Perspectiva Global

Salvador Suárez Zaizar

La situación actual no es sencilla. Nos encontramos en un momento donde es importante seguir trabajando y ser pacientes, mantener la unidad y buscar las oportunidades. Las enseñanzas que obtendremos en estos años, si sabemos aprender de ellas y aplicarlas, fortalecerán a nuestro país.

Hace unos meses, mientras conversaba sobre mi experiencia en China, una persona me preguntó ¿Los chinos son felices? Me hizo reflexionar varias cosas. En primer lugar, si vale la pena un enorme esfuerzo por alcanzar un mejor nivel de vida.
Es muy probable que muchos chinos no sean felices, sobre todo aquéllos que trabajan en las fábricas o llevando pesados objetos bajo el sol. Aún así, están conscientes del importante rol que juegan no sólo dentro de la sociedad, sino en la historia de China. Saben que es un momento de sacrificio, un período en el que hay que trabajar por encima de sus capacidades para volver a disfrutar de un alto nivel de vida, como sucedió en el pasado.

Que injustos estamos siendo con las generaciones futuras en México. Muchas veces estamos prefiriendo la felicidad por encima del sacrificio, el bien personal por arriba del bien común. Debemos medir el potencial que tenemos como nación, mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta que la desigualdad, la falta de oportunidades, la corrupción y la injusticia, están nublando la esperanza que cada mexicano tiene de mejorar su condición actual y de visualizar un país con un rumbo definido. Esto no es responsabilidad de un gobierno, es el rezago acumulado de años y de actuar como una sociedad poco activa y desunida.

Mis papás me inculcaron que no hay mejor inversión que aquélla que se destina a la educación, que no existe mejor legado a los hijos que brindar los medios necesarios para asistir a la escuela, y que es responsabilidad de cada persona el aprovechar esa oportunidad única. Al mismo tiempo, es importante ser consciente de lo que sucede a nuestro alrededor, más allá de nuestra casa o familia, y ayudar a que todos salgamos adelante.

El gobierno tiene que destinar más fondos a la educación e investigación. Invertir en el desarrollo de una persona es atacar de raíz los problemas sociales que estamos viviendo, es brindar herramientas al ciudadano para que confronte un mundo más competido y agresivo. Si olvidamos esta parte, jamás veremos un cambio de fondo en este país. No importa si los resultados los verán nuestros hijos o nietos, finalmente es nuestra obligación iniciarlo.

Esperanza es mirar a las nuevas generaciones, a los niños que vienen cada vez más despiertos. La enseñanza de los padres, el mayor acceso a la información, el medio ambiente que comparten con sus compañeros, entre otros factores, están dando paso a personas que desean poner en práctica sus conocimientos y habilidades, que lucharán por ser exitosos en su vida y pertenecer a un país triunfador. Si el sector público, privado o académico no abre esos espacios, esta nueva generación los exigirá.

Necesitamos aprender de esta crisis, que no sólo es económica sino también política y social. Es urgente brindar las mismas oportunidades a mujeres y hombres, a jóvenes y adultos, a campesinos y empresarios. Si forjamos una sociedad incluyente, veremos que es cierto lo que tanto se dice en discursos políticos y que muy rara vez se observa: alcanzaremos un desarrollo económico, se reducirá el resentimiento que existe entre los mexicanos por largos años de inequidad, y nos encontraremos en el camino que nos llevará a la posición que nuestro país merece en el mundo.

Cada uno de nosotros debemos retribuir lo mucho que nos ha dado México: el privilegio de vivir en esta tierra.

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