Carlos Fernández-Vega
Las urgencias electorales de los tricolores los ha llevado a modificar su estrategia y, como parte de ella, a defenestrar lo que tres lustros atrás aplaudieron a rabiar y avalaron como "la única vía sólida" para que el campo mexicano "salga adelante" y sus habitantes pasaran de la miseria, prácticamente en automático y por decreto presidencial, a una "vida plena de oportunidades".
Es el PRI y su reacomodo ante las elecciones intermedias y, a mediano plazo, las presidenciales de 2012. Es la chaqueta de las mil variantes. Quince años atrás ovacionaron, con lágrimas de felicidad, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el cual de siempre incluyó la total apertura del sector agropecuario, algo que el calendario negociado fijó para el primer día de 2008.
Algo falló, porque tres lustros después el tricolor se declara “dispuesto a apoyar la revisión del TLCAN en materia agropecuaria, luego de que durante años hubo resistencias en sectores de esa fuerza para apoyar una iniciativa de esa naturaleza. En su plataforma electoral 2009-2012 el PRI definió respaldar a la revisión de dicho tratado en materia agropecuaria, porque fue deficiente su negociación en perjuicio del sector rural. Incluso está dispuesto a apoyar que se acuda a las instancias internacionales procedentes para lograr introducir una cláusula inicial que postule como propósito del tratado mejorar la calidad de vida de la población rural de los respectivos países… (Además) excluir el maíz y el frijol del tratado por tratarse de productos estratégicos para la seguridad nacional.” (El Universal).
Lentos, pero seguros, a los tricolores parece no importarles que ese mismo planteamiento, con sus respectivas advertencias, debieron hacerlo hace 15 años, cuando se negociaba (por lo visto pésimamente) la integración comercial de México al vecino del norte y en especial, por las mismas razones de seguridad nacional que ahora invocan, la total apertura del sector agropecuario.
Con reconsideración tricolor o sin ella, lo cierto es que más temprano que tarde el capítulo agropecuario del TLCAN debe ser revisado con lupa y actuar en consecuencia, porque la dependencia alimentaria reporta niveles verdaderamente peligrosos para la tan cacareada seguridad nacional, así como la supuesta política gubernamental hacia el desamparado campo mexicano, cuyos habitantes cada vez están en peores condiciones, si ello es posible.
Urge, de urgir, dirían los clásicos, porque para una muestra suficiente resulta un botón: en 2008 México erogó casi 20 mil 700 millones de dólares (el equivalente a cuando menos dos refinerías de muy buen tamaño y capacidad) para importar alimentos (otrora producidos en el país), de los que alrededor de la mitad se destinaron a la adquisición de cereales, carnes y semillas y frutas oleaginosas.
De acuerdo con cifras preliminares del INEGI, en 2008 la importación de alimentos resultó 20 por ciento superior con respecto al registro de 2007, mientras el déficit de la balanza comercial de grupos de productos alimenticios se incrementó 31 por ciento.
Días antes de cumplirse la fecha acordada en el TLCAN para la total apertura del sector agropecuario, el titular de la Sagarpa, Alberto Cárdenas Jiménez (sin comentarios) aseguró que los campesinos mexicanos estaban en "perfectas condiciones para lograr una integración de tú a tú" con sus pares estadunidense y canadiense. Un año después, el registro oficial reporta que la sangría de divisas por la importación de alimentos se incrementó 20 por ciento, y contando.
Por aquellas fechas, la Cámara de Diputados documentó que alrededor de 80 por ciento de las importaciones agrícolas totales de México corresponden a granos básicos, oleaginosas y productos derivados, y subrayaba que "el comercio de granos básicos y oleaginosas entre los países del tratado es un flujo de doble vía entre Estados Unidos y Canadá, pero de una sola entrada entre Estados Unidos y México. Así, en los últimos años las importaciones agropecuarias han sido mayores que las exportaciones, lo que generó déficit en la balanza comercial del sector agrícola en 2005 y 2006". Además, advirtió que no valía el discurso triunfalista, porque a lo largo de la vigencia del TLCAN "las asimetrías existentes entre los productores mexicanos y estadunidenses de maíz y otros granos no se han cerrado, por lo que los primeros se encontrarán con mayores desventajas".
Y en 2008 se repite el numerito, pero con un mayor deterioro. Si los tricolores hubieran "recapacitado" a tiempo sobre las barbaridades negociadas, a estas alturas probablemente la seguridad alimentaria no pendería de un hilo (si es que éste no se ha roto), y México hubiera destinado esos recursos a la reconstrucción del campo mexicano y del nivel de vida de quienes lo habitan.
Pero ningún país es tan perfecto ni cuenta con partidos políticos tan sólidos y cumplidores como México en tiempos electorales. Si fuera por las promesas de candidatos y promotores, este sería el primer país del mundo en materia de desarrollo. Lamentablemente, no es así, y en sentido electorero habrá que tomar la "reconsideración" tricolor. De éstas los votantes registrarán muchísimas más en las semanas por venir, y no sólo de los priístas, que para eso existen ocho partidos con registro, los cuales después saldrán con cualquier justificación para incumplir, una vez amarrado el voto.
Las rebanadas del pastel
Si los bancos "no son responsables" del desplome del peso, porque “tienen amplia disponibilidad de dólares (Guillermo Ortiz dixit), entonces deben ser extraterrestres los causantes, pues el tipo de cambio se mantiene al garete: ayer, 15.10 de los nuestros por cada billete verde en la banca privada que opera en el país, mientras la Comisión de Cambios (Banco de México y Secretaría de hacienda) una vez más "olvidó" el mecanismo de subasta por ella misma dispuesto, para vender directamente las divisas. ¿A quién? A los bancos… Un enorme beso de despedida, sonoro aplauso incluido, para la queridísima Vitola, Fannie Kauffman, de uno de sus muchos admiradores.
Las urgencias electorales de los tricolores los ha llevado a modificar su estrategia y, como parte de ella, a defenestrar lo que tres lustros atrás aplaudieron a rabiar y avalaron como "la única vía sólida" para que el campo mexicano "salga adelante" y sus habitantes pasaran de la miseria, prácticamente en automático y por decreto presidencial, a una "vida plena de oportunidades".
Es el PRI y su reacomodo ante las elecciones intermedias y, a mediano plazo, las presidenciales de 2012. Es la chaqueta de las mil variantes. Quince años atrás ovacionaron, con lágrimas de felicidad, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el cual de siempre incluyó la total apertura del sector agropecuario, algo que el calendario negociado fijó para el primer día de 2008.
Algo falló, porque tres lustros después el tricolor se declara “dispuesto a apoyar la revisión del TLCAN en materia agropecuaria, luego de que durante años hubo resistencias en sectores de esa fuerza para apoyar una iniciativa de esa naturaleza. En su plataforma electoral 2009-2012 el PRI definió respaldar a la revisión de dicho tratado en materia agropecuaria, porque fue deficiente su negociación en perjuicio del sector rural. Incluso está dispuesto a apoyar que se acuda a las instancias internacionales procedentes para lograr introducir una cláusula inicial que postule como propósito del tratado mejorar la calidad de vida de la población rural de los respectivos países… (Además) excluir el maíz y el frijol del tratado por tratarse de productos estratégicos para la seguridad nacional.” (El Universal).
Lentos, pero seguros, a los tricolores parece no importarles que ese mismo planteamiento, con sus respectivas advertencias, debieron hacerlo hace 15 años, cuando se negociaba (por lo visto pésimamente) la integración comercial de México al vecino del norte y en especial, por las mismas razones de seguridad nacional que ahora invocan, la total apertura del sector agropecuario.
Con reconsideración tricolor o sin ella, lo cierto es que más temprano que tarde el capítulo agropecuario del TLCAN debe ser revisado con lupa y actuar en consecuencia, porque la dependencia alimentaria reporta niveles verdaderamente peligrosos para la tan cacareada seguridad nacional, así como la supuesta política gubernamental hacia el desamparado campo mexicano, cuyos habitantes cada vez están en peores condiciones, si ello es posible.
Urge, de urgir, dirían los clásicos, porque para una muestra suficiente resulta un botón: en 2008 México erogó casi 20 mil 700 millones de dólares (el equivalente a cuando menos dos refinerías de muy buen tamaño y capacidad) para importar alimentos (otrora producidos en el país), de los que alrededor de la mitad se destinaron a la adquisición de cereales, carnes y semillas y frutas oleaginosas.
De acuerdo con cifras preliminares del INEGI, en 2008 la importación de alimentos resultó 20 por ciento superior con respecto al registro de 2007, mientras el déficit de la balanza comercial de grupos de productos alimenticios se incrementó 31 por ciento.
Días antes de cumplirse la fecha acordada en el TLCAN para la total apertura del sector agropecuario, el titular de la Sagarpa, Alberto Cárdenas Jiménez (sin comentarios) aseguró que los campesinos mexicanos estaban en "perfectas condiciones para lograr una integración de tú a tú" con sus pares estadunidense y canadiense. Un año después, el registro oficial reporta que la sangría de divisas por la importación de alimentos se incrementó 20 por ciento, y contando.
Por aquellas fechas, la Cámara de Diputados documentó que alrededor de 80 por ciento de las importaciones agrícolas totales de México corresponden a granos básicos, oleaginosas y productos derivados, y subrayaba que "el comercio de granos básicos y oleaginosas entre los países del tratado es un flujo de doble vía entre Estados Unidos y Canadá, pero de una sola entrada entre Estados Unidos y México. Así, en los últimos años las importaciones agropecuarias han sido mayores que las exportaciones, lo que generó déficit en la balanza comercial del sector agrícola en 2005 y 2006". Además, advirtió que no valía el discurso triunfalista, porque a lo largo de la vigencia del TLCAN "las asimetrías existentes entre los productores mexicanos y estadunidenses de maíz y otros granos no se han cerrado, por lo que los primeros se encontrarán con mayores desventajas".
Y en 2008 se repite el numerito, pero con un mayor deterioro. Si los tricolores hubieran "recapacitado" a tiempo sobre las barbaridades negociadas, a estas alturas probablemente la seguridad alimentaria no pendería de un hilo (si es que éste no se ha roto), y México hubiera destinado esos recursos a la reconstrucción del campo mexicano y del nivel de vida de quienes lo habitan.
Pero ningún país es tan perfecto ni cuenta con partidos políticos tan sólidos y cumplidores como México en tiempos electorales. Si fuera por las promesas de candidatos y promotores, este sería el primer país del mundo en materia de desarrollo. Lamentablemente, no es así, y en sentido electorero habrá que tomar la "reconsideración" tricolor. De éstas los votantes registrarán muchísimas más en las semanas por venir, y no sólo de los priístas, que para eso existen ocho partidos con registro, los cuales después saldrán con cualquier justificación para incumplir, una vez amarrado el voto.
Las rebanadas del pastel
Si los bancos "no son responsables" del desplome del peso, porque “tienen amplia disponibilidad de dólares (Guillermo Ortiz dixit), entonces deben ser extraterrestres los causantes, pues el tipo de cambio se mantiene al garete: ayer, 15.10 de los nuestros por cada billete verde en la banca privada que opera en el país, mientras la Comisión de Cambios (Banco de México y Secretaría de hacienda) una vez más "olvidó" el mecanismo de subasta por ella misma dispuesto, para vender directamente las divisas. ¿A quién? A los bancos… Un enorme beso de despedida, sonoro aplauso incluido, para la queridísima Vitola, Fannie Kauffman, de uno de sus muchos admiradores.
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