Sin estrategia contra el narco

Julio Pomar

Ya está demostrando Felipe Calderón que no sólo es de “mecha corta”, sino impulsivo, de arranques impensados, o insuficientemente pensados. Su reacción ante “Forbes” cuando ésta exalta la fortuna mil millonaria en dólares del narcotraficante Joaquín “Chapo” Guzmán es suficiente para dejar sentado lo anterior.

Lo cual supone que Calderón hubiese preferido que la revista ni siquiera tocara el tema, o sea, lo omitiera, o sea, lo ocultara, y no lo que hizo, divulgarlo. Eso revela la concepción que Calderón tiene de la libertad de información y de prensa. Como dicen algunos gringos: “No se vale que a un buen cuento se le atraviese la incómoda verdad”. Y Calderón sigue engolosinado en que el suyo, el de su gobernabilidad, es un buen cuento.

Sin dejar de lado que Forbes no está forzosamente del lado de la verdad verdadera, sino sólo de su propia verdad, pues que sepamos no sirve al proletariado ni a los pobres del mundo, ni denuncia las desigualdades sociales monstruosas que se dan en la Tierra entre individuos y entre naciones, sino que sirve a los ricos, a los grandes intereses, la revelación de “Forbes” vino como un torpedo a pegar en la línea de flotación de la barca calderoniana que es la imagen de sí mismo como un arcángel Gabriel luchando contra los demonios. Y el espanto de Calderón está en eso, que “Forbes” le llegó duro, muy duro, a su auto imagen de que va ganando la “guerra” contra el narco. ¿No dijo el otro día ante la American Chamber of Commerce que si las muertes, asesinatos y ajusticiamientos entre bandas narcas levantan grandes polvaredas es que eso significa que está limpiando la casa? Pues cuando se limpia la casa, se levanta polvo, acotó. Definitivamente, la inclusión del “Chapo” en la lista de los más adinerados del mundo le cayó como balde de agua fría a su entusiasmo bélico antinarco.

Más allá de esta mecha corta, en sus reacciones a “Forbes” siguió faltando lo sustancial. Su “guerra” no es más que una acción militar, donde falta el gran sustento social que empujase a todo un país a sumarse a esta lucha. O sea, Calderón sólo asumió la lucha contra el crimen organizado pero nunca ha consensuado con los sectores sociales políticas de recíproco apoyo. Ya se sabe, según el prusiano Klausewitz, que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. ¿Cuándo Calderón ha ido a los sectores sociales a decirles que llega a una situación en que para derrotar al narco tiene que hacer concesiones sociales a los grupos populares que verdaderamente lo pueden auxiliar en esa lucha y perder el temor a participar en ella? Simplemente, autocráticamente, se invistió de arcángel Gabriel y tira mandobles a diestra y siniestra.

Otra cosa sería si, teniendo templanza y serenidad, o andando pero negociando, o a Dios rogando y con el mazo dando, decidiera suspender las políticas que lesionan gravemente a los sectores populares, tanto en lo económico como en lo social, y vería que el pueblo mexicano es generoso y sabe entender. Suspender esas políticas le proveería de un arsenal social de apoyos que ni él mismo se imagina. ¿Pues qué hizo don Lázaro Cárdenas del Río cuando encabezó a las fuerzas políticas y sociales que anhelaban rescatar para México la industria y la riqueza petroleras? ¿No primero le dio alas al sindicalismo y no se puso a repartir reivindicadoras tierras a los campesinos? ¿No impulsó la educación popular y desarrolló amplias políticas sociales? Sólo cuando hubo completado esa primera fase de la gran estrategia, la del gran apoyo social, es que pudo afrontar el desafío de las arrogantes empresas petroleras internacionales, tanto inglesas, como holandesas, como norteamericanas. ¿O no fue así? La prueba es que cuando expropió para México la industria petrolera y las empresas internacionales se le lanzaron al cuello, el pueblo le dio gratificante apoyo masivo que consolidó su acción.

Es que don Lázaro Cárdenas del Río, sin dogmas ni intelectualismos, tuvo la percepción de la historia y de la política de Estado. Operó con astucia y prudencia, no reveló su verdadera intención hasta que las empresas petroleras no lo obligaron a actuar. Calderón, en cambio, no se cansa de reprimir a los sectores sociales, como el minero, que levantan justas demandas. Los tilda a través de perrillos ladrantes, como “extorsionadores”.

En el caso del narcotráfico la situación es diferente. No son empresas identificadas, con perfiles o límites legales e institucionales claros, sino una caótica andanada de impulsos ilegales que surgen de lo profundo de la sociedad, bajo la consigna de salvarse de la necesidad, al menos por unos cuantos años. No son héroes los narcotraficantes, sino seres desesperados y violentos dispuestos a lo que sea por la ganancia, con tal de juntar algo que fortalezca su rechazo a estructuras oficiales reblandecidas por la corrupción que saben, porque los tienen en la mano, que colaboran con el narco y el lavado de dinero.

¿Cuándo ha actuado la administración calderonista contra los apoyos institucionales que protegen o promueven a los narcos? ¿Cuántos políticos, empresarios o banqueros coludidos con el narco han sido detenidos por esa razón? No hay política de inteligencia, o esta es muy precaria. Si al crimen organizado se le combate sólo con el ejército, subsiste la hidra de mil cabezas que desde los ángulos del poder político y económico sostiene a aquél. Pero el apoyo popular no se da, no tiene por qué darse, mientras Calderón mantiene una cerrazón política y social sólo a favor de los grandes privilegiados, los grandes intereses empresariales que le financiaron la campaña, pero que hoy, desencantados de esa ineficacia, le están empezando a dar la espalda, como bien lo señaló hace unos días Andrés Manuel López Obrador, y como lo evidencia “Forbes” al divulgar lo que divulgó.

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