Slim, la radiografía del poder

Cuando Carlos Slim habla no hay manera de no escucharlo. La audiencia aguarda por sus palabras. En medio del foro “¿Qué hacer para crecer?”, celebrado recientemente en el Senado, el ingeniero confirmó que su poder económico se transformó en dominio social y político. La contraofensiva del Gobierno Federal no se hizo esperar y lanzó una andanada de críticas sobre la gestión de Telmex y de sus tarifas. Pero Slim no se inmutó.

Con una riqueza que lo ubica como uno de los hombres más ricos del mundo, ahora persigue algo mucho más valioso: ejercer su influencia. Pero no se trata del típico y barato “capitalismo de cuates”, descrito por el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz. El presidente del Grupo Carso no quiere prebendas, quiere poder. La autoridad se la otorga una fortuna de 60,000 mdd, que equivale a 5.5% del PIB.

Mantenerse blindado frente a las embestidas del gobierno y del sector privado es parte de la estrategia de este hombre cuyas empresas generan más de 225,586 puestos de trabajo.

El blindaje luce imprescindible. Las esferas de influencia de Slim no sólo se extienden a casi todos los sectores económicos del país, sino que pasan por el deporte, la cultura, la salud y la educación. El objetivo es filantrópico, sí, pero además es hacer sentir el peso de este conglomerado.

Pero, ante los traspiés del Gobierno Federal para doblegar a este poder económico que, en algunas ocasiones, lo ha rebasado, Carlos Slim se transformó en un actor político relevante, aunque a él le gusta afirmar que uno de los consejos más frecuentes que le da a sus hijos es: “No se junten con políticos”. Su mano, entonces, también está en el Congreso, y han sido muchos los casos de iniciativas de ley sujetas al cabildeo del empresario.

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