Casi 600 mil cCerebros “fugados”

Eduardo Ibarra Aguirre

Conocida generalmente como fuga de cerebros, la otra migración de mexicanos, de la que muy poco registran los medios de comunicación social, está compuesta por 575 mil profesionistas que viven y trabajan en el extranjero. Y lo más grave es que la tendencia se consolida.

De acuerdo con el subsecretario de Educación Superior, Rodolfo Tuirán Gutiérrez , en Estados Unidos se encuentran 552 mil mexicanos con licenciatura, maestría y doctorado. En los 27 Estados que integran la Unión Europea viven otros 23 mil paisanos.

Se lo platico de otra manera, más grafica, con las cifras del mencionado doctor. Por cada cinco maestros residentes en México hay otro en Estados Unidos. Y por cada tres doctores mexicanos uno trabaja y vive en EUA.

Los datos del subsecretario de la Secretaría de Educación Pública son harto ilustrativos. Durante 1995-2000, México perdió 15 mil profesionistas cada año. En el quinquenio siguiente la cifra ascendió a 20 mil anualmente.

El doctor en sociología por la Universidad de Texas y Premio Nacional en Demografía 2004, correlacionó aquellas cifras con los costos económicos que a su juicio le implican al Estado mexicano, durante el seminario internacional Fuga de cerebros, movilidad académica y redes científicas, efectuado a principios del mes en la Universidad Autónoma Metropolitana.

México pierde 103 mil millones de pesos anuales por el éxodo de talentos. Lo anterior equivale a casi la cuarta parte del presupuesto anual de la SEP o es cuatro veces superior al presupuesto de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Para lo anterior, se tasó en 45 mil pesos anuales la inversión hecha por el Estado para cursar una licenciatura, en un promedio de cuatro años de duración.

Los datos duros ilustran, pero los costos sociales y científicos son mucho mayores. Por ejemplo, el peligro de que el fenómeno --también latinoamericano y del mundo subdesarrollado--, produzca diferencias extremas entre regiones y países y genere “escenarios de acuerdo a intereses de otros”, como alertó Carmen García Guadilla , de la UNESCO.

Tampoco es desdeñable la emigración de profesionales de las universidades públicas a las privadas, en donde a juicio de la especialista brasileña Elizabeth Balbachevsky , “en tres años se pierde la inversión” realizada por el Estado porque en las segundas “no existen ambientes para la investigación”.

Dentro de una década deberá haber un cambio en la planta académica en las instituciones de educación superior mexicanas, en virtud de que el promedio de edad de los investigadores es ahora de 55 años, y ello obliga --a juicio de Magdalena Fresán Orozco -- a desplegar políticas de atracción de los cerebros emigrados.

Falta de oportunidades, creciente desempleo, carencia de infraestructura, escasez de plazas en los centros públicos de educación superior y oferta de mejores condiciones materiales y espirituales de desarrollo en otras latitudes, fueron enlistados como algunos de los elementos que más inciden en el éxodo de los profesionistas mexicanos.

Más allá de las nuevas demandas de profesionales calificados, previsibles a la vuelta de una década, resulta inaplazable que las elites de los tres poderes de la Unión y la autodenominada clase política pidan a sus múltiples asesores que revisen las ponencias del seminario, tomen nota sobre la trascendente materia debatida en la UAM , además de abrir espacios en sus saturadas agendas a temas tan decisivos e ignorados como éste.

Revertir la fuga de cerebros es vital para que el presente y el futuro del país no sigan sellados por la mediocridad en el crecimiento económico, los agobiantes rezagos sociales y la dependencia científica y tecnológica respecto de las metrópolis imperiales.

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