Abominable resultado de la "presidencia del empleo"

Oficialmente hay cerca de 2 millones 260 mil mexicanos desocupados

Carlos Fernández-Vega


En materia laboral, para no abordar otros temas, el balance de 26 meses de "presidencia del empleo" resulta verdaderamente abominable: a lo largo de ese periodo, en promedio, 855 mexicanos por día han sido forzados a ingresar a las filas del desempleo abierto en el país, hasta acumular cerca de 677 mil al cierre de enero pasado, al tiempo que, en las grandes ciudades, se registran tasas de desocupación muy por encima de las reportadas en enero de 1995, el año de la mayor crisis económico-financiera conocida por el país (hasta ese momento).

Así, en plena "presidencia del empleo", oficialmente en el país existen cerca de 2 millones 260 mil mexicanos en el desempleo abierto, monto nunca antes reportado, o lo que es lo mismo 5 por ciento de la población económicamente activa, la mayor proporción desde que en enero de 2005 el INEGI estrenó metodología para medir el empleo en el país de acuerdo con los estándares de la OCDE, fecha en la que dicha tasa se ubicó en 4.1 por ciento de la PEA.

Alrededor de 677 mil mexicanos desempleados a lo largo de la "continuidad", lo que arroja un promedio mensual de 26 mil 38 por mes, o, como citamos al principio, 855 cada 24 horas de estadía calderonista en Los Pinos. Cuando Felipe Calderón, el "presidente del empleo", se instaló en Los Pinos, oficialmente se reconocía un millón 582 mil mexicanos en el desempleo abierto; 26 meses después, al cierre de enero pasado, el saldo se había incrementado a 2 millones 259 mil (los expulsados de su tierra no son contabilizados).

Lo anterior, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) correspondiente a enero de 2009, ayer divulgada por el INEGI, la cual revela que la tasa oficial de desempleo abierto en el primer mes del año llegó a 5 por ciento de la población económicamente activa, contra 4.04 por ciento de un año atrás, afectando más al empleo de las mujeres (5.26 por ciento de desocupación) que a los hombres (4.84 por ciento).

El 23 de febrero de 2005, el INEGI divulgó su nueva ENOE, levantada a nivel nacional entre la población mayor a 14 años), con información a enero de ese año, la cual sustituyó a la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU, levantada en las principales ciudades del país y considerando a la población de 12 años en adelante), de allí que la comparación de porcentajes se limite a un plazo de cuatro años, aunque de cualquier suerte el 5 por ciento de enero de 2009 resulta la mayor tasa de ese periodo.

Lo que sí es comparable, en un periodo mucho más amplio, es el desempleo urbano, medido en las grandes ciudades mexicanas (aquellas con más de 100 mil habitantes) por el propio INEGI por medio de la ENEU. Así, en enero de 1995, en el año de la "gran crisis" y con el gobierno del "bienestar para la familia", la tasa oficial de desempleo urbano afectó a 4.5 por ciento de la PEA; en igual mes, pero de 2009 y con el "presidente del empleo", ese indicador alcanzó a 6.09 por ciento de la población en edad y condición de laborar.

Esos son los indicadores oficiales que documentan los floridos discursos que sobre las "cifras históricas de empleo en mi gobierno" presume Felipe Calderón, pero también los números que, más allá del fatuo discurso gubernamental, de tiempo atrás encendieron las señales de alarma, del ya basta que exige la sociedad.

Sólo para mantener aceitada la memoria, retomó algunos pasajes de lo aquí publicado a principios de año: aventajado representante de la farándula política mexicana, en tiempos de la campaña electoral el actual inquilino de Los Pinos pronunció una frase que, vista a casi tres años de distancia, ya no provoca carcajadas entre sus correligionarios, como lo hizo en aquel entonces. Con una enorme sonrisa, en mayo de 2006 dijo al colega Jorge Ramos, de Univisión: "la diferencia entre él y yo es muy sencilla, yo voy a ser el presidente del empleo y él es el matachambas de los mexicanos". Felipe Calderón se refería, obvio es, al "peligro para México", pero, ¡oh!, las vueltas que da la vida: casi un trienio después de tan jocoso comparativo, el autodenominado "presidente del empleo" resultó ser no sólo un fracaso, sino un destacado "matachambas de los mexicanos".

Muchas son las frases de ocasión que el michoacano ha pronunciado desde la campaña electoral hasta la fecha, pero las referentes al empleo, comparadas con la realidad, se han convertido en un lamentable muestrario del humor negro que lo caracteriza. Botones: "he dicho que voy a ser el presidente del empleo porque toda la política pública del nuevo gobierno que iniciaré el primero de diciembre de este año estará orientada a garantizar que los mexicanos tengan empleos dignos, estables, bien remunerados"… "Yo me comprometo a preservar la estabilidad económica de México. En mi gobierno, el patrimonio de todos los mexicanos será un patrimonio asegurado por un gobierno responsable"… "a satisfacer básicamente tres principales demandas de los mexicanos: primero, la seguridad pública y el estado de derecho; segundo, el combate a la pobreza y, tercero, la generación de empleos"… "estamos cumpliendo un compromiso claro que tuve con los mexicanos, el ser el presidente del empleo, lo voy hacer y este es un paso decidido en ese sentido". Lo anterior, para redondear en cada oportunidad que desde su instalación en el ex Hacienda de La Hormiga sólo "cifras históricas" en materia de empleo.

Y la terca realidad siempre tirándole el discurso: 5 por ciento de la población económicamente activa oficialmente en el desempleo abierto; 6.09 por ciento de la PEA urbana en idéntica circunstancia, indicadores mucho más peligrosos que los reportados en 1995, el año de la "gran crisis".

Las rebanadas del pastel

Calmaos, mexicanos iracundos, que el inquilino de Los Pinos ya prometió poner "punto final a las acciones del crimen organizado". Confiad, como lo hicieron, con las "cifras históricas de empleo", el "catarrito" y la "gripa", el "tipo de cambio firme", y, sobre todo, el "nunca más una crisis en México"… Y la vapuleada moneda nacional de plano ya no sabe para dónde hacerse ni con qué cubrirse, mientras la Comisión de Cambios (Banco de México-Secretaría de Hacienda) no deja de alimentar a las hordas especulativas.

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