Eduardo Ibarra Aguirre
Visita y pronunciamientos oficiales del militar que ostenta el más alto cargo operativo en el Ejército de Estados Unidos de América, Michael Glenn Mullen , amén de la ausencia de información sobre las conversaciones privadas que sostuvo con los secretarios Guillermo Galván Galván y Mariano Francisco Saynez Mendoza , de la Defensa y de Marina respectivamente, despertaron la crítica y la preocupación de actores políticos y medios de comunicación sobre los objetivos, no declarados, de la polémica presencia del jefe del Estado Mayor Conjunto de USA.
Particularmente generó inquietud la siguiente aseveración: “Más que nada deseo que trabajemos conjuntamente para encontrar maneras de mejorar la cooperación entre las fuerzas militares de nuestros vecinos”. México, dijo, “es nuestro buen amigo y una nación con la que nos une una larga frontera y responsabilidades compartidas”.
Mejorar la cooperación fue leída como la pretensión del Pentágono y de la Casa Blanca de lograr “una labor militar compartida” con las fuerzas armadas locales.
No es preciso forzar lecturas, pues el secretario de Defensa de Estados Unidos Robert Michael Gates –sovietólogo y rusólogo proveniente de la dirección general de la CIA bajo la presidencia de George Herbert Walker Bush , recomendado por éste a su inepto y corrupto hijo George , y heredado por Barack Hussein Obama --, fue sumamente claro al sostener: “Algunos de los antiguos recelos contra la cooperación entre nuestros ejércitos están siendo superados”.
La tesis de Gates --uno de los cerebros de la invasión a Panamá y promotor fallido de la de Nicaragua--, se emitió enseguida de que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa exigió un cambio de actitud de la sociedad estadunidense pues el narcotráfico obedece también a un fenómeno de corrupción de las autoridades del vecino del norte. Y, sobre todo –digo yo-- a que allá se encuentra el mercado más grande y pujante de consumidores de narcóticos. Y nada indica que se dispongan a combatirlo desde sus raíces, porque como bien lo anunció Obama el 20 de enero: “ Seguimos siendo la nación más poderosa de la Tierra ”. Y más aún: “No nos disculparemos por nuestro estilo de vida, ni vacilaremos en su defensa”.
En la víspera de la visita de Mullen, también se produjo e l reconocimiento del jefe político del ejército imperial a Calderón Hinojosa, porque bajo su gobierno empieza a “revisar su política respecto de una colaboración militar amplia”, justo cuando Eduardo Medina-Mora Icaza afirmó que es innecesario que USA refuerce con tropas la frontera norte con México; también cuando crecen las voces que desde la clase política advierten que “la preocupación fundamental de Estados Unidos no debe ser Irak, sino nuestro vecino del sur”. Pero antes lo estigmatizaron como Estado fallido.
No resulta desproporcionado, entonces, que las sigilosas conversaciones del jefe militar estadunidense con el divisionario Galván y el almirante Saynez se vinculen con el objetivo de Washington de preparar el terreno para acordar con el gobierno del abogado y economista, el despliegue de efectivos militares de USA en territorio mexicano, por la vía de una ampliación de la muy criticada Iniciativa Mérida, hasta mutarla en el más que impresentable Plan Colombia.
La experiencia del país sudamericano es una tragedia no sólo en materia de derechos humanos, de acuerdo a la misma Organización de las Naciones Unidas y no a los opositores del sanguinario gobierno de Álvaro Uribe Vélez , sino que la producción y tráfico de cocaína y otros enervantes, no disminuyeron y los cárteles desmantelados fueron sustituidos por una amplia red de pequeñas y medianas empresas que abastecen la demanda colombiana y sobre todo la estadunidense, vigorosa y pujante como ninguna.
Visita y pronunciamientos oficiales del militar que ostenta el más alto cargo operativo en el Ejército de Estados Unidos de América, Michael Glenn Mullen , amén de la ausencia de información sobre las conversaciones privadas que sostuvo con los secretarios Guillermo Galván Galván y Mariano Francisco Saynez Mendoza , de la Defensa y de Marina respectivamente, despertaron la crítica y la preocupación de actores políticos y medios de comunicación sobre los objetivos, no declarados, de la polémica presencia del jefe del Estado Mayor Conjunto de USA.
Particularmente generó inquietud la siguiente aseveración: “Más que nada deseo que trabajemos conjuntamente para encontrar maneras de mejorar la cooperación entre las fuerzas militares de nuestros vecinos”. México, dijo, “es nuestro buen amigo y una nación con la que nos une una larga frontera y responsabilidades compartidas”.
Mejorar la cooperación fue leída como la pretensión del Pentágono y de la Casa Blanca de lograr “una labor militar compartida” con las fuerzas armadas locales.
No es preciso forzar lecturas, pues el secretario de Defensa de Estados Unidos Robert Michael Gates –sovietólogo y rusólogo proveniente de la dirección general de la CIA bajo la presidencia de George Herbert Walker Bush , recomendado por éste a su inepto y corrupto hijo George , y heredado por Barack Hussein Obama --, fue sumamente claro al sostener: “Algunos de los antiguos recelos contra la cooperación entre nuestros ejércitos están siendo superados”.
La tesis de Gates --uno de los cerebros de la invasión a Panamá y promotor fallido de la de Nicaragua--, se emitió enseguida de que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa exigió un cambio de actitud de la sociedad estadunidense pues el narcotráfico obedece también a un fenómeno de corrupción de las autoridades del vecino del norte. Y, sobre todo –digo yo-- a que allá se encuentra el mercado más grande y pujante de consumidores de narcóticos. Y nada indica que se dispongan a combatirlo desde sus raíces, porque como bien lo anunció Obama el 20 de enero: “ Seguimos siendo la nación más poderosa de la Tierra ”. Y más aún: “No nos disculparemos por nuestro estilo de vida, ni vacilaremos en su defensa”.
En la víspera de la visita de Mullen, también se produjo e l reconocimiento del jefe político del ejército imperial a Calderón Hinojosa, porque bajo su gobierno empieza a “revisar su política respecto de una colaboración militar amplia”, justo cuando Eduardo Medina-Mora Icaza afirmó que es innecesario que USA refuerce con tropas la frontera norte con México; también cuando crecen las voces que desde la clase política advierten que “la preocupación fundamental de Estados Unidos no debe ser Irak, sino nuestro vecino del sur”. Pero antes lo estigmatizaron como Estado fallido.
No resulta desproporcionado, entonces, que las sigilosas conversaciones del jefe militar estadunidense con el divisionario Galván y el almirante Saynez se vinculen con el objetivo de Washington de preparar el terreno para acordar con el gobierno del abogado y economista, el despliegue de efectivos militares de USA en territorio mexicano, por la vía de una ampliación de la muy criticada Iniciativa Mérida, hasta mutarla en el más que impresentable Plan Colombia.
La experiencia del país sudamericano es una tragedia no sólo en materia de derechos humanos, de acuerdo a la misma Organización de las Naciones Unidas y no a los opositores del sanguinario gobierno de Álvaro Uribe Vélez , sino que la producción y tráfico de cocaína y otros enervantes, no disminuyeron y los cárteles desmantelados fueron sustituidos por una amplia red de pequeñas y medianas empresas que abastecen la demanda colombiana y sobre todo la estadunidense, vigorosa y pujante como ninguna.
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