Rehacer America: las ambigüedades de Obama

Immanuel Wallerstein

Barack Obama asumió el cargo como presidente de Estados Unidos, el 20 de enero, ovacionado por una vasta mayoría del pueblo estadunidense y del pueblo del resto del mundo. En su discurso inaugural, prometió “comenzar de nuevo el trabajo de rehacer America”.

En esta corta frase, que la prensa mundial resaltó en encabezados y análisis, Obama capturó las ambigüedades de sus promesas presidenciales. El verbo "rehacer" puede significar cosas bastante diferentes. Puede significar el retorno a un estado previo que fue mejor. Y Obama pareció indicar esta posibilidad con otra frase, al llamar a los ciudadanos estadunidenses "a escoger nuestra mejor historia". Pero "rehacer" puede significar también un cambio más fundamental, creando una clase de America bastante diferente de la que el mundo conoce hasta ahora. La ambigüedad es si Obama propone meramente hacer pequeños ajustes en la estructura y las instituciones de Estados Unidos y el sistema-mundo o si se propone transformarlos fundamentalmente.

Lo que debe quedar claro para todo mundo en este momento es que Estados Unidos no eligió presidente al Che Guevara, pese a los histéricos temores de la no resignada ala derecha del Partido Republicano. Tampoco, sin embargo, eligió a otro Ronald Reagan, pese a las esperanzas de algunos de aquéllos que votaron por él y pese a los temores de los más intransigentes críticos de izquierda. ¿Qué fue entonces lo que escogió Estados Unidos? La respuesta no es obvia aún, precisamente por el estilo de Obama como político.

Hay dos cuestiones que ponderar. Una es lo que Obama querría lograr, de hecho, como presidente. La segunda es lo que puede, posiblemente lograr, dadas las realidades de la geopolítica además de una depresión mundial. El vicepresidente Biden describió esta última el 25 de enero como "peor, francamente, de lo que todo mundo pensó que sería, y se pone peor a diario".

¿Qué es lo que sabemos, en este punto, acerca de Obama? Es inusualmente listo y muy educado para ser líder político, y es equilibrado, prudente y político muy logrado. Pero, ¿dónde se sitúa realmente en la enorme gama entre meramente reparar con pequeños ajustes y buscar el cambio fundamental? Es probable que en algún punto en la mitad de ese rango. Y probablemente lo que en realidad pueda hacer y lograr estará más en función de las restricciones del sistema-mundo que de sus propias decisiones, por más inteligente que sea.

Hasta el momento, hemos tenido algunos indicios de que se encamina hacia cinco ámbitos: participación incluyente, geopolítica, ambiente, cuestiones sociales internas y cómo lidiar con la depresión. El veredicto inicial está muy mezclado.

Obviamente, donde brilla mejor es en participación incluyente. Su propia elección es una medida de ello. Con toda seguridad, la elección de un presidente afroestadunidense es tan sólo el acto culminante de una tendencia constante en Estados Unidos desde 1945 –de la integración de las fuerzas armadas del presidente Truman, pasando por la decisión de la Suprema Corte de terminar con la segregación en las escuelas, por la designación de Thurgood Marshall a la Suprema Corte, a la designación de Colin Powell a presidente del Estado Mayor Conjunto, o las designaciones sucesivas de Powell y Condoleezza Rice como secretarios de Estado. Sin embargo, sigue marcando una ruptura que pocos esperaban hace dos años. Y es algo que importa.

Obama continuará con estos esfuerzos de ciudadanía incluyente. Sin embargo, el presidente enfrenta una prueba política importante con la cuestión de la inmigración. Hasta el momento no hay indicios de qué tan fuerte vaya a atajar el asunto. Tendrá que luchar con una gran parte de su propia base política. Debido a los niveles de desempleo actuales y esperados en Estados Unidos, podría posponer el hacer algo. Pero el punto no se va a ir, y únicamente se tornará más difícil de resolver. Más aún, no resolver este punto tendrá efectos negativos en la capacidad del mundo para atravesar la crisis con menos dolor.

La postura geopolítica de Obama es mucho menos prometedora. El conflicto israelí/palestino probablemente es irresoluble en este momento. El absoluto mínimo necesario es incluir a Hamas en las negociaciones. Es muy probable que la designación de George Mitchell como representante especial estadunidense presagie que eso se hará. Pero apenas será suficiente eso para obtener una solución política viable. Los israelíes están atrincherados en sus bunkers y no están preparados ni siquiera para pensar en algo que los nacionalistas palestinos pudieran aceptar.

No tengo dudas de que los iraquíes harán que Obama cumpla su promesa de retirada en 16 meses. Y no creo que Obama haga algo más que jalonearse verbalmente con los iraníes. Pero ya comenzó a caminar por el sendero del desastre en Pakistán, lo que mina seriamente su gobierno en su primera semana en el cargo. El gobierno de Pakistán es débil y caerá pronto. Y si lo hace, Obama no tendrá opciones defendibles.

El problema básico con Obama es que no ha renunciado al anterior e inflado lenguaje de potencia hegemónica. En su discurso, le dijo al mundo: “Sepan que America está… lista para conducir una vez más”. El mundo quiere que Estados Unidos participe. Precisamente lo que no quiere es que conduzca. No creo que Obama realmente haya entendido esto. Pakistán bien podría ser su ruina.

Además, comenzó con mal paso en América Latina. Al hablar de Chávez sólo dice cosas que se ajustan a los prejuicios populares, sin decir nada serio al respecto ni lidiar seriamente con el punto, y peor aun, no ha atendido el desafío del presidente Lula de que América Latina no creerá que Obama está comprometido con cambios reales hasta que levante incondicionalmente el embargo a Cuba.

Sus primeros pasos respecto del ambiente son positivos –en sus designaciones, en sus decisiones ejecutivas, y en los indicios a otros estados de que Estados Unidos está listo para participar en las medidas colectivas que los científicos indiquen que son las necesarias. Pero aquí, como en otros terrenos, la cuestión es qué tan audaz y rápidamente puede estar listo para actuar.

Las políticas en las cuestiones sociales internas son, de nuevo, una mezcla incierta. Obama ha restaurado las políticas en torno al aborto que tenía el gobierno de Clinton, y en eso claramente se distingue de las políticas de Reagan/Bush. Ha decretado el cierre de Guantánamo y de las prisiones secretas de la CIA, al tiempo que pospuso hasta por un año algunas decisiones acerca de lo que habrá de hacerse con los que al presente están encarcelados. Qué tanto revocará la vasta red de invasiones gubernamentales a la privacidad dentro de Estados Unidos sigue siendo una muy abierta cuestión. Tampoco queda claro a qué grado logrará cumplir su promesa a los sindicatos de deshacer las serias restricciones que los gobiernos previos les impusieron a su capacidad de organizarse.

Finalmente, llegamos al ámbito donde tiene menos margen de maniobra, la depresión mundial. Está obviamente preparado para incrementar vastamente el involucramiento gubernamental en la economía. Pero de igual modo, virtualmente todos los otros líderes políticos por todo el mundo. Y es obvio que está listo para aumentar lo que podrían llamarse medidas socialdemócratas para reducir el dolor económico de los estratos trabajadores. Pero virtualmente, también todos los otros líderes políticos por todo el mundo.

Aquí también la cuestión es qué tan audaces serán las medidas. Obama nombró a un puñado de keynesianos muy cautelosos para cubrir todos los puestos clave. No ha incluido a los economistas estadunidenses que son keynesianos de izquierda, como Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Alan Blinder o James Galbraith. Todos están diciendo que las medidas cautelosas no funcionarán y que se está perdiendo tiempo muy valioso. Tal vez de aquí a un año, Obama recicle a su equipo para que incluya a quienes llaman a acciones más fuertes. Pero quizá eso también llegue un poco tarde.

Obama está ansioso por jalar a los republicanos en el Congreso a que concuerden con sus propuestas económicas. En parte es por su pasión por escoger "la unidad de propósito sobre el conflicto y la discordia", en palabras de su discurso inaugural. En parte es política inteligente, en el sentido de que no quiere quedarse en una rama mientras se deteriora más la economía. Pero el liderazgo republicano es lo suficientemente astuto como para entender esto y le otorgarán sus votos sólo a cambio de destripar mucho de su programa.

Obama empezó de modo muy tambaleante. La creencia de que está listo para empujar por una rehechura fundamental de Estados Unidos cuenta con evidencias débiles, pese a su inteligencia y su apertura intelectual. Estados Unidos está logrando buena gramática. Necesita una reconstrucción audaz.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein

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