Álvaro Delgado
Preocupados por emular pronto lo que el PRI consiguió en décadas de uso autoritario del poder, los miembros del gobierno panista lanzan su propia versión oficial de la historia de México. Como parte de esta labor, el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México publicó el libro Ministros y secretarios de Gobernación, en el cual, como en las vidas de santos, se pone de manifiesto la intrínseca superioridad moral y política de los últimos tres panistas que ocuparon ese puesto sobre sus antecesores priistas.
El gobierno de Felipe Calderón rescribe la historia del México contemporáneo al gusto del Partido Acción Nacional (PAN) y, en ese revisionismo, los secretarios de Gobernación panistas, con excepción de Santiago Creel, se alzan, virtuosos, sobre sus siniestros antecesores priistas.
Carlos Abascal, Francisco Ramírez Acuña y Juan Camilo Mouriño son descritos por los historiadores oficiales como individuos excepcionales en el libro Ministros y secretarios de Gobernación: Dos siglos de política interior en México, editado por la Secretaría de Gobernación.
En el libro, impreso y distribuido bajo la gestión de Fernando Gómez Mont, a los tres más recientes encargados de la política interior del país les es dado un trato lisonjero en sus respectivas biografías, con la retórica del nuevo oficialismo y desprovisto de cualquier elemento crítico.
En las biografías de los altos servidores públicos panistas –elaboradas por miembros del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM)– no existen la represión, los abusos de poder, el tráfico de influencias, el uso faccioso de los recursos públicos, la opacidad en la información…
Aunque también entre los secretarios panistas hay diferencias: La semblanza de Creel, que es de una extensión de media cuartilla –semejante a la de los priistas Patrocinio González Garrido y Emilio Chuayffet–, apenas menciona su paso como secretario de Gobernación durante cinco años, mientras que las efímeras gestiones de los difuntos Abascal y Mouriño ocupan un espacio cuatro veces mayor y aparecen como seres intachables.
Abascal: “Se destacó por su capacidad conciliadora y de generación de acuerdos en la economía, en el mundo laboral, en lo social y en la política desde el humanismo trascendente; es decir, desde y para la persona humana”.
Mouriño: “Enfrentó importantes desafíos, privilegiando siempre el bienestar de todos los mexicanos. El año 2007 fue decisivo para despegar el proyecto nacional del presidente Calderón (y) la visión estratégica de Mouriño fue sustancial para cumplir con estos objetivos”.
Hasta Ramírez Acuña despunta como un político incorrupto: Si bien no merece a sus biógrafos ningún reconocimiento de su gestión de un año en la Secretaría de Gobernación, se destaca su trayectoria panista y su papel como alcalde de Guadalajara y gobernador de Jalisco, cuyas acciones represivas y de corrupción se omiten.
En contraste, la maldad se le confiere a los secretarios de Gobernación priistas, desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Diódoro Carrasco –actual diputado federal del PAN–, en cuyas semblanzas proliferan los señalamientos críticos a su ejercicio del poder y episodios controvertidos, si bien nada que no haya sido documentado periodísticamente.
Líder de asesinatos
Manuel Bartlett, quien fue secretario de Gobernación todo el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988), leyó el libro y le envió una carta a Gómez Mont, el 24 de febrero, en la que repudia la lógica facciosa que se imprime a las biografías de priistas y panistas, de “simpatías hacia algunos y de antipatías y desinterés para otros”.
“La Secretaría de Gobernación es una institución del Estado y debiera ser cuidadosa en sus publicaciones, al menos objetiva. Las descalificaciones parciales corresponden más bien a su partido”, le advierte a Gómez Mont, a quien le reclama que en su semblanza, de una cuartilla, se hayan incorporado los asesinatos del periodista Manuel Buendía y del estadunidense Enrique Camarena Salazar, agente de la DEA, acaecidos durante su gestión.
“No me atrevería a reclamar mala intención, tal vez el añadido se deba al actual acento penalista en Gobernación”, aclara el priista en alusión a la rama de la abogacía que ejerce el secretario de Gobernación, a quien le hace ver “algunas coincidencias.”
Una de ella es que el libro coincide con la imputación que le hizo el presidente del PAN, Germán Martínez, de ser el “presunto asesino” de Buendía, por lo que Bar¬tlett lo demandó por daño moral, en agosto de 2006.
Al respecto, Bartlett dice en su carta, una copia de la cual entregó a Proceso: “En este juicio, actualmente en la Suprema Corte de Justicia, aparece usted desde su inicio como defensor de mi demandado Germán Martínez, entonces secretario de la Función Pública, ahora presidente del PAN, defensa de la que estoy seguro se ha retirado. Se vería mal a un secretario de Gobernación litigando, aunque fuera sutilmente. Todo se llega a saber. Recordemos a algunos de sus compañeros de gabinete”.
La otra “coincidencia” que le hace ver Bartlett a Gómez Mont es que Televisa, al informar sobre la liberación de José Antonio Zorrilla, sentenciado como autor del homicidio de Buendía, “recuerda a su estilo que el asesinato ocurrió siendo secretario de Gobernación Manuel Bartlett, mención que coincide con lo del citado folleto. Ningún otro nombre de funcionarios de entonces se les vino a la cabeza, 20 años después”.
Mordaz, aclara: “Desde luego, no creo que Televisa haya leído el opúsculo, ni que ustedes en su empeño de amigable componedor de las violaciones a la ley electoral por Televisa, por cierto exculpada, se lo hayan platicado ni mucho menos que tenga que ver con la ‘Ley Televisa’. Simples coincidencias”.
Y reta a Gómez Mont: “Me parece interesante que se constate la estadística de muertos que ocurran durante la gestión de cada secretario de Gobernación. Sin duda, pese a su breve estancia en Bucareli, que seguramente será larga por su indudable experiencia política, ya es usted campeón nacional. Lleva en su haber decenas de asesinatos de todos los niveles y bandos, todos los días, periodistas, soldados, agentes, narcotraficantes, hasta un general de división. Imaginemos la extensión de la futura semblanza, nada más en lo que a muertos se refiere”.
Tufo panista
El libro Ministros y secretarios de Gobernación: Dos siglos de política interior en México, cuyo tiraje fue de 2 mil ejemplares que comenzaron a circular en diciembre de 2008, adolece de falta de rigor en algunos datos significativos.
Por ejemplo, en la biografía de Creel se señala que fungió como consejero ciudadano del Instituto Federal Electoral (IFE) hasta el 31 de octubre de 1996, lo cual es cierto, pero enseguida se anota una falsedad: “Durante su desempeño se organizaron los comicios federales de 1997”.
Otra: En la semblanza de Fernando Gutiérrez Barrios se asegura que, después de haber sido secretario de Gobernación con Carlos Salinas, entre 1988 y 1992, “partidos de oposición intentaron, sin lograrlo, enrolarlo en sus filas, tal y como lo hizo el Partido de la Revolución Democrática (PRD) a inicios de 1997”.
Los historiadores panistas no ofrecen ninguna prueba en ese sentido, quizá porque fue Ignacio Morales Lechuga, y no Gutiérrez Barrios, a quien el PRD coqueteó para impulsarlo como candidato a gobernador de Veracruz y a quien vetó Cuauh¬témoc Cárdenas.
Pero el libro no fue hecho por historiadores improvisados: Fue coordinado por Pablo Serrano Álvarez, doctor en historia y autor, entre otros estudios, de El sinarquismo en el Bajío mexicano (1934-1951), historia de un movimiento social regional y La política pública regional en el gobierno de Lázaro Cárdenas, 1934-1940.
Los coautores son Elsa Aguilar Casas, Roberto Espinosa de los Monteros y Luis Enrique Moguel Aquino; son también historiadores y, al igual que Serrano Álvarez, funcionarios del INEHRM, cuyo director general es José Manuel Villalpando, quien asumió también la coordinación de los festejos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución a la renuncia de Rafael Tovar y de Teresa.
De hecho, Carlos Abascal Carranza nombró a Serrano Álvarez director general interino del organismo que se llamó Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM), cargo que desempeñó de octubre de 2005 a marzo de 2008, cuando Mouriño designó a Villalpando, quien fue secretario general de la Escuela Libre de Derecho, alma mater de Calderón.
Director de Investigación y Documentación del INEHRM, a Serrano Álvarez se le solicitó formalmente una entrevista sobre el libro que coordinó, de abierta propaganda panista, pero alegó que le ha sido impuesta una prohibición para hablar al respecto. La misma respuesta dio Villalpando, quien sostiene que si Benito Juárez viviera “sería panista”.
No es la primera ocasión en la que se cuestiona el trabajo de los historiadores del INEHRM, organismo de la Secretaría de Gobernación: En enero de 2007, cuando Serrano Álvarez era director del instituto, un historiador denunció en el diario La Jornada que por órdenes de Abascal fue censurado el libro Juárez de su puño y letra.
El propio Serrano Álvarez aseguró, en una carta a ese diario, que el libro “jamás fue censurado por el exsecretario de Gobernación, Carlos Abascal. Se trató de una realidad más banal: la del recorte de presupuesto después de la elección presidencial que afectó a todas las dependencias”.
En la carta descalificó el “recurso temerario y simplificado de una guerra sucia y la revancha entre conservadores y liberales del siglo XIX, que algunos políticos quieren ver en el presente”, y aseguró que la transformación del INEHRM “fue producto de un arduo trabajo y consenso entre profesionales de la historia para que nunca más se vuelva a instaurar una versión oficial de la historia al servicio de un partido político o de un régimen”.
Y subrayó: “Borrarle el tufo autoritario del pasado a este instituto fue un logro para todos los mexicanos.”
Zalamerías para Abascal
Pero el libro que él mismo coordinó va en sentido contrario a sus palabras: Las biografías de los secretarios de Gobernación del PAN tratan de instaurar una “versión oficial al servicio” de ese partido o, al menos, la facción dominante que encabeza Calderón.
Quizá por ello la semblanza de Creel es minúscula. Ocupa apenas seis párrafos sobre su trayectoria como abogado, miembro del Grupo San Ángel, la diputación a partir de 1997 y su derrota en la elección por la jefatura de gobierno del Distrito Federal ante Andrés Manuel López Obrador.
“Ese mismo año Vicente Fox fue electo presidente de la República y llamó a Creel para hacerse cargo de la Secretaría de Gobernación, donde se desempeñó hasta el 1 de junio de 2005, cuando lanzó su campaña como precandidato a la presidencia de la República por el PAN, partido en el que había sido consejero nacional de 2004 a 2007.”
El contraste con Abascal es notable: Las tres cuartillas de su biografía están colmadas de elogios y hasta alusiones a su padre, Salvador Abascal Infante, fundador de la Unión Nacional Sinarquista.
Incluye su paso por la Coparmex, a partir de 1995: “Desde ese año fue comprometido promotor del diálogo entre los sectores obrero y empresarial, siendo el primer dirigente empresarial orador en la Asamblea de Aniversario de la Confederación de Trabajadores de México, así como el primer anfitrión del secretario general de esta central obrera, Fidel Velázquez, en la sede de un organismo empresarial, para la firma de un acuerdo de entendimiento denominado ‘hacia una nueva cultura laboral’”.
Como secretario del Trabajo: “Su de¬sempeño en esa dependencia, entre diciembre de 2000 y junio de 2005, se distinguió por el clima de paz laboral en el país, por el impulso de una nueva relación entre sindicatos, empresas y gobierno, a la luz de la Nueva Cultura Laboral y por la incipiente recuperación del poder de compra de los trabajadores.”
Ya como secretario de Gobernación: “En su administración se concibió la relación del Ejecutivo federal con el Congreso de la Unión como una política de Estado, estableciendo un diálogo institucional permanente y respetuoso con todos los grupos parlamentarios”.
Se enumera una larga lista de leyes aprobadas y, después, se detallan logros que incluyen “la firma de un convenio para transparentar la publicidad pagada por los partidos políticos durante el proceso electoral presidencial de 2006”.
Y sigue: “En los meses siguientes a la elección del 2 de julio y ante la no aceptación de los resultados de la votación por el candidato de la Alianza por el Bien de Todos, simpatizantes de dicha Alianza bloquearon el Paseo de la Reforma y el Zócalo de la Ciudad de México. El secretario Carlos Abascal, convencido de que el diálogo era la única salida al conflicto, realizó acciones de distensión, las cuales permitieron que el Zócalo y Reforma fueran desocupadas para los festejos del 15 y 16 de septiembre”.
En la extensa semblanza de Abascal se incluyen, inclusive, los temas “filosóficos, laborales, educativos, económicos, históricos, políticos, empresariales y religiosos” de sus conferencias, y su breve militancia en el PAN.
Menos entusiasta es la biografía de Ramírez Acuña, quien ocupó la Secretaría de Gobernación al inicio del gobierno de Calderón, cuya gestión ni se menciona: “En enero de 2008 renunció al cargo y regresó a Guadalajara, donde atiende asuntos particulares”.
No hay ninguna referencia al destape que Ramírez Acuña hizo de Calderón y, menos aún, a la represión y tortura de las fuerzas policiacas a su mando contra manifestantes altermundistas.
Mouriño, casi Dios
En otro contraste entre panistas, la semblanza del “economista y político” Juan Camilo Mouriño, aunque un poco más corta que la de Abascal, es igualmente obsequiosa por su “vertiginosa carrera política” que inició en Campeche y luego como diputado a las órdenes de Calderón.
Con Calderón como secretario de Energía, Mouriño fue asesor y subsecretario. “Su experiencia como diputado y su visión estratégica fueron fundamentales para cumplir con los retos de ese cargo.”
Mouriño fue “clave”, dice la semblanza, para que Calderón ganara la candidatura presidencial del PAN: “Su acción consistió en estimular los consensos y acuerdos en torno a la figura y proyecto del licenciado Calderón.”
También “su capacidad de organización, negociación y liderazgo en la coyuntura política del cambio de gobierno favoreció para que la experiencia de la transición se concretara, hasta la toma de posesión”.
Y más: “A la cabeza de Gobernación, trabajó por generar un clima de civilidad política y reconciliación que fue reconocido por todas las fuerzas políticas; reformas fundamentales como la Energética, fueron resultado del trabajo de Mouriño Terrazo con todas las expresiones políticas organizadas. Es un común denominador el reconocimiento a Mouriño como un hombre de capacidad política, que logró el diálogo con los distintos partidos políticos y el gobierno en general”.
Preocupados por emular pronto lo que el PRI consiguió en décadas de uso autoritario del poder, los miembros del gobierno panista lanzan su propia versión oficial de la historia de México. Como parte de esta labor, el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México publicó el libro Ministros y secretarios de Gobernación, en el cual, como en las vidas de santos, se pone de manifiesto la intrínseca superioridad moral y política de los últimos tres panistas que ocuparon ese puesto sobre sus antecesores priistas.
El gobierno de Felipe Calderón rescribe la historia del México contemporáneo al gusto del Partido Acción Nacional (PAN) y, en ese revisionismo, los secretarios de Gobernación panistas, con excepción de Santiago Creel, se alzan, virtuosos, sobre sus siniestros antecesores priistas.
Carlos Abascal, Francisco Ramírez Acuña y Juan Camilo Mouriño son descritos por los historiadores oficiales como individuos excepcionales en el libro Ministros y secretarios de Gobernación: Dos siglos de política interior en México, editado por la Secretaría de Gobernación.
En el libro, impreso y distribuido bajo la gestión de Fernando Gómez Mont, a los tres más recientes encargados de la política interior del país les es dado un trato lisonjero en sus respectivas biografías, con la retórica del nuevo oficialismo y desprovisto de cualquier elemento crítico.
En las biografías de los altos servidores públicos panistas –elaboradas por miembros del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM)– no existen la represión, los abusos de poder, el tráfico de influencias, el uso faccioso de los recursos públicos, la opacidad en la información…
Aunque también entre los secretarios panistas hay diferencias: La semblanza de Creel, que es de una extensión de media cuartilla –semejante a la de los priistas Patrocinio González Garrido y Emilio Chuayffet–, apenas menciona su paso como secretario de Gobernación durante cinco años, mientras que las efímeras gestiones de los difuntos Abascal y Mouriño ocupan un espacio cuatro veces mayor y aparecen como seres intachables.
Abascal: “Se destacó por su capacidad conciliadora y de generación de acuerdos en la economía, en el mundo laboral, en lo social y en la política desde el humanismo trascendente; es decir, desde y para la persona humana”.
Mouriño: “Enfrentó importantes desafíos, privilegiando siempre el bienestar de todos los mexicanos. El año 2007 fue decisivo para despegar el proyecto nacional del presidente Calderón (y) la visión estratégica de Mouriño fue sustancial para cumplir con estos objetivos”.
Hasta Ramírez Acuña despunta como un político incorrupto: Si bien no merece a sus biógrafos ningún reconocimiento de su gestión de un año en la Secretaría de Gobernación, se destaca su trayectoria panista y su papel como alcalde de Guadalajara y gobernador de Jalisco, cuyas acciones represivas y de corrupción se omiten.
En contraste, la maldad se le confiere a los secretarios de Gobernación priistas, desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Diódoro Carrasco –actual diputado federal del PAN–, en cuyas semblanzas proliferan los señalamientos críticos a su ejercicio del poder y episodios controvertidos, si bien nada que no haya sido documentado periodísticamente.
Líder de asesinatos
Manuel Bartlett, quien fue secretario de Gobernación todo el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988), leyó el libro y le envió una carta a Gómez Mont, el 24 de febrero, en la que repudia la lógica facciosa que se imprime a las biografías de priistas y panistas, de “simpatías hacia algunos y de antipatías y desinterés para otros”.
“La Secretaría de Gobernación es una institución del Estado y debiera ser cuidadosa en sus publicaciones, al menos objetiva. Las descalificaciones parciales corresponden más bien a su partido”, le advierte a Gómez Mont, a quien le reclama que en su semblanza, de una cuartilla, se hayan incorporado los asesinatos del periodista Manuel Buendía y del estadunidense Enrique Camarena Salazar, agente de la DEA, acaecidos durante su gestión.
“No me atrevería a reclamar mala intención, tal vez el añadido se deba al actual acento penalista en Gobernación”, aclara el priista en alusión a la rama de la abogacía que ejerce el secretario de Gobernación, a quien le hace ver “algunas coincidencias.”
Una de ella es que el libro coincide con la imputación que le hizo el presidente del PAN, Germán Martínez, de ser el “presunto asesino” de Buendía, por lo que Bar¬tlett lo demandó por daño moral, en agosto de 2006.
Al respecto, Bartlett dice en su carta, una copia de la cual entregó a Proceso: “En este juicio, actualmente en la Suprema Corte de Justicia, aparece usted desde su inicio como defensor de mi demandado Germán Martínez, entonces secretario de la Función Pública, ahora presidente del PAN, defensa de la que estoy seguro se ha retirado. Se vería mal a un secretario de Gobernación litigando, aunque fuera sutilmente. Todo se llega a saber. Recordemos a algunos de sus compañeros de gabinete”.
La otra “coincidencia” que le hace ver Bartlett a Gómez Mont es que Televisa, al informar sobre la liberación de José Antonio Zorrilla, sentenciado como autor del homicidio de Buendía, “recuerda a su estilo que el asesinato ocurrió siendo secretario de Gobernación Manuel Bartlett, mención que coincide con lo del citado folleto. Ningún otro nombre de funcionarios de entonces se les vino a la cabeza, 20 años después”.
Mordaz, aclara: “Desde luego, no creo que Televisa haya leído el opúsculo, ni que ustedes en su empeño de amigable componedor de las violaciones a la ley electoral por Televisa, por cierto exculpada, se lo hayan platicado ni mucho menos que tenga que ver con la ‘Ley Televisa’. Simples coincidencias”.
Y reta a Gómez Mont: “Me parece interesante que se constate la estadística de muertos que ocurran durante la gestión de cada secretario de Gobernación. Sin duda, pese a su breve estancia en Bucareli, que seguramente será larga por su indudable experiencia política, ya es usted campeón nacional. Lleva en su haber decenas de asesinatos de todos los niveles y bandos, todos los días, periodistas, soldados, agentes, narcotraficantes, hasta un general de división. Imaginemos la extensión de la futura semblanza, nada más en lo que a muertos se refiere”.
Tufo panista
El libro Ministros y secretarios de Gobernación: Dos siglos de política interior en México, cuyo tiraje fue de 2 mil ejemplares que comenzaron a circular en diciembre de 2008, adolece de falta de rigor en algunos datos significativos.
Por ejemplo, en la biografía de Creel se señala que fungió como consejero ciudadano del Instituto Federal Electoral (IFE) hasta el 31 de octubre de 1996, lo cual es cierto, pero enseguida se anota una falsedad: “Durante su desempeño se organizaron los comicios federales de 1997”.
Otra: En la semblanza de Fernando Gutiérrez Barrios se asegura que, después de haber sido secretario de Gobernación con Carlos Salinas, entre 1988 y 1992, “partidos de oposición intentaron, sin lograrlo, enrolarlo en sus filas, tal y como lo hizo el Partido de la Revolución Democrática (PRD) a inicios de 1997”.
Los historiadores panistas no ofrecen ninguna prueba en ese sentido, quizá porque fue Ignacio Morales Lechuga, y no Gutiérrez Barrios, a quien el PRD coqueteó para impulsarlo como candidato a gobernador de Veracruz y a quien vetó Cuauh¬témoc Cárdenas.
Pero el libro no fue hecho por historiadores improvisados: Fue coordinado por Pablo Serrano Álvarez, doctor en historia y autor, entre otros estudios, de El sinarquismo en el Bajío mexicano (1934-1951), historia de un movimiento social regional y La política pública regional en el gobierno de Lázaro Cárdenas, 1934-1940.
Los coautores son Elsa Aguilar Casas, Roberto Espinosa de los Monteros y Luis Enrique Moguel Aquino; son también historiadores y, al igual que Serrano Álvarez, funcionarios del INEHRM, cuyo director general es José Manuel Villalpando, quien asumió también la coordinación de los festejos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución a la renuncia de Rafael Tovar y de Teresa.
De hecho, Carlos Abascal Carranza nombró a Serrano Álvarez director general interino del organismo que se llamó Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM), cargo que desempeñó de octubre de 2005 a marzo de 2008, cuando Mouriño designó a Villalpando, quien fue secretario general de la Escuela Libre de Derecho, alma mater de Calderón.
Director de Investigación y Documentación del INEHRM, a Serrano Álvarez se le solicitó formalmente una entrevista sobre el libro que coordinó, de abierta propaganda panista, pero alegó que le ha sido impuesta una prohibición para hablar al respecto. La misma respuesta dio Villalpando, quien sostiene que si Benito Juárez viviera “sería panista”.
No es la primera ocasión en la que se cuestiona el trabajo de los historiadores del INEHRM, organismo de la Secretaría de Gobernación: En enero de 2007, cuando Serrano Álvarez era director del instituto, un historiador denunció en el diario La Jornada que por órdenes de Abascal fue censurado el libro Juárez de su puño y letra.
El propio Serrano Álvarez aseguró, en una carta a ese diario, que el libro “jamás fue censurado por el exsecretario de Gobernación, Carlos Abascal. Se trató de una realidad más banal: la del recorte de presupuesto después de la elección presidencial que afectó a todas las dependencias”.
En la carta descalificó el “recurso temerario y simplificado de una guerra sucia y la revancha entre conservadores y liberales del siglo XIX, que algunos políticos quieren ver en el presente”, y aseguró que la transformación del INEHRM “fue producto de un arduo trabajo y consenso entre profesionales de la historia para que nunca más se vuelva a instaurar una versión oficial de la historia al servicio de un partido político o de un régimen”.
Y subrayó: “Borrarle el tufo autoritario del pasado a este instituto fue un logro para todos los mexicanos.”
Zalamerías para Abascal
Pero el libro que él mismo coordinó va en sentido contrario a sus palabras: Las biografías de los secretarios de Gobernación del PAN tratan de instaurar una “versión oficial al servicio” de ese partido o, al menos, la facción dominante que encabeza Calderón.
Quizá por ello la semblanza de Creel es minúscula. Ocupa apenas seis párrafos sobre su trayectoria como abogado, miembro del Grupo San Ángel, la diputación a partir de 1997 y su derrota en la elección por la jefatura de gobierno del Distrito Federal ante Andrés Manuel López Obrador.
“Ese mismo año Vicente Fox fue electo presidente de la República y llamó a Creel para hacerse cargo de la Secretaría de Gobernación, donde se desempeñó hasta el 1 de junio de 2005, cuando lanzó su campaña como precandidato a la presidencia de la República por el PAN, partido en el que había sido consejero nacional de 2004 a 2007.”
El contraste con Abascal es notable: Las tres cuartillas de su biografía están colmadas de elogios y hasta alusiones a su padre, Salvador Abascal Infante, fundador de la Unión Nacional Sinarquista.
Incluye su paso por la Coparmex, a partir de 1995: “Desde ese año fue comprometido promotor del diálogo entre los sectores obrero y empresarial, siendo el primer dirigente empresarial orador en la Asamblea de Aniversario de la Confederación de Trabajadores de México, así como el primer anfitrión del secretario general de esta central obrera, Fidel Velázquez, en la sede de un organismo empresarial, para la firma de un acuerdo de entendimiento denominado ‘hacia una nueva cultura laboral’”.
Como secretario del Trabajo: “Su de¬sempeño en esa dependencia, entre diciembre de 2000 y junio de 2005, se distinguió por el clima de paz laboral en el país, por el impulso de una nueva relación entre sindicatos, empresas y gobierno, a la luz de la Nueva Cultura Laboral y por la incipiente recuperación del poder de compra de los trabajadores.”
Ya como secretario de Gobernación: “En su administración se concibió la relación del Ejecutivo federal con el Congreso de la Unión como una política de Estado, estableciendo un diálogo institucional permanente y respetuoso con todos los grupos parlamentarios”.
Se enumera una larga lista de leyes aprobadas y, después, se detallan logros que incluyen “la firma de un convenio para transparentar la publicidad pagada por los partidos políticos durante el proceso electoral presidencial de 2006”.
Y sigue: “En los meses siguientes a la elección del 2 de julio y ante la no aceptación de los resultados de la votación por el candidato de la Alianza por el Bien de Todos, simpatizantes de dicha Alianza bloquearon el Paseo de la Reforma y el Zócalo de la Ciudad de México. El secretario Carlos Abascal, convencido de que el diálogo era la única salida al conflicto, realizó acciones de distensión, las cuales permitieron que el Zócalo y Reforma fueran desocupadas para los festejos del 15 y 16 de septiembre”.
En la extensa semblanza de Abascal se incluyen, inclusive, los temas “filosóficos, laborales, educativos, económicos, históricos, políticos, empresariales y religiosos” de sus conferencias, y su breve militancia en el PAN.
Menos entusiasta es la biografía de Ramírez Acuña, quien ocupó la Secretaría de Gobernación al inicio del gobierno de Calderón, cuya gestión ni se menciona: “En enero de 2008 renunció al cargo y regresó a Guadalajara, donde atiende asuntos particulares”.
No hay ninguna referencia al destape que Ramírez Acuña hizo de Calderón y, menos aún, a la represión y tortura de las fuerzas policiacas a su mando contra manifestantes altermundistas.
Mouriño, casi Dios
En otro contraste entre panistas, la semblanza del “economista y político” Juan Camilo Mouriño, aunque un poco más corta que la de Abascal, es igualmente obsequiosa por su “vertiginosa carrera política” que inició en Campeche y luego como diputado a las órdenes de Calderón.
Con Calderón como secretario de Energía, Mouriño fue asesor y subsecretario. “Su experiencia como diputado y su visión estratégica fueron fundamentales para cumplir con los retos de ese cargo.”
Mouriño fue “clave”, dice la semblanza, para que Calderón ganara la candidatura presidencial del PAN: “Su acción consistió en estimular los consensos y acuerdos en torno a la figura y proyecto del licenciado Calderón.”
También “su capacidad de organización, negociación y liderazgo en la coyuntura política del cambio de gobierno favoreció para que la experiencia de la transición se concretara, hasta la toma de posesión”.
Y más: “A la cabeza de Gobernación, trabajó por generar un clima de civilidad política y reconciliación que fue reconocido por todas las fuerzas políticas; reformas fundamentales como la Energética, fueron resultado del trabajo de Mouriño Terrazo con todas las expresiones políticas organizadas. Es un común denominador el reconocimiento a Mouriño como un hombre de capacidad política, que logró el diálogo con los distintos partidos políticos y el gobierno en general”.
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