Carlos Fernández-Vega
Mientras el nuevo presidente estadunidense ofrecía “esperanza en lugar del miedo”, los barones de la especulación financiera procedieron exactamente en sentido contrario: por “temores económicos”, dicen algunos; porque “Obama no dio luz sobre el nuevo programa de rescate” al mundillo financiero, dicen otros, pero el hecho es que ayer los mercados bursátiles de nueva cuenta se derrumbaron, en un camino muy andado en el que ya no queda mucho qué perder.
No recibieron alegres al nuevo gobierno, porque el miedo avasalla a los especuladores, luego que dedicaron su mejor esfuerzo a destrozar el casino por ellos mismos construido. No, ahora exigen más “rescate” para salir del hoyo, que sea el dinero de los contribuyentes el que los salve del abismo y puedan seguir atracando. Son los mismos a los que el propio Barack Obama responsabilizó, a la par de a la endeble administración gubernamental, de la “muy debilitada” economía estadunidense, lo que ha repercutido a lo largo y ancho del planeta. Y todavía quieren “rescate”.
Largo día el de ayer en Washington: celebración, discursos, esperanza, carros alegóricos, sonrisas y mucha fiesta por el arribo del primer afroamericano a la Casa Blanca. Qué bueno que festejaron, pero deberán estar preparados para la cruda realidad del día siguiente, que no es otro que el de la continuidad de una crisis feroz que llevará un buen rato superar. Viva la fiesta, pero a los hechos, y sólo a ellos, se remiten millones de ciudadanos.
Si bien el mensaje de Obama fue para los estadunidenses, con uno que otro recado allende sus fronteras, ciertas conceptos del nuevo inquilino de la Casa Blanca parecen confeccionado a la medida de la clase política mexicana: “en este día queremos proclamar el fin de los reclamos mezquinos y las falsas promesas que por mucho tiempo han estrangulado a nuestra política… La crisis nos debe recordar que si no hay un ojo vigilante, el mercado puede salirse de control, y una nación no sólo puede prosperar en favor de los más prósperos… La gente ha perdido hogares, empleos, negocios… Estos son los indicadores de la crisis, (…), pero no menos profunda es la falta de confianza... Este día nos reunimos porque hemos decidido optar por la esperanza sobre el miedo”.
Pero el miedo también contagió a los especuladores de otras latitudes. La Bolsa Mexicana de Valores, por ejemplo, que se desplomó con sus enormes empresas virtuales, que ahora valen centavos cuando hasta antes del “catarrito” se hinchaban de pesos. Su principal indicador cayó 5.79 por ciento, uno de los mayores descensos de los últimos meses. También quieren más “rescate”, que fluyan más recursos públicos para tapar los excesos y barbaridades cometidas, a fin de seguir por el mismo camino.
A los usureros de Citigroup-Banamex y BBVA-Bancomer nada bien les fue ayer en el casino mexicano, y sus papeles –antes llamados acciones– se desplomaron 25.78 y 25.14 por ciento, respectivamente, de tal suerte que para salir del hoyo no sólo exigen más “rescate”, sino que redoblarán el atraco cotidiano cometido en contra de su clientela, mientras que a sus trabajadores les duplicarán la de por sí abultada factura que en términos salariales y contractuales regularmente les cargan.
La otra orgullosa trasnacional mexicana Cemex mantiene su picada, y sus papeles ayer perdieron 12.05 por ciento adicional, mientras otro de los barones autóctonos, Alberto Bailleres, vio cómo el precio de Peñoles se hundía 12.17 por ciento adicional. Mientras Carlos Slim invierte en empresas editoriales de Estados Unidos, aquí sus títulos cayeron (Telecom, 11.47 por ciento; America Móvil, 5.17; Telmex, 5.82). A Televisa no le fue tan mal: “sólo” se depreció 3.53 por ciento, en tanto que a uno de sus accionistas, Germán Larrea, reportó una caída de 5.86 por ciento en otra de sus propiedades, el Grupo México. Así, nuestro barones marca Forbes ya no aplauden aquellas sesudas frases relativas a los “grandes calados”, la “solidez” y la “fortaleza” de una economía a la que hipotéticamente nada le pasaría. Mucho menos celebran las ocurrencias del autor de dichas frases (por ejemplo, esa de “la crisis es externa”).
Parece que sólo entienden cuando la realidad también les pega a ellos, pero si de miedo y especulación se trata allí nuestra zarandeada moneda, cuyo tipo de cambio frente al igualmente vapuleado dólar estadunidense sigue escalando posiciones históricas, toda vez que “un grupo de empresas nacionales” acelera sus “operaciones especulativas” para “obtener utilidades”, como lo ha dicho el diáfano secretario de Hacienda. El “deslizamiento” o “ajuste” ya representa 40 por ciento de devaluación.
Y como si fuera novedad, el Inegi reporta que en el onceavo mes de 2008 la producción industrial en el país se fue para abajo. Lejos de ser un descubrimiento, la estadística del propio Instituto revela que con la citada suman siete las caídas al hilo que registra tal producción. Desde mayo pasado los indicadores han sido negativos, y de enero a noviembre del año anterior el registro da cuenta de ocho caídas.
La información del Inegi detalla que la producción industrial en México disminuyó en términos reales 5.4 por ciento a tasa anual en el penúltimo mes de 2008, como consecuencia de los descensos en tres de sus cuatro sectores: las industrias manufactureras se redujeron 6.2 por ciento anual, derivado de la menor producción en la mayoría de las actividades que las integran, destacando las caídas de equipos de transporte, computación, comunicación, medición, y de otros equipos, componentes y accesorios electrónicos; productos a bases de minerales no metálicos; productos metálicos, e industrias metálicas básicas; la Construcción cayó 5.1 por ciento, debido principalmente a la menor construcción de obras de edificación; la actividad minera decreció 4.2 por ciento, asociada básicamente a la reducción de la producción petrolera de 4.8 por ciento; el sector de la electricidad, agua y suministro de gas por ductos al consumidor final se mantuvo sin cambio. Cifras desestacionalizadas indican que la actividad industrial presentó una caída de 0.92 por ciento en noviembre pasado con relación a la del mes inmediato anterior, y de 0.4 por ciento de enero-noviembre de 2008, en comparación con el mismo periodo de 2007.
Pues bien, la actividad minera acumula 25 meses consecutivos a la baja; la industria de la construcción 4 meses al hilo (en 6 de los 11 meses de 2008 con información) y las industrias manufactureras: 4 meses continuos (en cinco de 11 meses). Obviamente la crisis no se anunció en octubre.
Las rebanadas del pastel
Habrá que hacer de tripas corazón, porque hoy el mismo Inegi divulga los indicadores de ocupación y empleo correspondientes a diciembre de 2008 y el balance anual en este delicado tema. Si se recuerda que de octubre al último mes del año pasado se cancelaron 435 mil puestos de trabajo en el sector formal, ¿adivinen cómo vienen las cifras para el “presidente del empleo”?
Mientras el nuevo presidente estadunidense ofrecía “esperanza en lugar del miedo”, los barones de la especulación financiera procedieron exactamente en sentido contrario: por “temores económicos”, dicen algunos; porque “Obama no dio luz sobre el nuevo programa de rescate” al mundillo financiero, dicen otros, pero el hecho es que ayer los mercados bursátiles de nueva cuenta se derrumbaron, en un camino muy andado en el que ya no queda mucho qué perder.
No recibieron alegres al nuevo gobierno, porque el miedo avasalla a los especuladores, luego que dedicaron su mejor esfuerzo a destrozar el casino por ellos mismos construido. No, ahora exigen más “rescate” para salir del hoyo, que sea el dinero de los contribuyentes el que los salve del abismo y puedan seguir atracando. Son los mismos a los que el propio Barack Obama responsabilizó, a la par de a la endeble administración gubernamental, de la “muy debilitada” economía estadunidense, lo que ha repercutido a lo largo y ancho del planeta. Y todavía quieren “rescate”.
Largo día el de ayer en Washington: celebración, discursos, esperanza, carros alegóricos, sonrisas y mucha fiesta por el arribo del primer afroamericano a la Casa Blanca. Qué bueno que festejaron, pero deberán estar preparados para la cruda realidad del día siguiente, que no es otro que el de la continuidad de una crisis feroz que llevará un buen rato superar. Viva la fiesta, pero a los hechos, y sólo a ellos, se remiten millones de ciudadanos.
Si bien el mensaje de Obama fue para los estadunidenses, con uno que otro recado allende sus fronteras, ciertas conceptos del nuevo inquilino de la Casa Blanca parecen confeccionado a la medida de la clase política mexicana: “en este día queremos proclamar el fin de los reclamos mezquinos y las falsas promesas que por mucho tiempo han estrangulado a nuestra política… La crisis nos debe recordar que si no hay un ojo vigilante, el mercado puede salirse de control, y una nación no sólo puede prosperar en favor de los más prósperos… La gente ha perdido hogares, empleos, negocios… Estos son los indicadores de la crisis, (…), pero no menos profunda es la falta de confianza... Este día nos reunimos porque hemos decidido optar por la esperanza sobre el miedo”.
Pero el miedo también contagió a los especuladores de otras latitudes. La Bolsa Mexicana de Valores, por ejemplo, que se desplomó con sus enormes empresas virtuales, que ahora valen centavos cuando hasta antes del “catarrito” se hinchaban de pesos. Su principal indicador cayó 5.79 por ciento, uno de los mayores descensos de los últimos meses. También quieren más “rescate”, que fluyan más recursos públicos para tapar los excesos y barbaridades cometidas, a fin de seguir por el mismo camino.
A los usureros de Citigroup-Banamex y BBVA-Bancomer nada bien les fue ayer en el casino mexicano, y sus papeles –antes llamados acciones– se desplomaron 25.78 y 25.14 por ciento, respectivamente, de tal suerte que para salir del hoyo no sólo exigen más “rescate”, sino que redoblarán el atraco cotidiano cometido en contra de su clientela, mientras que a sus trabajadores les duplicarán la de por sí abultada factura que en términos salariales y contractuales regularmente les cargan.
La otra orgullosa trasnacional mexicana Cemex mantiene su picada, y sus papeles ayer perdieron 12.05 por ciento adicional, mientras otro de los barones autóctonos, Alberto Bailleres, vio cómo el precio de Peñoles se hundía 12.17 por ciento adicional. Mientras Carlos Slim invierte en empresas editoriales de Estados Unidos, aquí sus títulos cayeron (Telecom, 11.47 por ciento; America Móvil, 5.17; Telmex, 5.82). A Televisa no le fue tan mal: “sólo” se depreció 3.53 por ciento, en tanto que a uno de sus accionistas, Germán Larrea, reportó una caída de 5.86 por ciento en otra de sus propiedades, el Grupo México. Así, nuestro barones marca Forbes ya no aplauden aquellas sesudas frases relativas a los “grandes calados”, la “solidez” y la “fortaleza” de una economía a la que hipotéticamente nada le pasaría. Mucho menos celebran las ocurrencias del autor de dichas frases (por ejemplo, esa de “la crisis es externa”).
Parece que sólo entienden cuando la realidad también les pega a ellos, pero si de miedo y especulación se trata allí nuestra zarandeada moneda, cuyo tipo de cambio frente al igualmente vapuleado dólar estadunidense sigue escalando posiciones históricas, toda vez que “un grupo de empresas nacionales” acelera sus “operaciones especulativas” para “obtener utilidades”, como lo ha dicho el diáfano secretario de Hacienda. El “deslizamiento” o “ajuste” ya representa 40 por ciento de devaluación.
Y como si fuera novedad, el Inegi reporta que en el onceavo mes de 2008 la producción industrial en el país se fue para abajo. Lejos de ser un descubrimiento, la estadística del propio Instituto revela que con la citada suman siete las caídas al hilo que registra tal producción. Desde mayo pasado los indicadores han sido negativos, y de enero a noviembre del año anterior el registro da cuenta de ocho caídas.
La información del Inegi detalla que la producción industrial en México disminuyó en términos reales 5.4 por ciento a tasa anual en el penúltimo mes de 2008, como consecuencia de los descensos en tres de sus cuatro sectores: las industrias manufactureras se redujeron 6.2 por ciento anual, derivado de la menor producción en la mayoría de las actividades que las integran, destacando las caídas de equipos de transporte, computación, comunicación, medición, y de otros equipos, componentes y accesorios electrónicos; productos a bases de minerales no metálicos; productos metálicos, e industrias metálicas básicas; la Construcción cayó 5.1 por ciento, debido principalmente a la menor construcción de obras de edificación; la actividad minera decreció 4.2 por ciento, asociada básicamente a la reducción de la producción petrolera de 4.8 por ciento; el sector de la electricidad, agua y suministro de gas por ductos al consumidor final se mantuvo sin cambio. Cifras desestacionalizadas indican que la actividad industrial presentó una caída de 0.92 por ciento en noviembre pasado con relación a la del mes inmediato anterior, y de 0.4 por ciento de enero-noviembre de 2008, en comparación con el mismo periodo de 2007.
Pues bien, la actividad minera acumula 25 meses consecutivos a la baja; la industria de la construcción 4 meses al hilo (en 6 de los 11 meses de 2008 con información) y las industrias manufactureras: 4 meses continuos (en cinco de 11 meses). Obviamente la crisis no se anunció en octubre.
Las rebanadas del pastel
Habrá que hacer de tripas corazón, porque hoy el mismo Inegi divulga los indicadores de ocupación y empleo correspondientes a diciembre de 2008 y el balance anual en este delicado tema. Si se recuerda que de octubre al último mes del año pasado se cancelaron 435 mil puestos de trabajo en el sector formal, ¿adivinen cómo vienen las cifras para el “presidente del empleo”?
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