Por Felipe Díaz Garza
Por supuesto que la gente, la mayoría de la gente, está de acuerdo con que el Ejército mexicano apoye, respalde y hasta sustituya, si es necesario, a las autoridades civiles en la lucha contra la delincuencia organizada. Y desde luego que esa misma mayoría ciudadana repudia a los "tapados" que, reclutados y patrocinados por delincuentes, han efectuado bloqueos viales en ésta y otras ciudades para protestar contra supuestos abusos de los soldados en perjuicio de la población civil.
Eso sin duda quiere decir que los ciudadanos confiamos en el Ejército y en sus oficiales y soldados de tropa. Confiamos en ellos en la misma forma en que desconfiamos de los cuerpos policiacos regulares que sabemos infiltrados o incompetentes o, en el mejor de los casos, rebasados por los bandidos. Confiamos en los militares y en ellos confiamos la protección última de nuestras vidas y haciendas.
En ese contexto resulta muy mala señal la que está mandando la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) al anunciar que abrirá armerías en varias ciudades del País, incluyendo Monterrey, dado el creciente interés de la población en la compra legal de armas.
El director de Comercialización de Armas y Municiones de la Sedena, Teniente Coronel Raúl Manzano Vélez, informó que abrirán armerías, además de en Monterrey, en Hermosillo, Guadalajara, Veracruz y, posiblemente, Campeche o Mérida.
Actualmente, la única armería de la Sedena está abierta en la Ciudad de México. En el 2008 esa tienda vendió mil 678 armas de las denominadas "para uso de protección de domicilio". Esa cifra fue 34 por ciento superior a la de mil 250 pistolas vendidas en el 2007.
Le digo que ésta es una mala señal porque, en las condiciones actuales que no necesito describirle, la apertura de armerías oficiales que venden abiertamente armas defensivas de vidas y haciendas es, en el mejor de los casos, una invitación a la autodefensa y, en el peor de los casos, un reconocimiento tácito de que el Ejército mexicano, al que hasta ahora confiamos nuestra protección, podría no ser completamente capaz de protegernos, para lo que, dada la convocatoria para armarnos, parece estarnos regresando la bolita o, cuando menos, pidiendo que le echemos una manita tirando balazos por nuestra cuenta, eso sí, con permiso de porte y uso de armas.
La apertura de expendios oficiales de armas por la Sedena no es un hecho aislado en el cuadro de invitación a la autoprotección que estamos pintando. Fuentes de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República revelaron que representantes de la Secretaría de la Defensa Nacional se han acercado a los senadores para ofrecerles facilidades en la tramitación de los permisos de portación de armas.
Un legislador que pidió el anonimato, incluso mostró su permiso de portación de armas -con vigencia de un año-, firmado por el oficial mayor de la Sedena, Humberto Alfonso Guillermo Águila.
Explicó que con esa autorización, él puede portar armas calibre 22, 25 y 380 milímetros. El Senador Ricardo Monreal, coordinador de los legisladores del PT y ex Gobernador de Zacatecas, apuntó que hay un interés nuevo entre los ciudadanos -"y los legisladores son parte de la población"- por portar armas, pero sostuvo: "Es una tendencia muy peligrosa que no va a solucionar los problemas de violencia e inseguridad que vive el País, pero es una realidad que la gente tiene interés por las armas y hay que aceptarlo".
Claro que el armamentismo no solucionará nada. La legalidad del arma registrada y su portación autorizada a un particular harán sentir a muchos de éstos, por no decir que a todos, que tienen una licencia para matar delincuentes o a quienes ellos les vean cara de delincuentes. Se armarán balaceras atroces, protagonizadas por quienes, armados para autodefenderse, dispararan ofensivamente creyéndose soldados de la ley. Todos nos volveremos delincuentes, desorganizados para empeorar las cosas.
La Sedena no sólo no debe comercializar armas más liberal y ampliamente, como pretende, sin duda empujada la autoridad castrense por el tamaño y los recursos del enemigo. Al contrario, el Ejército debe continuar con el monopolio de la defensa armada de la nación y sus nacionales y debe desalentar el armamentismo particular.
En ese sentido es muy contradictorio que la Sedena quiera ampliar sus redes de distribución y comercialización de armas letales mientras gobiernos estatales y municipales, como los de Nuevo León y la Ciudad de México, desalientan el armamentismo, apoyados por el Ejército, con sus campañas de cambio de armas legales o ilegales por alimentos, objetos o dinero. Precisamente, una de esas campañas arrancó anteayer con éxito en la Ciudad de México.
Confiamos en el Ejército porque es la única instancia armada oficial que no ha abdicado a su misión de protegernos. Que no nos empistole ahora para que vayamos a destapar a los tapados.
Por supuesto que la gente, la mayoría de la gente, está de acuerdo con que el Ejército mexicano apoye, respalde y hasta sustituya, si es necesario, a las autoridades civiles en la lucha contra la delincuencia organizada. Y desde luego que esa misma mayoría ciudadana repudia a los "tapados" que, reclutados y patrocinados por delincuentes, han efectuado bloqueos viales en ésta y otras ciudades para protestar contra supuestos abusos de los soldados en perjuicio de la población civil.
Eso sin duda quiere decir que los ciudadanos confiamos en el Ejército y en sus oficiales y soldados de tropa. Confiamos en ellos en la misma forma en que desconfiamos de los cuerpos policiacos regulares que sabemos infiltrados o incompetentes o, en el mejor de los casos, rebasados por los bandidos. Confiamos en los militares y en ellos confiamos la protección última de nuestras vidas y haciendas.
En ese contexto resulta muy mala señal la que está mandando la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) al anunciar que abrirá armerías en varias ciudades del País, incluyendo Monterrey, dado el creciente interés de la población en la compra legal de armas.
El director de Comercialización de Armas y Municiones de la Sedena, Teniente Coronel Raúl Manzano Vélez, informó que abrirán armerías, además de en Monterrey, en Hermosillo, Guadalajara, Veracruz y, posiblemente, Campeche o Mérida.
Actualmente, la única armería de la Sedena está abierta en la Ciudad de México. En el 2008 esa tienda vendió mil 678 armas de las denominadas "para uso de protección de domicilio". Esa cifra fue 34 por ciento superior a la de mil 250 pistolas vendidas en el 2007.
Le digo que ésta es una mala señal porque, en las condiciones actuales que no necesito describirle, la apertura de armerías oficiales que venden abiertamente armas defensivas de vidas y haciendas es, en el mejor de los casos, una invitación a la autodefensa y, en el peor de los casos, un reconocimiento tácito de que el Ejército mexicano, al que hasta ahora confiamos nuestra protección, podría no ser completamente capaz de protegernos, para lo que, dada la convocatoria para armarnos, parece estarnos regresando la bolita o, cuando menos, pidiendo que le echemos una manita tirando balazos por nuestra cuenta, eso sí, con permiso de porte y uso de armas.
La apertura de expendios oficiales de armas por la Sedena no es un hecho aislado en el cuadro de invitación a la autoprotección que estamos pintando. Fuentes de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República revelaron que representantes de la Secretaría de la Defensa Nacional se han acercado a los senadores para ofrecerles facilidades en la tramitación de los permisos de portación de armas.
Un legislador que pidió el anonimato, incluso mostró su permiso de portación de armas -con vigencia de un año-, firmado por el oficial mayor de la Sedena, Humberto Alfonso Guillermo Águila.
Explicó que con esa autorización, él puede portar armas calibre 22, 25 y 380 milímetros. El Senador Ricardo Monreal, coordinador de los legisladores del PT y ex Gobernador de Zacatecas, apuntó que hay un interés nuevo entre los ciudadanos -"y los legisladores son parte de la población"- por portar armas, pero sostuvo: "Es una tendencia muy peligrosa que no va a solucionar los problemas de violencia e inseguridad que vive el País, pero es una realidad que la gente tiene interés por las armas y hay que aceptarlo".
Claro que el armamentismo no solucionará nada. La legalidad del arma registrada y su portación autorizada a un particular harán sentir a muchos de éstos, por no decir que a todos, que tienen una licencia para matar delincuentes o a quienes ellos les vean cara de delincuentes. Se armarán balaceras atroces, protagonizadas por quienes, armados para autodefenderse, dispararan ofensivamente creyéndose soldados de la ley. Todos nos volveremos delincuentes, desorganizados para empeorar las cosas.
La Sedena no sólo no debe comercializar armas más liberal y ampliamente, como pretende, sin duda empujada la autoridad castrense por el tamaño y los recursos del enemigo. Al contrario, el Ejército debe continuar con el monopolio de la defensa armada de la nación y sus nacionales y debe desalentar el armamentismo particular.
En ese sentido es muy contradictorio que la Sedena quiera ampliar sus redes de distribución y comercialización de armas letales mientras gobiernos estatales y municipales, como los de Nuevo León y la Ciudad de México, desalientan el armamentismo, apoyados por el Ejército, con sus campañas de cambio de armas legales o ilegales por alimentos, objetos o dinero. Precisamente, una de esas campañas arrancó anteayer con éxito en la Ciudad de México.
Confiamos en el Ejército porque es la única instancia armada oficial que no ha abdicado a su misión de protegernos. Que no nos empistole ahora para que vayamos a destapar a los tapados.
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