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La supuesta presencia de una base militar de Estados Unidos continúa hoy suscitando polémica, pese a los desmentidos rotundos del gobierno de Perú y la Embajada de Estados Unidos.
El tema da pie a la actualización de las preocupaciones en torno a la persistente presencia militar norteamericana en el país, en términos que algunos expertos consideran equivalentes o previos a la instalación de una base, que el gobierno asegura no desea en su territorio.
Ricardo Soberón, especialista peruano en temas de narcotráfico y seguridad del Transnational Institute de Holanda, calificó ayer de desmedidas las reacciones de miembros del Ejecutivo ante declaraciones del presidente de Bolivia, Evo Morales, sobre versiones de prensa en torno al establecimiento de una base estadounidense.
Morales, al denunciar la actividad injerencista de una delegación de parlamentarios peruanos en su país, planteó la hipotética posibilidad de enviar una misión similar a investigar las versiones de prensa que hablan de la base.
Para Soberón, las reacciones excesivas evidencian que las referencias al tema incomodan al gobierno.
En todo caso, el problema no es que haya estrictamente aquí una base como la que Washington tiene en Manta, Ecuador, y que busca reubicar en otro país porque el gobierno de ese país no la quiere, agregó.
Añadió que Perú ha aceptado diversas modalidades de presencia militar norteamericana, mediante visitas de misiones bélicas, mecanismos de cooperación e intercambio y ejercicios conjuntos.
El problema, señaló, es “la flexibilidad y casi abdicación de la soberanía nacional” que permite esa presencia.
El ministro de Defensa, Ántero Flores-Aráoz, desmintió categóricamente que haya alguna base norteamericana, y el embajador de Estados Unidos en Lima, Michael McKinley, agregó que “no hay ninguna intención de tenerlas en el país”.
José Robles, ex capitán y experto en temas militares de la moderada organización no gubernamental Instituto de Defensa Legal, dijo que no debe descartarse que en el Perú exista o esté en preparación una base norteamericana.
Tras acotar que la base no necesariamente debe tener las mismas características que la de Manta, recordó que en 2008 el entonces jefe del ejército, general Edwin Donayre, anunció la construcción de un aeródromo militar en el valle de los ríos Apurímac y Ene, en la región central.
Ese territorio registra actividad de narcotraficantes y de remanentes del grupo armado Sendero Luminoso, según versión oficial, y es escenario de frecuentes operaciones de las fuerzas armadas contra los alzados.
Llamó la atención sobre la creación del Centro de Lucha Contra el Narcotráfico en Iquitos, Loreto, una base antidrogas con personal estadounidense, en una región en la que no operan las bandas de traficantes, según Robles.
Un experto en inteligencia, el coronel retirado Jesús Suasnábar, afirmó que en Perú hay una clara injerencia militar norteamericana, como parte de la política de Washington, de mantener su hegemonía en el continente.
Consideró que en ese marco se ubica la autorización otorgada al arribo frecuente de naves de guerra de la IV Flota de Estados Unidos a puertos peruanos, este año, con fines de reabastecimiento, y las constantes incursiones de grupos militares del país del norte.
La supuesta presencia de una base militar de Estados Unidos continúa hoy suscitando polémica, pese a los desmentidos rotundos del gobierno de Perú y la Embajada de Estados Unidos.
El tema da pie a la actualización de las preocupaciones en torno a la persistente presencia militar norteamericana en el país, en términos que algunos expertos consideran equivalentes o previos a la instalación de una base, que el gobierno asegura no desea en su territorio.
Ricardo Soberón, especialista peruano en temas de narcotráfico y seguridad del Transnational Institute de Holanda, calificó ayer de desmedidas las reacciones de miembros del Ejecutivo ante declaraciones del presidente de Bolivia, Evo Morales, sobre versiones de prensa en torno al establecimiento de una base estadounidense.
Morales, al denunciar la actividad injerencista de una delegación de parlamentarios peruanos en su país, planteó la hipotética posibilidad de enviar una misión similar a investigar las versiones de prensa que hablan de la base.
Para Soberón, las reacciones excesivas evidencian que las referencias al tema incomodan al gobierno.
En todo caso, el problema no es que haya estrictamente aquí una base como la que Washington tiene en Manta, Ecuador, y que busca reubicar en otro país porque el gobierno de ese país no la quiere, agregó.
Añadió que Perú ha aceptado diversas modalidades de presencia militar norteamericana, mediante visitas de misiones bélicas, mecanismos de cooperación e intercambio y ejercicios conjuntos.
El problema, señaló, es “la flexibilidad y casi abdicación de la soberanía nacional” que permite esa presencia.
El ministro de Defensa, Ántero Flores-Aráoz, desmintió categóricamente que haya alguna base norteamericana, y el embajador de Estados Unidos en Lima, Michael McKinley, agregó que “no hay ninguna intención de tenerlas en el país”.
José Robles, ex capitán y experto en temas militares de la moderada organización no gubernamental Instituto de Defensa Legal, dijo que no debe descartarse que en el Perú exista o esté en preparación una base norteamericana.
Tras acotar que la base no necesariamente debe tener las mismas características que la de Manta, recordó que en 2008 el entonces jefe del ejército, general Edwin Donayre, anunció la construcción de un aeródromo militar en el valle de los ríos Apurímac y Ene, en la región central.
Ese territorio registra actividad de narcotraficantes y de remanentes del grupo armado Sendero Luminoso, según versión oficial, y es escenario de frecuentes operaciones de las fuerzas armadas contra los alzados.
Llamó la atención sobre la creación del Centro de Lucha Contra el Narcotráfico en Iquitos, Loreto, una base antidrogas con personal estadounidense, en una región en la que no operan las bandas de traficantes, según Robles.
Un experto en inteligencia, el coronel retirado Jesús Suasnábar, afirmó que en Perú hay una clara injerencia militar norteamericana, como parte de la política de Washington, de mantener su hegemonía en el continente.
Consideró que en ese marco se ubica la autorización otorgada al arribo frecuente de naves de guerra de la IV Flota de Estados Unidos a puertos peruanos, este año, con fines de reabastecimiento, y las constantes incursiones de grupos militares del país del norte.
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