.
Pero hay algo más: para satisfacer a los nerviosos prestamistas. Irlanda es obligada a aumentar impuestos y rebajar drásticamente el gasto del gobierno a la luz de la depresión económica. Y es esta eliminación de opciones la que me temo podría ocurrirnos al resto de nosotros.
¿Cómo hizo Irlanda para quedar sumida en el aprieto en el que se encuentra hoy? Siendo como nosotros, sólo que más. Al igual que Islandia, Irlanda se lanzó con arrojo al mundo de los mercados globales no controlados. En 2008, la Fundación Heritage declaró a Irlanda la tercer economía más libre del mundo, detrás de Hong Kong y Singapur.
Una parte de la economía irlandesa que se volvió especialmente libre fue el sector bancario, que usó esa libertad para financiar una monstruosa burbuja inmobiliaria. Luego, la burbuja estalló.
El colapso de la construcción hizo que la economía cayera a pique mientras los alicaídos precios de las viviendas dejaban a mucha gente con una deuda mucho mayor del valor de sus casas. El resultado, al igual que en EE.UU., fue una creciente ola de defaults y fuertes pérdidas para los bancos.
Por la crisis, Irlanda anunció un plan para comprar muchos de los activos tóxicos de los bancos mientras aumentaba los impuestos y recortaba el gasto para tranquilizar a los prestamistas. ¿Está haciendo lo correcto? Muchos especialistas irlandeses critican el plan de los bancos. Pero en lo que no hay demasiado desacuerdo es en la necesidad de austeridad fiscal. Parece que la única opción para Irlanda es confiar en una recuperación que venga desde el extranjero y cuando el resto del mundo repunte.
Por ahora, EE.UU. no tiene un corset fiscal al estilo irlandés. Los mercados financieros todavía consideran a la deuda norteamericana algo más seguro que cualquier otra cosa. Pero puede no siempre ser. Nadie quiere tener, como Irlanda, que castigar a su propia economía para salvar a los bancos.
Cuál es la peor perspectiva para la economía mundial?" preguntó mi interlocutor. Recién un día después se me ocurrió la respuesta correcta. "Estados Unidos podría volverse Irlanda".
Lo malo es que el gobierno irlandés vaticina que este año el PBI va a caer más de un 10%, con lo que cruzaría la línea que se usa para diferenciar una recesión de una depresión.
Pero hay algo más: para satisfacer a los nerviosos prestamistas. Irlanda es obligada a aumentar impuestos y rebajar drásticamente el gasto del gobierno a la luz de la depresión económica. Y es esta eliminación de opciones la que me temo podría ocurrirnos al resto de nosotros.
¿Cómo hizo Irlanda para quedar sumida en el aprieto en el que se encuentra hoy? Siendo como nosotros, sólo que más. Al igual que Islandia, Irlanda se lanzó con arrojo al mundo de los mercados globales no controlados. En 2008, la Fundación Heritage declaró a Irlanda la tercer economía más libre del mundo, detrás de Hong Kong y Singapur.
Una parte de la economía irlandesa que se volvió especialmente libre fue el sector bancario, que usó esa libertad para financiar una monstruosa burbuja inmobiliaria. Luego, la burbuja estalló.
El colapso de la construcción hizo que la economía cayera a pique mientras los alicaídos precios de las viviendas dejaban a mucha gente con una deuda mucho mayor del valor de sus casas. El resultado, al igual que en EE.UU., fue una creciente ola de defaults y fuertes pérdidas para los bancos.
Por la crisis, Irlanda anunció un plan para comprar muchos de los activos tóxicos de los bancos mientras aumentaba los impuestos y recortaba el gasto para tranquilizar a los prestamistas. ¿Está haciendo lo correcto? Muchos especialistas irlandeses critican el plan de los bancos. Pero en lo que no hay demasiado desacuerdo es en la necesidad de austeridad fiscal. Parece que la única opción para Irlanda es confiar en una recuperación que venga desde el extranjero y cuando el resto del mundo repunte.
Por ahora, EE.UU. no tiene un corset fiscal al estilo irlandés. Los mercados financieros todavía consideran a la deuda norteamericana algo más seguro que cualquier otra cosa. Pero puede no siempre ser. Nadie quiere tener, como Irlanda, que castigar a su propia economía para salvar a los bancos.
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