Rompamos el silencio

Jesús Anaya Rosique

“Advertimos en el país señales inequívocas de desintegración social: pérdida de sentido cívico, corrupción pública y privada, desprecio de la legalidad y de la igualdad, impunidad para los poderosos y represión a los débiles, libertades como privilegios y no como derechos. Cuando los vínculos sociales están en peligro no asombran el separatismo, el racismo y la xenofobia, la arrogancia y la violencia en las relaciones individuales y de grupo. Preocupa sobre todo la aceptación pasiva que invade la cultura… No se trata de desviaciones ocasionales, sino de signos premonitorios sobre los cuales se busca extender un velo de silencio… No sabemos cuál será el desenlace pero está claro que la democracia está en peligro.

“Pocos países en el mundo enfrentan hoy la crisis económica y social en medio de una decadencia ética e institucional tan extendida y avanzada, con reglas débiles e impugnadas… y grupos dirigentes inadecuados… Esta crisis puede ser una ocasión para reflexionar y renovarse pero también puede ser caldo de cultivo de la demagogia, que afecta la relación democrática entre gobernantes y gobernados… Su primer síntoma es la pérdida de representatividad del Parlamento. Reglas electorales artificiosas, pensadas más para los intereses de los partidos que para los ciudadanos… La designación por parte de las oligarquías de partido reemplaza a las elecciones. La selección de la clase política se vuelve una cooptación cerrada. La separación de poderes es el fundamento de cualquier régimen que tema el despotismo, pero la demagogia combate ese principio porque para ella el poder debe fluir sin límites de arriba hacia abajo. Así, la autonomía de la función judicial queda amenazada... Hay otras separaciones atropelladas: entre política, economía, cultura e información; entre público y privado; entre Estado e Iglesia. El trenzado de estos factores de la vida colectiva, en donde surgen conflictos y concentraciones de poder, con frecuencia invisibles y siempre inconfesables, es la verdadera y enorme anomalía nacional.

“Vivimos el horror de un régimen blindado de oligarquías rapaces, que medran desde arriba, imponen desigualdades, dañan las energías nuevas, alejan a los mejores… y rechazan a quienes, para defender su propia dignidad, no aceptan someterse… ¿Qué podemos hacer? Acrecentar nuestras fuerzas para unirlas a la inteligencia, a la cultura y a la energía de quienes mantienen vivo a nuestro país y no aceptan este hundimiento. Luchemos por estos objetivos primarios: Oponerse a las iniciativas anticonstitucionales, como el presidencialismo incontrolado y sus intentos por subordinar al poder judicial. Defender la legalidad contra la negligencia cómplice y la corrupción, exigiendo a los partidos que aspiran a representarnos no tolerar en sus propias filas intrigantes y perversos (aunque aporten votos), no utilizar las candidaturas electorales para resolver problemas internos, repescar personajes impresentables, pagar cuentas pendientes, ceder a chantajes… Promover la obligada renovación de la clase dirigente… Reafirmar la separación nítida entre el Estado y la Iglesia, esto es, la laicidad sin adjetivos… Impulsar el pensamiento crítico, una red de relaciones entre personas igualmente interesadas en la convivencia civil y la actividad política, al amparo de los valores constitucionales… Son objetivos ambiciosos pero no irrealizables si logramos que se escuchen nuestras voces colectivas…”

Parecería que los párrafos anteriores describen el momento político de México… En realidad hemos traducido las ideas centrales de un importante manifiesto recién suscrito en Italia por miles de ciudadanos (entre los cuales notables personalidades como Umberto Eco, Claudio Magris, Salvatore Veca), y que abre con una cita de Norberto Bobbio: “El camino de la democracia no es fácil… es necesario vigilar siempre, no resignarse ante lo peor y tampoco abandonarse a una plácida confianza en el destino fatalmente progresivo de la humanidad…”

anaya.jess@gmail.com

*Texto completo: www.libertaegiustizia.it

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