A Puerta Cerrada / Marcela Gómez Zalce
• Escalada del tira-tira bilateral
• TLCAN…
Tarde o temprano una guerra comercial, mi estimado, se convierte en una guerra mortífera. Mientras las lacritas amarillas se consagran con sus distintivos chuchineros en su pasada elección interna, donde esos chuchos de la nueva izquierda (con minúsculas) comienzan a sentir lo duro y tupido de desfilar en la navaja de la incongruencia política, el (des)gobierno de Felipe Calderón activa el segundo frente contra el gobierno de Barack Obama con relación al célebre TLCAN...
Que, como le hemos reiterado en este irreverente espacio, my friend, es uno de los simpáticos puntos en la agenda de promesas de campaña del inquilino de la Casa Blanca, a raíz de la gran crisis económica que enfrenta no sólo su administración, sino el mundo entero.
Hace unos días Obama promulgó la ley de gastos del año fiscal 2009, y en una de sus divertidas disposiciones bloqueó los fondos federales para el programa piloto de acceso a Estados Unidos de los camiones mexicanos, que se había puesto en vigor después de una serie de atractivos jaloneos bilaterales por parte del gobierno de George W. Bush, para así cumplir con las obligaciones suscritas en el mentado Tratado, que lo establecía desde 1995.
El maravilloso meollo, amable lector, es que los Teamsters —uno de los sindicatos de transportistas que junto a los USW (ambos, by the way, substanciales aliados de Napoleón Gómez Urrutia en su lucha contra los atropellos de Grupo México de Germán Larrea y las complicidades del (des)gobierno federal)—, ha sido desde siempre la piedra en el zapato del acuerdo de libre comercio que doblegó a Bill Clinton, obligándolo a incumplir la maravillosa cláusula para la entrada de los camiones mexicanos que, según el poderoso sindicato estadunidense, le quita oportunidades de trabajo, entre otras cosas, a sus transportistas.
Hoy, ante la peligrosa crisis económica y sus devastadores índices en el desempleo, Obama nuevamente envía señales de que el TLCAN será revisado. Recuerde que hace algunas lunas y justo en la deslucida visita de Felipe a Washington, el vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs, with a low diplomatic hit, enfatizó que se había abordado el tema del TLCAN en sus rubros ambientales y laborales y que, con la pena amigous, pero ambos serían pasados a la báscula, yes?
Días después del anuncio de Obama —que evidentemente está incrustado en la agenda económica de los poderosos sindicatos—, el achispado secretario de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, aventó uno de sus ilustres y reconocidos discursos acusando recibo del tubazo proteccionista estadunidense (sin tomar en cuenta que en la complejidad del problema hay resistencias e intereses de las agrupaciones de transportistas mexicanos para que transiten por territorio nacional los camiones norteamericanos), y advirtiendo que México aplicará un incremento de aranceles a cerca de 90 productos industriales y agrícolas en represalia por la cancelación del sugerente programa piloto.
Luego entonces, Estados Unidos respondió que se va a proponer una nueva legislación (which could take a hell of a fucking time) para este controvertido tema —que implica muchos billetes que, con lo sucedido en la Iniciativa Mérida no están, digamos, muy receptivos en los desembolsos–, y que ya encarrerados, se trabajará con los mexicanos para encarar las obligaciones del TLCAN… en donde tarde o temprano saldrán los temas ambiental y laboral.
Acto seguido, México reculó, perdón, replanteó que la delicada represalia no incluiría al arroz, frijol y trigo porque son productos sensibles para los mexicanos.
Todo el tira-tira bilateral aderezado además con las declaraciones de Germán Martínez desde Aguascalientes escupiendo que el PAN —partido en el poder (del no poder)— le reprochará a Hillary Clinton en su próxima visita lo que llaman como una campaña de desprestigio vs el (des)gobierno de Calderón, orquestada por la otra guerra, la de señalamientos, acusaciones e innegables evidencias sobre el descontrolado tsunami de violencia que vulnera ya la seguridad nacional de ambos países.
El auténtico desmadre de la histérica incontinencia verbal federal continúa por el camino del yo acuso, sin que tercie prudencia, sensatez y oficio de por medio. Y las consecuencias, my friend, no tardan en aflorar ante la falta de propuestas y estrategias. Porque cuando se agote el sonsonete del discursito nacionalista, la peligrosa realidad terminará por dimensionar el contexto y colocar a cada quien en su lugar.
• Escalada del tira-tira bilateral
• TLCAN…
Tarde o temprano una guerra comercial, mi estimado, se convierte en una guerra mortífera. Mientras las lacritas amarillas se consagran con sus distintivos chuchineros en su pasada elección interna, donde esos chuchos de la nueva izquierda (con minúsculas) comienzan a sentir lo duro y tupido de desfilar en la navaja de la incongruencia política, el (des)gobierno de Felipe Calderón activa el segundo frente contra el gobierno de Barack Obama con relación al célebre TLCAN...
Que, como le hemos reiterado en este irreverente espacio, my friend, es uno de los simpáticos puntos en la agenda de promesas de campaña del inquilino de la Casa Blanca, a raíz de la gran crisis económica que enfrenta no sólo su administración, sino el mundo entero.
Hace unos días Obama promulgó la ley de gastos del año fiscal 2009, y en una de sus divertidas disposiciones bloqueó los fondos federales para el programa piloto de acceso a Estados Unidos de los camiones mexicanos, que se había puesto en vigor después de una serie de atractivos jaloneos bilaterales por parte del gobierno de George W. Bush, para así cumplir con las obligaciones suscritas en el mentado Tratado, que lo establecía desde 1995.
El maravilloso meollo, amable lector, es que los Teamsters —uno de los sindicatos de transportistas que junto a los USW (ambos, by the way, substanciales aliados de Napoleón Gómez Urrutia en su lucha contra los atropellos de Grupo México de Germán Larrea y las complicidades del (des)gobierno federal)—, ha sido desde siempre la piedra en el zapato del acuerdo de libre comercio que doblegó a Bill Clinton, obligándolo a incumplir la maravillosa cláusula para la entrada de los camiones mexicanos que, según el poderoso sindicato estadunidense, le quita oportunidades de trabajo, entre otras cosas, a sus transportistas.
Hoy, ante la peligrosa crisis económica y sus devastadores índices en el desempleo, Obama nuevamente envía señales de que el TLCAN será revisado. Recuerde que hace algunas lunas y justo en la deslucida visita de Felipe a Washington, el vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs, with a low diplomatic hit, enfatizó que se había abordado el tema del TLCAN en sus rubros ambientales y laborales y que, con la pena amigous, pero ambos serían pasados a la báscula, yes?
Días después del anuncio de Obama —que evidentemente está incrustado en la agenda económica de los poderosos sindicatos—, el achispado secretario de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, aventó uno de sus ilustres y reconocidos discursos acusando recibo del tubazo proteccionista estadunidense (sin tomar en cuenta que en la complejidad del problema hay resistencias e intereses de las agrupaciones de transportistas mexicanos para que transiten por territorio nacional los camiones norteamericanos), y advirtiendo que México aplicará un incremento de aranceles a cerca de 90 productos industriales y agrícolas en represalia por la cancelación del sugerente programa piloto.
Luego entonces, Estados Unidos respondió que se va a proponer una nueva legislación (which could take a hell of a fucking time) para este controvertido tema —que implica muchos billetes que, con lo sucedido en la Iniciativa Mérida no están, digamos, muy receptivos en los desembolsos–, y que ya encarrerados, se trabajará con los mexicanos para encarar las obligaciones del TLCAN… en donde tarde o temprano saldrán los temas ambiental y laboral.
Acto seguido, México reculó, perdón, replanteó que la delicada represalia no incluiría al arroz, frijol y trigo porque son productos sensibles para los mexicanos.
Todo el tira-tira bilateral aderezado además con las declaraciones de Germán Martínez desde Aguascalientes escupiendo que el PAN —partido en el poder (del no poder)— le reprochará a Hillary Clinton en su próxima visita lo que llaman como una campaña de desprestigio vs el (des)gobierno de Calderón, orquestada por la otra guerra, la de señalamientos, acusaciones e innegables evidencias sobre el descontrolado tsunami de violencia que vulnera ya la seguridad nacional de ambos países.
El auténtico desmadre de la histérica incontinencia verbal federal continúa por el camino del yo acuso, sin que tercie prudencia, sensatez y oficio de por medio. Y las consecuencias, my friend, no tardan en aflorar ante la falta de propuestas y estrategias. Porque cuando se agote el sonsonete del discursito nacionalista, la peligrosa realidad terminará por dimensionar el contexto y colocar a cada quien en su lugar.
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