Mientras incluso los maquillistas profesionales de los indicadores macroeconómicos en México (como el INEGI ), no tuvieron más remedio que reconocer la acelerada e inexorable caída de la actividad económica en el país, y que, en el trimestre final del 2008 ya fue del 1.6%, al tiempo que la devaluación acumulada del peso se aproxima imparable a una depreciación respecto al dólar cercana ya al 40% (desde que Calderón asaltó fraudulentamente el timón de un barco que no sabe tripular), la entrada propiamente definida de la economía nacional a la recesión global de éste turbulento tiempo histórico, quedó formalizada en un entorno para el escalofrío de todas nuestras vulnerabilidades que crecen exponencialmente por la torpeza gestionaria de los neoliberales, que no saben cómo hacerlo.
En tal contexto, los oficiales y oficiosos discursos maniqueos del “equipo gobernante” contra el “catastrofismo” , del que fingiendo ignorarlo ellos mismos son parte esencial, están de suyo fuera de lugar . Empero, se recala en ellos, a falta de algo trascendente que decir.
Al autismo dogmático de quienes se robaron la presidencia y que suponen con ignorancia supina que escondiendo la basura debajo de la alfombra, ésta desaparecerá, se agrega el tragicómico sainete representado por una coyuntura electoral que no podrá traer sino más de lo mismo , pues todas las franquicias partidocráticas que hoy sufrimos y monopolizan el mal llamado “derecho ciudadano” a contender por “puestos de elección popular” -aún el frenteamplismo keynesiano de closet redivivo - no significan otra cosa sino variaciones sobre la misma incapacidad, de todos, para resolver los gravísimos problemas del país y que las magras cuentas que ofrecen los mismos partidos referidas a sus “gestiones” , anteriores o presentes, corroboran rotundamente nuestro agnóstico decir.
Tan la clase política profesional considerada en su conjunto es parte del problema y no de solución alguna para una nación envilecida que apenas recibirá los peores efectos de una crisis económica mundial que será tan profunda como duradera , que el propio Senado de la (semi) República organizó un triste amén de descafeinado Foro para fingir que hace algo e intitulado: “¿Qué hacer para crecer?” .
Este sínodo de los oportunismos, está demostrando repetir verdades de Perogrullo, y, como loros, las mismas recetas que no sólo no resuelven nada, sino que esclarecen el papel de piezas legitimadoras del odioso poder político heterónomamente reglamentado a favor del capital, y que concurrirá como elemento adicional para complicar a la crisis misma , todavía más y sobre todo, en contra de los trabajadores asalariados de la ciudad y el campo, mientras se engola la voz para diseñar rescates a favor de los causantes de la crisis misma.
Se olvida, en todo caso, que la noción de “crecimiento económico” (que en un cuarto de siglo de políticas neoliberales alcanza en México la nada robusta cifra promedial de ¡0%!), ha sido empleado dentro de los discursos académicos tradicionales que analizan los estudios referidos a la dinámica económica, para indicar el aumento de la producción en un sentido puramente cuantitativo . Por eso, crecimiento económico , sin más, nunca es desarrollo , sin que los beneficios del evento colectivo generador de riqueza sólo explicable a través del trabajo productivo de valor y plusvalía , no concluye con una efectiva redistribución de la riqueza que se apropia privadamente, bajo un criterio simétrico y proporcional de distribución de los beneficios de la riqueza misma entre sus efectivos productores mismos: los trabajadores explotados y oprimidos .
Una economía en desarrollo , por ende, no es, no puede, ni debe ser meramente una economía en que la producción simplemente se incrementa a favor de los intereses mismos de la clase propietaria que el Estado instrumento (obeso o flaco), a su servicio, representa, suscribe y defiende. Por eso mismo no hay ni existen salidas alternativas -para los de abajo - dentro de las coordenadas sistémicas del capitalismo mismo, a los insolubles problemas que el propio capitalismo ocasiona y asegura cíclicamente repetir cada vez más agravadas.
Ahora que Calderón en sus delirantes y recurrentes desplantes retóricos, ya pontificó que la actual crisis económica será definitivamente resuelta hacia otoño del presente año en México, no está de más contradecirlo, precisamente en la medida en que no ver adecuadamente las cosas y sus relaciones de causa-efecto, sólo concurrirá como un factor adicional que coadyuvará a complicar, todavía más, a la crisis misma.
Los economistas que no saben economía política , en términos críticos , por eso, suelen repetir hasta la ignominia la homología de que un alto crecimiento sostenido , equivale al desarrollo siempre prometido y nunca cumplido. La literatura económica anglosajona, por ejemplo, pese a tener las palabras correctas para contrastar el crecimiento ( growth ), del desarrollo ( development ), empero tiende como toda la economía capitalista a suponerlos, anfibológicamente, como si ambas nociones fuesen los sinónimos que no son, mal que le pese al conjunto del pensamiento blando neoliberal. Pero además, ¿qué hacer en una economía como la mexicana que no se desarrolla porque ni siquiera crece hace un cuarto de siglo? Desde el análisis crítico de la economía comprometida con el destino de los trabajadores, plantear los asuntos en sus justos términos.
Sólo así, se entenderá que las oposiciones formales que hoy pretenden obtener tajadas políticas ante el proceso electoral en puerta, de la galopante incapacidad y vesania del gobierno federal para comprender y resolver al menos las peores implicaciones de la crisis, en realidad formulan tímidas e inútiles reformas al capitalismo para lavarle la cara en pos de la tendencialmente clara gobernabilidad perdida . La alternativa, por eso, no está ni puede ubicarse en las reformas de los políticos ávidos de poder, sino en la revolución que sólo los trabajadores debieran alentar, contra el neoliberalismo, es cierto, pero contra todo capitalismo, también. Lo otro, es hacerle al cuento …
Comentarios