Eduardo Ibarra Aguirre
Lo que genéricamente se conoce como resistencia civil pacífica, pero que ha tenido varios momentos estelares y por lo menos tres denominaciones bien diferenciadas, entrará el próximo domingo 25, con la concentración popular en el Zócalo capitalino, a una de sus pruebas definitorias.
A 30 meses de iniciada con el “¡Voto por Voto! ¡Casilla por casilla!” y que tras la derrota jurídica e institucional propinada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación , encontró como desembocadura la conformación del gobierno legítimo --con las giras municipio por municipio de Andrés Manuel López Obrador y la afiliación de más de dos millones de representantes del primero en los segundos--, supo insertarse con éxito en el vital tema de la reforma petrolera por medio de una creativa combinación de las movilizaciones en plazas y calles con las tareas institucionales, particularmente legislativas.
Prácticamente todos intelectuales orgánicos del poder, brillantes no pocos de ellos, y la inmensa mayoría de los comentaristas televisivos y radiofónicos apostaron, sin guardar matices ni compostura, a la presentación de la insalvable disyuntiva, según ellos, de bregar desde dentro de la institucionalidad realmente existente o en las plazas y calles, terrenos más que naturales del movimiento ciudadano y social.
La compleja y terca realidad no se ajustó a sus pronósticos y rebasó las camisas de fuerza que le tenían apartadas. De la misma manera, por cierto, en que una y otra vez apostaron al aislamiento del tabasqueño y, por esa vía, a la derrota del movimiento que encabeza. Sin guardar las formas ya acumularon 30 meses y medio declarando políticamente muerto al odiado señor López .
Pero el de Macuspana es tenaz hasta el punto de confundirse con la obstinación, y provocar la irritación de hombres y mujeres que cualquier observador supondría, sin pecar de ingenuo, que si bien no son sus aliados estratégicos sí podrían disponerse, cuando menos, a la unidad en la acción.
Allí está la más reciente descalificación del subcomandante Marcos , vertida el 2 de enero en el Festival Mundial de la Digna Rabia : “Se nos acusa de ser sectarios e intolerantes, pero, la verdad sea dicha, ningún movimiento en México ha exhibido tal grado de sectarismo, intolerancia e histeria como el que hoy, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, amenaza con salvar a México”.
Justamente en la difícil situación económica que vive el país y padecen las mayorías de “los de abajo”, como suele llamarlas el vocero que más recurrentemente descalifica a luchadores políticos y sociales del más diverso signo ideológico, es cuando aquéllas requieren de mejores instrumentos y liderazgos para sortear al menor costo social posible el pago de los platos que rompió la ilimitada voracidad de la plutocracia global, bajo la conducción de George Walker Bush , el más inepto e impopular de los 43 presidentes que encabezaron Estados Unidos de América y que, para fortuna de todos, la terrible pesadilla está a punto de concluir.
Con el Movimiento Nacional en Defensa del Pueblo, del Petróleo y la Soberanía Nacional , la cuarta metamorfosis de la resistencia civil pacífica, y su primera convocatoria a la principal plaza de la República , López Obrador enfrenta el reto de mostrar su capacidad para incidir en los grandes problemas nacionales, aguzando la sensibilidad de un liderazgo que no sólo suscita apoyos, no pocos conmovedores, sino también múltiples críticas y crecientes envidias de líderes que viven de su respetable pasado y sus actuales lectores.
México y sus ciudadanos requieren liderazgos y movimientos que contrapesen el conservadurismo y breguen por los interese populares
Lo que genéricamente se conoce como resistencia civil pacífica, pero que ha tenido varios momentos estelares y por lo menos tres denominaciones bien diferenciadas, entrará el próximo domingo 25, con la concentración popular en el Zócalo capitalino, a una de sus pruebas definitorias.
A 30 meses de iniciada con el “¡Voto por Voto! ¡Casilla por casilla!” y que tras la derrota jurídica e institucional propinada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación , encontró como desembocadura la conformación del gobierno legítimo --con las giras municipio por municipio de Andrés Manuel López Obrador y la afiliación de más de dos millones de representantes del primero en los segundos--, supo insertarse con éxito en el vital tema de la reforma petrolera por medio de una creativa combinación de las movilizaciones en plazas y calles con las tareas institucionales, particularmente legislativas.
Prácticamente todos intelectuales orgánicos del poder, brillantes no pocos de ellos, y la inmensa mayoría de los comentaristas televisivos y radiofónicos apostaron, sin guardar matices ni compostura, a la presentación de la insalvable disyuntiva, según ellos, de bregar desde dentro de la institucionalidad realmente existente o en las plazas y calles, terrenos más que naturales del movimiento ciudadano y social.
La compleja y terca realidad no se ajustó a sus pronósticos y rebasó las camisas de fuerza que le tenían apartadas. De la misma manera, por cierto, en que una y otra vez apostaron al aislamiento del tabasqueño y, por esa vía, a la derrota del movimiento que encabeza. Sin guardar las formas ya acumularon 30 meses y medio declarando políticamente muerto al odiado señor López .
Pero el de Macuspana es tenaz hasta el punto de confundirse con la obstinación, y provocar la irritación de hombres y mujeres que cualquier observador supondría, sin pecar de ingenuo, que si bien no son sus aliados estratégicos sí podrían disponerse, cuando menos, a la unidad en la acción.
Allí está la más reciente descalificación del subcomandante Marcos , vertida el 2 de enero en el Festival Mundial de la Digna Rabia : “Se nos acusa de ser sectarios e intolerantes, pero, la verdad sea dicha, ningún movimiento en México ha exhibido tal grado de sectarismo, intolerancia e histeria como el que hoy, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, amenaza con salvar a México”.
Justamente en la difícil situación económica que vive el país y padecen las mayorías de “los de abajo”, como suele llamarlas el vocero que más recurrentemente descalifica a luchadores políticos y sociales del más diverso signo ideológico, es cuando aquéllas requieren de mejores instrumentos y liderazgos para sortear al menor costo social posible el pago de los platos que rompió la ilimitada voracidad de la plutocracia global, bajo la conducción de George Walker Bush , el más inepto e impopular de los 43 presidentes que encabezaron Estados Unidos de América y que, para fortuna de todos, la terrible pesadilla está a punto de concluir.
Con el Movimiento Nacional en Defensa del Pueblo, del Petróleo y la Soberanía Nacional , la cuarta metamorfosis de la resistencia civil pacífica, y su primera convocatoria a la principal plaza de la República , López Obrador enfrenta el reto de mostrar su capacidad para incidir en los grandes problemas nacionales, aguzando la sensibilidad de un liderazgo que no sólo suscita apoyos, no pocos conmovedores, sino también múltiples críticas y crecientes envidias de líderes que viven de su respetable pasado y sus actuales lectores.
México y sus ciudadanos requieren liderazgos y movimientos que contrapesen el conservadurismo y breguen por los interese populares
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