La miseria humana


Por Alejandra Rangel Hinojosa de Canales / El Norte / 21 febrero 2009

Hoy la pobreza se ha puesto de moda. Aparece en todos lados, se posicionó porque tomó las calles, protestó y se hizo acompañar en un principio por jóvenes "tapados", y después por mujeres y niños, protegida por intereses poderosos capaces de amedrentar a la población.

A partir de estos acontecimientos, la sociedad, enardecida por el caos vial, la alteración al orden y la vialidad, se indignó por la pérdida de tiempo en las avenidas tomadas, después por la actitud y tardanza de respuesta de las autoridades policiacas, y más tarde porque vio la marginación y condiciones sociales de los manifestantes.

Se rasgaron las vestiduras: cómo tanta pobreza, cuántos años de olvido; los hemos hecho invisibles, sin entender ni conocer que para muchos la pobreza siempre ha sido una realidad y responde al abandono de todos hacia sus necesidades, porque no hay apoyo que solucione las causas estructurales de la misma, y se hace indispensable una sociedad con conciencia social: empleo con salarios mejor remunerados, distribución justa de la riqueza, calidad educativa, oportunidades para todos.

Se criminalizó a los jóvenes de los barrios marginados, y, como es costumbre, entraron por igual en la misma definición pandillas delictivas que bandas o grupos urbanos, todos señalados sin importar ni entender las diferencias.

Para algunos, el problema era la falta de espacios: gimnasios, canchas deportivas, y si las había, entonces no cumplían sus propósitos. Como si no hubiéramos presenciado en las universidades privadas con inigualables instalaciones a jóvenes secuestradores o capaces de robo y falsificación de tarjetas de crédito, venta de droga, adicciones, corrupción a la hora de los exámenes, prepotencia y segregación.

Nuestra sociedad siempre ha sido injusta y mientras no solucionemos las causas estructurales que determinan el funcionamiento de la economía y los mercados, y encontremos las estrategias que propicien más equidad y justicia, no avanzaremos. ¿Desde cuándo Buñuel les dio voz y rostro a los "olvidados" de México? Ahora resulta que al tomar las avenidas de Monterrey se hicieron presentes y amenazaron a las buenas conciencias, quienes finalmente miran a los excluidos y levantan la mano para acusar, cuando la reflexión y las fallas son de todos.

Valdría la pena que, como parte de los ejercicios ciudadanos, se visitaran las colonias de donde proceden los manifestantes y descubran que en muchas de ellas llevan años sin agua y drenaje, con fosas sépticas y los olores inundando sus espacios, sin pavimento y, por lo tanto, con ausencia de transporte y muchos riesgos humanos y sociales para llegar a sus viviendas. Ojalá y las carencias fueran sólo de espacios deportivos o de esparcimiento.

De pronto, los indicadores de la miseria humana hablan de una sociedad en descomposición, de problemas muy complejos vinculados a la vida subjetiva y a las condiciones de un mundo sin oportunidades y, por lo tanto, sin esperanza.

No podemos ocultar que los cambios sociales han transformado la vida contemporánea y que estos cambios modifican la relación con la ciudad y los barrios, lo cual impactará en el sentido de pertenencia, en la formación de los imaginarios sociales y la construcción de identidades. A ello habrá que agregar los impactos de una crisis no sólo financiera y económica, sino política y cultural.

Porque si bien es cierto que ha aumentado la falta de seguridad y protección social, los conflictos y la violencia familiar, los bajos niveles de educación, la drogadicción y, por ende, el narcotráfico vinculado al crimen organizado, deberíamos marcar como prioridad a la educación para librar este combate, así como el mejoramiento de la infraestructura en las zonas dominadas por el rezago y la pobreza, propuestas que esperamos ver en las plataformas de los candidatos.

Surge la necesidad de replantear el desarrollo social desde una perspectiva integral y transversal, porque su agenda atraviesa salud, educación, empleo y riqueza bien distribuida, ecología, infraestructura, alimentación y, por lo mismo, responde a una lista de indicadores sociales, económicos, políticos, educativos que hacen difícil el proceso.

Hace algunos años Octavio Paz externó la visión de México como una nación miope, corta de vista que camina hacia el futuro con la mirada fija en el pasado, donde el mañana parece ser un tiempo muerto. Las palabras del poeta obligan a pensar en el sentido de la vida y la dignidad humana, en examinar la realidad para que valga la pena vivirla, en plantear nuevos campos a la libertad.

La pobreza ha tomado la calle, parece ser que en compañía de fuerzas oscuras y misteriosas, y por instantes ha movido la conciencia, ha afectado a una sociedad dormida.

No será por mucho tiempo, desaparecerá de las avenidas y de los discursos, volverá a ser invisible, pero su presencia y sus pies cansados seguirán amenazando con surgir y aniquilar la tierra.

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