Índice Político / Francisco Rodríguez
LAS LLAMADAS DE atención del gobierno de los EU hacia la administración del señor Felipe Calderón no están motivadas por una preocupación por la delincuencia y la degradación social que generan las drogas, sino por el nivel que ha alcanzado la tendencia a la pérdida del control del gran negocio que representa la producción, el trasiego y el consumo de los enervantes.
La demanda urgente es que se meta orden y disciplina mediante un nuevo equilibrio entre los diferentes grupos: una necesidad manifiesta para garantizar una frontera sur menos inestable y por lo tanto menos vulnerable. Particularmente le advierte Obama a Calderón de los riesgos de una desestabilización hacia su territorio.
El gran consumidor no puede menos que exigir orden en su traspatio presionando sobremanera para que este negocio vuelva, en la medida de lo posible, a sus cauces y se evite una mayor exposición del funcionamiento real de la actividad del narcotráfico.
En adelante, entonces, las llamadas eufemísticamente "instituciones de orden y disciplina", es decir la Procuraduría General de la República, la Secretaría de Seguridad Pública, Gobernación, el mismo Ejército, tendrán que emplearse a fondo para restituir un cierto equilibrio que sustituya al anterior. Pero esta solución, aunque momentánea y a muy corto plazo, dada la profundidad y extensión de los efectos de la descomposición, dependerá en gran medida de la resolución del conflicto principal: la sucesión presidencial del 2012.
Y aunque tal será un arreglo relativo, pues las diversas fracciones de "El Sistema" –sobremanera los llamados poderes fácticos--, difícilmente podrán alcanzar un acuerdo duradero.
La gran condicionante a la que la administración del señor Calderón se ha plegado es la llamada Iniciativa Mérida, una medida similar al Plan Colombia que busca hacer frente al caos que se ha generalizado por todo el territorio y que ha obligado al gran consumidor, el Tío Sam, a exigir un mejor control y un nuevo equilibrio entre los diferentes grupos que se disputan los "grandes negocios".
Esta exigencia se dirige directamente al Ejército. Sin embargo, este último ya ha manifestado su desacuerdo, pues fuera de la cantidad irrisoria de numerario y equipo que la Iniciativa Mérida propone entregar a los militares, lo que está en juego es su propia libertad de acción.
Cuando los funcionarios defienden la soberanía nacional se trata precisamente del derecho a usufructuar los límites de las fronteras que les ha tocado explotar sin la injerencia de otras fuerzas que tienen "lo suyo" en sus propios países.
Ello, además, es una mistificación que va dirigida a la ciudadanía no informada para alimentar su ilusión de que algo de la Patria le pertenece.
No es casual, entonces, que el descontento en este sector se acrecienta contra el grupo en el poder debido a que la Administración de Calderón aceptó colocar a las Fuerzas Armadas bajo la vigilancia y escrutinio estadounidense, lo que es inadmisible.
Pero, en medio de esta situación que tiende a salirse de control, "El Sistema" en su conjunto aprovecha para amplificar el clima de terror y justificar de manera relativamente fácil el reforzamiento de sus medios de represión y el control totalitario de la sociedad, con el cuento siempre ad hoc de la "protección ciudadana".
Esta cacareada protección ha dejado ya una secuela de miedo en todas partes: asesinatos, cateos, detenciones arbitrarias, robo, secuestros, tortura, linchamientos, violaciones. La lista de abusos es interminable y casi tan larga como la de secuestros, "levantones", enfrentamientos, venta de protección…
Y este accionar del aparato estatal persigue el objetivo de reforzarse para hacer frente a las algaradas que se perfilan en el horizonte como respuesta a la agudización y generalización de la crisis mundial.
Aquí, lo mismo que en EU, nos venden la idea de que se trata de un problema de corrupción del narcotráfico contra las instituciones encargadas de combatirlo. La realidad es otra. Hay ya una imbricación entre unos y otros, a partir de que hasta las mismas cárceles están controladas por los capos y la propia policía está al servicio de los poderosos narcos y sus cómplices empresariales a través de quienes "lavan" sus ganancias.
Políticos, narcos, empresarios. La trinidad de la delincuencia.
Índice Flamígero: A Estados Unidos sólo le interesa que la gran cantidad de recursos que producen las actividades delincuenciales se blanqueen dentro del sistema financiero del país del Norte. Eso es todo. Nada más.
LAS LLAMADAS DE atención del gobierno de los EU hacia la administración del señor Felipe Calderón no están motivadas por una preocupación por la delincuencia y la degradación social que generan las drogas, sino por el nivel que ha alcanzado la tendencia a la pérdida del control del gran negocio que representa la producción, el trasiego y el consumo de los enervantes.
La demanda urgente es que se meta orden y disciplina mediante un nuevo equilibrio entre los diferentes grupos: una necesidad manifiesta para garantizar una frontera sur menos inestable y por lo tanto menos vulnerable. Particularmente le advierte Obama a Calderón de los riesgos de una desestabilización hacia su territorio.
El gran consumidor no puede menos que exigir orden en su traspatio presionando sobremanera para que este negocio vuelva, en la medida de lo posible, a sus cauces y se evite una mayor exposición del funcionamiento real de la actividad del narcotráfico.
En adelante, entonces, las llamadas eufemísticamente "instituciones de orden y disciplina", es decir la Procuraduría General de la República, la Secretaría de Seguridad Pública, Gobernación, el mismo Ejército, tendrán que emplearse a fondo para restituir un cierto equilibrio que sustituya al anterior. Pero esta solución, aunque momentánea y a muy corto plazo, dada la profundidad y extensión de los efectos de la descomposición, dependerá en gran medida de la resolución del conflicto principal: la sucesión presidencial del 2012.
Y aunque tal será un arreglo relativo, pues las diversas fracciones de "El Sistema" –sobremanera los llamados poderes fácticos--, difícilmente podrán alcanzar un acuerdo duradero.
La gran condicionante a la que la administración del señor Calderón se ha plegado es la llamada Iniciativa Mérida, una medida similar al Plan Colombia que busca hacer frente al caos que se ha generalizado por todo el territorio y que ha obligado al gran consumidor, el Tío Sam, a exigir un mejor control y un nuevo equilibrio entre los diferentes grupos que se disputan los "grandes negocios".
Esta exigencia se dirige directamente al Ejército. Sin embargo, este último ya ha manifestado su desacuerdo, pues fuera de la cantidad irrisoria de numerario y equipo que la Iniciativa Mérida propone entregar a los militares, lo que está en juego es su propia libertad de acción.
Cuando los funcionarios defienden la soberanía nacional se trata precisamente del derecho a usufructuar los límites de las fronteras que les ha tocado explotar sin la injerencia de otras fuerzas que tienen "lo suyo" en sus propios países.
Ello, además, es una mistificación que va dirigida a la ciudadanía no informada para alimentar su ilusión de que algo de la Patria le pertenece.
No es casual, entonces, que el descontento en este sector se acrecienta contra el grupo en el poder debido a que la Administración de Calderón aceptó colocar a las Fuerzas Armadas bajo la vigilancia y escrutinio estadounidense, lo que es inadmisible.
Pero, en medio de esta situación que tiende a salirse de control, "El Sistema" en su conjunto aprovecha para amplificar el clima de terror y justificar de manera relativamente fácil el reforzamiento de sus medios de represión y el control totalitario de la sociedad, con el cuento siempre ad hoc de la "protección ciudadana".
Esta cacareada protección ha dejado ya una secuela de miedo en todas partes: asesinatos, cateos, detenciones arbitrarias, robo, secuestros, tortura, linchamientos, violaciones. La lista de abusos es interminable y casi tan larga como la de secuestros, "levantones", enfrentamientos, venta de protección…
Y este accionar del aparato estatal persigue el objetivo de reforzarse para hacer frente a las algaradas que se perfilan en el horizonte como respuesta a la agudización y generalización de la crisis mundial.
Aquí, lo mismo que en EU, nos venden la idea de que se trata de un problema de corrupción del narcotráfico contra las instituciones encargadas de combatirlo. La realidad es otra. Hay ya una imbricación entre unos y otros, a partir de que hasta las mismas cárceles están controladas por los capos y la propia policía está al servicio de los poderosos narcos y sus cómplices empresariales a través de quienes "lavan" sus ganancias.
Políticos, narcos, empresarios. La trinidad de la delincuencia.
Índice Flamígero: A Estados Unidos sólo le interesa que la gran cantidad de recursos que producen las actividades delincuenciales se blanqueen dentro del sistema financiero del país del Norte. Eso es todo. Nada más.
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