Luis Paulino Vargas Solís
Con alguna frecuencia se dice que la actual crisis económica es un problema estructural o sistémico del capitalismo, no obstante lo cual, y sin mayor reflexión, se afirma de seguido que constituye otra manifestación del comportamiento cíclico del sistema ¿Son esas dos afirmaciones compatibles? En particular ¿lo son en el contexto de la fase actual, de generalizada decadencia del capitalismo? Me parece que no.
Los ciclos económicos son, sin duda, parte de la historia del capitalismo. En general, se han reconocido tres categorías o tipos de ciclo: el de corta duración, llamado Kitchin, de unos 40 meses; el Juglar, de mediana extensión: unos 8-10 años. Finalmente los ciclos largos Kondratieff, de alrededor de medio siglo de duración. Posiblemente Mandel es quien mejor estudió y caracterizó estos ciclos largos, aunque no fue el primero en advertir su existencia.
Los ciclos cortos (Kitchin) y medios (Juglar) fueron notablemente frecuentes durante el siglo XIX y primeras décadas del XX. Así, entre el decenio de los cincuenta del siglo XIX y finales de los años treinta del XX, es posible identificar, en el caso de la economía estadounidense, más de 20 ciclos. La mayoría son cortos, pero también se incluyen ahí las agudas fases depresivas del decenio de los setenta del siglo XIX y de los treinta del siglo pasado. Tras la Segunda Guerra Mundial, y con el advenimiento del capitalismo fordista (a veces llamado keynesiano) los ciclos se atenuaron y la frecuencia y severidad de las recesiones disminuyó.
Tras la crisis de los años setenta viene, a nivel mundial, el ascenso del neoliberalismo. Si partiéramos de una hipótesis según la cual las recesiones de 1974, 1980 y 1982 básicamente marcaron la transición hacia la etapa neoliberal, habría que reconocer que esta última, si bien anémica en términos de crecimiento económico, en todo caso registró pocas recesiones (1990, 2001 y 2007). Es decir, ha sido un cuarto de siglo de crecimiento pobre pero estable. Sin embargo, la recesión actual en Estados Unidos es ya la segunda más larga desde la Segunda Guerra Mundial, tan solo superada por la de 1982. Pero seguramente la sobrepasará en extensión y profundidad.
También se ha demostrado que durante este período se incrementó el endeudamiento hasta niveles sin precedentes. Ello estuvo directamente vinculado a la hipertrofia de los sistemas financieros, que se volvieron mucho más desregulados, “creativos” y opacos. Al mismo tiempo, se agudizaron y multiplicaron los episodios de crisis financiera, los cuales se dieron en países de la periferia del sistema (excepto el caso de Japón a inicios de los noventa) y dieron lugar a recesiones localizadas, a veces muy severas. Ahora, sin embargo, el problema ha explotado en el centro del sistema y la recesión es planetaria.
De tal forma, hay evidencia muy fuerte que sugiere que el sistema mantuvo el crecimiento –modesto pero estable- fundamentalmente gracias a los mecanismos gemelos de la deuda y la especulación financiera. En todo esto jugaban algunas tendencias más profundas. A saber:
- El subconsumo, agravado a nivel mundial por la polarización en la distribución de la riqueza y el empobrecimiento relativo (y a veces absoluto) de grupos medios y clases trabajadoras, lo cual limitaba su capacidad de consumo.
- La sobreproducción, asociada al incremento de la capacidad de producción de las industrias a nivel mundial, incentivado por la transnacionalización de los capitales, cosa que posibilitó el surgimiento de nuevos y poderosos centros industriales (como China).
- El rol dominante asumido por el ámbito financiero, lo cual imprimió al sistema un sesgo especulativo, ficticio y parasitario.
De tal modo, en el último cuarto de siglo, y más pronunciadamente durante este primer decenio del siglo XXI, se han profundizado las condiciones que empujan hacia la crisis sistémica. Se limitó la capacidad de consumo a la vez que crecía el potencial de producción. Intentando cerrar esa brecha se recurrió al mecanismo de la deuda. Ésta creció hasta el cielo. El endeudamiento disparatado y la hipertrofia financiera se alimentaban mutuamente. El mundo devino un inmenso casino, y el capital se ilusionó imaginando que podría inflar sus ganancias mediante la apuesta especulativa y el juego financiero parasitario.
Ninguno de estos mecanismos era sostenible. Ni las ganancias podían seguir alimentándose de la pura especulación financiera, ni la deuda podía crecer al infinito. Y, por ello mismo, tampoco se sostendría el consumo, puesto que su base era el crédito. Se derrumba el mecanismo financiero y, enseguida, se derrumba el consumo, o sea, la demanda. Entonces se desploma la producción. Vuelto a la realidad, el capital se percata que sus ganancias eran mucho menores de lo que imaginaba. Ello agrega nuevas razones para que se frene la inversión empresarial. El cuadro de crisis es completo y perfecto.
¿Es esta una crisis cíclica? De ninguna manera. Es una crisis estructural-sistémica en sentido fundamental. Se podría sintetizar de la forma siguiente:
- El mecanismo de deuda y especulación ha quedado completamente desbaratado. Esto exige una refundación completa de los sistemas financieros a escala mundial. Pero, sobre todo, ello implica que el capitalismo neoliberal perdió toda viabilidad y debería dar paso a un capitalismo distinto.
- Esa nueva fase del capitalismo solo podría tener alguna sostenibilidad si crea condiciones mínimas para la inclusión de los grupos medios y las clases trabajadoras, y para la regulación y conducción estratégica de la economía. Pero esto entra en colisión directa con los intereses de los apátridas capitales transnacionales y pone en cuestión todo el edificio de la globalización neoliberal. Se ponen así en marcha conflictos de amplísimo rango e incierta resolución.
- Además de todo lo anterior, se tendrían que restablecer condiciones mínimas de racionalidad en lo energético, ambiental y geopolítico.
- La resolución de estos retos tan complejos se vuelve mucho más improbable precisamente porque nos movemos dentro de un sistema decadente que da muestran dramáticas y generalizadas de demencia: en lo económico, social, político tanto como en lo ético y moral. Es una maquinaria desatada de destrucción y autodestrucción.
Wallerstein ha advertido correctamente que el sistema ha entrado en una fase de crisis de muy largo plazo. Es cosa mucho más amplia que la actual recesión y traerá un extenso período de conflicto social y político y retroceso e inestabilidad económica. Al cabo, surgirá algo distinto, pero es imposible saber cómo será el sistema que emerja. Me atrevo a especular que lo que surja será el resultado de la colisión cataclísmica entre las fuerzas de un capitalismo que se degrada hacia el fascismo y las fuerzas democráticas de las ciudadanías plurales alrededor del mundo.
Con alguna frecuencia se dice que la actual crisis económica es un problema estructural o sistémico del capitalismo, no obstante lo cual, y sin mayor reflexión, se afirma de seguido que constituye otra manifestación del comportamiento cíclico del sistema ¿Son esas dos afirmaciones compatibles? En particular ¿lo son en el contexto de la fase actual, de generalizada decadencia del capitalismo? Me parece que no.
Los ciclos económicos son, sin duda, parte de la historia del capitalismo. En general, se han reconocido tres categorías o tipos de ciclo: el de corta duración, llamado Kitchin, de unos 40 meses; el Juglar, de mediana extensión: unos 8-10 años. Finalmente los ciclos largos Kondratieff, de alrededor de medio siglo de duración. Posiblemente Mandel es quien mejor estudió y caracterizó estos ciclos largos, aunque no fue el primero en advertir su existencia.
Los ciclos cortos (Kitchin) y medios (Juglar) fueron notablemente frecuentes durante el siglo XIX y primeras décadas del XX. Así, entre el decenio de los cincuenta del siglo XIX y finales de los años treinta del XX, es posible identificar, en el caso de la economía estadounidense, más de 20 ciclos. La mayoría son cortos, pero también se incluyen ahí las agudas fases depresivas del decenio de los setenta del siglo XIX y de los treinta del siglo pasado. Tras la Segunda Guerra Mundial, y con el advenimiento del capitalismo fordista (a veces llamado keynesiano) los ciclos se atenuaron y la frecuencia y severidad de las recesiones disminuyó.
Tras la crisis de los años setenta viene, a nivel mundial, el ascenso del neoliberalismo. Si partiéramos de una hipótesis según la cual las recesiones de 1974, 1980 y 1982 básicamente marcaron la transición hacia la etapa neoliberal, habría que reconocer que esta última, si bien anémica en términos de crecimiento económico, en todo caso registró pocas recesiones (1990, 2001 y 2007). Es decir, ha sido un cuarto de siglo de crecimiento pobre pero estable. Sin embargo, la recesión actual en Estados Unidos es ya la segunda más larga desde la Segunda Guerra Mundial, tan solo superada por la de 1982. Pero seguramente la sobrepasará en extensión y profundidad.
También se ha demostrado que durante este período se incrementó el endeudamiento hasta niveles sin precedentes. Ello estuvo directamente vinculado a la hipertrofia de los sistemas financieros, que se volvieron mucho más desregulados, “creativos” y opacos. Al mismo tiempo, se agudizaron y multiplicaron los episodios de crisis financiera, los cuales se dieron en países de la periferia del sistema (excepto el caso de Japón a inicios de los noventa) y dieron lugar a recesiones localizadas, a veces muy severas. Ahora, sin embargo, el problema ha explotado en el centro del sistema y la recesión es planetaria.
De tal forma, hay evidencia muy fuerte que sugiere que el sistema mantuvo el crecimiento –modesto pero estable- fundamentalmente gracias a los mecanismos gemelos de la deuda y la especulación financiera. En todo esto jugaban algunas tendencias más profundas. A saber:
- El subconsumo, agravado a nivel mundial por la polarización en la distribución de la riqueza y el empobrecimiento relativo (y a veces absoluto) de grupos medios y clases trabajadoras, lo cual limitaba su capacidad de consumo.
- La sobreproducción, asociada al incremento de la capacidad de producción de las industrias a nivel mundial, incentivado por la transnacionalización de los capitales, cosa que posibilitó el surgimiento de nuevos y poderosos centros industriales (como China).
- El rol dominante asumido por el ámbito financiero, lo cual imprimió al sistema un sesgo especulativo, ficticio y parasitario.
De tal modo, en el último cuarto de siglo, y más pronunciadamente durante este primer decenio del siglo XXI, se han profundizado las condiciones que empujan hacia la crisis sistémica. Se limitó la capacidad de consumo a la vez que crecía el potencial de producción. Intentando cerrar esa brecha se recurrió al mecanismo de la deuda. Ésta creció hasta el cielo. El endeudamiento disparatado y la hipertrofia financiera se alimentaban mutuamente. El mundo devino un inmenso casino, y el capital se ilusionó imaginando que podría inflar sus ganancias mediante la apuesta especulativa y el juego financiero parasitario.
Ninguno de estos mecanismos era sostenible. Ni las ganancias podían seguir alimentándose de la pura especulación financiera, ni la deuda podía crecer al infinito. Y, por ello mismo, tampoco se sostendría el consumo, puesto que su base era el crédito. Se derrumba el mecanismo financiero y, enseguida, se derrumba el consumo, o sea, la demanda. Entonces se desploma la producción. Vuelto a la realidad, el capital se percata que sus ganancias eran mucho menores de lo que imaginaba. Ello agrega nuevas razones para que se frene la inversión empresarial. El cuadro de crisis es completo y perfecto.
¿Es esta una crisis cíclica? De ninguna manera. Es una crisis estructural-sistémica en sentido fundamental. Se podría sintetizar de la forma siguiente:
- El mecanismo de deuda y especulación ha quedado completamente desbaratado. Esto exige una refundación completa de los sistemas financieros a escala mundial. Pero, sobre todo, ello implica que el capitalismo neoliberal perdió toda viabilidad y debería dar paso a un capitalismo distinto.
- Esa nueva fase del capitalismo solo podría tener alguna sostenibilidad si crea condiciones mínimas para la inclusión de los grupos medios y las clases trabajadoras, y para la regulación y conducción estratégica de la economía. Pero esto entra en colisión directa con los intereses de los apátridas capitales transnacionales y pone en cuestión todo el edificio de la globalización neoliberal. Se ponen así en marcha conflictos de amplísimo rango e incierta resolución.
- Además de todo lo anterior, se tendrían que restablecer condiciones mínimas de racionalidad en lo energético, ambiental y geopolítico.
- La resolución de estos retos tan complejos se vuelve mucho más improbable precisamente porque nos movemos dentro de un sistema decadente que da muestran dramáticas y generalizadas de demencia: en lo económico, social, político tanto como en lo ético y moral. Es una maquinaria desatada de destrucción y autodestrucción.
Wallerstein ha advertido correctamente que el sistema ha entrado en una fase de crisis de muy largo plazo. Es cosa mucho más amplia que la actual recesión y traerá un extenso período de conflicto social y político y retroceso e inestabilidad económica. Al cabo, surgirá algo distinto, pero es imposible saber cómo será el sistema que emerja. Me atrevo a especular que lo que surja será el resultado de la colisión cataclísmica entre las fuerzas de un capitalismo que se degrada hacia el fascismo y las fuerzas democráticas de las ciudadanías plurales alrededor del mundo.
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